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Reino Unido Reino Unido · Birmingham
Críticas de Peaky Boy
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Críticas 92
Críticas ordenadas por utilidad
8
10 de noviembre de 2013
5 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recuerdo perfectamente la primera vez que vi Brick, en el cine de mi barrio, junto a tres amigos, y cuatro amigas, con un montón de caramelos y latas de Coca Cola escondidos bajo el chaquetón, y un cosquilleo en el estómago infundido, obviamente, por la compañía femenina y no por la película. Una vez se apagaron las luces comenzaron las risas nerviosas, las caricias, los cuchicheos y, por encima de todo, Joseph Gordon-Levitt. Quedé completamente absorto por las rápidas escenas, los bruscos movimientos de cámara, los giros argumentales y, para cuando vine a darme cuenta, las luces estaban otra vez encendidas, cada oveja con su pareja y la mía durmiendo en su butaca. Aquello no funcionó. Al término de la película yo estaba emocionadísimo, quería debatir con todos los grandes momentos de la “magnífica genialidad”, creo que la llamé por aquel entonces, que acabábamos de presenciar. Pero, por lo visto, mis compañeros no compartían mi entusiasmo y se conformaron con un seco “no está mal”. Aquella fue la primera vez que escribí una reseña, un texto de unas trescientas palabras compuesto básicamente por una sinopsis y la repetición de términos cinematográficos que había leído en Fotogramas. Al cabo de un tiempo, un gran amigo me dio a leer el libro Cómo se comenta un texto fílmico, de Ramón Carmona, gracias al cual empecé a estructurar los escritos y a adaptarlos a mi propio estilo.
Ryan Jonson comenzó su carrera como director con esta rareza del cine negro, una historia al más puro estilo Dashiell Hammett, protagonizada por adolescentes en el escenario atemporal de un instituto. Una ópera prima con un guion muy ingenioso, escrito por el propio Johnson, intrincado, con rápidos diálogos y plagado de guiños a los grandes del noir. Posteriormente, el realizador ha seguido con esta original línea de hacer cine en sus siguientes trabajos, como la comedia de estafadores, The Brothers Bloom, 2008, el thriller futurista Looper, 2012, o colaborando como director de Breaking Bad, en la que firmó dos de los mejores capítulos de la serie, nos referimos al sublime The Fly y, por supuesto, al espectacular Ozymandias que, adaptando un poema de Percy Bysshe Shelley, representa perfectamente la esencia que dio título a la brillante serie:
“Mi nombre es Ozymandias, rey de reyes:
¡Contemplad mis obras, oh poderosos, y desesperad!”
Brendan es un inteligente y sagaz estudiante de verbo rápido que pronto se verá involucrado en un oscuro y peligroso caso de desaparición. Desde el momento en que Emily, la ex novia de Brendan, se evapora sin dejar rastro, éste y su pequeño equipo de investigadores y soplones callejeros comenzarán una exhaustiva búsqueda en un pueblo al sur de California. Un Sam Spade sin gabardina, genialmente interpretado por Gordon-Levitt, que no dudará en meterse en la boca del lobo y desafiar a cuantos matones se interpongan en su camino con el fin de esclarecer el misterioso suceso.
La película, producida con un ínfimo presupuesto por los familiares y amigos de Johnson, y editada en un ordenador casero, tardó más de seis años en encontrar distribuidora y entrar en el circuito comercial. Su entrada estuvo marcada por el premio especial del jurado al mejor director novel en el festival de Sundance, galardón que le sirvió de trampolín para un sinfín de reconocimientos internacionales, y aportó el respaldo suficiente para que Levitt se convirtiera en el conocido actor que es en la actualidad.
El nuevo cine negro americano es, como la crítica definió el estilo del director tras el estreno del filme, una fórmula basada en una amplísima variedad de planos y encuadres diferentes, una fotografía muy llamativa y el uso de los clichés básicos del género detectivesco pero combinados con un sinfín de recursos paródicos, tanto en el guion como en el montaje, en un entorno nada convencional. Puede que tras sólo tres películas sea pronto para catalogar esta técnica, pero lo cierto es que, pese a las claras influencias existentes del cine de los Coen, Tarantino, Ritchie o Nolan, nunca antes se había visto algo semejante, y es posible que, al igual que pasó con los citados directores, Ryan Johnson se convierta en uno de esos maestros post-modernos capaces de crear escuela e influir, a la hora de filmar, en grandes directores de fama mundial, como Brick influyera en el mismísimo Gus Van Sant para realizar Paranoid Park en 2008.
El cine, no sólo el negro sino el séptimo arte en general, está sujeto, como todo en la vida, a una fecha de caducidad, por eso tiene que moverse, evolucionar. Brick es una de esas películas que nos devuelven la sonrisa, la ilusión de imaginar que no está todo visto y que aún existe el factor sorpresa. Brick hace que nos reencontremos con el cine en el Siglo XXI y, ocho años después de su estreno y catorce desde que fuera rodada, la historia sigue reluciendo, y así permanecerá gracias al material del que está hecha, del material con el que se construyen los sueños.
Peaky Boy
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9
27 de octubre de 2011
7 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Corría el año 1954, el neorrealismo italiano había cobrado gran fuerza en la última década, tras la segunda guerra mundial, los directores italianos más representativos, crearon un movimiento cuyas particularidades eran el reflejo de los problemas sociales y los estragos que esta horrible guerra había ocasionado. Pero Fellini, tras varios años fiel a esta corriente, consideró que era hora de pasar página, y lo hizo de forma sutil, con esta película.
Se puede decir que con La Strada, Fellini se alejó para siempre del neorrealismo. El film se podría calificar como una historia de amor imposible, incluso con connotaciones religiosas, por lo que mientras la crítica mundial, sobre todo la francesa, alababa la obra del genial director, los críticos italianos, defensores de esta corriente lo tacharon poco menos que de traidor
La Strada, nos cuenta en forma de road movie, la historia de Gelsomina (Giulietta Masina), quien fue comprada a su familia por un artista ambulante, Zampano (Anthony Quinn), bajo la promesa de alimentarla y convertirla en una gran artista. La joven Gelsomina, demostrará ser fiel al hombre que ha pagado por ella, pese a las atrocidades y penurias que se encuentren por el camino.
Más allá de las críticas de la época, La Strada se convirtió en un clásico instantáneo del cine. Con una fotografía impecable a cargo del maestro Otello Martelli, quién retrató la desolación de un país devastado en pleno proceso de reconstrucción, y encumbró a la genial Giulietta que trenzó una interpretación estelar con claras y asombrosas similitudes al genial Chaplin. La Actriz, con su talento mímico y su increíble expresividad facial revolucionó el mundo del cine y el del propio Fellini, ya que aparte de convertirse en su actriz fetiche, contrajo matrimonio con ella.
La música excepcional, cobrará una gran importancia durante el film dato que no es de extrañar dado que el autor de la misma es el maestro Nino Rota interpretando una de las canciones más conmovedoras de su increíble trayectoria.
Una película que cualquier aficionado al cine no podrá perderse.
Peaky Boy
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