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España España · Madrid
Críticas de Luth
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Críticas 125
Críticas ordenadas por utilidad
5
23 de abril de 2021
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Quién ha dicho que el Fin del Mundo es aburrido? ¡Ay, pero cuánto os gusta criticar! ¡Con lo bonito que les ha quedado a Roland Emmerich y sus chavales! Todos los años alguien nos cuenta un Fin del Mundo más tostón y algunos ¡hasta les aplauden!

Bueno, guasas aparte, toca hablar de una película con título de año, que se hizo tres antes de que fuera 2012. La cosa va de una supuesta profecía de los Mayas que vaticinaban que el Mundo se acabaría tal que el año de marras. Lo llamativo es que nos guste tanto embelesarnos en este tipo de acaboses. Son innumerables los que van surgiendo con el más mínimo pretexto y, a pesar de que nunca pasa nada (y cuando digo: nunca, es nunca) nos seguimos deleitando con el que se ponga de moda.

Las dos horazas de peli en realidad narran la historia de supervivencia de lo que parece ser una familia prototípica norteamericana en medio de un Fin del Mundo a cámara lenta (o a lo mejor, es que ellos son muy rápidos, no sé). Van sucediendo desastre tras desastre: incendios devastadores, tsunamis, volcanes, terremotos, suelo que se agrieta, ¡de todo, oiga! Y nuestra simpática familia comandada por un padre que se fue a comprar tabaco (no lo pongo entre comillas porque ¡juro por Dios que John Cusack lo dice literalmente en un diálogo!) y luego volvió (se ve que los estancos no abren en días de Fin del Mundo) para salvar a sus repipis niños, la buenorra de la parienta (que se lio después con un cirujano plástico) y algunos tipos majetes que iba encontrando por el camino, incluso unos tibetanos la mar de salaos.

El caso es que se van librando toda la película de los diversos peligros que surgen en un grandioso espectáculo CGI (y aquí quiero ser justo, efectos en verdad hermosos y llamativos). El ritmo es trepidante, no lo niego y el que se aburre, es porque quiere o porque está empeñado en que una película tiene que ser necesariamente de calidad y si no, al contenedor amarillo.

En fin, cine de catástrofes de los de toda la vida que debe servirse en la mesa maridado con palomitas u otras exquisiteces al gusto. ¡Qué aproveche si les gusta el menú!
Luth
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3
20 de enero de 2022
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Colin Farrell, nombre más conocido de esta película "de adolescentes", tiene una carrera como actor algo irregular donde alterna personajes interesantes con otros bastante más flojos. En Instintos ocultos su personaje, el único adulto que cuida de una treintena de chicos adolescentes, escogidos y manipulados genéticamente para un largo viaje espacial intergeneracional a un planeta distante, me atrevería a ponerlo entre sus actuaciones "razonables" pero soy consciente que la mediocridad en la que se desenvuelve Richard (su personaje) juega a su favor por contraste con las actuaciones tan deplorables que tiene el grupete de chavales que lo acompaña. El tuerto en el país de los ciegos.

Voyagers, título original de esta película de Neil Burger de 2021 cuya traducción en España es, en mi opinión, mejor que el original porque lo de "viajeros" se queda un poco corto e inconexo con la trama en sí.

La cosa va de que estos chicos, paternalmente dirigidos por Farrell, son educados en un régimen muy rigoroso de estilo de vida, donde todos visten más o menos igual, todos son más o menos iguales dentro de lo posible. Han sido seleccionados también buscando representación de todas las etnias de la Tierra y una cierta paridad.

Se supone que se ha previsto de antemano que el viaje será larguísimo y se ha evitado a toda costa que en un ambiente absolutamente claustrofóbico: pasillos interminables, los más estrechos que recuerdo en una película (dan más miedo que los de El Resplandor de S. Kubrick ¡y ya es decir!), sin ningún ambiente natural dentro de la nave (¿A nadie se le ha ocurrido que el ser humano necesita espacios abiertos, plantas, flores, algún animalito de compañía, una fuente, diversiones...?), todo metal y cristal o plástico o lo que sea, resulta que se les obliga a tomar un misterioso líquido azul que sirve para evitar instintos primarios "negativos" que podrían aflorar en condiciones cerradas de convivencia forzada.

