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España España · Madrid
Críticas de OsitoF
Críticas 2.081
Críticas ordenadas por utilidad
5
22 de septiembre de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Britt Manning lleva el concepto de elegancia interpretativa a ese punto del debate donde no sabes si es que esas actuaciones contenidas proceden de falta de expresividad o es que su inexpresividad le conduce a unas interpretaciones contenidas. De verdad que cuesta saber si es que es capaz de transmitir todo lo que tiene que transmitir sin hacer un puñetero gesto, si es que no hace un solo gesto porque no quiere transmitir nada o es que no tenía nada que transmitir. El caso es que tiene esa belleza borde, ese atractivo de quien sabes que es inalcanzable pero, eso sí, no esperes verla nunca en X-men (demasiado vulgar) ni riéndose de sí misma en una comedia loca.

“Otra tierra” le viene como anillo al dedo. Un dramón de culpa y redención extrema envuelto en un enorme MacGuffin planetario que, no nos engañemos, es el auténtico atractivo de la película. Lo que realmente mueve la película es la estupenda idea del descubrimiento de un nuevo planeta, muy parecido a La Tierra (con unas características dignas de spoiler) que daría, ella sóla, para una gran película, con infinitas posibilidades y derivadas. Pero a lo mejor quedaba fuera del alcance del presupuesto y el talento disponibles, por lo que se opta por el melodrama próximo, de corto alcance, de lágrimas y emociones fáciles - que en el rostro de Manning adquieren una profundidad de la que realmente carecen- y, cuando la película pierde fuelle, echar combustible argumental en forma de inciso técnico-astronómico.

Me quedo con las ganas de que alguien, de alguna manera, explote en el futuro la idea de esa Tierra paralela sin ataduras ni hipotecas. La idea es realmente fascinante. Lo que es la película no deja de ser el típico trozo de merluza o solomillo correcto, de buena calidad, el que comes todos los días, pero con una salsa de primera.
OsitoF
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4
21 de septiembre de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Somos los Miller” tiene un arranque prometedor, en el que parece que va a proponer una película de verdad más allá de simples gags enlazados. La introducción está rodada con competencia y la forma es la que los protagonistas se van presentando y estableciendo las relaciones entre ellos tiene fuerza y, lo que es más importante en este caso, gracia. Una gracia diversificada entre el discutible Jason Sudeikis (al que no termino de coger el punto, tiene constantemente una mirada de esperar que la gente debiera reirse solo porque es él); una genial Jennifer Aniston que hace creíble cualquier papel que interprete por mucho que ponga a prueba sus dotes físicas o interpretativas; Emma Roberts haciendo de niña mona borde y Will Poulter de inocente bobalicón.

El prólogo finaliza con un cameo de Ed Helms que funciona bastante bien y marca el pistoletazo de salida para el comienzo real de la historia: los cuatro protagonistas van a tener que fingir ser una familia para convertirse en contrabandistas y traer droga desde México en lo que vendría a ser una road movie/comedy. Como ‘movie’ la cosa tiene poco interés, las situaciones son forzadas y retorcidas para preparar el siguiente gag y los personajes carecen de cualquier naturalidad, simplemente evolucionan para colocarse en sus marcas y soltar el chascarrillo. Y eso cuando no se viene arriba con escenas ‘de acción’ de vergüenza ajena. Sin embargo, como ‘comedy’, los Miller me interesan más: los sketches son buenos en su mayoría. Simples, pero efectivos. Apenas hay uno o dos que se siembren en una escena y estallen cuatro secuencias más allá, casi todos son cortoplacistas de aquí te pillo, aquí lo casco. Pero ya sea porque tengan buen fondo, porque fluyen con naturalidad o porque Aniston, Roberts y demás les impriman carisma, suelen dan en el clavo y alcanzar su objetivo: la risa o sonrisa del espectador.

Termina la película, haces balance y es complicado no pensar que todo ha sido una patochada. Pero una patochada inocente, sin malas intenciones y que transmite buenas vibraciones. Y, aunque habrá quienes lo nieguen, todos nos hemos reído más de una, más de dos y más de cuatro veces con ella. Hay formas mucho peores de tirar noventa minutos.
OsitoF
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7
19 de septiembre de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los personajes literarios con mayores espaldas cinematográficas es Robin Hood, el famoso forajido de Sherwood. Al margen de que su concepto (robar a los ricos, para dárselo a los pobres) ha inspirado cientos de películas de toda índole, su historia ha sido llevada a la pantalla en forma de versiones aventureras como la de Erroll Flynn, versiones pop como la de Kevin Costner, adaptaciones geriátricas como la “Robin y Marian” de Sean Connery y Audrey Hepburn, películas de dibujos animados, revisiones históricas, series de TV o, simplemente, adaptaciones rigurosas de las múltiples leyendas que rodean al personaje. Incluso he visto un fragmento de una muy reciente en la que hay duelos de francotiradores con arco en las ruinas de una especie de Stalingrado de Tierra Santa. Y funciona, en parte porque está hecha con imaginación y buen gusto y en parte porque el personaje tiene tanto duende que se podría hacer hasta una versión transgénero que tendría su punto de interés.

