Los krills, también rebeldes, tampoco tienen lógica, volviéndose ridículos y exasperantes. Los humanos actúan sin ningún sentido, con una pobre delineación argumental. Los flash-backs del pájaro gordo y el del pájaro volador no aclaran mucho y también son innecesarios. La actitud egoísta del elefante marino tras ser salvado no tiene mucho sentido. En fin, todo parece estar pensado a las apuradas como para ser consumido por niños pequeños. Y aquí reside el verdadero problema. La primera película fue pensada para ser disfrutada plenamente por los adultos. Al darle al adulto, que se enamoró de la primera, esta segunda, con alto grado de incoherencia, y no enganchando a los niños pequeños que, tras observarlos en la sala, era evidente que se aburrían sobremanera, ya que deambulaban de acá para allá, sin prestar atención a lo que ocurría en la pantalla, el film fracasa, al no dar lo que buscaba el espectador mayor y no fascinar a los niños pequeños. Baste un ejemplo que desentona a toda edad de visionado: la escena del pingüinito Erik cantando un área operística da vergüenza ajena, náuseas, ganas de callarlo de un zapatazo, y mucha pena por lo ridículo de la situación. Y ahora me refiero al otro fallo de la presente película: la música elegida y los números coreográficos, pocos y mal ensamblados, ya no sorprenden, la banda musical es mediocre y pobre al tratar de unir diversos géneros musicales que ni por asomo logran ser agradables como en la primera, y lo del segmento operístico del pingüinito es el tropezón mayor.
Y al ser en 3 D queda en evidencia que fue hecha para esta tecnología, los vuelos permanentes de cámara, los acercamientos y alejamientos, los cambios de planos bruscos, terminan por marear al espectador.
En los cines argentinos se vio lo mejor de la pelicula: un adorable corto de estreno de la Warner Bros con el gato Silvestre y el canarito Tweety animado por computadora. Un postre de nivel con un plato principal decepcionante.

Paso ahora a hacer notar ciertas incoherencias del guión:
1- Es totalmente irreal la actitud del anciano pendenciero ante los delincuentes. Se los pinta como peligrosos, pero el inválido hace todo lo posible para que se desate la tragedia.
2- ¿Quién, ante una situacion límite, va a ponerse a filosofar sobre la valentía o la cobardía, o, para peor, echándose en cara, las víctimas, su falta de acción?
3- El sheriff viejo debe ganar el galardón al policía más tonto del cine clásico. Perspicacia policial, olfato.....¿qué es eso?
4- El final parece hecho a las apuradas. No deja de despertar sonrisas por lo fácil y ridículo en que Bogart se deshace de los delincuentes en la lancha. Mirando por esa escotilla durante largos minutos mueve a risa. Un desperdicio para un final menos facilongo.
5- ¡Pobres los indios! Ni siquiera fueron muertos de una forma decorosa. Sólo en un guión como éste caen bajo las balas de un policía tonto. Además, bastante mal son tratados a lo largo de toda la cinta, la cual desprende cierto tufillo racista.

Si vamos a la parte técnica, es imposible lo que plantea el film, ya que ninguna persona puede fabricar armas atómicas por sí sola, por más combustible nuclear que haya robado y trasladado por varios países, otra improbabilidad más. No se explica la ascendencia que posee sobre toda la inteligencia americana el personaje de Samuel L. Jackson, el cual roza lo increíble e indigerible. A qué viene el personaje de Michael Sheen, que pulula todo el tiempo con una cara de bobo insufrible, a no ser querer demostrar la decadencia de un ¿actor?. Hecho sin la mínima pizca de sentido es comenzar un interrogatorio amputando dedos, sin siquiera tener la curiosidad de lo que demanda el terrorista. Los psicólogos que se supone tienen que llevar a dilucidar la verdad no aparecen en ningún momento, reemplazados por una tortura tras otra, cada una más obvia y brutal que al final sólo nos causará mucha risa, ganas de salir corriendo de la sala para los más sensibles, o de matar a los productores del bodrio. Llegan a cambiar en cinco minutos de película las motivaciones a favor o en contra de torturar al terrorista, lo que desorienta y asquea. Hasta el torturado pasa de víctima a loco asesino psicópata de un momento a otro. En fin, se pueden enumerar muchas más tonteras de esta pretendidamente "seria" película de suspenso con una historia ya vista en innumerables films americanos. A años luz de Enterrado vivo (Buried, 2010), la genial película española que rompió el año pasado todos los esquemas cinematográficos. Un solo símbolo que despierta la risa en toda la platea: la pequeña cinta adhesiva colocada en el pecho del terrorista tras el corte que le realiza con el cuchillo la agente del F.B.I. (culmen de todo lo ridículo que se puede colocar en una película). Si algo salva el desastre es comprobar la pasta de buen actor de Brandon Routh, el terrorista torturado, lástima que no desplegó sus dotes actorales en un producto de mejor calidad.