Amo a PIXAR por encima de todas las cosas. Con la juventud desterré la animación, cosa de niños. Sí, ya se que "en toda película de animación hay enseñanzas para adultos", pero no iba la cosa conmigo. Un buen día vi RATAOUILLE y todo cambió. Aquella era un película aparentemente insulsa, pero que en mi interior resonó como iniciática. No era una simple fábula, era un ascenso a la iluminación. Después WALL-E. Después UP.

BRAVE es un PIXAR, había que verlo. El principio promete y cuando fuegos fatuos conducen a la protagonista a la casa de una bruja, mi corazón palpitaba. Y hasta ahí puedo gozar. El embrujo posterior no me convence, todo es explícito y demasiado humano.

Sí, hay virtudes. Eso de que con dos gestos puedas conocer el interior de un personaje, esa manera de contar las cosas, esa atracción que no cesa,..sí, hay virtudes. Lo que ocurre es que yo soy como la madre de BRAVE, y la chica me ha salido guerrera.

Lo que quiera que funcione, que funcione. Y esta película funciona. A pesar de que evidencia ser un viejo proyecto rescatado de un cajón, de que se note su rapidez de rodaje por el compromiso anual de su director y de que vuelva a enseñarnos las mismas reflexiones en los mismos escenarios... la cosa funciona.

Las películas de ALLEN suelen provocar sonrisas con alguna carcajada puntual. En este caso las carcajadas se van encadenando a lo largo del metraje como si de una película de gags se tratara. Hacer reír es difícil, y hacerlo sobre un tono general de ternura depresiva está sólo al alcance de los grandes. En parte, esto es debido a las buenas interpretaciones. LARRY DAVID está perfecto haciendo de un WOODY algo más agresivo y mordaz. RACHEL WOOD está tan dulce y paleta que nos hace olvidar su fantástica THIRTEEN o su relación con cierta estrella de rock.

La película da para dos historias distintas, con una acusada superioridad de la primera parte respecto de la segunda, pero nunca deja de alegrarnos el día. El guión, muy relacionado con el de otros proyectos del autor (véanse HANNAH Y SUS HERMANAS o MANHATTAN), es un canto al sinsentido de la vida. El clímax de ALLEN llega siempre tras el abandono de toda estrategia inteligente de supervivencia en manos del azar, del amor o de lo que quiera que funcione.

Es extraño, pero en ocasiones hay películas que no le gustan a uno, y uno no sabe muy bien el porqué. Buena factura, buena historia muy simbólica, buena interpretación protagonista -aunque con menos culo también se cague-, bonita banda sonora, maravillosa fotografía. Pero no.

Quizás sea por el regodeo en las propias potencialidades: demasiados pozos y poco petróleo. Falta de sinergia. Gran decepción.

Me voy a creer que el RECONQUISTA de OVIEDO suene a flamenco. Me voy a creer que BARDEM pilote una avioneta 700 kilómetros. Me voy a creer que SCARLETT y PENÉLOPE disfrutaron su beso. Me voy a creer que en una ciudad de 4 millones de habitantes se produzcan encuentros fortuitos todos los días. Me voy a creer que un pintor hijo de un poeta introspectivo conduzca deportivos descapotables a través de prósperas fincas. Me voy a creer que un tiro en la mano no duela. Me voy a creer que un narrador sea más efectivo que los personajes. Me voy a creer que "en inglés" se doble por "tranquila". Me voy a creer que AGUIRRESAROBE desenfoque. Me voy a creer que MEDIAPRO haya producido esta película.

Y me lo voy a creer, me lo quiero creer, porque me lo he pasado muy bien.

CLINT EASTWOOD dice despedirse de la interpretación con el KOWALSKI de GRAN TORINO, mezcla de todos los grandes personajes que ha interpretado durante tantos años: KOWALSKI es uno de sus vaqueros, es HARRY EL SUCIO o es uno de los maduros jubilosos tipo MILLION DOLLAR BABY. Además todo en la película podría ser una excepcional guinda de su obra como actor de cine. Si se despide aquí, lo hará a lo grande.

GRAN TORINO es otra de esas peliculitas sencillas, aparentemente bienintencionadas y desprovista de todo barroquismo cinematográfico que EASTWOOD nos ha dedicado durante los últimos años. Otra vez vuelve a emocionar, otra vez vuelve a convencer. Resulta difícil no encariñarse con sus protagonistas, reirse, indignarse e incluso llorar con esta historia. Porque está muy bien contada, porque no es ñoña y porque pone el dedo en las llagas de los ciudadanos occidentales primiseculares.