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Críticas de claquetabitacora
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Críticas 139
Críticas ordenadas por utilidad
5
19 de julio de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al igual que ya sucediera con “Saludos amigos”, “Los tres caballeros” fue realizado bajo el membrete de “Buena Voluntad” por parte de Estados Unidos hacia América del Sur. La Segunda Guerra Mundial había cerrado el negocio del espectáculo en Europa, lógicamente, y había que ampliar miras hacia otro lugar. Sin ir más lejos “Saludos amigos” fue un éxito rotundo. Las ganancias fueron impresionantes y eso dejó claro al propio Walt de que no hacía falta una gran inversión ni una producción fastuosa para poder tener una buena taquilla con un título de animación. Eso conllevó a que el siguiente proyecto fuese una continuación de “Saludos amigos” pues tiene una estructura muy similar. Los lugares a explorar serían Brasil por segunda vez y uno de los sitios que se habían quedado fuera del metraje, Méjico, la frontera colindante con Estados Unidos, algo que no podían dejar escapar ni dejar en el aire al ser vecinos y un mercado directo. Se vuelve a recurrir a la fusión de animación tradicional y la imagen real sólo que esta vez las dos serán un todo completo, participando los dos estilos de una forma conjunta en cada lugar representado. Otra de las novedades es que se contrató a estrellas internacionales que formarían parte del elenco como el caso de Aurora Miranda (hermana de la archiconocida Carmen Miranda) para la parte de Brasil y Dora Luz junto con la bailarina Carmen Molina para representar a Méjico [...]

Todo comienza con el cumpleaños de Donald como punto de partida. El personaje recibirá una caja enorme y en el interior hay una serie de regalos. Cada uno de esos presentes corresponderá al lugar que desea presentar la película. Dicho de otra forma, cada paquete (o cada historia) será auto conclusiva. Podríamos decir que el escenario es una habitación sin detalle alguno, como si estuviésemos en el escenario de un teatro cualquiera pues los espectadores somos nosotros. La primera parte de las tres que conforma “Tres caballeros” expone a través de una película de 16 mm “Aves raras”. Éste es un documental animado de tono jocoso y desenfadado que va presentando la geografía de América del Sur. Una vez Donald le da al play veremos 2 cortos. El primero, “El pingüino de sangre fría”, nos presenta a Polo, un pingüino muy friolero cuyo único deseo en la vida es abandonar su lugar de origen (el polo sur) para ir a un lugar donde el sol le de calor todo el día. Es un corto muy blando tanto en intenciones como en resultado. Podría pasar por un corto de los Special Cartoons sin mucho alarde más allá de contar con un personaje carismático y pintoresco. En sí la propuesta es cómica (un pingüino que no tolera el frío) pero más allá de eso no aporta mucho más a la historia. La escena de la bañera propulsada por la presión del agua es lo más divertido de todo el fragmento.

Una vez finaliza la parte de Polo, la película sigue presentando a las distintas aves autóctonas de América del Sur. Algo que servirá para conocer uno de los personajes más divertidos y descacharrantes de toda la factoría Disney y que es el mejor personaje secundario de toda la película: El aracuan, una especie de pájaro loco cuyos andares, su ritmo frenético, su carácter enajenado y su constante cancioncilla hipnótica hacen de él todo un personaje y su presencia más que imprescindible. Irá apareciendo a lo largo de la primera parte simplemente como secundario cómico y para forzar situaciones divertidas. Su recurso narrativo sirve también para traspasar la pared entre lo ficticio (la película que está proyectándose) y la realidad (el lugar que ocupa Donald). Sin ir más lejos puede notarse cierta influencia de cómicos como los hermanos Marx. De esta forma los animadores iban un poco más allá con el lenguaje animado cinematográfico. El segundo corto, “El gauchito volador”, está basado en un cuento argentino. Como sucedería en otros cortos o mediometrajes los personajes son silentes y será el narrador quien dará los diálogos y las explicaciones. Se trata de la clásica leyenda del burro volador sólo que esta vez situado en Los Andes [...].