Esta revisión de Ridley Scott no era especialmente necesaria, pero está hecha con buena mano y se ha ganado el derecho a formar parte de la lista anterior como «la versión Gladiator de Robin Hood». No sólo por estar interpretada por Russell Crowe sino porque al personaje se le reviste de una majestuosidad y un liderazgo innato con el que se termina viendo obligado a encabezar un movimiento contra la tiranía en la que está sumida Inglaterra, mientras el regente y los nobles pelean por sus parcelas de poder olvidándose de un pueblo frito a impuestos que se muere de hambre. Los paralelismos son evidentes… y para nada desagradables.

Las facetas más importantes, acción y ambientación, son notables. Las batallas están bien escenificadas y, a pesar de contar con muchos figurantes moviéndose por todas partes a la vez, se les ve comprometidos por hacer unas peleas serias sin los habituales despistados charlando con las espadas envainadas o los que se mueren sin motivo alguno. Además, se nota que han recibido instrucciones sobre a dónde y cómo moverse para evitar esos ataques frontales a las murallas que sólo conducen a la muerte. En cuanto a la ambientación, a los extras se les ha vestido con ropajes, cotas de malla o armaduras apropiadas convenientemente envejecidas y viven en castillos y chozas adecuadamente decorados, nada recargados y con lo que uno se esperaría encontrar en una habitación de los siglos XI o XII.

A eso le unes una buena fotografía, unos buenos exteriores de la campiña inglesa, un gran reparto a todos los niveles, que cada dos por tres Robin se está metiendo en problemas que implican peleas y duelos con arco y la propia inercia de la historia hacen que sea difícil despegarse de la pantalla durante las casi dos horas de película. Para ser sinceros, la película pierde cuando se dispersa con la parte realmente histórica de los tiras y aflojas entre el regente y la nobleza para controlar el poder de unos y otros (lo que viene siendo el amanecer del Estado de Derecho) porque ni está contada con el contexto necesario para hacerla totalmente comprensible, ni se integra en la trama principal, ni ofrece una visión rigurosa de la historia alejada de licencias comerciales.

Pero en conjunto estamos hablando de una buena película, de esas que respetan al personaje y que se disfrutan aunque sepas lo que va a pasar en cada momento.
OsitoF
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7
11 de septiembre de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En cualquier tertulia dedicada a hablar de fracasos inexplicables, siempre sale a colación esta película como paradigma de lo que es ese factor desconocido que hace que algo que parece tenerlo todo como para estar llamado a grandes cosas, termine denostada por crítica y público. De hecho, para mí, eso es lo realmente inexplicable, que fracasase en ambos planos. Puedo entender que una casta de críticos que viven de hacer que el espectador se sienta inferior a ellos ponga verde las películas comerciales que nos gustan a todos, para así crear la ficción de un mundo de películas incomprensibles, intragables y de difícil acceso (cine independiente kazajistaní, por ejemplo) que forma ‘el auténtico cine’ y que si no fuese por ellos - que tienen el detalle de hablarte de él y explicarte sus extravagancias- pasaría desapercibido.

Pero lo que no termino de entender es que el público diera la espalda a una superproducción plagada de acción bien ejecutada y de humor inteligente. Que tiene unas interpretaciones más que correctas, con un Johny Depp embadurnado de kilos y kilos de maquillaje como a él le gusta, con una estrella al alza como Arnie Hammer y secundarios competentes como Wilkinson y Fitchner. Una gran banda sonora del genio Zimmer y una dirección de Gore Verbinski fuera de toda duda. No me voy a extender demasiado en sus virtudes: es una superproducción de acción muy ambiciosa, pero con los medios y la competencia de ejecución necesarios para responder con fuerza a esa ambición. Es respetuosa con el personaje del cómic y vale la pena cada una de las dos horas y media de su metraje. El ritmo es altísimo y va de menos a más, como tiene que ser.

