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España España · Las Palmas
Críticas de Echedey Rueda
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Críticas 60
Críticas ordenadas por utilidad
5
30 de septiembre de 2022
10 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todos los años parece haber una pugna por el título de “la película de terror del año” entre los amantes de este género. A veces el trono le es entregado por unanimidad a una sola aspirante, mientras que otras es un “honor” que tiene más utilidad como reclamo que como valoración real. Este año 2022, al menos hasta la llegada de Smile, se enmarcaba en el segundo caso; Black Phone, Nop o X. Si bien son películas que han tenido su cierta atención, ninguna de ellas es esa película de terror puro fácil de recomendar a cualquier fan del género.
Smile parecía vaticinar que iba a reinar este género en 2022. Lamentablemente, yo no lo he vivido así. 

Smile se ve superada por su propia premisa, embarcándose en un viaje de sobra conocido mucho más interesado en provocar el susto fácil que en explotar todo su desaprovechado potencial.

Aunque tanto su campaña publicitaria como su tráiler han centrado todo el interés y el peso de la trama en las sonrisas, este recurso termina siendo un elemento dolorosamente desaprovechado. En ningún momento se llega a explorar la relación de estas sonrisas con todos los sucesos que rodean a la protagonista; son pocos los momentos en los que la película nos regala interacciones con este recurso, y ninguno de ellos es particularmente brillante.

Tristemente, sus macabras sonrisas esconden mucho más misterio y fascinación de lo que su director llega a conseguir con ellas. Smile procura seguir la estela de The Ring o It Follows, quedándose en un punto intermedio funcional, pero poco interesante.

Smile es incapaz de generar tensión fuera del contexto más inmediato de espera del próximo y predecible susto. Aunque no es mi tipo de terror favorito, sé apreciar el valor de un buen susto, en el que lo importante no es tanto el destino, sino el viaje de incertidumbre hasta que llega.

Sus primeros y prometedores minutos generan un miedo que la película no puede sostener, llegando a bajar la tensión hasta extremos inesperados en algunos momentos.

Me parece importante comentar también que en el caso de que hayáis visto el tráiler final de la película, estas sensaciones de desencanto pueden aumentar de forma exponencial. El enorme interés que tenía por Smile venía solo motivado por sus imágenes promocionales y tras ver el tráiler oficial para ver el nivel de destripe ejercido en esta ocasión el resultado es más terrorífico que la propia película, en todos los sentidos.

Lo mejor que se puede decir de Smile es que funciona bien como esa película de terror convencional que llena las salas de espectadores que quieren pasar un buen rato.

Smile sostiene una de esas ideas tan brillantes y sencillas que sorprende que no se hayan explotado mucho más: la enorme contradicción e inquietud que puede llegar a guardar una simple sonrisa, unido al estigma de las enfermedades mentales, se desperdicia su uso con sustos poco inspirados bajo la etiqueta de un terror psicológico que me ha costado mucho encontrar. Y es que cuando un tráiler es capaz de generar una fascinación y unas sensaciones mucho más potentes que las de la película, algo falla.

Smile es una película funcional si quieres pasar dos horas de buen mal rato pero que es incapaz de sostener las expectativas generadas por su tráiler promocional.

Puntuación: 5'5 sobre 10
Echedey Rueda
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4
10 de mayo de 2024
7 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
El público dicta sentencia sobre 'Tarot' y afirma que es una de las peores películas del año. Sólo hay una película de ciencia ficción con una puntuación igual de baja.

Los espectadore no han quedado nada impresionados con esta película de terror.

Esta semana llegaba a los cines españoles 'Tarot', una película de terror que ha gustado muy poco a la crítica -apenas un 23% de valoraciones positivas en Rotten Tomatoes- y que tampoco es que esté arrasando en la taquilla de Estados Unidos -apenas llegó al cuarto puesto durante su primer fin de semana en salas-. Además, el público no ha quedado nada impresionado con ella, hasta el punto de que la sitúa como una de las dos peores películas del año.

