La primera película de Joel Edgerton es un producto que camina constantemente entre las ya muy finas líneas que separan el thriller y el terror, en el dibujo de un suspense que trata de arremeter a un enigmático antagonista contra la aparente cotidianidad de una familia funcional, despertando fantasmas del pasado y sembrando la inquietud con su presencia. Aunque rápidamente se descubran las pretensiones de Edgerton a la hora de ejecutar una incomodidad atmósferica mórbida y morbosa, la poca personalidad narrativa y lo llano de sus planteamientos acabarán por sembrar una estética digna del telefilme más utilitario. Aún con unas interpretaciones nada desdeñables, no serán suficientes para que el film se vuelva plano e insustancial con el paso del metraje.

Quizá donde "El Regalo" acabe defraudando es en esa premeditada manera de querer infundir una conclusión sorprendente y catártica, cuando todos sus planteamientos previos ya han sido presentados de una manera muy nimia, no dejando pie a la impresión o desconcierto. Aún tratándose de una de las sensaciones de la temporada bajo un incomprensible respaldarazo crítico, la película se acopla a las maneras más básicas del thriller, lo que la hace disfrutable sólo en las más cómodas resoluciones que pueda dar de sí el suspense, aunque su último acto emprenda una caída libre hacia la apatía y el desinterés.

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La última incursión en el fantástico de Ian Softley abarca muchos de los caminos clásicos del terror: la aridez e indefensión propias del terreno desolado, el ciudadano de a pie de cómoda vida que se enfrenta a un terror incomprensible y cruel, y por último el psicópata como arma ejecutora del mal. Una historia de una joven urbanita que se deja engatusar por los encantos de un autoestopista que finalmente se descubrirá como un maníaco sexual ofrece un envoltorio visual que retrata con brío la desolación de las carreteras secundarias, pero que cae en una serie de tópicos que hacen de ella una película de manual; además de ignorar la oportunidad de experimentar con el género, alude de manera muy vacua a un desarrollo con el punto de mira fijado en algunos de esos clásicos de terror de planteamientos similares.

En espíritu Softley ejecuta la fórmula del consabido survival horror siguiendo los patrones de otras de sus películas de su estirpe (el/la protagonista luchando por su supervivencia ante un ente malvado que parece imparable), pero con personajes demasiado insustanciales y una duración excesiva para una premisa que a estas alturas se antoja corta y frágil. Su tosco desenlace y el pobre sentido hacia el género que desprende hacen de ella un producto tan solo funcional para el espectador más permisivo, huyendo de cualquier tipo de síntoma de inteligencia en el desarrollo de sus ya débiles exposiciones.

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Una de las últimas sensaciones del último Festival de Sitges, la película turca dirigida por el debutante Can Evrenol, nos relata la incursión de un grupo de policías en las mismísimas puertas del infierno, cuando se topen con una orgía satánica de funestas y escalofriantes situaciones. Cinta modesta en espíritu pero ampliamente superada por sus pretensiones, que busca de manera profusa generar un malestar e incomodidad que no llegarán hasta un último acto donde Evrenol, en un premeditado campo de acción, ofrece un recital satánico en una vena estremecedora y alucinantemente perversa. Su look inspirará una impronta del añejo horror, ensalzado por una atmósfera de claro empeño por conseguir un intoxicado impacto visual.

Aunque "Baskin" da claramente lo que promete y se empapa de un terror visceral, correctamente suministrado, el film se topará con un par de inconvenientes que le impedirán rezumar la grandeza que pretende: un primer acto, tedioso y aburrido, que parece querer ampliar por obligación su duración (sin ir más lejos, este proyecto vendrá de un cortometraje germen), además de unas incesantes aspiraciones por lo turbio, que acabarán por restarle naturalidad y espontaneidad a un proyecto que parece acabar sumergido por sus querencias creativas. Aún con sus contras podrá degustarse con agrado, especialmente por un retorcido sentido de la estética de horror no muy habitual de ver en la actualidad del género.

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Casa encantada con maldición detrás, donde un matrimonio encuentra un emplazamiento supuestamente idílico y tranquilo para continuar su existencia después de un drama pasado. Este, uno de los parámetros constantes del cine de terror es cogido aquí por el debutante Ted Geoghegan como premisa que es ejecutada con gran solvencia e interés, regenerando sus tópicas situaciones bajo una confección de agradecida visceralidad. Y es que, aunque "Todavía estamos aquí" no aportará absolutamente nada a su género, la manera en la que está planteada responde a una mimetización de la atmósfera de manera cuidada y entusiasta (una tenebrosa Nueva Inglaterra cubierta de nieve) en la que introduce de manera paulatina agradables toques de sordidez bajo un panorama de exquisita suciedad escénica.

Con dos claras partes perfectamente diferenciadas (un primer acto sosegado y sereno, que chocará con una conclusión de excelsa artillería visual) Geoghegan plantea su película a modo de homenaje, heredando el grado de tosca abstracción hacia el terror de maestros del calado de John Carpenter o Lucio Fulci, con unos planteamientos que llevarán al horror al más puro delirio siempre bajo una premeditada y pasional veneración a los efluvios más transgresores del género. El comeback como Barbara Crampton en su protagonismo, así como algunas escenas cuyo impacto se nutre de un terror tan minimalista pero efectivo dan prueba de un espíritu de clara reivindicación. Y aunque su originalidad sea nula, "Todavía estamos aquí" supone un divertimento de primera línea dirigido por y para los aficionados al terror de lo visceral.

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De Perú llega este nuevo found footage que se centra en un grupo de estudiantes que pretenden hacer un documental casero sobre los vídeos de la llamada deep web, ese contenido oculto de Internet que causa tanto morbo como interés al tener un difícil acceso. Concretamente aquí se hace referencia a un documento visual encontrado en el que unos jóvenes se aterran con uno de esos llamados vídeos de impacto, que los creadores del documental pretenden investigar. Bajo este trabajo de indagación se desarrollará esta película que viene a alimentar por otras fronteras el ya extenuante subgénero del falso documental, que aquí se convierte en una pieza demasiado transigente con las peculiaridades del mismo ofreciendo una narración que se degustará bajo los ya enormemente devaluados tópicos de otros films similares como la naturalidad escénica o el terror visto en primera persona.

Aunque "La Entidad" no llegue a impactar en ningún momento, y eso que lo pretende constantemente, hay diversos encuadres escénicos que sí logran cierta fascinación, cementerio inclusive. Lamentablemente el interés por su historia será mínimo y nada habrá en este film peruano que vaya aportar nada nuevo a un subgénero que ya muestra unos claros visos de agotamiento formal. Se ahoga en su obviedad y una trama que mal conjugada desaprovechada un filón realmente atrayente como son los oscuros sectores de la ya mentada deep web. Se ha estrenado en su país de origen en formato 3D, quizá con la intención de dar un paso más alla en la experiencia de visualización de un film de estas (desgastadas) características.

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