Haz click aquí para copiar la URL
Críticas de Kasanovic
<< 1 10 18 19 20 80 >>
Críticas 400
Críticas ordenadas por utilidad
8
12 de diciembre de 2015
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Años 40. En las frías estepas kazajas, un hombre adulto y una chica joven comparten una solitaria cabaña en medio de la nada. Padre e hija luchan contra los designios de la naturaleza, especialmente violenta en esta zona del mundo ante el frío y la lluvia que no paran de acechar. Por si fuera poco, algunos reductos de tropas soviéticas comienzan a desplegar sus unidades en esta región para ensayar con sus últimos inventos en materia militar. Mientras, dos chicos jóvenes parecen desear a aquella chica de las coletas con ojos penetrantes, aunque ésta parece más pendiente de cuidar a su progenitor que de establecer un romance.

El realizador Alexander Kott, que hace unos años ya cosechó elogios en el plano internacional con La fortaleza Brest, vuelve a la carga con Test, una cinta que, sin escapar del drama, se asemeja más bien a una especie de western ruso-kazajo con muchos de los elementos de este género. Decimos esto porque se nota la prevalencia de las miradas y los silencios sobre cualquier otra cosa, hasta el punto de que no existe más voz en toda la cinta que la de un grito desgarrador; también por esa turbia atmósfera donde no sabemos qué ocurre pero sí intuimos que algo gordo va a suceder. Y vaya si sucede: Test es una de esas películas que, engalanadas con un fascinante envoltorio, también son capaces de ofrecer un relato maduro, sentimental y tenso.

En la cinta de Kott hay drama sin desperdiciar saliva en una sola frase, desprende amor sin que lleguemos a contemplar un beso, tiene ecos de violencia sin que por ello sea necesario recrearse en sangre y vísceras… El lirismo de sus imágenes, fruto de una hermosa fotografía y de una alternancia de planos largos con otros que permiten contemplar el cúmulo de emociones que experimentan sus personajes, no es sino el fruto de un increíble trabajo de puesta en escena del cineasta, que logra conjuntar a la perfección todos los elementos que tiene a su disposición.

Por más que al principio Kott parezca recrearse excesivamente en las manifestaciones de sus personajes, el paso de los minutos irá otorgándoles a estos un carácter tan singular como atrayente, que logra salvar sin que nos demos cuenta las lógicas diferencias geográficas, sociales y personales que existen entre nosotros y este grupo de personas tan alejadas en tiempo y espacio. Es necesario destacar aquí la interpretación de sus protagonistas, quizá con más relevancia la que corre a cargo de la bella Elena An que la de un más sobreactuado Karim Pakachakov, pero la suave unión que se respira entre ambos hace que sus papeles se alimenten mutuamente.

Lo cierto es que hay pocos minutos de Test, entre los 95 que forman su metraje, que sean inocuos o pesados. Sólo en la recta final de película hay un par de momentos menos magnéticos que la excelencia general del relato, si bien es en estos instantes cuando se establece quizá la mejor metáfora de todo el film (esa ropa tendida…), amén de servir como preludio a un desenlace que, visto lo visto, no podía imaginarse de otra manera diferente a cómo Kott lo pone en práctica.

Sería de necios recomendar a un espectador concreto el visionado de Test, porque el film en sí es capaz de gustar a un gran abanico de público. Tan sólo con que uno esté dispuesto a disfrutar de la esencia misma del cine, como es que le cuenten una historia usando de la mejor manera posible los recursos que el director dispone para ello, disfrutará de lo que es capaz de transmitir esta película rusa. Difícil de entender que su difusión haya sido ridícula, por cierto, pero nunca es tarde para reivindicar algo tan bello como lo que aquí se nos ofrece.


Álvaro Casanova - @Alvcasanova
Crítica para www.cinemaldito.com (@CineMaldito)
53 Festival Internacional de Cine de Gijón
Kasanovic
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
19 de noviembre de 2015
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tracy está perdida en la gran Nueva York. Allí ha acudido para comenzar los estudios universitarios, pero se ha encontrado con que no acierta a relacionarse con la gente de su entorno, especialmente con sus compañeros de clase a excepción de Tony, también apasionado por las letras y el mundo de la cultura. Todo cambia cuando entra en contacto con Brooke, su futura hermanastra, una chica plenamente extrovertida, emprendedora, en muchas ocasiones ególatra, de la que se hace no sólo amiga sino, sobre todo, admiradora. Ella será su verdadero faro en la inmensa urbe neoyorquina.

