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Mongolia Mongolia · Escala de Richter
Críticas de Eric Packer
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Críticas 63
Críticas ordenadas por utilidad
7
10 de julio de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pocos minutos del visionado del nuevo film de Almodóvar, en uno de los días mas calurosos y soleados en lo que va del verano, me viene a la mente Hannah y sus hermanas de Woody Allen pero no porque las películas cuenten con alguna relación temática sino porque las dos, a mi parecer, me han resultado la experiencia más cercana a estar leyendo un libro al momento de acudir a una sala de cine. En Julieta de Almodóvar se alcanza a ver toda la destreza narrativa de Pedro ganada con los años –ausente en la buena broma que fue Los amantes pasajeros– para contarnos una historia hecha de muchas historias –bueno, sólo tres– de la “nobeleada” Alice Munro, (premisa que recuerda a lo que hiciera Robert Altman con su Short Cuts a principios de los noventas para crear enlaces entre varios relatos breves aparentemente inconexos de Raymond Carver), historias de mujeres conflictuadas internamente y con su entorno, que se ven por demás comunes, que no van a cuento o sin trasfondo pero que si se las analiza con detenimiento y ojo cinematográfico sus avatares toman otra dimensión y casi casi llegan a terrenos de la tragedia griega. Julieta comienza con el rojo vivo y el azul eléctrico, marca de la casa de Almodóvar, el primer color está en la bata que porta una ojerosa Emma Suárez –que suponía ya retirada del medio– y el azul en el sobre de una carta que ella misma arroja al cesto de la basura. A no mucho de esta escena inicial un tanto enigmática que me recordó a Camilla en Mulholland Dr. de Lynch dejando caer el misterioso cubo azul en la habitación vacía de la tía Ruth, vemos a Dario Grandinetti, que pareciera repetirse como Marco de Hable con ella y que aquí va del interés amoroso de la Julieta madura, hablando de un planeado viaje a Portugal y bla bla bla, luego viene un encuentro fortuito con Bea, una chica guapa de ojos verdes que viene como un espíritu errabundo, de un pasado cercano del que Julieta se creía ya liberada por medio de distractores como el trabajo y Lorenzo, el personaje de Darío Grandinetti. Poco después llega una revelación que hace tambalear la frágil estabilidad bajo los pies de Julieta y entonces es que toma el bolígrafo, encuentra una hoja en blanco y el libro cobra vida: la sangría, oraciones, puntos y comas y puntos suspensivos comienzan a aparecer luminosos frente a nuestros ojos. Pero este libro en realidad no es para nosotros, voyeurs, el libro en sí es una extensa carta dirigida a Antía –un espíritu más–, la hija de Julieta: comienza a escribirse así la historia teniendo de fondo una noche de invierno en los ochentas, antes de que Antía siquiera estuviera pensada en la vida de su madre, ponemos el pie en el escalón del tren –donde como un pasajero más va el fogoso pescador que será el padre de Antía– e inicia el viaje que nos llevará por varias estaciones al pasado de Julieta para entender su presente que quizás nos permitirá predecir su futuro. Esta primera parte –porque hay que decirlo es muy marcada la partición entre la Julieta contenta del pasado y la Julieta triste de ahora, suerte de Melinda y Melinda, de nuevo Woody Allen, o al recurso de Ese Obscuro Objeto del Deseo donde Buñuel sin dar explicaciones usaba 2 mujeres para dar vida a la misma mujer: una la gélida y sofisticada, la otra