Es cierto que las películas de terror suelen recibir notas más bajas en Cinemascore, pero eso no quita que la C- que ha recibido 'Tarot' la convierta en la película de dicho género de este 2024 peor valorada por los espectadores de Estados Unidos. De hecho, así quedaría el ranking ahora mismo:

1. 'Abigail' con una B (misma nota que 'Lisa Frankenstein', que es más una comedia)

2. 'Imaginary' logró una C+

3. Triple empate entre 'La piscina', 'Immaculate' y 'La primera profecía' con una C

4. 'Tarot' con una C-

Como podéis ver, tampoco hay tantas que hayan recibido una nota en Cinemascore, pero sí que queda claro que a los espectadores de Estados Unidos que fueron a verla el día de su estreno no les gustó demasiado. Y eso es algo afectó a sus ingresos, pues el viernes fue la segunda película más vista y el sábado y el domingo no pasó del cuarto puesto.

Eso sí, ese C- no la convierte de forma exclusiva en la película peor valorada de lo que llevamos de año, pues hay otra que ni siquiera llegó a estrenarse en España que tuvo la misma nota. Me refiero a 'I.S.S.', una película de ciencia ficción con Ariana DeBose, ganadora de un Óscar por su trabajo en 'West Side Story', que fracasó con estrépito en los cines norteamericanos.

Puntuación: 4 sobre 10
Echedey Rueda
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8
11 de enero de 2024
5 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace tiempo que en España tenemos un problema a la hora de enviar las películas que nos representen en los Oscar: los académicos escogen cine muy nuestro, pero sin pensar en lo que están buscando en Hollywood. Allí, su público potencial no sabe cómo enfrentarse a propuestas como ‘Alcarràs’ o -posiblemente la más marciana de los últimos años- ‘El buen patrón’. Y claro, el resultado siempre es el mismo: nos quedamos con las ganas. Durante estos días ha habido una polémica a raíz de no haber llevado a Hollywood ‘Cerrar los ojos’, el último trabajo de Víctor Erice. Pero después de ver ‘La sociedad de la nieve’, personalmente no tengo ninguna duda: esto es lo que quieren ver en los Óscar en 2023. Si este año teníamos alguna posibilidad, estaba aquí.

Sí, ‘La sociedad de la nieve’ es la misma historia que ya se contó en ‘¡Viven!’, pero son dos películas abrumadoramente distintas. No hay color: J.A. Bayona tiene un manejo de la cámara espectacular y una narrativa sobresaliente. Lejos de buscar el morbo del canibalismo o regodearse en el misery porn, el director español permite que los personajes, además de sufrir y luchar por su vida, tengan un respiro dentro de la brutal experiencia que están viviendo. Así, decide mostrarles también riendo, jugando, divirtiéndose y, en general, da dignidad a un grupo de supervivientes que deben pasar a la historia como algo más que eso: al fin y al cabo, son seres humanos.

La película de Bayona se preocupa en mostrar a cada uno de los personajes como algo más que una máquina de gritos que se comió a sus amigos: todos ellos tienen personalidad, remordimientos. Cada uno vive, aunque sea en unos pocos minutos, su propio viaje particular. Y el enfoque de Bayona no es el que cualquier director daría a una cinta de pura supervivencia: en lugar de contar los hechos de forma wikipédica, pivota sobre una perspectiva mucho más humanista que, quizá, se le va de las manos en un monólogo final pasado de vueltas.

Es el único momento de descontrol en un título medido al dedillo, en el que aplica todo lo que ha aprendido a lo largo de los años. Curiosamente, hay más de ‘El orfanato’ en esta película que de, por ejemplo, ‘Jurassic World Dominion’: Bayona ha sacado a relucir su faceta como director de cine de terror en unas escenas claustrofóbicas muy inesperadas pero que dan personalidad propia a lo que, de otra manera, podría haber caído en el biopic inerte.

Si en ‘¡Viven!’ todo el gancho con el público se focalizó en uno de los aspectos de la trama (impagable la parodia de ‘Los Simpson’), en ‘La sociedad de la nieve’ el canibalismo es solo un punto más de la supervivencia, y trae quebraderos de cabeza éticos y morales al grupo que se solventan en fabulosas escenas conversacionales. Pero Bayona rehúye el gore y la casquería muy inteligentemente en lo que habría sido una banalización innecesaria del dolor de las víctimas. Al contrario: se recalca y subraya continuamente que están plenamente agradecidos de no saber de quién es la carne que comen y que el único motivo por el que lo hacen es por mera supervivencia convertida en nueva rutina. Es innegable que hay algún momento de humor negro involuntario, pero su recepción depende de las ganas de guasa del público.