Estos instintos dan pie al título en español de la cinta y terminan siendo la gran lacra que lastra el guion de esta película. Cuando uno de los personajes, un día, se niega a tomar el líquido azul, descubre que se ve "liberado" de sus responsabilidades y buenas maneras y empieza a comportarse como un auténtico psicópata asesino, sin empatía y cruel. Por lo visto, el ser humano debe ser drogado para no ser un salvaje, según la tesis de la película.

Todo ocurre además inmediatamente. En cuanto los personajes dejan de tomar la "poción del comportamiento cívico" se vuelven violentos especímenes sin control ni cura.

Uno de los elementos más disonantes de este argumento es la visión que se da del deseo sexual. Se le considera inevitable detonador de la zozobra mental que atenaza a un ser humano si no toma esta especie de "bromuro" azul. Uno se pregunta: ¿No hubiera sido más fácil, barato y natural permitir que los chicos tengan sexo libremente con unas mínimas medidas profilácticas y educándolos en el respeto hacia los demás?

Siguiendo la filosofía de la película, dejar de tomar lo azul les convierte literalmente en violadores potenciales. Además se da por hecho que son los hombres quienes sienten este deseo "animal" irrefrenable y solo algunas chicas aceptan este "instinto oculto".

En resumen, una película de ciencia ficción que podía haber tenido una historia interesante pero tremendamente mal planteada, peor dirigida y horrible en actuaciones.
Muy floja.
Luth
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8
4 de julio de 2021
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Infinidad de películas han tratado los temas universales del amor, la soledad, la pareja, con menor o mayor acierto. En Her (Spike Jonze, 2013) se añade un elemento argumental poco frecuente a estos temas clásicos. En esta película de Ciencia Ficción (me permito etiquetarla como tal) se plantea una idea fascinante e inquietante al mismo tiempo: ¿Qué ocurriría si la Inteligencia Artificial, dentro de unos años, alcanzase el suficiente desarrollo como para ser indistinguible de la conciencia y el comportamiento humano?
Todo ello en el ámbito concreto del amor, el sexo y las relaciones de pareja. El interrogante que da pie a la narrativa es ¿Es posible enamorarse y tener una historia de amor pleno con una IA?

Por supuesto, Spike Jonze responde que sí y desarrolla en una excelente narración los pormenores, pros y contras de tan insólita propuesta. Para tan sugerente argumento, tenemos la fortuna de contar con muy buenas interpretaciones de Joaquin Phoenix (Theodore, el loco enamorado de ella, her, en inglés), su partenaire virtual Samantha (voz maravillosa de Scarlett Johansson), su vecina Amy (Amy Adams) y otros no menos interesantes secundarios, Rooney Mara, Olivia Wilde, Chris Pratt, etc.

La cinta nos cuenta una historia de amor platónico clásico con sus sentimientos, emociones, miedos y evolución de la relación de pareja pero, naturalmente, con el aliciente constante de lo que supone que tu pareja sea un SO, un sistema operativo y no una persona de carne y hueso.

La película tiene trampa. Por supuesto. Era imprescindible.
Samantha no tiene cuerpo físico biológico y se habla hábilmente del problema que supone pero se eluden algunos detalles que hubieran podido arruinar la magia para el espectador. En ningún momento se hace referencia a las sensaciones olfativas o gustativas de ella donde hubiera quedado fuera de lugar (aunque todos suponemos que será posible desarrollar sentidos artificiales capaces de analizar el gusto y el olfato humanos).

El personaje de Theodore ha tenido una traumática experiencia con su fallido matrimonio roto que le hace muy solitario y vulnerable. Dispuesto a la experiencia "inter-racial" con una máquina.

