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Críticas de kubrick_is_alive
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Críticas 131
Críticas ordenadas por utilidad
2
15 de febrero de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un momento de su última película, los Wachowski ponen en boca del villano lo que significa el negocio del cine, una inmensa maquinaria de hacer dinero cueste lo que cueste, aprovechándose de quien se cruce por su camino. No es casualidad que estos dos hermanos condenados por parte de los espectadores y de los productores a repetir el éxito de su ambiciosa epopeya matricial carguen de esta manera sutil contra la industria del entretenimiento, pues tan pronto estuvieron en lo más alto como tocaron fondo en sucesivos trabajos.

Pero por mucho que arremetan contra la misma industria que les da de comer en forma de superficial discurso capitalista, lo cierto es que la culpa de que no hayan vuelto a levantar cabeza es suya y solamente suya. Porque es sólo culpa de ellos no haber sabido aprovechar los generosos 170 millones de dólares que Warner, que mima más la autoridad de sus cineastas antes que el mero hecho de amasar millones, para narrar algo mínimamente interesante y entretenido.

Lo único que puede salvarse de esta “El destino de Júpiter” es su factura técnica. Efectos especiales de infarto, un gran trabajo de maquillaje, vestuario, un excelente sonido, una solvente banda sonora a cargo de Michael Giacchino… Su abultado presupuesto se nota en cada detalle de la producción, y lo que los hermanos obtienen es un espectáculo de pirotecnia visual para ver con la boca abierta y en pantalla grande. Pero entre tanta escena de acción frenética pero reiterativa, conflicto fraternal no resuelto, bienvenido cameo sorpresa montypythoniano y boda bizarra, “El destino de Júpiter” se ve frustrada por un guión que ya acusa importantes agujeros desde su presentación, al minuto de arrancar la proyección. Personajes pésimamente dibujados, situaciones que deberían ser graciosas pero resultan vergonzosas, y una sensación general de no creerte nada de lo que te están contando. Los actores hacen un esfuerzo y un acto de fe por creerse la trama, pero es la más floja de la función, Mila Kunis, la que viene a sintetizar la sensación del público con su “No me j****”constante.

Y, encima, los Wachowski intentan vendernos de nuevo la historia que les hiciera famosos hace casi 15 años. Es decir, la del elegido que debe salvar a la Humanidad de ser cosechada por una raza superior que incluso puede alterar nuestra percepción de la realidad a su antojo. Esta vez sin chispa, sin una mezcla de géneros y estilos coherente y que funcione –aquí también está “Dark City” como una de sus referencias, mezclada con otras del género como “Dune”-. Uno se pregunta si aquella alegría que supuso “El Atlas de las Nubes” no fue en realidad fruto de la presencia de Tom Tykwer, y si estos dos hermanos no tuvieron ya su momento de gloria y realmente carecen de verdadero talento. Lo peor de todo esto es que, en su idea de negocio, los que salimos perdiendo somos los espectadores que pagamos por ver este monumental bodrio aburrido e insustancial bañado de atractivos fuegos artificiales.

A favor: su factura técnica
En contra: todo lo demás
kubrick_is_alive
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7
17 de octubre de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En “Malditos bastardos”, Tarantino culminaba cada historia con un estallido de violencia, después de hacer cargar a sus personajes con minutos y minutos de tensión verbal. En Relatos salvajes”, Damián Szifron hace lo propio sometiendo a sus personajes a una presión insostenible en esa Argentina tan extrapolable repleta de corrupción, traiciones, infidelidades, injusticias sociales y luchas de clases. El resultado es el mismo, la bomba de relojería que es el ser humano termina por hacer explosión, y la onda expansiva acaba alcanzando a propios y extraños. Porque alguien tiene que librarnos de los malnacidos que gobiernan a golpe de talonario, de los que siempre se van de rositas mientras otros pringan, o de manera genérica de todo aquel que nos haga la vida imposible.

Szifron estructura la cinta en seis episodios donde la indignación ante las injusticias o el que se rían en tu propia cara son motivos suficientes para que se desate esa violencia contenida que busca desesperadamente una válvula de escape. Ya en su primer relato salvaje, un ejemplo perfecto de síntesis a la hora de presentar, desarrollar y finalizar una historia, el cineasta deja claras sus intenciones, la de no dejar títere con cabeza ni dar puntada sin hilo, la de tirar de mala baba y humor negro para justificar sus decisiones artísticas, por muy inverosímil que resulte lo que ocurre en cada trama. Su nueva película es una patada en la boca del estómago, una propuesta que se debe entender como un colosal chiste sobre ese despreciable ente que es el ser humano, aunque el chiste en sí mismo arranque más de una risa incómoda.

