¿De qué va?:

Narra la historia de una familia de mineros contada por uno de los hijos, que ya adulto rememora la vida en los años de su infancia, cuando sus hermanos mayores decidieron ir a la huelga en contra de la opinión de su padre. Ya nada volvería a ser igual después de aquello...

Crítica:

Un inicio ciertamente prometedor se acaba poco a poco diluyendo en quizá un exceso de subtramas. Hay demasiadas películas en una. Del drama sindicalista del principio se pasa luego a un melodrama muy manido de amores prohibidos para concluir con los duros ritos iniciáticos escolares del niño protagonista. He echado en falta un poco más de profundidad en el primero de los temas y me ha sobrado casi todo del segundo.

Los momentos de humor son típicos del cine de Ford, que al fin y al cabo no rodaba comedias, no le vamos a pedir la sutilidad de un Wilder. El humor de Ford es como sus personajes, más rudo, más tosco, pero no exento de encanto. Todos ellos están perfilados con la maestría habitual, y los mineros hacen gala de un espíritu de equipo loable cantando todos juntos un repertorio enorme, no como los compis de Antonio Molina que no le hacían ni los coros, pero la historia no termina de emocionarme, seré yo el culpable, supongo.

Por cierto, que en 1941 le ganó el Oscar a mejor película a Ciudadano Kane, y no me extraña, ésta es bastante menos aburrida, eso sin duda.

Además me ha hecho rememorar mi vieja pantalla verde de ordenador a la que consagré mis mejores años de niño. Yo no tenía ningún valle cerca como el protagonista y me enganché a lo primero verde que pillé.

Qué buenos ratos, coño.

¿De qué va?:

La peli va de un científico superdotado de finales del siglo XIX que se cartea con Einstein cuando no le conoce ni su puta madre aún y que ya sabe que el tabaco es malo y todo eso sin haber visto El dilema (Michael Mann, 1999). Pues bien, el tío se pone a llenar de numeritos una pizarra gigante y así crea una máquina del tiempo sin necesidad de invertir todo el capital en un costoso condensador de fluzo que se hubiera llevado todo el presupuesto. El dinero que le sobra lo invierte en crear una máquina del tiempo muy cuca llena de palanquitas, alejada de la robustez de un De Lorean pero mucho más fashion.

Crítica:

Ya el clásico de 1960 no fue nunca santo de mi devoción, pero al menos no se le puede negar tener su encanto y ciertas virtudes, como una buena ambientación y un regusto a ciencia ficción bien hecha. Épica y aventurera, muy juliovernera a pesar de tratarse de otro autor.

En la que nos ocupa apenas se puede destacar nada con vehemencia, si acaso el maquillaje de los morlocks, bastante logrado y más si lo comparamos con su antecesora, pero desde el principio la película se estrella en todos los defectos propios del cine puramente comercial. Una cantidad ingente de gilipolleces en todos y cada uno de los diálogos que parecen estar dirigidos a un público menor de edad o infantil directamente.

Por lo demás, algún que otro sonrojante déjà vu de obras maestras como El planeta de los simios (1968), a la que la obra original no pudo plagiar por motivos puramente temporales, pero que aquí es ¿homenajeada? en la escena de las ruinas, para justificar que los humanos de dentro de 800000 años sigan hablando inglés, o incluso otro más dudoso, el del robot virtual con respuestas para todo que nos traslada a otra masterpiece, Inteligencia Artificial (2001), sólo un año anterior a esta, así que concedámosle el beneficio de la duda.

¿De qué va?:

Los feligreses de una típica parroquia de barrio comienzan a diñarla en plena misa justo después de comulgar. Cuando la policía aún trata de esclarecer los hechos algunos de los cadáveres vuelven a la vida en el depósito...

Crítica:

Meritoria cinta de un género tan dejado de la mano del cine español como el terrorífico, con buenos golpes de efecto y un reparto muy acertado. La película se sostiene muy bien y a ratos consigue de veras asustar dentro del ambiente sumamente costumbrista de la parroquia en la que se desarrolla la trama, costumbrismo que acrecenta precisamente la sensación de miedo que a veces falta en escenarios más rimbombantes, todo ello gracias a un puñado de grandes actores que se meten en sus papeles de sacerdotes de manera muy convincente.

Si encima su desenlace hubiera estado a la altura entonces ya sería la hostia (sagrada, por supuesto), pero no vamos a pedir jugositas peras de San Juan al viejo e inamovible olmo del cine español, que para salir del drama o de la comedia (guerra civil aparte) se las ve y se las desea. Bastante mérito tiene al menos intentarlo.

¿De qué va?:

Relato en clave surrealista de las andanzas de un grupo de burgueses que chanchullan lo que pueden mientras intentan quedar para una cena que por diferentes motivos siempre se estropea.

Crítica:

Divertida sátira sobre la aristocracia, al estilo de La regla del juego de Renoir, aunque algo más sutil y menos despiadada. Se les coge...mmmmmm...¿cariño? a estos seis discretos y encantadores aburguesados personajes que deambulan en busca de una cena toda la película mientras son analizados por la cámara de Buñuel. La película tiene las dosis justas de surrealismo para no cansar, unos cuantos viajes oníricos a cada cual mejor rodado, y un brillante y soterrado sentido del humor con reminiscencias Truffauteras e incluso Berlanguianas que está presente en todo el filme, todo ello aderezado con unas interpretaciones sobresalientes de todo el elenco.

Y todo esto sin una sola nota musical, y sin echarla en falta, oiga.

Aclamada por la crítica culta en general, esta cinta de John Cassavetes resulta interesante por su fotografía y su tono documental, que capta muy bien la Nueva York de la época. Se encuadra dentro de un cine experimental que a mí particularmente no me dice mucho, ya que la trama nunca avanza como debería, hasta convertirse en un filme lento y aburrido pese al buen arranque inicial.

Alguno la alaba porque ‘no tiene guión’, pero que yo sepa Cassavetes firma uno, quizá más que no tenerlo es que es bastante flojo.