Quien firma la sinopsis mencionada es el alabado cineasta Noah Baumbach, un tipo que, mientras colaboraba en varios de los guiones de Wes Anderson como Life Aquatic o Fantástico Sr. Fox, continuó desarrollando la dirección en solitario con estupendas películas como Una historia de Brooklyn o Frances Ha. En esta ocasión, su obra lleva por título Mistress America, una pieza artística que persigue varias de las temáticas que ya analizaba en trabajos previos. Éstas parten de la caracterización, a veces rozando lo cómico, de personajes cuyo carácter no parece ir acorde al sentimiento general de su entorno. Aspectos como la literatura, el desarrollo de la juventud, la relación paterno-filial o el mundo laboral impregnan su obra cinematográfica.

En el caso de Mistress America, destaca una soberbia deconstrucción de los dos personajes protagonistas. A Greta Gerwig ya la conocíamos de Frances Ha, una cinta donde, en líneas generales, parecía interpretar el papel que aquí le corresponde a Lola Kirke, actriz menos conocida pero que aquí demuestra unas capacidades a tener en cuenta. Entre ambas se establece una relación cercana a lo Doppelgänger, sirviendo Brooke como el espejo en el que Tracy se mira para elaborar su propia personalidad. La dialéctica entre ambas marcará el punto de mayor brillantez en la película que, como es habitual en Baumbach, rehúye continuamente la búsqueda de lo trascendental para refugiarse en lo íntimo, en contar una historia de la juventud desde la óptica madura.

No sólo estas dos mujeres gozan de una atrayente personalidad en Mistress America, ya que el resto de los caracteres que Baumbach pone en liza están imbuidos de un particular atractivo. Toda la trama de Mamie-Claire sirve de perfecto ejemplo sobre cómo un cineasta, lejos de desarrollar una línea paralela que aleje a la obra de su epicentro argumental, consigue a través de aquella concatenar varias escenas sobresalientes, repletas de personajes únicos pese a las ligeras pinceladas con la que se esboza su carácter, con unos diálogos fabulosamente absurdos que resultan decisivos para llegar, en su punta de lanza, a un desenlace más que satisfactorio.

Como es habitual en Baumbach, todo esto se encuentra envuelto por una puesta en escena bastante sencilla en apariencia, aunque en esta ocasión es obligatorio mencionar el gran trabajo de fotografía que permite contemplar la noche neoyorquina en una excelente panorámica. Un servidor siempre ha pensado que esta naturalidad direccional de Baumbach casa mucho mejor con lo que pretende contar que cuando su libreto era trasladado a la pantalla por un Wes Anderson bastante más artesanal en lo que se refiere al cuidado milimétrico de los aspectos visuales de su trabajo. En Mistress America, además, el cineasta de Brooklyn pone en solfa una banda sonora realmente buena, nada gratuita, con Souvenir de OMD como tema central que contribuye a realzar el poderoso magnetismo de su conjunto.

Por decirlo de manera directa, Mistress America es la mejor película de Noah Baumbach. Los elementos que definen su arte están cohesionados aquí de una manera excelente, realzados por un dúo protagonista que se nota implicado al máximo; no en vano, Greta Gerwig vuelve a colaborar en el guión, como ya sucedía en la no menos recomendable Frances Ha, desarrollando un personaje que parece la esencia misma de la genial actriz. Los 84 minutos de la cinta dejan poso por varios días, siendo difícil no tener ganas de que llegue ya el próximo trabajo de uno de los cineastas estadounidenses más interesantes en el panorama cinematográfico actual.