cálida y sensual– es interpretada por Adriana Ugarte, y, bueno sin develar más parte de la trama hay un punto álgido en la historia, cuando ya todo se estaba volviendo un relato monótono que ya no daba para más sobre una familia que vive junto al mar, en el que Julieta sufre una metamorfosis y Adriana Ugarte es reemplazada por una sonámbula y afligida Emma Suarez –mostrando lo desperdiciada que ha estado como actriz en los últimos años–. En Julieta Almodóvar hilvana, tal vez como en ninguna otra de sus películas, la historia de varias mujeres antagonistas y silenciosas, al contrario de su Volver donde las mujeres, incluso madre e hija y abuela fantasma, enemistadas por distintos motivos, se unían todas en busca de la redención, aquí sin embargo todas buscan la independencia, como Greta Garbo “to be alone”, para macerarse en sus culpas hasta que se les haga la piel más dura o quién sabe con qué místico fin. Pero bueno a destacar es que esta, dejando de lado el personaje de Rossy de Palma, el ya citado rojo y azul que han empapado la cinematografía de Almodóvar desde sus inicios y el agónico canto de Chavela Vargas, es la película menos almodovariana en la filmografía de Pedro, pudiésemos decir que no parece una película suya: no hay personajes enloquecidos ni graciosos a pesar de la tragedia, ni un tinte de comicidad en Julieta: tiene más de Bergman, Hitchcock y Antonioni... mucho más de La Aventura de Antonioni que de lo ya visto en el cine de Almodóvar previo pero no por esto desmerece, el lado sobrio y austero –o como muchos ya han citado, "contenido"– de Pedro es por demás intrigante; ah, y tiene una frase que es un balazo y que me ha dado vueltas por la cabeza al terminar la película –en ese final que es un coitus interruptus– y encenderse la luz, dejar la butaca, bajar por las escaleras eléctricas y salir del aire acondicionado del centro comercial donde está el cine para encontrarme con esa misma tarde soleada, quizás la más calurosa en lo que va del verano: Tu ausencia llena mi vida por completo y la destruye, en esta frase se resume el libro que Julieta le ha escrito a su hija y que nosotros, indiscretos, nos hemos atrevido a leer sin su consentimiento.
Eric Packer
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6
29 de diciembre de 2010
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La llamada peor década del cine por muchos críticos nos da aquí una razón para hacerles caso. Realmente duele ejemplificarlo con Robert Altman porque es uno de los grandes maestros del cine estadounidense que jamás temió a la gran maquinaria y que cada vez que se decidía a filmar se arrojaba sin paracaídas. Full For Love se basa en una pieza propia de Sam Shepard, a quien antes jamás había visto actuar sino hasta The Assassination of Jesse James By The Coward Robert Ford puesto que en Zabriskie Point nada más no logré identificarlo, autor de Paris, Texas, fanático de fincar sus obras al sur de EEUU en lugares que son ninguna parte y todos a la vez. Sea lo que sea es un pésimo actor. Únicamente tres cosas son sobresalientes en Full For Love: la anécdota que se resuelve hacia el final pero que durante todo el metraje de la película te tiene en la aburrición absoluta, la presencia de Harry Dean Stanton que opuesto a Shepard exuda talento para la actuación nada más estando y siendo y Kim Basinger que jamás ha sido la rubia tonta y aquí lo demuestra obsequiando un trabajo de histrionismo -seguramente conseguido con ayuda del director- que sólo hasta The Door In The Floor ha vuelto a repetir.