Un guión bien hilvanado, repleto de malicia y mala leche, una dirección impactante y directa, y un reparto espléndido –a destacar el fenomenal trabajo de Ricardo Darín, Leonardo Sbaraglia, Rita Cortese y Érica Rivas- coronan uno de los productos argentinos más mordaces y ácidos que nos han llegado en los últimos años. Eso sí, bastante irregular en lo que a potencia de sus historias independientes se refiere, quedando para el recuerdo especialmente ese peculiar “El diablo sobre ruedas” que es “El más fuerte”, y dejando en el aire si no habría sido mejor finalizar algunas de ellas de una manera más convincente –el final con tintes sociales y políticos de “Bombita” chirría bastante-, pero un fiel reflejo de lo que es capaz una persona ante situaciones límite. Al fin y al cabo, todos tenemos derecho a perder el control, a nuestro particular día de furia.

A favor: la contundencia de algunas de sus historias, especialmente “El más fuerte”; la mala leche que encierra cada frase y fotograma
En contra: no todas las historias son igual de potentes
kubrick_is_alive
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5
16 de mayo de 2013
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo malo de encorsetar a alguien como Rob Zombie es que cuando consigue librarse de sus ataduras pueden arder los mismísimos cimientos del cine si el presupuesto y los medios lo permiten. Tras su fallida revisión de “Halloween”, donde tuvo que compensar sus ansias megalómanas con las exigencias del estudio, sirve en su nueva propuesta su personal carta de liberación a ritmo de rock, metal y rituales satánicos. Y esto, viniendo de alguien como él, puede ser tolerable o insoportable en la medida en que se comulgue con su particular manera de entender cada una de las siete artes.

En “The Lords of Salem” asistimos pues a un recital de lo mejor y lo peor del líder de White Zombie. Es un personal túnel del terror satánico que rinde homenaje al cine de los 70, a filmes como “La semilla del diablo” o “El resplandor” –el pasillo, la segmentación de la narración por días, el uso de los sonidos y la banda sonora para incomodar al espectador-, que aúna toda su filmografía previa en una sola cinta, las secuencias oníricas y su predilección insana por lo macabro. Tira incluso de referentes del género convocando una vez más a su estirpe de renegados, a Sheri Moon Zombie, Ken Foree, Sid Haig y compañía, a los que se unen Bruce Davison y ese formidable cuarteto de brujas encarnado por las prácticamente desaparecidas Meg Foster, Dee Wallace, Judy Geeson y Patricia Quinn. Es decir, si no se es un habitual de su cine, mejor abstenerse de verla.

Y aún así, siendo un seguidor de su obra, se corre con esta película el riesgo de quedarse fuera de juego. Y no por ser 200% de Rob Zombie, que también, sino en parte por culpa de factores como un presupuesto tan bajo que le impide alcanzar mayores logros artísticos –las escenas de los aquelarres, por ejemplo, resultan bastante pobres en ambientación-, un guión que no siempre sabe sacar el jugo a un material trillado pero con más sustancia de la que parece bajo su superficie, y por su manía de lucir las pocas curvas que le quedan a su esposa en pantalla en lugar de sacar de ella una interpretación convincente que transmita la paranoia por la que atraviesa su personaje.

Tiene sus logros, eso sí, en el terreno artístico cuando se encuentra fuera del terreno onírico, y aunque no logra hacernos descender a los infiernos nos brinda un estimable carrusel de instantes conseguidos –todas las escenas del pasillo, la primera incursión de la protagonista en la habitación número 5-, algunos de ellos algo incómodos para los más puritanos –la felación al cura en la iglesia-, que acaban desembocando en una surrealista performance de serie B bastante comedida por la falta de medios. En otras circunstancias nos habría regalado una orgía visual de sangre, vísceras, desnudos y buena música. Por ahora tendremos que conformarnos con este canto a la libertad creativa.

Apta para… incondicionales de un Rob Zombie aún encorsetado
A favor: que es 200% de Rob Zombie
En contra: el pálido guión, Sheri Moon Zombie, lo encorsetada que está por la falta de medios y… que es 200% de Rob Zombie
kubrick_is_alive
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7
16 de enero de 2015
9 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Paul Thomas Anderson planteaba en “The Master” la búsqueda existencial en la América de los plenos años 50. En los años 60, dicha búsqueda quedó sumida en la psicodelia del tripi social que supuso la cultura hippie, del fumeta que soñaba con encontrar el camino al existencialismo a través de un simple porro. En su novela “Vicio Propio”, Thomas Pynchon planteaba el final de ese sueño situando la acción a finales de los 60 en el suroeste de Estados Unidos, con la historia de un detective hippie que buscaba a su ex novia y a un magnate inmobiliario desaparecidos en una California dominada por polis corruptos, grupos raciales, hermandades arias, compañeros de papelinas reconvertidos en activistas políticos, dentistas adictos a la cocaína y barcos destinados al contrabando de drogas. Todo ello a su vez en pleno clima de tensión por el caso Charles Manson, que sumió a toda la sociedad en una falsa paranoia de inseguridad y convirtió a los hippies en el blanco de todas las miradas.

