Nunca es tarde para cumplir tu sueño, parece ser el mensaje de El concierto, una comedia muy seria que se desarrolla con un ritmo envidiable y con unos personajes que te van seduciendo poco a poco, embaucándote con una historia justita en cuanto a verosimilitud se refiere. Mihaileanu bordea la línea de lo creíble durante todo el metraje, pero finalmente el espectador se deja llevar por una historia con mucho encanto, con entrañables perdedores y con pinceladas críticas a las sociedades comunistas del este.
El concierto es una historia con un enredo que permite lanzar dardos en muchas direcciones, no es un enredo tonto, que busque la risa fácil. El concierto se ve con una sonrisa cómplice en el rostro, porque el guión sabe encontrar ese punto ideal entre comedia y drama, ese punto donde nos sentimos muy cerca de los personajes, por muy esperpénticos que puedan parecer algunos de ellos, y queremos que su empeño y sus cuitas encuentren recompensa.
El concierto, además, es un prodigio de clímax en su recta final, donde verdaderamente emociona. La música es una de las grandes protagonistas del film, aún más en la última media hora. Es una verdadera maravilla para los amantes de la música clásica.
Y si aún faltan razones para ver El concierto, os doy una más, quizá la que me movió a ver la película: Mélanie Laurent. Desde que me enamoré de ella en Malditos Bastardos, soy un firme fan de su trabajo. Aquí simplemente lo borda, como en la película de Tarantino.
Quien busque buen guión, buena historia, personajes chocantes que terminan emocionando y una banda sonora excelente, todo ello con una factura visual clásica y elegante, su película es El concierto. Merece la pena.

Se necesitan duros de antes y de ahora para realizar una película de acción palomitera a lo años 80 y principios de los 90. Preguntar por Sly.
Los mercenarios es una película de diversión pura y descerebrada con muchos tiros, puñetazos y persecuciones. ¿Pueden pedir más los amantes del cine de acción? Quien quiera eso, aquí lo tiene y de sobra. Pero que no pida más, porque no lo hay. Se encontrará con cuatro ironías y cuatro frases lapidarias a lo Rambo (que es quien dirige el cotarro) como súmmum de la inteligencia en esta película, pero ya está. Y es que si pidiéramos más, estaríamos desvirtuando lo que esta película pretende de verdad: matar a la mayor cantidad de gente posible y pegar cuantos más tiros mejor.
Es divertido ver a todos estos duros cara a cara (es el mayor atractivo de la película) e intentando decir dos palabras seguidas. Cuando intentan actuar, naufragan estrepitosamente. Pero cuando se trata de coger la metralleta e ir a por los malos, a ver quién tiene coj... a toserles.
En fin, no busquemos en Los mercenarios algo imposible. No le pidamos guión, dirección o actuaciones medio decentes. Con películas así, el público está muy definido. Esta película está claramente hecha para descargar adrenalina e impedir que ni una sola de tus neuronas trabaje. Eso, Stallone lo consigue de sobra. Pero Los mercenarios no puede ser más de eso. A favor, su ausencia de pretensiones. En contra, que no puede pretender nada.

Si algo queda claro en el debut de David Pinillos es que hay maneras y maneras de hablar del amor. Se puede hacer desde una perspectiva romanticona, sensiblera y edulcorada, sin construir unos personajes y darles vida: así son el 95% de las películas de este tipo. Luego hay un pequeño porcentaje de películas "románticas" que hablan del amor y las relaciones de manera sincera, con personajes reales y mostrando tacto y sensibilidad (en el buen sentido) a la hora de narrar la historia, sin caer en grandilocuencias y tópicos. Bon Appétit es de estas últimas, una pequeña joya que se ve con agrado y se siente cercana y emocionante.
El principal encanto de la película es su pareja protagonista: un Unax Ugalde comedido, responsable, buena gente, y una Nora Tschirner (para mí desconocida) que enamora desde el primer instante. Hay una química magnífica entre los dos. También destaco, por supuesto, el guión, que va de menos a más (hay que reconocer que la primera media hora no termina de enganchar, pero después la película despega de manera maravillosa). Y por último, mención especial para la música, que adereza magníficamente la historia de estos dos personajes.
Bon appétit es un plato de buen gusto (perdón por el chiste fácil). Se ve con una sonrisa en el rostro y se disfruta. Tal vez peca de demasiado sobria, demasiado comedida, pero la historia está bien narrada, es muy creíble y nos ofrece a dos personajes (y a algún que otro secundario también) muy reales, muy cercanos.
Y me quedo con su nombre: Nora Tschirner. Preciosa.

El libro de Eli es una mezcla de al menos media docena de géneros que da como resultado una película de aventuras post-apocalíptica que se apoya en su carismático actor principal para salvar la función. Si no fuera por Denzel Washington, El libro de Eli no sería lo mismo.
La película de los hermanos Hughes tiene toda la estética del cómic trasvasado al cine, pero a la vez tira de películas como Mad Max, de películas de artes marciales, el western, de obras literarias clásicas como Fahrenheit 451 e incluso introduce elementos pseudorreligiosos dentro de la trama. Todo un pastiche que se deja ver, pero que no deja poso ninguno.
Destacaría, además de la buena labor de Denzel Washington, el papel de villano de Gary Oldman y la siempre agradable presencia de Mila Kunis. La factura visual es interesante y la recreación de ambientes devastados también, aunque a veces abusa de ciertos manierismos y juegos de cámara un tanto artificiosos. Entretenida, a pesar de algún atisbo de pretenciosidad.

Hace unos años, cuando vi La casa de cera, vaticiné que el nombre de Jaume Collet-Serra daría más de una sorpresa en esto del terror. Aquella no era una gran película, pero tenía energía, nervio y una visión novedosa de muchos tópicos del género. Era la primera prueba de fuego (Paris Hilton incluida) para un director que prometía. Ahora, mis sospechas se han visto confirmadas.
La huérfana, como película de suspense, es estupenda. No tanto como película de terror. Su historia no es nada novedosa, pero Collet-Serra sabe jugar sus cartas con originalidad y buen pulso. Además, se molesta en dar cancha a los personajes, en construirles una personalidad para que el espectador pueda identificarse con ellos. Así, la historia, a pesar de ser un poco tópica, llega mejor a la audiencia.
Si algo sabe hacer bien Collet-Serra es jugar con los mecanismos de la intriga, generar tensión con cualquier situación. Además, repito, es inusual que los personajes de una película de suspense tengan tanta entidad, tanta fuerza. Vera Farmiga es un prodigio de intensidad y Peter Sarsgaard cumple. Pero el puntazo es sin duda esa diabólica niña encarnada por Isabelle Fuhrman, sin duda aterradora e inquietante; tal vez sea la mejor actuación de un niño en mucho tiempo. Estaremos atentos a la evolución de esta chica.
La huérfana ha sido toda una sorpresa para mí. No esperaba una película tan sólida, tanto en su factura técnica como en el aspecto interpretativo. Tal vez resulte un tanto inverosímil en algún tramo, pero se le perdona por su habilidad para conducir la historia por caminos originales dentro de un género donde ya casi todo está dicho.