Amigos lectores, la portada no engaña. Sin duda estamos ante una película de gasolinera. Junto con títulos nacionales de la talla de “Cateto a babor”, “Don Erre que erre”, “Tres suecas para tres Rodríguez”, “París bien vale una moza”, “Franky Banderas”, “Soltera y madre en la vida” o “Vente a Alemania, Pepe”, encontramos esta rareza japonesa: Hachi-ko.

Intentaré ser lo que nadie en este proyecto, honesto.

La dirección es descafeinada, no existe nada de valor. Es sin duda un trabajo de funcionario de correos. ¿Hay que hacer cucharas de palo? Se hacen. ¿Hay que hacer una película? Se hace. Vamos a ver el diccionario a ver que pone. Insulsa y vacía, la dirección brilla por su ausencia. Se entiende que el amigo Seijirô Kôyama sólo hiciera un trabajo. Una película.

La iluminación nos indica una clara falta de recursos económicos. Ya que la película goza de una atmósfera nublada y de clima natural en casi todo el metraje. Hentai.

La interpretación es deleznable, vomitiva, insultante y lamentable. Hentai. Suerte que el perro es el protagonista.

Y de la música me da un poco de vergüenza hablar. Típica música que sonaba a modo de DEMO en los teclados Casio que nos regalaban de pequeños. No aceptable ni para karaokes periféricos, vamos, hentai. Como dijo W.Allen: “la música japonesa es una tortura china”. Pero eso no es ni música japonesa. En fin.

De ellos sacamos una conclusión obvia: cuando hemos visto 10 minutos estamos convencidos de que estamos ante una producción porno, donde casi seguro alguien se sacará la berga y se la meterá en la boca de alguien (aún más si la ves en VOSE). Pero no, eso no sucede nunca. Peor aún, dedican los primeros 20 minutos, con ese clima de mierda, a contarte como se adueñan del perro. Increíble, ¡20 minutos para decir: “toma…el perro”! ...y ya.

Con todo, llego a mi tesis: la historia sólo da para un corto, todo lo demás son mentiras. Un corto seria más sincero. Es, de nuevo, una cuestión de honestidad (para con los espectadores y para con la historia misma, claro).

Cualquier historia Basada en Hechos Reales (BHR) pide honestidad. Es de cajón. Lo cuento. Una historia BHR es eso: una historia, una narración, un relato. Tu objetivo es contar un cuento. Nada más. No hay grandes discursos, grandes ideas. No se trata de hacer un cine de autor, independiente, cine-ensayo, etc., así como tampoco se trata de intentar (mediante la forma cinematográfica) hacer un cine emotivo y lacrimoso, ya que la historia BHR ya es suficientemente desgarradora y rompedora. Es eso de que la realidad supera la ficción. Y cuando llenas la pantalla de tantos elementos ficticios en una historia real pues pasa lo que pasa. A los que nos gusta más el cine que los perros salimos cabreados, tristes y decepcionados porque han destrozado, (destrozan y destrozarán) una historia con gran potencial, maravillosa e increíble.
El ejemplo lo dejo en spoiler.