Pero la mayor duda es justamente la premisa de la película ¿Realmente llegaremos a inventar una IA tan brutalmente sofisticada que imite a la perfección al ser humano con toda su complejidad, contradicciones e imprevisibilidad?

Nadie duda que los robots del futuro serán capaces de imitar y superar las capacidades del ser humano pero ¿También la complejidad de sus sentimientos, de sus emociones, de su comportamiento? ¿Y la intuición? Quizá todo sea programable, quizá una IA aprenda de sus propias experiencias y evolucione. O quizá, no. Lo veremos.

En resumen, una película lúcida y elegante.
Más que interesante.
Luth
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5
29 de mayo de 2021
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El misterio de las doce sillas (The twelve chairs", 1970) es la segunda película de Mel Brooks tras Los Productores (The producers, 1967). Esta vez, la película no tuvo el éxito en taquilla de su debut cinematográfico.

Basada en la novela Las doce sillas de Iliá Ilf y Yevgueni Petrov, se trata de una comedia al estilo clásico, de enredo, donde unos personajes pícaros y codiciosos se enteran por la confesión en su lecho de muerte de la suegra de Vorobianinov de que ésta ha escondido unas valiosas joyas en un juego de doce sillas. Tenemos, por tanto, el objetivo que aunará los esfuerzos y la búsqueda de estos personajes.

La historia se desarrolla en la época de la Rusia post-revolución aunque Mel Brooks no pusiera ni un solo letrero en los edificios y oficinas en caracteres cirílicos sino en perfecto inglés. No es cuestión de que los espectadores se despisten leyendo subtítulos traduciendo el ruso. Hay que decir que Brooks provenía de familia de origen judío y en concreto, la de su madre, procedente de Ucrania.

En realidad, la película fue rodada en Serbia (entonces aún era la antigua Yugoslavia) pues en 1970 existía todavía la Unión Soviética y la película utiliza frecuentes gags bromeando sobre los estereotipos y clichés más típicos del régimen. Cuando madame Petujova, la viuda antes mencionada, confiesa lo de los diamantes al aristócrata empobrecido Ippolit M. Vorobyaninov (Ron Moody) termina estampada literalmente con un matasellos en la cara, en alusión burlona al abuso de burocracia típico de la U.R.S.S.

Otro de los miembros de esta búsqueda de las sillas es el padre Fyodor (Dom DeLuise) que se entera del secreto por confesión pero, esta vez, directamente, en el confesionario. Nacido en Brooklyn, igual que el propio Mel Brooks, tuvo una carrera cinematográfica larga pero con muy moderado éxito. Tampoco aquí destaca por una brillante actuación. Más bien hay un cierto histrionismo, seguramente innecesario.

Destaca también el papel de Ostap Bender (Frank Langella), otro pícaro de manual, tan ambicioso o más que el resto. Para Langella era su segundo trabajo en el Cine aunque luego tuvo una dilatada trayectoria donde destacan Drácula (versión de 1979), Lolita (1997), La novena puerta, etc.

No se trata de una cinta destacable en la trayectoria de Brooks. En ningún caso equiparable a sus éxitos más recordados, El jovencito Frankenstein, la ya mencionada Los productores o La loca historia del mundo, entre otras. Por cierto, Brooks hace un cameo a lo largo de la película.

Creo que el tiempo ha sido cruel con El misterio de las doce sillas. Vista hoy, queda bastante deslucida, algo falta de ritmo y los gags demasiado previsibles quizá. En su momento, resultó bastante más amena.
Aún así, la película puede entretener a quien desee ver una comedia de los '70 sin demasiadas pretensiones.
Luth
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9
29 de mayo de 2021
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 2008 Vince Gilligan da a luz una de las series más emblemáticas y reconocidas del espectro televisivo, Breaking Bad, protagonizada por Bryan Cranston, Aaron Paul, Anna Gunn, Dean Norris y Betsy Brandt, entre otros.

