La película consta de cuatro episodios en los que se narran sendas historias, con más o menos acierto. La jalonan un prólogo muy curioso, que empieza magistralmente con música de la Creedence Clearwater Revival en un coche, y un epílogo que entronca directamente con el prólogo del comienzo a través de uno de sus personajes: Dan Aykroyd.

La primera historia gira en torno al racismo y los prejuicios. Una vez que adivinamos su estructura se torna pesada.

En el segundo episodio un grupo de ancianos que viven en una residencia pretenden volver a jugar como cuando eran niños. Y aunque Scatman Crothers (El resplandor, 1980), con su enigmática personalidad, nos sumerge muy bien en esta emotiva historia, la mano de Spielberg en la dirección la hace demasiado empalagosa.

El tercer episodio, contando como cuenta con unos muy atractivos ingredientes, se queda finalmente en un "quiero-y-no-puedo". No transmite prácticamente ninguna emoción a pesar de todo el artificio visual que incluye.

Es sin duda la cuarta historia, la del hombre con pánico a volar, la que hace que el conjunto no se hunda estrepitosamente. La interpretación de John Lithgow es de quitarse el sombrero. Jamás había visto tanta (y tan realista) desesperación en un rostro. Cuenta, además, con toda una serie de enigmáticos personajes secundarios que contribuyen a generar esa atmósfera de misterio que caracterizaba a la serie. Fantástica la cuidada dirección de George Miller sobre una historia corta de Richard Matheson. Solo por este cuarto episodio, además de las clásicas entradillas del prólogo y del epílogo, merece la pena que aguanten hasta el final.

Buen acabado; buenas interpretaciones; excelente uso de la música para crear atmósfera; y una planificación de escenas portentosa. Clásica en su concepción, y con un cuidado extremo por el detalle. Sin embargo, al final, se malogra; pierden el norte los guionistas (ver spoiler).

Como digo, tiene todos los elementos que podían haber hecho de ella una obra maestra y, sin embargo, no llega a redondear. Fue la fuente de inspiración de muchas otras que vinieron después, poseyendo infinidad de elementos que hemos visto posteriormente usados con bastante peor oficio, dicho sea de paso (la escalera, la pelotita, puertas que se abren y se cierran solas, psicofonías, la bañera, el pozo, y un largo etcétera)... pero es una lástima que no remate.

La primera vez que la ves te cala bien hondo por la originalidad de su planteamiento, que te hace seguirla con curiosidad creciente, y por lo exacerbado de sus sentimientos, que te destrozan la fibra sensible.

En sucesivos visionados la cinta pierde algún entero debido precisamente a su esquema totalmente previsible y sin sorpresas y a lo simple e ingenuo de su planteamiento.

No es una película de ciencia ficción al uso. Aquí lo verdaderamente importante no es la investigación sino remarcar tan sólo una idea: que el amor y el contacto con tus seres queridos es lo único de lo que no podríamos prescindir en este mundo incierto de miseria y sufrimiento; lo que nos hace seguir adelante. El sentido perfecto, así de simple.

El mérito de su director consiste, entre otras cosas, en hacer que no repares demasiado en lo ridículo de algunas escenas -simplemente, te dejas llevar, aunque se pasan tres pueblos-, y en haber rodado una película de ciencia ficción sin efectos especiales. Tiene ese aire tristón que suele rodear a todo el cine "indie" (no es muy recomendable, pues, si estás bajo de ánimo). Loable, sin embargo, como ejercicio de cierta originalidad. Buena película en líneas generales.

Desde el punto de vista técnico es una maravilla, casi una proeza de la stop motion; un trabajo cuidado hasta el más mínimo detalle. Su banda sonora es exquisita y la narración es muy clara, sosegada y amena, casi hipnótica, tal es su poder para acaparar nuestra atención.

Pero la historia es dura: personajes con problemas que encuentran en la amistad por correspondencia uno de sus mayores alicientes en sus infelices vidas. Ingenua, amarga y graciosa a partes iguales. Consigue sacarte la sonrisa a base de mazazos. Sientes la desgracia de sus protagonistas en tus propias carnes. Conviene aclarar que no son "dibujitos" para niños. Este trabajo va dirigido a un público adulto y maduro. No es una comedia dramática. Es un dramón de cuidado (dicho esto sin el más mínimo tono peyorativo) disfrazado de comedia.

Sin ser muy aficionado al género, he de reconocer que esta cinta me atrapó. A punto estuve de derramar incluso alguna lagrimilla en su último tramo. Te deja con la sensación de haber visto algo grande, muy grande. Recomendable al cien por cien.

El documental nos golpea con la imagen de un hombre cansado, demacrado, destrozado por las drogas... Pero también nos acaricia con su genialidad, la dulzura de esa voz que era un lamento y el susurro de su nostálgica trompeta. Ideal para ver a medianoche, cerveza en mano, las ventanas abiertas.