La segunda parte está centrada en Brasil. Esta sección cuenta con menos metraje puesto que a dicho lugar ya se le dio protagonismo en la parte final de “Saludos amigos” pero está claro que es un sitio que tiene mucho atractivo y que da mucho juego para lo que es baile, color, folklore y atracción turística. Se vuelve a recurrir al personaje de José Carioca, quien tenía el carisma y la energía necesarias para llevar el peso narrativo convirtiéndose, por unos instantes, en el protagonista y relegando a Donald a un segundo término sin resultar forzado en ningún momento. “Donald, ¿has estado en Bahía?” es una de las frases más recurrentes durante todo el comienzo [...].

Una vez llegamos a Bahía (la primera capital de Brasil) la música no tarda en aparecer. Aurora Miranda viene cantando de lejos “Os quindins de yayá“, el tema principal de toda la sección, para acabar interactuando con José Carioca y Donald de forma activa y alegre. La animación y la imagen real se fusionan muy bien y aunque al principio se nota el doble fondo debido al paso de los años, cuando aparecen los hombres todo acaba en una simbiosis completa de una forma, hasta la fecha, nunca antes vista. La escena donde dos hombres se convierten en gallos de pelea animados para luego volver a su estado original es, quizás, el plano más impactante e interesante de toda la película pues plasma a la perfección el animal que el ser humano lleva en el interior a la hora de conquistar y marcar el terreno. Lógicamente, al tratarse de un producto publicitario y con Walt Disney como director de orquesta lo que aquí interesaba y primaba era transmitir en todo momento las bondades del lugar así que todo terminará en un mundo de baile, alegría y diversión convirtiendo a la propia ciudad en un auténtico dibujo animado [...].
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claquetabitacora
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5
14 de julio de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La batalla de las Termópilas siempre ha sido, por derecho propio, una de las batallas más interesantes de la Historia universal. Sorprende ver cómo un ejército inabarcable de soldados persas se encontró con la resistencia de un pequeño grupo de espartanos en una guerra que duró apenas 3 días. Símbolo de proeza épica y lucha encarnizada, el clamor popular hizo que Esparta, junto a sus guerreros, se convirtiese en el estandarte iconográfico de la lucha y la entrega deparando, mientras tanto, grandes gestas, loas, poemas formando parte, a su vez, de una cantidad ingente de libros, comics, películas y demás que intentaron plasmar esa fantástica batalla desde todos los posibles puntos de vista estéticos y en más de una ocasión desde un tono pop cool más que demostrado. La versión más laureada y archiconocida fue la novela gráfica “300” (Frank Miller, 1998), que acabaría convirtiéndose en una pieza clave en el mundo del comic y proclamada obra de culto desde el mismo instante de ver la luz.

El género bélico histórico no fue hasta “Gladiator” (Ridley Scott, 2000) que renació de sus cenizas y volvería a ser de interés popular pues hasta ese momento se encontraba en el ostracismo más absoluto. Sin ir más lejos a partir de ese título empezarían a surgir películas donde las batallas espectaculares, sangrientas y de estética remarcada jugaban un papel importante mientras la política, sus tejemanejes, las traiciones y sus discursos mediáticos también tenían su razón de ser. La película de Snyder le debe y bebe muchísimo del péplum filmado por Scott en el año 2000, al igual que también sucumbe al inevitable recurso narrativo de la trilogía de “El señor de los anillos” (Peter Jackson, 2001 – 2003). Lógico por otra parte pues al igual que las aventuras de Máximo Décimo Meridio jugaban a ensalzar la bravura del hombre dentro de un recurso que ensalzaba la violencia hiperrealista, las tres entregas de la Tierra Media le daban mayor énfasis a la historia con un apabullante despliegue técnico que convertía una fantasía épica en un alarde casi vanguardista en cuanto a forma se refiere. Juntando los dos aspectos, “300” se convirtió automáticamente en un referente visual y volvió a crear una nueva moda a la hora de exponer la sangre en la acción y la violencia en la batalla. Tan sólo hay que hacer un repaso a las series televisivas y a las películas que surgieron después para ver como se copiaban e imitaban las formas de Snyder tanto estéticas como de dirección.