Es sorprendente que ‘La sociedad de la nieve’ sea una producción española de Netflix, porque luce mejor que la mayor parte de los blockbusters que llegan a nuestras pantallas. La fotografía de Pedro Luque es brillante, capaz de mostrar en un mismo paraje natural y a la vez su majestuosa belleza y su implacable mortandad: el blanco de la nieve nunca ha lucido tan increíble. Además, los planos cercanos y más terroríficos, oscuros y claustrofóbicos adquieren el tono perfecto de cine de género sin por ello desentonar con el resto del metraje, aupando el conjunto. También es de agradecer un montaje que va mucho más allá de lo que se le pide a un biopic: el momento de la caída, narrado a partir del plano de un ojo y un momento de silencio posterior, es uno de los mejores de la historia del cine de catástrofes y va mucho más allá del destrozo en sí.

El Bayona de ‘Lo imposible’ se deja caer por aquí, pero no tanto en las escenas lacrimógenas que coronaban la cinta de 2012 como cogiendo prestado el ritmo y el cuajo tras las cámaras de un director que sabe rodar acción y desastres naturales como nadie, con un talento natural para escoger tiros de cámara inesperados y crear personajes tridimensionales con tan solo unos pocos detalles. Por una vez, dos horas y media no se hacen excesivas. Es más, se antoja una duración perfecta para poder contar todo sin un apresuramiento que le habría sentado francamente mal al paso marcado por un guion de hierro.

A la hora de enfrentarme a ‘La sociedad de la nieve’ estaba convencido de que me iba a topar con un puñado de tópicos en un biopic al uso, pero Bayona ha dado una lección de cine, mostrando (y demostrando) que es capaz de ir mucho más allá y narrar con tensión e interés una historia sabida por todos, perlada con personajes que van más allá del estereotipo y sin necesidad de revolcarse en el morbo para vender su propuesta. La película de Netflix es elegante, y esa es solo la primera de las sorpresas que nos aguardan.

Esta vez la candidata española a los Óscar tiene posibilidades reales de colarse entre las nominadas sin que por ello tengamos que bajar la cabeza avergonzados. Bayona se ha marcado una buenísima película, un blockbuster superior a la media que tan solo renquea en el hecho de que no pueda darle otra vuelta a la historia ni narrativa ni técnicamente. Todos los miembros del
equipo hacen lo que está en su mano para conseguir una cinta impecable, y es exactamente lo que le pedíamos a alguien como Bayona, alguien con las manos de un obrero del cine y el cerebro de un nuevo Steven Spielberg.

Puntuación: 8 sobre 10.
Echedey Rueda
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6
28 de marzo de 2024
4 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
'Godzilla y Kong: El nuevo imperio' es la mejor secuela del Monsterverse. Un espectáculo kaiju que por fin se atreve a darnos lo que todos pedíamos.

Adam Wingard mejora las dos últimas películas reduciendo la presencia de los humanos al mínimo.

El gran problema del Monsterverse en estos últimos años ha sido la presencia de los humanos. 
En la trama suelen ser un impedimento para que el disfrute de lo que prometen estas películas: luchas entre monstruos. Aventura. Tortas. Más monstruos. Y esto, en parte tiene que ver es porque realmente los seres humanos que habían seleccionado para estas secuelas no eran los más adecuados, especialmente con el casting de Millie Bobby Brown que quedaba como un pegote en la anterior y ha sido eliminada en esta gloriosa 'Godzilla x Kong: El nuevo imperio.'

Adam Wingard ha conseguido limar lo que no apetecía ver en su anterior película para reducir las tramas de gente común al mínimo común denominador. De tal forma que por primera vez seguimos a los monstruos en su aventura, especialmente a Kong. Ya habíamos atisbado algo de esto en algunas escenas de ‘La isla calavera’, pero aquí se vuelve un protagonista de verdad, haciendo que por fin, una película de monstruos trate sobre los monstruos.

Básicamente asistimos a una ‘Viaje de Kong al centro de la Tierra’ en el que el propio gorila es el que va descubriendo una nueva tierra con algunos simios también, una verdadera aventura primate que se convierte exactamente en una versión de ‘Congo’ (1995) mezclada con partes de ‘El amanecer del planeta de los simios’. Lo humanos también están, pero un poco como punto de vista y de apoyo, como proporcionarles cambios como un brazo biomecánico, añadidos que recuerdan un poco a la estructura de los de los Mecha clásicos, con un toque de nueva carne cyberpunk con parte cyborg de exoesqueleto.