No es una serie cualquiera. Está hecha de otra pasta. Como de costumbre, cuando algo nos resulta brillante es porque aporta cosas positivas, novedosas o porque simplemente tiene inspiración y talento. Breaking Bad tiene todo eso.
Lo primero que llama la atención es lo bien trabajada que está la historia narrada. El profesor de instituto de secundaria estadounidense Walter White (Walt, para los amigos) es un hombre con una trágica situación personal, enfermo de cáncer, con un hijo adolescente con discapacidad, una esposa adorable embarazada pero sin haberlo buscado y problemas de reconocimiento profesional (sus compañeros de promoción tienen mucho más prestigio social y laboral, no olvidemos que en EE.UU. estos valores son fundamentales en el éxito personal).
La fatídica enfermedad condiciona todo el argumento pues Walt, hombre de profunda responsabilidad personal y familiar, no ve otra salida que meterse de lleno en el oscuro mundo del tráfico de drogas, mundo que no conoce en absoluto y que entrañará aún mayores problemas que los que ya tiene pues se ve necesitado de grandes cantidades de dinero, una vez que vislumbra a su familia desprotegida tras su previsible fallecimiento.

La química será uno de los elementos clave para la historia (incluso los títulos de crédito presentan los nombres de los protagonistas de la serie resaltando algunas letras de sus nombres en alusión a los elementos de la Tabla Periódica, N de nitrógeno, H de hidrógeno, etc).
El profesor de química se unirá a un antiguo alumno, Jesse Pinkmann (Aaron Paul) que se dedica a este turbio mundillo del menudeo (es también consumidor habitual) para "cocinar" gracias a sus conocimientos técnicos las metanfetaminas ("cristal" en argot) que luego intentarán vender para sacar dinero.
Por supuesto, esta práctica ilegal les sumergirá en una turbulenta y peligrosa aventura en el mundo de la delincuencia donde se toparán con personajes "profesionales" violentos y crueles que pondrán sus vidas al limite.

Los conocimientos científicos de White servirán también para numerosas tretas de supervivencia ante las situaciones límite que sufrirán, desde idear algún compuesto explosivo si se ven expuestos a ser asesinados hasta intentar envenenar al psicópata gánster latino Tuco con unas semillas tóxicas tratadas químicamente para que se asemejen a la propia droga que consume dicho personaje.

Por si fuera poco, Walt tiene en su propia familia la ayuda y la vulnerabilidad de tener un cuñado, Hank Schrader (Dean Norris) que es policía y casualmente está especializado en el mundo de las drogas. Otro gran acierto de la versión española es que en el doblaje, Norris tiene la misma voz que Homer Simpson con quien comparte, no solo físico, sino también algunos rasgos de carácter (por momentos, parece bobo e inmaduro aunque es indudable su perspicacia e instinto policial).

Lo más hermoso de esta enérgica y envolvente historia es que huye constantemente de cualquier semejanza con el cine convencional. Aquí las cosas no salen como deben salir, en ningún sentido. No hay romanticismo, ni ganan los buenos y pierden los malos. No hay policías heroicos ni Walter lo es. Por el contrario, Walt es contradictorio, complejo, inseguro y seguro por momentos y las cosas salen bien o mal como en la vida misma: sin nuestro control, sin que suceda lo que esperábamos. La ficción supera a la realidad.

A mí me recuerda lejanamente Quiero la cabeza de Alfredo García (Sam Peckinpah), impresionante película de perdedores y su sufrida lucha por sobrevivir en un hábitat de delincuentes. Aquí también la historia surge sola, como si no la hubieran guionizado, como si fuera la propia vida real.

También hay pinceladas de humor negro y toques de guion que me recuerdan a los Coen. Irresistible, como no podía ser de otro modo.


En resumen, estamos ante una de las mejores series de todos los tiempos. Llega al corazón, engancha y además es pedagógica.

Absolutamente recomendable.
Luth
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