Eric Packer
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9
3 de marzo de 2013
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Master es una película hermética, críptica, abstracta, simbólica, ambigua y que al final no ofrece respuestas claras a las preguntas que nos siembra -obliga a que el espectador, en base a lo que se le ha presentado, cree sus propias conclusiones y tome una postura, lo cual incomodará a los espectadores que estén acostumbrados a argumentos "procesados"-, en ocasiones hasta puede resultar ininteligible y engañosa (en ella no es fácil distinguir qué es lo real, qué es un recuerdo, sueño o alucinación), de alguna manera la forma en que se nos presenta la película es un reflejo del comportamiento de su desorientado, roto, protagonista, Freddie Quell (Joaquin Phoenix), o de los fundamentos de esa nueva, aún en construcción, filosofía de vida que se le presenta casual, milagrosamente ofreciéndole liberarlo de traumas del pasado en voz y figura de su propio fundador, Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman), La Causa. Pero a pesar de todo esto o, gracias a todo esto, The Master resulta envolvente, seductora, hipnótica y nos hace querer saber y ver más de ella, descubrir sus intrigantes misterios. La dirección de actores y atmósferas que Anderson consigue en The Master dejan en claro que ya no es más el discípulo más aventajado de Robert Altman ahora su estilo se ha decantado por nuevos caminos que nos recuerdan a los ya andados por Buñuel y Lynch, por Kubrick y, en momentos, por Orson Welles o al John Huston de Wise Blood y de Reflections In A Golden Eye, (mucho se ha dicho ya que la forma en que aquí se describe la vida de los veteranos de guerra y sus traumas provienen del documental Let There Be Light de John Huston); al presentarnos las caras opuestas de un mismo personaje, The Master nos remite directamente a esos dobles protagonistas que fascinaban a Hitchcock en algunas de sus obras, por ejemplo a los de Shadow Of A Doubt o Strangers On A Train. En The Master, Anderson nos sumerge de nueva cuenta en la vida de un ambicioso predicador y sus métodos que prometen un mejor porvenir, siempre y cuando se sigan sus instrucciones al pie de la letra, como antes ya hiciera en There Will Be Blood (en la imagen de Eli Sunday quien llegaría incluso a admitir que era un falso profeta y Dios una superstición creyendo que así obtendría un beneficio económico) y, antes en Magnolia (en la figura del fanfarrón y mitómano líder de un programa de autoayuda, Frank T. J. Mackey), y a la par confronta (complementa) a este supuesto hombre de fe con el hombre que la tiene perdida: un hombre lacerado más que por los traumas de la segunda gran guerra por la irresolución de trágicos episodios pretéritos que lleva a cuestas en su vida como una pesada losa. Lo que hace muy buena a The Master -más allá de sus logros técnicos que son muchos, empezando por la banda sonora de Jonny Greenwood, la cinematografía de Mihai Malaimare Jr., el diseño de Jack Fisk, etc.- es esa cualidad que posee de ser una película incompleta, por llamarlo de alguna manera, que nos fuerza a realizar continuamente un análisis psicológico de lo que estamos viendo, que necesita del involucramiento de todos nuestros sentidos así como de la percepción de cada uno de los que la ven para que esté terminada y, del mismo modo, cada vez que se vuelve a ver no es la misma película que vimos previamente, es decir que no es una película estática y en cada nueva revisión se nos vuelve más lúcida.

(En el enlace dejo un recuento de The Master con mis propias observaciones y conclusiones)

http://lunaesaojo.blogspot.mx/2013/03/recuento-17-master-de-paul-thomas.html
Eric Packer
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9
29 de enero de 2011
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta cinta reivindica las críticas a la sobreactuación de Gael García Bernal desempeñada en La mala educación y, además, rescata a una Laura Elena Harring, contenida pero impasible, que parecía que no volvería a brillar después de Mulholland Drive. The King es una cinta que toma como punto de partida la historia de Telémaco y la lleva a sus últimas consecuencias: sea quizá aquí la mejor interpretación de Gael García en toda su carrera.