Álvaro Casanova - @Alvcasanova
Crítica para www.cinemaldito.com (@CineMaldito)
Kasanovic
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
5
4 de julio de 2015
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vida de Wendy, una escritora que parece llevar una existencia apacible en Manhattan, se empieza a torcer en el momento en que su marido Ted abre los trámites para divorciarse. Además del fracaso matrimonial y del lío burocrático que conlleva tal separación, a Wendy le surge un problema: ¿cómo se moverá por la ciudad? Hasta el momento, Ted y su coche eran los encargados del transporte, pero nuestra protagonista no sabe conducir. Es entonces cuando aparece la figura de Darwan, un hombre que llegó desde la India por temas políticos y que comparte su oficio de taxista con clases particulares de conducción. Aquí surge Aprendiendo a conducir (Learning to Drive), penúltima película de la cineasta española Isabel Coixet, que va a un ritmo frenético de producción (ya estrenó Nadie quiere la noche en la pasada Berlinale).

Aprendiendo a conducir guarda algunos mecanismos habituales del cine de Coixet. Comenzando por lo inmediatamente notorio, los personajes femeninos vuelven a hacer gala no sólo de mayor protagonismo respecto de sus homólogos masculinos, sino de una construcción más entera y creíble. Hablamos del papel de Wendy, pero también de otros secundarios como el de Jasleen, que logra mantener la compostura pese a que en principio apuntaba a ser poco profundo. Otra de las características habituales de Coixet es que los personajes que pone en liza han atravesado situaciones difíciles en su vida y sufren para reintroducirse en la nueva vida social. Es lo que sucede aquí con Wendy: su matrimonio se ha roto y debe dar inicio a una nueva etapa. Más allá de esto, encontramos también varios planos y recursos que la directora catalana ya había utilizado en trabajos anteriores (por ejemplo, no falta la típica escena en la que uno de los protagonistas vomita).

Sin embargo, estos nexos de unión entre Aprendiendo a conducir y el resto de la obra cinematográfica de Coixet prácticamente terminan ahí. Pronto descubrimos que esta última película aparca el excesivo dramatismo que vimos en Mi vida sin mí o La vida secreta de las palabras para en su lugar apostar por un giro hacia la comedia. Con algún tinte dramático, pero comedia al fin y al cabo. Y la verdad es que algún gag tiene cierta gracia, según un servidor nada suficiente como para soltar la carcajada, pero sí sabe mantener un tono alegre y distendido durante todo el relato. Ayuda en este punto la fotografía muy viva de Manel Ruiz, en contraste con otras obras donde Jean-Claude Larrieu usaba colores más apagados. Un cambio lógico, en tanto que el mensaje en un principio parece ser bastante más esperanzador. Pese a las visibles diferencias respecto a trabajos anteriores, lo que no cambia en Coixet es el saber rodearse de actores excepcionales. En esta ocasión, el veterano Ben Kingsley y la siempre cumplidora Patricia Clarkson ofrecen altas dosis de calidad interpretativa.

Si su problema en otras obras era pecar de un excesivo trascendentalismo, consideración de la que buena culpa tenía el detallar con pelos y señales a través de diálogos lo que ya se podía ver en la pantalla, en esta ocasión podemos decir que sucede justo lo contrario: Coixet apenas araña la superficie de una comedia cuyo punto de partida ofrecía suficientes motivos como para pensar que podría haber sido bastante más profunda. El problema es que los dos protagonistas se estorban mutuamente, en 105 minutos de metraje no hay suficiente material como para contar sus respectivas historias de una manera satisfactoria. Quizá habría sido más conveniente para la obra de Coixet el restar protagonismo a Darwan en beneficio de Wendy, de tal manera que aquel se limitase única y exclusivamente a apoyar el relato de su compañera en lugar de delegar varios minutos a construir su propia trama.

Podemos concluir que Aprendiendo a conducir es un filme bastante agradable para echar el rato y recomendable para fans de Coixet siempre que acudan avisados del cambio de registro llevado a cabo por la realizadora en este trabajo. Si bien recurre a mecanismos argumentales algo manidos (más presentes en el personaje de Darwan que en el de Wendy, todo sea dicho), los utiliza de una manera honesta y distendida, sin intentar hacer pasar a su película por algo que no es. No obstante, ésta resultará poco satisfactoria si uno acude a su visionado con expectativas diferentes a las mencionadas, ya que no deja demasiado lugar a extraer algo realmente notorio fuera de esos 105 minutos, si exceptuamos quizá la notable interpretación de Patricia Clarkson y la propia curiosidad por ver a Coixet intentarlo con un nuevo género.