Zack Snyder no era un director muy conocido en el mundo del cine. Venía de ofrecer “El amanecer de los muertos” y aunque se granjeó alabanzas al respecto, el saber que él había sido el elegido para llevar a la gran pantalla la obra capital (y de culto) de Miller la reticencia y el escepticismo era más que evidente. Una vez vista los miedos se disiparon cual columna de humo frente a un ventilador. El éxito fue atronador y tanto el público como la crítica, por regla general, aplaudió la gesta y el esfuerzo del director, logrando además que cada nuevo título suyo consiga levantar las expectativas y captar el interés. Sin ir más lejos, a día de hoy, 300 es un ejercicio de estilo muy remarcado, un producto concebido para apabullar visualmente y dejar sin respiro a todo aquel que intente dejarse sorprender por productos de este calibre. No se puede negar que la película contó con un diseño de producción envidiable pero sobre todo con el acento marcado en el espectáculo de las grandes guerras en el campo de batalla. El problema principal reside en que Snyder abusa, en todo momento, de técnicas y efectos que llegan a saturar en más de una ocasión a su pesar. Y si hay una sola palabra que pueda definir el filme en cuestión es exceso.

Lógicamente estaría faltando a la verdad si dijese que la película, en lo visual, no me gusta. Todo lo contrario. En la gran mayoría de casos me fascina y me convence la forma en cómo Snyder transmite y plasma el mundo de la viñeta e intenta conseguir la forma narrativa y el fondo de su mensaje de lo que el mundo del comic trata y engloba. Otra cosa muy distinta es saber si lo logra como película y si mantiene su status vanguardista a lo largo del tiempo. Es innegable que la fuerza expositiva, narrativa y visual del mundo espartano y su idiosincrasia funciona bastante bien. Momentos, planos, situaciones y gestas muy concretas logran su objetivo que es aturdir, sorprender y conquistar a cuanto mayor número de espectadores se refiere gracias también a frases concretas que acabarían convirtiéndose en clamor popular. Escenas como la lucha del niño contra la bestia que en sí es una alegoría a la transformación de niño en hombre, el ejército enemigo empujado por los espartanos hacia el acantilado, los barcos hundidos en el mar, la primera batalla contra los persas mientras en un travelling casi sin apenas cortes y con una cámara lenta hiperrealista enfatiza las estocadas de un Leónidas bien entrenado en el arte de la guerra o la pelea contra los Inmortales en plena noche constan de un lenguaje cinematográfico propio muy conseguido, fascinante y logrando transmitir la épica, la acción y la aventura a partes iguales sin caer en el patetismo. Podría decirse que Snyder disfruta con una estética concreta para englobar lo que la tecnología y la inventiva personal pueden dar de sí a partir de un material ya de por sí puramente artístico.

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claquetabitacora
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5
21 de mayo de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El género carcelario es uno que tuvo su pleno apogeo durante la década de los 70, los 80 y gran parte de los 90. Solían haber dos variantes: las películas enfocadas a la acción pura y dura con el héroe de turno que iba repartiendo estopa a diestro y siniestro y luego estaban los dramas carcelarios donde la cárcel era el escenario propicio para hacerle pasar un calvario al protagonista por culpa de alcaides despiadados y acólitos internos que no dudaban un segundo en seguir a raja tabla las directrices. “Encerrado” pertenece más a esta última opción. En esta ocasión Stallone, una vez más, vuelve a enfundarse el rol del hombre de barrio como bien muestra la primera escena donde podemos ver un partido con los niños alrededor suyo como si fuese una especie de mentor. Por una jugada de la vida y una burocracia implacable deberá cumplir parte de la condena que le queda en una de las penitenciarías más duras debido a un problema con el alcaide, un tío sádico interpretado por Donald Sutherland disfrutando con su personaje y siendo uno de los pocos aciertos de la película.