Eric Packer
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7
8 de diciembre de 2013
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
De 1980 es Cruising, thriller nocturno dirigido por William Friedkin y protagonizado por Al Pacino: cinta polémica, denostada públicamente en su estreno por su temática gay que entonces se atrevió a exponer de manera gráfica y sin reservas (un detective encubierto se infiltra en el sórdido mundo de los bares para homosexuales de la subcultura leather-sadomasoquista neoyorquina para “cazar” a un asesino en serie cuyas víctimas son clientes asiduos de estos sitios) tanto que incluso fue reeditada -mutilada- puesto que algunas de sus escenas rayaban en el porno hardcore. En 2013 se pone en boga en el cine el tema del cruising (práctica sexual consistente en mantener relaciones sexuales en lugares públicos, generalmente de forma anónima y sin compromisos) cuando James Franco y Travis Matthews deciden recrear en un mediometraje (Interior. Leather Bar) los cuarenta minutos que fueron censurados de la vapuleada película de Friedkin y con Pit Stop de Ten Yan que se centra en la relación que mantienen un par de hombres que no son abiertamente homosexuales y tienen una cita DADT (Don’t ask, don’t tell); L’inconnu du lac es el complemento a la Cruising de Friedkin (y de manera indirecta a la Interior. Leather Bar de Franco-Matthews): el director Alain Guiraudie prefiere la contemplación, la pausa y la naturalidad (contra la urbanidad, vertiginosidad y la caricatura de Cruising): la “acción” se lleva a cabo en un lago semioculto en un monte francés al que hombres de todas complexiones, y condiciones, arriban para despojarse tanto de sus ropas como de las vidas que llevan hasta antes de estacionar y descender de sus automóviles, llegar y tenderse sobre la costa y sostener breves pero intensos encuentros furtivos entre arbustos y maleza crecida con otros hombres ignotos en la zona despoblada sólo para que al ponerse el sol regresen a su cotidianidad en la que, lo más seguro, nadie sospeche que encuentren solaz para sus pasiones bajas en el lago. La historia se focaliza en 3 personajes principales: Franck quien siente una fuerte atracción física por Michel (que posee un cuerpo sobre el que se depositan no pocas miradas lascivas) pero, al mismo tiempo, y quizás sin proponérselo Franck va creando un vínculo emocional con Henri, un hombre de edad madura y cuerpo abotagado que visita habitualmente el lago pero se mantiene alejado de la dinámica sexual -a su edad ya no ve al coito como una necesidad básica-, una figura que de cierto modo funciona como un vigilante y guía que entre sus muchos monólogos asegura que los bagres gigantes escondidos en las apacibles aguas del lago pueden atacar cuando menos se lo esperan los nadadores (sutil metáfora que nos dice que el lago provee a los hombres de lo que van a buscar pero de igual manera se puede volver en un peligro si no se tiene precaución). Estos tres ejecutantes tienen un desempeño actoral tan natural que llega a espeluznar. La historia va poco a poco abriéndose ante nosotros haciéndonos sentir constantemente como uno más de esos voyeurs que mueven las ramas de los árboles o se ponen de cuclillas y se abren campo entre la hierba alta para espiar a las parejas que cogen frenéticamente sin pudor sobre la hojarasca y preservativos usados; luego de una lucha interna de Franck entre resignarse o hacer lo imposible por conseguir su objeto de deseo -que ya está emparejado- y cuando todo parece ir en su contra ocurre el evento que cambia la jugada y a la vez todo lo coloca en su sitio, y a pesar de que se sugiere el desenlace fatal la tensión no disminuye... Hitchcock (con un toque de la Night Of The Hunter de Laughton) una vez más se hace presente en una trama en la que parece que no habría cabida para alguno de sus maquiavélicos pretextos: uno de los giros más inesperados y desconcertantes en el cine desde el que sucede en L’avventura de Antonioni. El arriesgado estilo de Guiraudie desde Ce vieux rêve qui bouge, película que tiene mucho en común con L’inconnu du lac al retratar ambas la imposibilidad para concretar los deseos así como sus repercusiones al lograr cumplirlos y la relatividad y fugacidad de la felicidad, es parco, cuasi documental y no se autocensura al momento de plasmar en pantalla las relaciones homosexuales: por esto pudiera catalogársele como director exclusivamente gay, más cercano a los arrojados Todd Verow, João Pedro Rodrigues y a Jacques Nolot que a los ya abigarrados y comerciales John Waters, Francois Ozon y Almodóvar, de hecho esta L’inconnu du lac remite directamente a La chatte a deux tetes de Nolot, film que relata con un realismo inusitado la mecánica del cruising en un cine porno o a L'homme blessé de Patrice Chereau sobre la destructiva relación entre un par de hombres que se conocieron en un baño público. Ah, por cierto, esta película ha llamado más la atención porque uno de sus carteles fue censurado por mostrar a 2 hombres besándose mientras hay varios hombres desnudos al fondo sobre la costa.
Eric Packer
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