Tampoco me extenderé mucho con sus defectos, porque no se me ocurren. ¿Posibles explicaciones al desastre? Quizás fue un problema de expectativas, de gente que esperaba un western serio y se encontró con una peli de acción, a fin de cuentas, quién recuerda el tono de un personaje de hace cincuenta o sesenta años. O precisamente que en un mundo dominado por redes sociales, se le etiquetó como ‘vuejuno’ y nuestra juventud posturera la marcó como apestada y tóxica. O quizá tiene una introducción muy buena, pero demasiado descriptiva, para un mundo que no concede más de un par de minutos a algo para que atraiga su atención antes de pasar a otra cosa. O exige demasiada atención al espectador durante mucho tiempo. O quizá el mundo ha cambiado y a la gente se le hace cuesta arriba estar dos horas y media en el cine y prefiere diez horas en casa con series de HBO y Netflix. O puede ser una mezcla de todo eso que se resume en que el “Llanero Solitario” es una película fuera de época.

Sea como sea, que no nos coman la cabeza ni dejéis que os la calienten: la película es BUENA. Y divertida. Y entretenida.
OsitoF
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8
3 de septiembre de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hablar de “Sherlock Holmes” es hablar de Guy Ritchie y de un estilo que, depurado película tras película, ya podemos decir que lleva su nombre. Estilo Ritchie,Guy Style o Marca Ritchie. Con pequeñas alteraciones de localización temporal, ubicación geográfica y ambientación, todas sus películas se basan en los mismos pilares (personajes atractivos, diálogos memorables, narraciones paralelas, encuadres vistosos, juegos de cámara imposibles y un montaje eléctrico) por lo que sus detractores siempre salen con el mismo cuento, que siempre hace lo mismo y que todas sus películas son iguales. Que siempre hace lo mismo no lo puedo negar ni yo, que soy seguidor incondicional, pero, si funciona, ¿dónde está el problema? ¿En que consigue que la gente pase un buen rato con diálogos inteligentes y continuos juegos temporales que ponen a prueba la atención del espectador? Pero eso de que todas sus películas son iguales es un peliizco de monja de mediocres envidiosos empeñados en que su talento está por encima de los gustos del público, quien tiene una deuda con ellos - por cederles su tiempo y su arte- que tiene que pagar en forma de entrada y de adoración.

“Sherlock Holmes” es la heredera natural de la mítica “Snatch, cerdos y diamantes” y de la película de transicion “Rocknrolla”, donde el Estilo Ritchie alcanza su madurez y reconocimiento. De entrada, la pareja protagonista es una jugada maestra, con Robert Downey Junior en estado de gracia recuperado para la causa después de una juventud errática y Jude Law dando la réplica al servicio de la causa sin atisbo de celos ni búsquedas inadecuadas de protagonismo. Ambos construyen sus papeles con respeto a los míticos personajes y dotados de las esperadas dotes físicas, deductivas e intelectuales potenciadas con sentido común de una forma que las hacen más vistosas y atractivas. Uno de los grandes méritos de la película es que los Holmes y Watson de Downey Jr. y Law resultan extremadamente atractivos para el público sin dejar de encajar en el cánon de Conan Doyle.

Luego está ese montaje eléctrico lleno de saltos temporales que ya es marca de la casa. En una escena, un personaje empieza a hablar de algo que ha pasado y las imágenes saltan a ese evento mientras la voz sigue hablando. De pronto la voz dice «… y yo le digo...» el ‘yo pasado’ mueve los labios mientras la voz del presente llena la pantalla. La imagen vuelve al presente y el personaje dice «… y el tío me contesta...» mientras en pantalla volvemos al evento pasado y la voz del otro personaje toma el control en un toma y daca en el espacio y en el tiempo, ejecutado con tal nivel de competencia, que la mente disfruta con el ejercicio de montaje. Ritchie arriesga poniendo a prueba las capacidades retentivas del espectador, pero siempre triunfa, por lo que algo bueno debe de estar haciendo. En obras posteriores riza el rizo anidando tres y hasta cuatro niveles de escenas con narraciones desescaladas alcanzando niveles de virtuosismo nivel God.

También concede gran importancia a que continuamente pasen cosas que tengan al público entretenido, cuando no es una pelea, es un golpe de humor, una persecución o un ejercicio deductivo de Holmes. O un intercambio de golpes dialécticos entre los personajes, para lo cual se cuida de rodear a los protagonistas de un elenco de secundarios a la altura… especialmente las mujeres y los villanos. Las mujeres son fuertes, inteligentes y peligrosas y los villanos elegantes y con clase, de esos que deparan duelos de ingenio en los que te pasas la película esperando que no muera nadie para que la cosa no acabe. Seguir disfrutando de la acción, de una puesta en escena impecable y de una ambientación victoriana en la que Londres es un protagonista más de la película.

“Sherlock Holmes” es Ritchie. Y Ritchie son sorpresas y espectáculo inteligente. Y respeto, mucho respeto por el espectador, entendiendo que el público manda, no al revés. Tendremos que seguir hablando de él.
OsitoF
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