Bien, Anna y el Apocalipsis es una de esas películas que veo cuando no se me ocurre absolutamente nada que ver. Un tiro a ciegas, vaya. A veces funciona, y otras, como es el caso, no. Otras veces pierdes tiempo de tu vida en un producto que además te habrá causado una leve degeneración mental a costa de cutrerío y gilipolleces.

La idea busca ser "original". Un musical de navidad con zombies. Quítale los zombies y es una mala película de instituto. Quítale el instituto y es una horrible película de zombies. Quítale las dos cosas y te quedas con uno de los peores musicales que he visto jamás.

Actuaciones horribles por parte de "niñatos" que rozan la treintena. Canciones malas, malísimas, orientadas más bien al público fan de Justin Bieber. Una historia lamentable y sin pies ni cabeza. Momentos "humorísticos" y "momentos" serios. Acabarla es todo un reto de paciencia y ascetismo. Es más fácil ponerse de mala ostia y apagar la tele, sin que haya terminado.

Me preguntó qué estarían pensando los actores, el director, mientras rodaban este engendro. Imagino que: "A ver si pica alguien y ve esta mierda".

Nunca está de más que el cine se atreva a dar la cara contra los males inherentes a cualquier sociedad, a denunciarlos, a ponerlos en evidencia y a advertir de su peligro, aunque sea con humor. Es algo que se echa mucho de menos, por ejemplo, en España, donde la cobardía de los directores es proporcional a los premios que reciben por sus soporíferas obras que no hablan de nada (póngase el caso de Isabel Coixet).

En fin, es de agradecer que Spike Lee trace un relato con pulso firme sobre la infiltración de unos policías en el KKK, con los momentos pertinentes de tensión, ese constante "a ver cuándo descubren que el poli es un infiltrado", todo rodeado de una estética muy negra, muy de los 70. Y por cierto, los racistas, retratados como lo que en realidad son, una pandilla de idiotas, porque siempre es así, ya sea en EE. UU., en España (donde el fascismo forma parte intrínseca del Estado) o en cualquier otro país.

Es cierto que se le pueden achacar muchas cosas a esta película: que los personajes son planos, y que tanto ellos como la historia son meros resortes para construir el mensaje que el director quiere lanzar. No hay ambigüedades, no hay claroscuros ni zonas de gris, son personajes de cartón piedra al servicio de un mensaje. Pero creo que tampoco pretende ser otra cosa, cada espectador debe decidir si esto le gusta o no.

Por supuesto, una película de este tipo, con este contenido de denuncia, sería ilegalizada en España, o prohibida, o nadie la apoyaría económicamente para distribuirla, porque aquí lo que se lleva es más bien pensar como los del capirote.

La inclusión de la "parte documental", al final de la película, me parece gloriosa y acaba dándole mucho impacto, pese a todos sus defectos.

Pues otra película más para almas sensibles. Ryan Gosling lo hace muy bien y de hecho la primera parte de la película es lo único más o menos salvable; Bradley Cooper ya lo hace bastante peor; y el final directamente no hay por dónde pillarlo y uno solo quiere que la tortura acabe de una vez, dos horas y veinte minutos de suplicio, de soberano aburrimiento, de mensaje vacío y vulgar.

Es una de esas películas al estilo "Magnolia" o "21 gramos" que quieren dar la impresión de que están contando algo de peso y muy profundo, cuando la historia no deja de ser una chorrada bastante inverosímil que colaría en cualquier telefilme de la tarde de Antena 3, y seguramente de modo más ligero y entretenido.

No tiene salvación posible, es de una pretenciosidad nauseabunda, aburrida, con ínfulas y sólo apta para quien necesita el cine para sentirse intelectual o sensible y no para disfrutar.

Seré directo: me gustó mucho más que la primera.

La primera no dejaba de ser un entretenido estándar de película de terror con acosador de por medio y formato de metraje encontrado.

Ésta, para mí, es algo más. El personaje del loco está mucho mejor dibujado y repleto de matices (ciertamente, está como una puta cabra). Añádele a esto una interacción con una personaje femenina atípica (la bellísima Desiree Akhavan), una rarita con personalidad, asertiva y ganas de ver dónde le lleva todo eso.

La película funciona muy bien cuando se fundamenta en la interacción entre los dos personajes. Cuando están interaccionando en un contexto un tanto extraño. Hay mucha química, se nota. La película, en esos momentos, brilla al ritmo machacón de esa canción de los 90 del grupo ficticio Albert Natural (se nos quedará pegada después de ver la peli). Es una delicia del metraje encontrado ser testigos de esta peculiar relación entre dos personajes tan extravagantes.

No funciona tan bien, sin embargo, cuando se ve obligada a avanzar argumentalmente para ajustarse a un cierto esquema de guion tradicional. Y esto ocurre hacia el final. Pero me da lo mismo, tengo muy claro que lo que ha venido antes es lo más importante, una rareza del género y algo que me ha hecho disfrutar mucho.

Afflicted toma un tema tan estándar del cine como el de los vampiros y lo mezcla con una batidora junto a otros ingredientes como las nuevas tecnologías, el parkour, las cámaras en primera persona (su género es el del metraje encontrado) y las redes sociales. La mezcla está hecha con ingenio y respeto hacia los códigos del cine de vampiros, y da como resultado una inspirada película que resulta, por encima del todo, muy entretenida.

La historia está bien pensada y mejor contada. Incluye escenas francamente alucinantes donde se ve la clara influencia de los videojuegos (Call Of Duty, Mirror's Edge). Está todo estupendamente compuesto y a medida que avanza el metraje, sientes constantes ganas de más, de más historia, más cosas, más aventuras. Aparte: ¿me equivoco, o es la primera vez que en una película se muestra la perspectiva en primera persona de un vampiro?

Muy buena y desacomplejada, refrescante, moderna en el buen sentido, una de las mejores películas de terror que he visto en años, cargada de grandes ideas con una perfecta ejecución.