Álvaro Casanova - @Alvcasanova
Crítica para www.cinemaldito.com (@CineMaldito)
Kasanovic
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
6
29 de junio de 2014
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nick Chambers es un joven de Los Ángeles que acaba de ganar una cena íntima y personal con su ídolo femenino, la actriz Jill Goddard. Mientras está en el hotel, recibe una curiosa llamada de un tipo sin identidad aparente que le informa de que Goddard ha cancelado la cena, y le ofrece a Nick una oportunidad para vengarse. A partir de aquí, cualquier cosa que se diga sobre la trama de Open Windows, tercera película del cántabro Nacho Vigalondo (Los cronocrímenes, Extraterrestre), podría ser considerado spoiler, ya que este es uno de esos thrillers en los que conviene saber entre poco y nada de línea argumentativa para así favorecer el factor sorpresa.

Precisamente es eso, sorpresas, lo que Open Windows revela durante buena parte de su metraje. El grueso de la acción se desarrolla, tal y como indica el título, en diversas ventanas abiertas en el ordenador portátil del protagonista, Nick. Lo que podría parecer farragoso e incluso incómodo para el espectador, aquí Vigalondo lo solventa bastante bien, hasta tal punto de que por instantes podemos olvidarnos de tal factor. Esta idea favorece bastante el suspense en la primera parte de la película, ya que en la gran mayoría de escenas sólo vemos lo que Nick ve, contribuyendo así a crear una atmósfera de tensión bastante curiosa.

Tampoco el cambio de escenario rebaja la tensión, como en otras ocasiones ha podido suceder. Más aún, a raíz de este suceso la trama de la película termina por desplegar todas sus cartas, incluidas las de la interpretación de sus actores. Sobra decir que Sasha Grey, ex actriz de cine para adultos (bonito eufemismo) ya reformada, es quizá el principal centro de atención de la obra. O al menos desde un punto de vista mediático, ya que el peso dramático lo lleva Elijah Wood en su papel de Nick. Si bien ambos cosechan unas actuaciones decentes (mejor Wood que Grey, obviamente), servidor se tiene que quedar con el gran Neil Maskell, en un papel que guarda ciertas reminiscencias respecto al que le vimos desarrollar en la serie británica Utopía.

Aunque hay que reconocer que por momentos tanta fastuosidad visual, cuya cima se alcanza con los entornos en 3D a través de diversas cámaras en una mochila, puede llegar a abrumar, sería de necios negar el trabajo que se ha llevado a cabo en este aspecto. Una película que se centra tanto en el vector tecnológico como núcleo argumentativo merecía una parcela visual a la altura, y aquí la tiene. Además, cumple la función de adornar ciertas escenas donde el suspense cae el riesgo de rebajarse. Eso sí, hay que aclarar que ciertos elementos parecen pertenecer más al entorno de la sci-fi que del panorama tecnológico actual.

Por fin llegamos al punto donde este tipo de thrillers se mueven para definirse en la escala que va desde obra maestra del género hasta la mayor de las decepciones. Hablamos del desenlace, obviamente. Y por desgracia, en Open Windows el final dista bastante de ser satisfactorio. Ya sospechábamos que un argumento que se iba enrevesando tanto no podía acabar demasiado bien, por muy bien hilado que estuviera todo hasta ese momento, y así sucede. El giro argumental es brusco y en vez de provocar que la gente se lleve las manos a la cabeza, casi se podría decir que genera indiferencia e incluso resignación, ya que un argumento tan elaborado merecía un final similar en vez de limitarse a ofrecer nuevos datos que obligan a reinterpretar casi toda la obra.

De todas formas, que no podamos considerar a Open Windows entre la flor y nata de los thrillers no quiere decir que sea una mala película. La cinta de Vigalondo consigue una de las cosas más importantes en estas películas, como es el mantener al espectador bien apretado en el sillón sin perder ojo de lo que sucede en pantalla. Luego ya vendrá la decepción final, pero hasta entonces el camino a recorrer está lleno de suficientes bondades como para negarlas tajantemente.


