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Críticas de Sergio Berbel
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Críticas 837
Críticas ordenadas por utilidad
10
5 de enero de 2024
8 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si Alexander Payne no existiese, hubiera habido que inventarlo para que el cine tuviese sentido completo. Nadie como él, y dije nadie, ha sabido prolongar y actualizar esa inteligencia necesaria para mezclar drama y comedia a partes iguales y ponderadas que convirtiese en marca de la casa Billy Wilder. Sí, digámoslo claro: Alexander Payne es el Billy Wilder del siglo XXI. Y su nivel no es inferior. El creador de piezas magistrales como “Entre copas”, “A propósito de Schmidt”, “Los descendientes” o “Nebraska” vuelve a triunfar con la misma maravillosa fórmula en la descomunal “Los que se quedan”.

Todo lo que uno espera de un film de Alexander Payne está en esta película y en dosis generosas y magistrales. De nuevo una historia de perdedores donde la tragicomedia campa a sus anchas, donde se ríe y se llora a partes iguales, donde las lágrimas suceden a las carcajadas y viceversa. Historias humanas de gentes a quienes sus apuestas vitales han salido rana y que tienen que sufrir además las consecuencias de ello a manos de los repugnantes triunfadores. Pura misantropía humanista marca de la casa Payne. Un milagro en movimiento.

Pero aquí el maestro Payne va un poco más allá, porque el éxtasis llega también por el aspecto estético del film. Para quien ha vivido, vive y vivirá enamorado del cine setentero, jamás volverá a rodarse un homenaje al cine de esa época de esta dimensión. Desde el propio logotipo de la Universal (el setentero) con el que arranca el film hasta los créditos, pasando por el grano de la película con la que está rodada y hasta varios ostensibles zooms y cortinillas de transición de una escena a otra huelen a cine de los 70. Alexander Payne se ha metido y mete al espectador en el túnel del tiempo para estrenar una película sobre una historia que transcurre en 1970 y que parece rodada en 1970. Todo cuadra de manera magistral. Todo es perfecto. Reconozcámoslo, Alexander Payne es perfecto.

El otro gran acierto épico son las interpretaciones de sus actores y actrices: lo de Paul Giamatti no es de este mundo (un actor que siempre es estratosférico pero que cuando coincide con Alexander Payne pasa a ser directamente divino); la sorpresa mayúscula viene por parte de la actriz afroamericana Da´Vine Joy Randolph, que le sostiene el pulso al dios Giamatti sin arrugarse e incluso le come algunas escenas con su portentoso magnetismo ante la cámara; y un joven fantástico llamado Dominic Sessa, que sabe lo que hace y por qué lo hace. Los tres forman un trío épico.

El guión nos relata el encuentro de estos tres personajes perdedores natos (no podría ser de otra forma en el cine de Payne) que se encuentran como los únicos seres humanos que se quedan en un prestigioso y elitista colegio privado norteamericano durante la Navidad de 1970. Todo el mundo “vuelve a casa por Navidad” menos ellos, que se van a ver obligados a convivir durante todas las vacaciones de Navidad en las instalaciones colegiales a pesar de que no se soportan. La magia de la tragicomedia se va sirviendo paulatinamente por un Alexander Payne que es el chef supremo en la materia.

Y todo ello fotografiado por un excepcional Eigil Bryld que pareciere un director de fotografía de los que estaban en activo en 1970 y que actúa como tal, creando una pátina setentera en este film como no he visto otra en toda mi vida. Tanto la fotografía como la ambientación son un alarde técnico de primera magnitud al servicio de dar credibilidad a la historia que se cuenta, es decir, la perfección cinematográfica.
Sergio Berbel
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10
31 de agosto de 2020
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Incierta gloria” no es más que la confirmación de algo que sabemos desde hace mucho tiempo: que Agustí Villaronga es uno de los cineastas más interesantes que hayan existido en este país, es dueño y señor del cine perturbador, inquietante, de atmósferas enrarecidas, de descripción de lo más oscuro de la naturaleza humana, de la trascendencia respecto a los bandos, de un nihilismo puro fundado en una misantropía con fundamento, de gozar con la parte de atrás de las historias que conocemos. Agustí Villaronga es un imprescindible e “Incierta gloria” una obra maestra, siguiendo la senda de genialidad oscura de “Pa negre”.

Yo descubrí a Agustí Villaronga en mi juventud con “El mar”, una de las películas que más me han impactado y más me perturbaron en su momento por su brutalidad, por su violencia soterrada, por su retrato de lo más vil de la condición humana… Desde entonces, lo sigo muy de cerca y volvió a marcar mi vida con “Pa negre”, una de las mejores películas que se hayan rodado en este país.