A día de hoy, siendo claros y sinceros, “Encerrado” podría verse como la hermana pequeña y telefilmesca de la obra maestra de Don Siegel “Fuga de Alcatraz” con la que guarda no pocos paralelismos. Aquí el director de la función es John Flynn, alguien a quien se le ha hecho vieja su película y más aún su realización, cargada de un sinfín de estereotipos y clichés en abundancia. Cuatro escenas de acción más o menos decentes, con cierto brío en la cámara y que consigue hacer recordar los buenos tiempos del cine de acción del propio Stallone como la partida de rugby, la pelea en el patio (lástima que la rematen con una cuña dramática y encima a cámara lenta, pues hasta ese momento lograba ser lo mejor de la función y con creces) o la pelea de Stallone contra los policías donde se recupera y con bastante acierto la acción donde el actor nada como pez en el agua (la película se rodó después de la tercera entrega de Rambo y aún estaba en plena forma física). Al igual que algún momento dramático con un mínimo de empaque como la muerte de uno de los personajes allegados al protagonista o la escena del coche. Pero en resumidas cuentas es un filme que lejos de pequeñas píldoras poco aporta a estas alturas y se queda en algo muy menor.

En su conjunto podría decirse que es un filme pasado de moda, anclado a una época y que sacada de ella resulta muy poco llamativa. Como filme dramático no acaba de resultar del todo convincente (es imposible no sonrojarse con ciertos planos y ciertas secuencias a día de hoy) y como filme de acción es muy pobre aunque haya cierta intención de base junto con algo d empaque en las escenas antes mencionadas. No se puede negar tampoco que el clímax se esfuerza en resultar convincente y aunque lo logra en cierta medida no hay mucho más que reseñar de ella. Cine hecho a finales de los 80, con el cambio de tono en el género y demostrando que Stallone empezaba a alejarse de su era más aclamada intentando adentrarse en otros estilos y géneros. Se volvió a contar con Bill Conti con una partitura un tanto parecida en ciertos momentos a Rocky y con Survivor para el tema principal. La fotografía corre a cuenta de Donald E. Thorin que intenta darle un tono frío y distante.

Tristemente, no se puede negar ni obviar que hay títulos que forman parte de un momento y correspondientes a un estilo generacional. “Encerrado” tuvo su fama (pasajera) gracias a diversos pases televisivos durante las cadenas privadas pero más allá de ser carne de película grabada en cualquier cinta VHS de cualquiera de nuestros padres como fans incondicionales del héroe de acción no hay mucho que la haga defenderse por sí mismo a día de hoy. Si bien es cierto que a Stallone siempre le ha gustado darle a sus películas alejadas del gatillo fácil cierto toque dramático como si su presencia fuese una especie de mentor o guía para el buen camino de los héroes bienintencionados en este caso resulta cuanto menos risible e incluso cuestionable pues la credibilidad ante las circunstancias adversas brilla por su ausencia. Incluso en el clímax, cuando desea enfrentarse a su futuro sin tener que huir, puede que en 1989 pareciese un final apoteósico pero ahora puede llegar a provocar cierto sonrojo casi de risa enlatada. “Encerrado” es un filme que, desde luego, para su propia desgracia, no ha aguantado el paso del tiempo. Puede decirse que es carne de parrilla televisiva para una tarde desganada o una especie de “Cadena perpetua” de segunda división. No es una mala película pero desde luego no saldría como representación de nada concreto.

https://claquetadebitacora.wordpress.com/2016/05/21/critica-encerrado-john-flynn-1989-drama-carcelario-de-segunda-division/
claquetabitacora
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8
19 de mayo de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
James Mangold, un director que nunca me ha parecido interesante (más allá de alguna que otra cinta interesante), realiza aquí su, hasta la fecha, mejor película y por ende uno de los mejores trabajos de Sylvester Stallone alejado de sus roles típicos de héroe de acción impasible en un thriller policiaco con aroma a western clásico donde la policía acaba convirtiendo una parte de New Yersey en su corralito particular. Tal es así que la corrupción llega a cotas incontrolables gracias también a contactos con la mafia. Dejando a un lado la parte del guión que es, sin lugar a dudas, el eje fundamental, la película es el botón de muestra de que Stallone, en una época cuya filmografía iba cuesta abajo y sin frenos, demostraba que era un actor que podía demostrar que tenía la madera necesaria para conseguir un rol ajeno al músculo, más cercano a lo que la crítica aplaude y no cruje. Sin ir más lejos tuvo que engordar 15 kilos para alejarse del físico musculoso al cual nos tenía acostumbrados y dejar la acción de puñetazos y mamporros a un lado para adentrarse en una historia donde lo que prima son las dotes interpretativas y no el físico. Por así decirlo, se quitó el disfraz de pétreo e impasible héroe de acción para enfundarse la piel del héroe anónimo y cotidiano, una especie de vaquero que su moral le pide (y obliga) a hacer lo correcto siempre, a costa de ser el hazme reír de los demás. Una forma muy clásica de conjugar el cine del oeste con el policíaco con aroma a clásico.

