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Críticas de Adrián Esbilla
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Críticas 93
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
24 de mayo de 2009
17 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aún hoy la más célebre película del esquivo neozelandes Vincent Ward, gran esperanza blanca del fantástico, progresivamente desaparecido. Una historia iniciático-aventurera situada en algún punto intermedio entre los universos, tanto estéticos, como temáticos, de Ingmar Bergman (muy explicito el tramo final, pero también presente en la amalgama entre el catolicismo primitivo y los rescoldos paganos, propia de la etapa medieval del sueco) y Terry Gilliam (lo mágico, la fantasía, como única fuga de una realidad atroz), sin despreciar algún chisporroteo que otro procedente de lado de Werner Herzog (el uso de la banda sonora o algunos planos dentro de las cuevas), pero conformando una propuesta personal y bien trabajada. Visualmente muy sugestiva (especialmente en la parte medieval en B/N) y repleta de simbolismo, no olvida ni el sentido del humor, ni la reflexión sobre la necesidad de la muerte para la creación del mito.
Adrián Esbilla
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7
21 de mayo de 2009
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El apreciable Giuliano Montaldo (firmante de obras tan respetables como la antibelicista “Y Dios está con nosotros” o “Sacco y Vanzetti”) arrimándose a los rescoldos del éxito y el recuerdo de “Rififí” ( la película que impulsó esta vez, la siempre rauda tradición de explotar cualquier veta, que tan indisociable resulta con respecto al cine de género) pero no solo marcando las distancias con toda la pléyade de imitaciones de clásico francés, sino incluso colocándose por encima de cintas de mayor celebridad, por ejemplo, “Topkapi”, también de Dassin, no es mejor que esta. Combina, por tanto, el robo científicamente planeado con ese aire “sixties”, de humor irónico e intriga internacional que tanta fortuna hizo en el cine popular europeo de la época, dentro de un conjunto rebuscado y trepidante, un divertimento inteligente rodado con estilo y apoyado en un reparto lujoso, que da a la película un tono de sofisticación cosmopolita, reuniendo actores americanos de “caché” (nada menos que Janet Leigh y Edward G. Robinson, en horas bajas, eso si) y rostro recurrentes del “cinema bis”, como el hispanoargentino Jorge Rigaud, Adolfo Celi, Riccardo Cucciolla o el gran Klaus Kinski (acaparando la atención cada vez que aparece, claro), moviendose al ritmo de otra gran banda sonora de Ennio Morriconne. Carisma, acción, tensión, planes imposibles, artefactos ingeniosos, exotismo y toda la parafernalia habitual de este autentico “bolsicine”, directamente desde la edad de oro de las coproducciones.
Adrián Esbilla
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5
5 de mayo de 2009
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jesús Franco pasado de rosca, resarciéndose quizás del tono controlado y la soporífera corrección de su previo “El conde Drácula” entrega un díptico formado por la experimentaloide “Drácula contra Frankenstein” y por esta desbarrante “La maldición de Frankenstein” (o “Les expériences érotiques de Frankenstein” en su psicotrónico título francés). Un disparate destartalado y chapucero por el que campan a sus anchas las obsesiones de su director, en un combinado de barroquismo escenográfico “lo-fi”, erotismo estrafalario, irreverencia cómica y amateurismo sonrrojante. Descacharrante, irritante y asombrosamente falta de cualquier mesura o sentido del ridículo, no carece de aciertos reales, como esa fascinante mujer pájaro que personifica Anne Libert, el onirismo puro de algunos instantes, la audacia desvergonzada de muchas ideas o la presencia fetichista de Howard Vernon, Dennis Price o incluso de una tiernecita Lina Romay como zíngara. Desde luego no es para todos los públicos (más bien para convencidos y contumaces) pero muestra bien la particular personalidad de un autor insurrecto y su festivo ataque al convencionalismo a través del sexo y el horror.
Adrián Esbilla
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9
4 de mayo de 2009
18 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Avant-garde” catódico para una de las obras mayores de la TV sesentera, una auténtica “edad de oro” del medio, siendo la eclosión finisecular de HBO y todo lo que arrastró, la “edad de plata”, en analogía comiqueril. Una maravilla audiovisual de increíble riqueza conceptual, que hermana a Kafka con el “pop-art”, el diseño “op”, la estilización de la paranoia de la guerra fría y mil y un referentes literarios y estéticos. Aunando sátira socio-política, cacharrería de ciencia-ficción y fantasía cruel, además de repasar con sentido lúdico todo tipo de géneros, desde el espionaje al “western”. Nacida del empeño personal del extraordinario actor Patrick McGoohan, ejerciendo en la recta final de la serie incluso de director y guionista, viene a ser una reformulación/secuela culterana y autoconsciente de la previa “Cita con la muerte”, en la que McGoohan daba vida al infalible agente secreto John Drake, retomado aquí como una versión destilada del personaje, un número que quiere ser un individuo, un rebelde en una sociedad cuadriculada, un hombre que sencillamente no quiere contestar. Todo el invento desborda sofisticación y genialidad, con ese Número 2 siempre distinto o su asombrosa escenografía entre el balneario “art decó” y un interiorismo por completo lisérgico. Una obra maestra que comprensiblemente fracasó víctima de la incomprensión, provocada por su estilo brutalmente abstracto y la intelectualización de todos los elementos que proponía, pero permanece como pieza de culto capaz de llevar al extremo los postulados absurdos y la inteligencia juguetona de clásicos como “Los Vengadores”.
Adrián Esbilla
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4
2 de mayo de 2009
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película estrictamente mediocre, cuando no directamente infumable y en todo momento muy por debajo del talento de Riccardo Freda, que solo asoma en breves fogonazos de bello onirismo (la protagonista avanzando entre cortinas y viento con un candelabro en la mano, la visión de su rostro pútrido, etc...) o en un rarísimo clímax final de extraviado cuento romántico que rescata el asunto de entre los bodrios, solo por ahí aparece la decidida abolición del realismo y esa fascinación por las monstruosidades interiores manifestadas de forma inexplicablemente fantástica que fueron marca de fábrica del autor. Por lo demás un dechado de pobreza en todos los aspectos, la típica historieta de jovencitos melenudos pseudohippiosos y/o guaperas niños de papa (aquí nada menos que Tony Isbert, nieto de Pepe Isbert, sí, en plan efebo rubiales y el impagable Máximo Valverde en su época de galán racial, por fortuna el papel femenino recae en la inquietante norteamericana Camille Keaton, actriz que sabe siempre usar en su favor su aspecto desvalido y su mirada ausente) envueltos en una trama satanista o así, que incluye misas negras lisérgicas y transmigraciones esotéricas. Filmada con un gusto espantoso y una torpeza impropia de un profesional del calibre del director, alegra, al menos, ver en acción a rostros recurrentes del cine de género europeo como Luigi Pistilli, la bella Luciana Paluzzi (antigua chica-Bond) o el entrañable José Calvo.
Adrián Esbilla
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