Siguiendo la senda de ésta última, “Incierta gloria” (de nuevo Villaronga prefiere quedarse en la trastienda de los acontecimientos históricos que aparecen en los libros, porque siempre le interesan más sus malsanos personajes que los episodios para el recuerdo) nos cuenta una sórdida historia de amor no correspondido entre un oficial republicano en el frente del Ebro (interpretado por Marcel Borràs) y la señora del pueblo (estratosférica interpretación histórica de Nùria Prims), viuda después de que los republicanos mataron al dueño del castillo con muchos secretos y terribles historias pasadas por descubrir (ojo al papel secundario que interpreta, cómo no, el dios Juan Diego como su padre, que se hace con la función en apenas 5 minutos).

Una historia sórdida y enfermiza que, a la postre, es la historia de amistad entre este oficial inocente y pueril y otro que se ha especializado en su vida en jugar en el filo de la navaja, en saltar de un precipicio a otro entre el alcohol, el robo, la traición y el amor incontrolable por la mujer de su mejor amigo, encarnado por un Oriol Pla en estado de gracia jugando con habilidad con los excesos interpretativos sin traspasarlos jamás.

Relaciones amorosas todas ellas frustradas, cortadas por el patrón del fracaso y el desarraigo, de lo imposible y lo ingobernable, de lo sangriento y lo vengativo. No cabe ni un solo rayo de optimismo o esperanza en las historias y en los personajes de Villaronga, e “Incierta gloria” no es una excepción, en esta adaptación de la novela homónima de Joan Sales.

Su dirección de fotografía, a cargo de Josep M. Civi, es antológica, con unas tonalidades marrones absolutamente asfixiantes e impactantes, puro lujo para los sentidos en mitad de unos Monegros que son profundamente amenazantes.

Eso sí, os recomiendo verla si podéis en VOS en catalán, porque el doblaje al castellano es un poco deficiente.
Sergio Berbel
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1
16 de abril de 2023
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jaume Balagueró ha perdido el norte. El otrora nombre referencial del cine de terror de nuestra cinematografía fue decayendo víctima de las reiteraciones temáticas y estilísticas propias del género. Y su filmografía ha ido a menos con la honrosa excepción de esa obra maestra titulada “Mientras duermes”. Pero que Balagueró está en horas bajas no justifica el esperpento intragable y anticinematográfico que supone “Venus”. Pura basura que pretende ser un cruce imposible entre “Melancolía” de Lars Von Trier, “Fugitivas” de Miguel Hermoso y lo peor y más nauseabundo del gore, sin razón de ser ni objetivo alguno.

Esta película (por llamarla algo) de género jamás debió rodarse. Su argumento (al que no vale la pena entrar por minimalista y vomitivo) no hay por dónde cogerlo, pateando la más mínima credibilidad escena tras escena hasta su ridículo paroxismo final. Nada tiene sentido. Los personajes no están trazados más que a brochazos groseros. Sus situaciones son paródicas y ridículas. Sus diálogos, puro esperpento que hace sangrar a los oídos inteligentes. Sus formas, intragables. Su resultado, lamentable.

Pero si grave es la puesta en escena, mucho más ridículas e insufribles son las interpretaciones de su equipo artístico. Un film protagonizado por la otrora interesante Ester Expósito, que parecía ser una buena actriz en la fase primigenia de su carrera, pero que su seriedad y credibilidad ha ido siendo enterrada por el mismo cirujano que ha transformado su cuerpo a golpe de bisturí para apartarla de un físico natural y de cualquier interpretación creíble. Su forma de afrontar el personaje protagonista, Lucía, llevándola al terreno de la super heroína (eso debe ser lo que han consumido sus autores para perpetrar todo esto) de videojuego, resulta ciertamente vomitivo.

Saber que produce Álex De la Iglesia quizás explique el derroche gore intragable de la cinta en estos 100 minutos de metraje que se hacen eternos. La música de Vanessa Garde es estridente y francamente insoportable, al igual que la barroca y excesiva dirección de fotografía de Pablo Rosso. Y es que nada funciona en este esperpento intragable.
Sergio Berbel
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5
16 de mayo de 2022
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizás es el momento oportuno para acercarse a la desconocida filmografía ucraniana, y máxime si el tema que trata es la siempre sangrienta relación con el imperialista vecino ruso. En ese aspecto, la película de Zaza Urushadze es interesante; en la perspectiva elegida para ello, no. Ya me pasó con él cuando vi "Mandarinas", bastante menos apasionante de lo que se me vendió.