La película empieza de muy potente. Una persecución y un asesinato de dos chicos negros a manos de un policía blanco en el puente George Washington, que une Nueva York con New Yersey. Un puente reconvertido en símbolo de impunidad, icono de como la jurisdicción política, policial y social acaba en un lugar para convertir la policía corrupta en un elemento intocable. En esta escena logramos ver hasta dónde llega la manipulación, corrupción y destrucción de la ley y orden. Y en medio de todo este podrido entramado se encuentra Freddy, el personaje interpretado por Stallone. Debido a un accidente donde se quedó sordo al salvar a la chica de sus sueños no puede acceder a ser policía. Tal es así que acaba convirtiéndose en el sheriff ninguneado del pueblo. Un héroe a fin de cuentas pero que por su condición inocente y pura en contraste con la corrupción podrida de sus vecinos es objeto de burla y ninguneado por el resto de policías. Cinematográficamente hablando es como si los protagonistas de las películas de Frank Capra o Howard Hawks, héroes de condición y espíritu acabaran conviviendo con los personajes que surgen de la mente de Quentin Tarantino. El bien contra el mal en estado puro. La inocencia de una forma de vida contra lo sórdido de lo corrompido.

“Copland” es un título coral con un reparto de lujo, cargado de apellidos realmente potentes (Harvey Keitel, Ray Liotta, Robert De Niro, Robert Patrick, Peter Berg, Janeane Garofalo, Michael Rapaport, Annabella Sciorra, Noah Emmerich, etc.) y con actuaciones muy solventes que si bien es cierto no todos son importantes ni todas las historias sin igual de interesantes puede decirse que los aciertos de unos compensan los fallos de otros. Por la sencilla razón de que todos, en mayor o menor grado, son una especie de piezas de un puzle que ofrece en su conjunto una mancha gris que tapa el blanco de la condición humana. Mangold trabaja de forma concienzuda, serena, sin altibajos en una historia potente y sumamente eficaz. Sobre todo por ver como la manipulación, el dominio, el control, la corrupción y el asesinato por parte del líder de todos ellos, Ray Donlan (Harvey Keitel en su salsa), es sorprendente precisamente por saber que Asuntos Internos, representados por un competente De Niro y que ofrece una actuación que recuerda a sus tiempos gloriosos, no puede tocarle debido a temas de jurisdicciones y leyes inquebrantables.

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claquetabitacora
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8
5 de mayo de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine polar francés, ese género policíaco de notable éxito durante la década de los 60 y 70, tuvo su máximo esplendor con directores consagrados como Jean Pierre Melville, Claude Chabrol, François Truffaut, Henry Verneuil o Jean-Luc Godard entre otros cuyas filmografías, formas, estilos directos y encerrados en un género en sí mismo depararían una forma de hacer y entender el cine frente al thriller policíaco americano. Mientras Hollywood colocaba al agente o protagonista como héroe absoluto casi reconvertido en justiciero en armas Francia daba voz, voto y presencia al enemigo, al villano, colocándolo casi a la altura del actor que encabezaba el cartel, jugando muchísimo con los matices y habiendo claroscuros entre ambos roles. Eso convertía a las películas que ofrecía el cine galo en auténticos reclamos e influencias para los cineastas de generaciones futuras que han logrado hacerse un nombre por sí mismos como el caso de Quentin Tarantino o Martin Scorsese entre otros. Directores cuyas películas son auténticas deudoras de la esencia de aquel cine. Lógicamente también han insuflado su propio sello pero ese es otro tema.