Por su parte, Godzilla tiene otra evolución más parecida a lo que harían los Pokemon a un nivel más elemental, esto significa que tenemos básicamente una sobrecarga radiactiva que se traduce en un color rosa que va a juego con toda la osadía de neones de Wingard, que sigue manteniendo su marca personal de códigos visuales de principios de la década pasada que utilizaba junto a música de sintetizadores, con lo ochentero.
A pesar de ello, en algunos momentos el exceso de CGI luminoso y la dependencia digital para hacer cualquier cosa, acaba siendo una varita mágica que resulta excesivamente sobrecargada, y el peor punto del largometraje, que a pesar de ello, saber cómo tomar el tono que necesita una película de monstruos de estas características. Recordando a las a la primeras películas de Godzilla luchando con otros monstruos. Sin embargo, más que a la era showa del coloso, aunque sí que tiene de una referencia particular que no podemos revelar, se parece más a la olvidada (y favorita de Tarantino) ‘La batalla de los simios gigantes’ (1966).

En aquella había simios de distintos colores, que parece aquí la operación aplicada a la gran némesis, que da un toque maléfico a este nuevo enemigo común que da lugar a una buddy movie final bastante memorable. Hay muchos nuevos kaiju, y seres, uno lo vimos en el tráiler donde teníamos a un “pequeño Kong” poniendo caritas. Pero rápidamente Wingard se separa de la idea que podemos hacernos de la nueva incorporación y su presentación no puede ser más diferente a lo que uno pueda tener en la cabeza cuando ve a un monito de ojos bonitos poniendo caras de pena.
Esto no significa que no haya algunos momentos de sentimentalismo en los personajes principales, pero sabe encontrar una vía que aporta una trama clásica de ciertas películas también de Toho que lleva a una verdadera orgía de kaiju clásico bien entendido, en la que los disparates no molestan. A veces Wingard parece borracho de libertad, como si no pudiera volver a hacer nunca otra película y no hay minuto sin alguna idea visual, algún golpe o algún monstruo interesante. Todo un nuevo mundo enfocado como podría enfocarlo James Cameron en sus ‘Avatar’ con esa misma intención de estudiar una fauna extraña pero con un toque mucho más loco.

De hecho, ‘Godzilla x Kong’ llega a pasar de la ciencia ficción que busca la serie de Apple ‘Monarch’ y entiende el mundo hueco de otra manera, llevando la propia mitología a un terreno plenamente de pura fantasía ochentera, a veces casi lovecraftiana, porque las civilizaciones que descubrimos en el fondo tienen formas de cristales geométricos que recuerdan a las montañas de la locura. Una cinefilia de serie B llena de un exceso que siempre cae de pie y se agradece porque genera una dinámica contagiosa, un ritmo frenético en el que todo lo que ocurre hace avanzar la trama y es divertido o visualmente atractivo.

Más allá de que esa fantasía sea una acumulación de ideas y creatividad que al final acabe siendo un poco aparatosa en algunos momentos , de un clímax en el que se juntan todos los elementos, logra que surja la magia. Las ideas se apelotonan. Las escenas de lucha se suceden de tal forma que a veces el efecto es agotador,  pero con ideas que juegan con la gravedad y los elementos de ese nuevo mundo que crean un forma de lucha entre los monstruos que nunca habíamos visto hasta el momento.

La calidad del CGI a veces se hace rudimentaria y volvemos a un terreno de Asylum, no vamos a encontrarnos tampoco un nivel de cuidado y un nivel de mimo que tenemos en ‘Godzilla Minus One’, de la que se echa más de menos las ideas de puesta en escena que los efectos especiales, pero si lo que se busca es un auténtico festín de todo lo que se espera en un kaiju de aventuras con sabor a Kevin Connor y Edgar Rice Burroughs, con el espíritu destrozón de un niño de 11 años borracho de azúcar y flash flourescente, ‘Godzilla x Kong: el nuevo imperio’ es el camino a seguir en el lado americano de la franquicia.