Álvaro Casanova - @Alvcasanova
Crítica para www.cinemaldito.com (@CineMaldito)
Kasanovic
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
5
16 de mayo de 2014
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más que el director, un tal Roberto Andò casi desconocido fuera de Italia, o del propio argumento, que apesta por todos lados a sátira, el principal reclamo de Viva la libertà es el de su actor principal, Toni Servillo. Es decir, el mismo que viene de marcarse un papelón en la ya mítica La gran belleza. Y aquí parece que no llega sólo a lucir el rostro, sino que se atreve con algo siempre complicado: representar un doble papel, en este caso el de un líder de la oposición venido a menos y su hermano gemelo que acaba de salir del manicomio.

En Viva la libertà se refleja a la perfección dos cuestiones acerca de la clase política. En primer lugar, una referida estrictamente a Italia, donde la inestabilidad campa a sus anchas desde hace ya demasiados años. Varios detalles de la película actúan casi como una radiografía de la situación del país en cuanto a su (no) gobernabilidad. Y en segundo lugar, algo ya no tan centrado en el país transalpino sino en lo que se refiere a todos los países del primer mundo: el desengaño de la sociedad respecto a la clase política y, por extensión, a los que ostentan el poder.

Sólo comprendiendo este contexto podremos entender por qué en la película el señor Roberto Andò nos quiere hacer creer que los italianos serían capaces de votar antes a un hombre recién salido del manicomio que a un político serio de los de la vieja escuela. Es inevitable hacerse la pregunta de si semejante cadena de acontecimientos guardaría alguna relación con una hipotética realidad, pregunta a la cual no sería descabellado responder afirmativamente si tenemos en cuenta de que algunos puestos de poder ya están ocupados por personajes no demasiado diferentes al del hombre loco que aquí se nos presenta.

Toda esta crítica se adorna, como aludíamos anteriormente, en un envoltorio repleto de gracietas varias. Por lo tanto, indudablemente estamos ante una sátira cuya intención está más que clara. Ahora bien, ¿cumple con su objetivo? El principio de la obra se desarrolla de manera muy pausada, quizá lenta en exceso, pero poco a poco y de la mano del gran papel de Servillo, el tono cualitativo va in crescendo en medio de gags bastante acertados y con una contextualización de la sociedad al cien por cien fiel respecto de la realidad. Superada la hora de la película, creemos estar ante una pieza histórica, algo que podría quedarse en la hemeroteca para que los universitarios del Siglo XXII comprendieran en clave de humor cómo estaba la situación a comienzos del siglo anterior.

Sin embargo, algo pasa con la última media hora. Lo que antes era una crítica rígida e implacable rodeada de un humor fino y efectivo se torna en un producto irreconocible. En los últimos minutos, la película es apenas una sombra de lo que fue, casi se puede decir que se traiciona a sí misma. Las dosis de humor son más groseras y burdas que propiamente graciosas, mientras que el argumento abraza la irrealidad y la apatía a partes iguales. Es complicado explicar a qué se debe tan drástico bajón, quizá a problemas de tiempo (con 20 minutos más es posible que hubieran podido dar un mejor final a la historia) o simplemente Roberto Andò no seleccionó bien el desenlace, pero en cualquier caso el rastro de indiscutible calidad que iba dejando la película termina borrándose.

Una lástima absoluta, porque como decimos la película iba camino de ser bastante buena tanto como obra cinematográfica como documento histórico. No cambia, eso sí, el placer que supone ver a Servillo de nuevo en acción, ni tampoco la intencionalidad de la obra, muy necesaria en estos tiempos ruines que vivimos. Pero el poso de decepción que deja la obra italiana en su desenlace es, por desgracia superior a las múltiples virtudes que atesoraba con anterioridad.


Álvaro Casanova - @Alvcasanova
Crítica para www.cinemaldito.com (@CineMaldito)
Kasanovic
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 10 18 19 20 80 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow