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España España · málaga
Críticas de nachete
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Críticas 255
Críticas ordenadas por utilidad
5
16 de noviembre de 2007
27 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay algo deliciosamente cruel en la idea de celebrar una fiesta de la alta sociedad mientras unos niñitos enfermos agonizan en la habitación de al lado. Hay algo deliciosamente cruel en torturar, física y psicológicamente, al modelo de infancia Kinder Sorpresa que representan los cuatro hermanos de la película, rubitas faces de anuncio publicitario sufriendo en el caserón de la abuela un poco por propio amor materno. Por supuesto, nos movemos entre líneas por los códigos del cuento (de terror) clásico, por lo que la credibilidad del asunto hay que dejarla en cuarentena (y creedme, en la primera media hora es una tarea muyyyy complicada). Masoquismo y cursilería no terminan de rimar en la primera mitad, pero cuando se va descubriendo el pastel (envenenado) la historia toma tintes oscurísimos que compensan el esfuerzo invertido.

Es una lástima que al frente del proyecto esté la mano más bien impersonal y anodina de Jeffrey Bloom, porque uno imagina este guión desarrollado por, por ejemplo, Tim Burton y se le hace la boca agua. En efecto, la negrura (inmensa) de fondo no casa bien con la claridad y concreción de la forma. Un cuento gótico necesita igualmente de una expresividad gótica para funcionar a pleno pulmón. Entre esto y la escasa definición de ciertos comportamientos (que acercan a la película al peligroso terreno de la comedia involuntaria), Flores en el ático no termina de entusiasmar. Pero merece la pena. ¿Un motivo? Contiene el villano más jodidamente perverso que ha presidido jamás una obra cinematográfica. Y no, no es el que uno imagina en un principio...

Lo mejor: no teme ser demasiado cruel.
Lo peor: yo le hubiera cambiado el final (y quizás añadido alguna explicación pertinente).
nachete
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7
12 de agosto de 2009
23 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Horror Hotel, delicioso cuento gótico sobre brujería y pactos satánicos, es fruto del encuentro de dos talentos hoy casi olvidados: el del director argentino John Llewellyn Moxey, fogueado a lo largo de su carrera en célebres series del calibre de Misión: Imposible, El Santo o Se ha escrito un crimen, y el del guionista George Baxt, uno de los más sabios cultivadores del cine de terror que prestó sus servicios a profesionales del género como Terence Fisher, Sidney Hayers o John Gilling. De ello surge un film subyugante y equilibrado, perfecto ejemplo de elegancia narrativa al más puro estilo Tourneur que logra estremecer al respetable sin necesidad de buscar el impacto fácil e inmediato, simplemente volcando su atención en una puesta en escena refinada que funciona a la suma perfección (me encanta la artificiosidad de la niebla).

Dentro de las muchas series B que aportó el género en aquellos años, Horror Hotel destaca sobre las demás porque sigue manteniendo intacta su capacidad de dar miedo. Mucha de la culpa proviene del soberbio guión de Baxt, clásico cuando tiene que serlo, pero sin excesos y yendo al grano en el momento justo, demostrando ser todo un prodigio de tensión narrativa y control dramático (y sin necesidad de mostrar ni una gota de sangre). Christopher Lee sale (menos de lo esperado) y perturba, mientras el resto del desconocido reparto cumple correctamente su cometido e incluso va un paso más allá (la soberbia Patricia Jessel). Todo ello, más algunos detalles que a mí me siguen fascinando (las apariciones de Valentine Dyall, los encapuchados), hacen del film de Moxey una de las joyas más reivindicables (y cultas, que habla con propiedad) de todas las de su estilo y temática.

Lo mejor: la sutileza de Moxey.
Lo peor: algunas reiteraciones innecesarias.
nachete
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8
19 de agosto de 2007
23 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primera película de Dario Argento y primera lección de estilo. Elegante relato en torno a un voyeur accidental y despistado y un psicópata que atemoriza a la (en apariencia) tranquila ciudad de Roma. Aquí está todo lo que haría grande al maestro italiano: una trama alambicada y pelín delirante que irá descubriendo sus cartas poco a poco, un tipo que se mete sin comerlo ni beberlo en una investigación que pone en peligro su vida y la de sus allegados, un asesino misterioso que mata con estilo y enguantado mientras juega al ratón y al gato con sus perseguidores, un dato que se nos oculta y que será la clave de todo el asunto, unas dosis de erotismo bastante malsano, personajes secundarios extraños o como poco misteriosos (el pintor)..., pero está, sobre todo, esa forma de filmar la muerte, el acoso y el miedo: ahí se nota la herencia de los grandes (Hitchcock, etc.), pero sobre todo la de Mario Bava, luz que guía toda la obra del italiano. Y argumentalmente es uno de los trabajos más conseguidos de Argento: pese a lo absurda que pueda ser la historia, todo acaba encajando al final sin ningún problema. Excepcional.

Lo mejor: la estética.
Lo peor: cuesta tomársela en serio.
nachete
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4
5 de abril de 2010
22 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jonathan Liebesman cierra su particular visión del origen del mito con un plano memorable: Leatherface, sierra en mano, se introduce lenta y literalmente en esa zona de sombra que separa su existencia y la de los suyos del ámbito de lo real, idea esta ya presente en el original de Hooper, que imaginaba el hábitat de los masacradores como un limbo sureño y abandonado (y sucio, y violento) que era la antítesis, febril y surreal, de una sociedad progre y civilizada que les había dado la espalda. Los hijos díscolos de América, detenidos en el tiempo y en el espacio. Este plano, decía, es prácticamente el único atisbo de imaginación escénica que uno puede detectar en esta, a la postre, complaciente e inútil película disfrazada de precuela.

Porque a nadie de los que han trabajado en el proyecto le interesa realmente el porqué de la matanza o la psicología de los asesinos. Lo que les mueve es la sangre como reclamo, el gore por el gore. Liebesman y su guionista no explican nada que no sepamos, se limitan a recordarnos que el bueno de "caracuero" era el mejor carnicero de la región y que la familia en la que recae es un puto manicomio en potencia (desconocemos las razones). Hecho esto, qué más fácil que copiar el esquema argumental de la saga (con apuntes tan desafortunados como la pareja de moteros o la sombra del Vietnam) y activar el piloto automático, anulando así cualquier indicio de autoría o personalidad que hubiera podido afrontar su director.

El resultado es un manojo de tópicos y efectismos que despertará bostezos incluso entre los más acérrimos defensores del tema este de eviscerar adolescentes. Hay, entre medias, algo de humor negro, incluso se busca el guiño cómplice haciendo que el gran R. Lee Ermey pulse las teclas que le dieron notoriedad puteando al recluta Patoso en La chaqueta metálica, pero la sensación de déjà vu es tan grande -y tan constante- que ni estos pequeños apuntes ni todos los litros de sangre del mundo (y aquí hay muchísimos) son capaces de levantar el invento.

En fin, una oportunidad perdida de investigar ese abismo de humanidad y dolor que dejaban entrever los ojos del monstruo en aquel primer plano fijo de la original matanza texana, circa 1975.

Lo mejor: la conseguida atmósfera de gótico sureño e infecto (inspirada en el remake de Nispel, por otra parte).
Lo peor: su esquemático y predecible guión, la escasa imaginación del conjunto.
nachete
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6
11 de enero de 2008
19 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Agradable, elegante y cuidada producción Hammer, una cosa muy de su tiempo que se acerca al tema zombie tirando de la tradición: Haití y el vudú. No es Yo anduve con un zombie ni se le acerca, pero resulta simpática dentro de su profesionalidad y su falta de pretensiones. Gilling filma vestido de etiqueta y encuadra con primor, aunque en las escenas de acción la credibilidad flojee más de lo debido (peleas de andar por casa, personajes que se salvan por los pelos, etc.). El malo, John Carson, actúa según intereses puramente comerciales, lo cual tiene su gracia y sirve para esbozar, como el White Zombie de Halperin, una tontorrona metáfora sobre la alienación laboral y el trabajo en cadena.

Aparte de Halperin y Tourneur, Gilling también busca entre las páginas del Drácula de Stoker para buscar inspiración: los personajes de Alice y Sylvia remiten, según lo que les acontece y el orden en que les acontece, a la Mina Harker y su amiga vampirizada de la obra del irlandés. Dado que la originalidad no es uno de sus fuertes, conviene centrarse en otros aspectos mucho más cuidados: la ambientación, por ejemplo, tan convincente y ajustada como es propio en la productora, y el diseño de los zombies, canosas y mortecinas presencias que dan muy mala espina. Esto, más un buen ritmo narrativo y un tramo final bastante inspirado, convierten a La plaga de los zombies en una de las más recomendables cintas de terror que legó la Hammer en la década de los 60, amén de confirmarse como una de las mejores obras del habitualmente mediocre John Gilling.

Lo mejor: la estampa de los zombies saliendo de sus tumbas.
Lo peor: una historia muy vista (aunque con pequeñas variaciones).
nachete
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