Puntuación: 6'5 sobre 10.
Echedey Rueda
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6
10 de febrero de 2024
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sensación agridulce la que deja Ferrari tras su visionado. Michael Mann sigue en plena forma a la hora de filmar, como demuestra en varias secuencias clave de la película, que sirve de biopic de un añoso Enzo Ferrari que se enfrenta a grandes dificultades financieras y personales, pero que pone el foco en el plano dramático, desdibujando la fuerza de las carreras automovilísticas.

La película nos traslada al verano de 1957, momento en el que el expiloto de carreras Enzo Ferrari entra en un periodo en crisis.

La bancarrota acecha a la empresa que él y su esposa, Laura, construyeron de la nada diez años atrás. Su tormentoso matrimonio se encuentra en medio de una gran crisis, mientras lidian con el duelo por la muerte de su hijo. Él quiere abrir la empresa a nuevo capital, comprándole su parte, mientras que ella no quiere que deje de ser un negocio familiar.

En esta crucial etapa, Ferrari tomará decisiones arriesgadas apostándolo todo en una única carrera que atraviesa 1.000 millas a lo largo de toda Italia: la Mille Miglia, mientras teme que estalle el escándalo de su doble vida, puesto que lleva tiempo conviviendo con Lina Lardi, con quien ha tenido un hijo que podría llegar a convertirse en su heredero.

Si Rush o Le Mans '66 supieron trasladarnos como espectadores la emoción, el riesgo y la carga adrenalínica de las competiciones, conjugando de maravilla el plano emocional y el físico de lo que supone enfrentarse a un circuito, en Ferrari hay varios elementos discordantes que nos hacen tener serias dificultades para entrar en la historia.

El primero de ellos es el idioma: resulta algo ridículo escuchar al elenco hablando en inglés con acento italiano. Si se quiere dotar de verosimilitud a una película con ínfulas de credibilidad que incluso recrea al detalle muchos de los elementos de la puesta en escena, es esencial que los personajes hablen en su lengua.

Y no es algo tan difícil de conseguir. Series recientes como Cristóbal Balenciaga han trabajado en esa senda, con su protagonista expresándose en castellano, euskera o francés, según lo requería la ocasión. Aquí se convierte en un lastre porque no hay una apuesta decidida: o filmas en inglés o en italiano, pero es absurdo el inglés con acento italiano y alguna morcilla suelta que no viene a cuento.

 

El otro problema de Ferrari deriva del montaje, extremadamente torpe: es tosco, con la irrupción abrupta de la banda sonora en muchas ocasiones y con montajes paralelos en los que se va sincopando la carrera más importante de la película, lo que le resta fuerza por tanto.

De forma adicional hay varios anacronismos, como las (imposibles) retransmisiones televisivas de las carreras. Que, sinceramente, tampoco aportan tanto y se podrían haber elidido. No son un mal mayor, sino algo más bien anecdótico. Pero, al igual que sucede con otros elementos, sobran y solo entorpecen el ritmo de la narración.

No todo son peros: si las interpretaciones de Adam Driver y Shailene Woodley parecen poco inspiradas y resulta evidente la falta de química entre ambos, Penélope Cruz brilla con luz propia. Se hace dueña de cada secuencia en la que aparece dando vida a Laura Ferrari, la mujer con la que Enzo construyó su imperio de las ruinas. 

Todos y cada uno de los personajes que pueblan la cinta son puros estereotipos, bastante planos y de evolución casi nula a excepción del de ella que comienza siendo la clásica efervescente mujer italiana situada en el cabreo permanente y que, sin salir de esa amargura, tiene muchos matices: hay momentos que rozan lo cómico, lo tierno, lo trágico o lo salvaje. 

Su trabajo le da temperatura a Ferrari, que a lo largo de sus 130 minutos de metraje llega a ser aburrida y solo se viene arriba gracias a su presencia. El otro punto fuerte de la película es el diseño de sonido, sobre todo en la secuencia climática de la película, que por otra parte se sumerge en un nivel de detalle innecesariamente excesivo que no casa con el tono general hasta el momento.

En suma, Ferrari se merece un aprobado sin más. Podría haber abordado temas mucho más interesantes de una forma profunda y honesta. Hay una falta de decisión incómoda porque se presentan los líos de alcoba de Enzo y los problemas financieros, pero ambos elementos se conjugan con gran torpeza.

Tampoco sales del cine pensando que conoces mejor al personaje: todo es demasiado frío, así que la jugada le ha salido a Mann solo regular.

Puntuación: 6 sobre 10.
Echedey Rueda
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