Por tanto, parece que Anderson era el cineasta idóneo para llevar a la gran pantalla la psicodelia presente en las páginas del autor neoyorquino, que sus caminos acabarían por encontrarse. Y uno podría esperar que, ante semejante argumento, el director volviese a sus orígenes pero llevando la excentricidad de la propuesta mucho más allá. Lo sorprendente de su visión de la novela original es que Anderson no ha apostado por los “excesos” de sus primeros trabajos, ni siquiera por la impostada locura visual que bañaba “Punch-Drunk Love”. Su “Inherent Vice” –un nuevo aplauso a los traductores españoles- combina con acierto el dinamismo en la narración y el look retro de “Boogie Nights” con la solemnidad de sus dos anteriores cintas, y lo que resulta es una obra divertida que desprende singularidad y extravagancia en su guión, en los actos de sus personajes y en su propuesta audiovisual –fantástica la banda sonora de Johnny Greenwood y ese aroma setentero que desprende la cinta-, pero resultando comedida en todos sus aspectos, sin llegar a desatarse del todo.

A medio camino entre “El gran Lebowski” de los Coen y el Polanski de “Chinatown”, “Inherent Vice” supone una adaptación libre –elimina y modifica muchos pasajes del libro que habrían enrevesado demasiado la trama de manera innecesaria- de la obra de Pynchon, y tan desenfadada y desvergonzada que no será del gusto de la Academia, pero que está llamada a ser una de esas pequeñas joyas de su realizador. Puro cine noir sin paliativos y con bocanadas de marihuana corriendo por sus fotogramas, que tiene además en la mirada perdida y despreocupada de Joaquin Phoenix al Doc Sportello perfecto, al detective del Hollywood clásico pasado por el filtro de los estupefacientes, pero siempre en busca de la verdad.

A favor: Joaquin Phoenix y la apuesta desenfadada y psicodélicamente comedida de Anderson
En contra: algunos esperarán que se desboque mucho más
kubrick_is_alive
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2
7 de agosto de 2015
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces cabría preguntarse quién es el responsable de los enormes partos de ideas en el cine de terror moderno, cómo se nos venden filmes por todo lo alto que acaban resultando auténticas decepciones para el espectador. Jason Blum podría ser una de esas mentes, un señor capaz de vendernos en muchas ocasiones basura como si fuera oro. Ahí están “La purga”, “Ouija” o “Insidious: Capítulo 3” para demostrarlo.

“La horca” es otro producto marca Blum. Es decir, comprado por el productor a sus creadores, lo que le permite abaratar costes, y exhibido en grandes salas tras bombardearnos con una campaña promocional tan atractiva que el hype puede alcanzar niveles estratosféricos. Pero además, es una de esas producciones suyas para el olvido, de esas que se quedan en lo que prometían más que en lo que finalmente dan.

Pocas veces un título se ha convertido en una acertada metáfora de lo que es una película. La cinta de Travis Cluff y Chris Lofing es una soga repleta de nudos mal atados, un trabajo que acaba ahorcándose a sí mismo por culpa de su nefasto reparto, que más que actores parecen adolescentes tratando de ser intérpretes, y de una realización que hace un mal uso del found footage como mecanismo para generar un desconcierto inconsciente en el espectador. No son pocas las veces que cuesta seguir el rastro de sus personajes y en qué lugar se encuentran, y a esto no ayuda nada el hecho de usar dos cámaras y mostrar lo que ocurre en dos localizaciones distintas.

Sin embargo, lo peor de “La horca” es su horroroso guión. No es más que un compendio de lugares comunes e ideas ya transitadas por otras propuestas de terror. No inventa nada nuevo, ni sabe aprovechar sus muchas fuentes. Están los típicos jóvenes sobreactuados y protagonistas de actos ilógicos, el asesino de turno que nace de una historia que se remonta veinte años atrás en el tiempo, momentos de silencio y otros forzados, y alguna que otra escena bien conseguida. Pero sin gracia ni chispa, y culminando en un acto final también manido y absurdo que busca dar inicio a una posible franquicia y que recuerda bastante a la saga “Paranormal Activity” en lo que a repetición de esquemas se refiere.

Lo que queda es un vano intento de teatro dentro del cine cuyos ochenta minutos de duración se hacen eternos. No es capaz ni de generar tensión, y su historia, incomprensiblemente, se alarga hasta el aburrimiento cuando no debió pasar de la media hora de metraje. Es apta, eso sí, para espectadores con poca memoria y bagaje cinéfilo, y para todos aquellos que no se cuestionan si lo que ven es un refrito bien hilado o no. Los demás acabarán pagando su entrada y se darán cuenta demasiado tarde de que han sido engañados. Todos sus responsables deberían ser enviados al cadalso.

A favor: algún momento bien conseguido
En contra: los actores, el guión y la realización, todo un refrito de viejos esquemas mal hilados
kubrick_is_alive
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