A veces sucede que la Historia del mundo teje sus propios guiones y tan sólo el género cinematográfico tiene que reunir las piezas para deparar sus propias películas. En la década de los 60 y 70 hubo un entramado que tambaleó los cimientos de la sociedad americana pues la mafia introdujo heroína en los Estados Unidos desde Turquía pasando por Francia, para mayor concreción, Marsella. Todo aquello llegó a tener el sobrenombre de “Conexión francesa” al convertirse en una de las mayores tramas del narcotráfico. En 1969 Robin Moore escribió el libro “The French Connection: A True Account of Cops, Narcotics, and International Conspiracy” y en 1971, basada en esa obra, William Friedkin dirigió “The French Connection (contra el imperio de la droga)” donde la trama se centraba en dos policías americanos de narcóticos que intentaban dar caza a uno de los mayores traficantes. La película, interpretada por Gene Hackman, Roy Scheider y Fernando Rey, se convirtió en todo un referente precisamente por su tono duro, seco y por una dirección modélica aparte de cosechar infinidad de premios (5 Óscars en 1971 incluidos mejor película, director, actor, etc). Tal fue el éxito que 1975 John Frankenheimer dirigió “French Connection 2” variando el tono y dándole un enfoque más europeo, a la vez que era expuesto como un filme más intimista que su predecesora.

Cédric Jimenez recurre en su segundo trabajo como director a ambos temas, el cine polar y ese pedazo de la Historia, para rodar lo que podría verse como la versión definitiva o como mínimo la más madura de todas al rodar desde un formato casi documental, alejándose de los alardes del thriller, del suspense más manido y ahondando en todos los mecanismos de las partes implícitas ya sea la mafia y sus integrantes, el tráfico de la droga, el magistrado reconvertido en cazador a través de la ley, los intentos de desentramar todo el tinglado y conseguir dar muerte a uno de los entramados más duros de los 60 y los 70 que afectó tanto a los adultos como a los jóvenes por igual pues acababan enganchados a la heroína de tal forma que acababan muriendo sin remedio. En este caso tenemos dos bandos: el magistrado de menores Pierre Michel, joven y con ambiciones, quien intentará dar captura a quien está suministrando la droga a los más débiles trasladándose a Marsella para así poder encabezar el departamento encargado de erradicar el crimen organizado. Jean Dujardin ofrece el temple, la precisión, la dureza y la decisión de un rol que podría equipararse al Eliott Nes de Kevin Costner en “Los intocables de Eliot Ness” (Brian De Palma, 1987). Un hombre que está dispuesto a llegar hasta el final con tal de dar caza a los causantes de un mal social y moral.

Porque la película va más allá de lo visual, del thriller al uso sino que se centra también en los problemas menores pero que son los daños colaterales y las piezas de un destrozo irreparable como bien puede verse en la relación casi paterno filial que establece Pierre con uno de los casos que lleva pues se trata de una adolescente a la cual intenta ayudar por todos los medios para desengancharse. Es en el momento fatídico cuando el mal, el dolor, el daño emocional y la magnitud de la situación le estampan en la cara al magistrado para tomar la decisión de ir a por todas a pesar de sacrificar todo cuanto le rodea como es la relación con su esposa y familia (la escena de la cabina donde acabará derrumbándose emocionalmente es uno de los mejores al respecto y donde se demuestra la madera de la cual está hecha Dujardin). El actor tiene una presencia que evoca a los intérpretes galos de antaño, cuya forma de actuar transmite presteza, madurez y hombría. Dotes imprescindibles para un rol que necesita estar en los dos lados de la balanza: dureza sin concesiones hacia los que están quebrantando la ley y sensibilidad hacia los que están padeciendo el mal de la drogadicción. Lo interesante del caso es que la película se aleja por completo de las constantes y los clichés del cine americano pues no intenta envolver al protagonista de un manto de heroicidad casi de superhéroe, ni tan siquiera necesita ser un justiciero urbano. Tan sólo el hombre que a través de medios cada vez menos correctos deberá acabar con un mal acuciante y cada vez más cruel.

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claquetabitacora
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