Porque la idea primigenia de contar la violenta invasión de Ucrania por parte de Rusia (una más) durante la revolución rusa a través de los ojos infantiles de un niño ucraniano cristiano íntimo amigo de otro niño judío, sin la menor duda era una gran idea a priori. Ahora bien, pronto se abandona demasiado fácilmente esa primera sabia decisión para centrarse mucho más en los avatares bélicos y políticos de los mayores, contados además de una forma rutinaria, lo cual va deshaciendo el interés del espectador, que se va desenganchando de la emoción de forma paulatina y termina tan sólo preocupado de los hechos históricos.

Si, además, todo ello se acompaña de una fórmula excesivamente academicista que nada nuevo aporta en el campo visual, al final termina teniendo más aspecto de telefilm que de cine de época.

Aunque la ambientación es notable y su música interesante, la dirección de fotografía muy funcional y preciosista y el elenco actoral acertado, no acaba calando en ningún momento y te deja tan frío como las relaciones que retrata.

Eso sí, demuestra que nada nuevo hay bajo el sol y que lo que estamos viviendo es mera reproducción de lo ya vivido, el afán expansionista e imperialista ruso sobre sus territorios cercanos, a los que pretende cercenar toda capacidad de independencia y plegarlos a su capricho sin el más mínimo atisbo de piedad.
Sergio Berbel
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10
21 de noviembre de 2020
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antonio Hernández, propietario de una filmografía muy irregular, que mezcla obras menores con alguna correcta muestra de noir, impulsó el techo de nuestro cine con esta obra maestra atemporal que seguramente para mí está y estará entre las diez mejores que se hayan hecho en este país y la que más ha calado mi corazón (Rancel ya te acompañará para siempre una vez conocido).

¿Por qué es perfecta? Vengo cargado de razones:

1.- Cuando uno quiere pasar a la historia del cine, lo primero que necesita es un buen guión bien estructurado, y muy pocos como éste. Una obra de ingeniería literaria perfecta de principio a fin: una historia apasionante, un misterio dentro de un drama que va desvelando sus intrigas muy pausadamente y para gente sin prisas, las miserias de los ricos al descubierto, la parte oscura de las familias ante nuestros ojos, los pasados que torturan y los presentes que no salvan. La familia como problema más que como solución. La muerte como reencuentro final.

2.-Y todo ello dosificando la información poco a poco, porque, y aquí creo que radica la genialidad de la propuesta, nunca antes vi una película que fuera más descaradamente de menos a más. Si comienzas a verla y piensas que no es para tanto y que como ésta hay docenas y algunas mejores, ten paciencia, deja que la historia vaya fluyendo y que el misterio se desparrame ante ti. Cuando llegues al final, verás hasta dónde has llegado y si terminas o no con lágrimas en los ojos. Yo no puedo remediarlo por más veces que la vea.

3.- Una dirección notable. Antonio Hernández se nota que la rodó con el convencimiento de que ésta y no otra iba a ser la película con la que pasara a la posteridad y que jamás tendría otra oportunidad para ello. Y donde en otras cintas suyas es simple y modesta artesanía, aquí es genialidad. Todos esos planos holandeses, el reloj constante, los reflejos, y…

4.- … claro, sus actores. Porque no tiene nombre lo de su elenco interpretativo. Todos están como nunca, a la altura de una película que creo que se sabía eterna durante su rodaje. E, incluso por encima de Fernando Fernán Gómez o de Geraldine Chaplin, que ya es decir, Leonardo Sbaraglia, haciendo sin duda el papel de su vida y una de las mejores interpretaciones de toda la historia de nuestro cine. Lo de Sbaraglia en esta cinta no es de este mundo, sino de un ser superdotado y extraterrestre. Puro cine en cada mirada, en cada gesto, en cada lágrima vertida. Sbaraglia será eterno gracias a “En la ciudad sin límites”.

5.- Y ahora hablaremos de Víctor Reyes, porque de su partitura surge un tema que, para mí, es el mejor tema musical compuesto en el cine de este país. Un obstinato que tarda en aparecer en la cinta (hasta el mínuto 48 no suena por primera vez) pero que, a partir de ese momento, ya no se desprenderá de ti jamás durante el resto de tu vida por su belleza sobrecogedora.

6.- Lo que cuenta entre líneas: habla de amores imposibles, de exilios, de lucha clandestina, de ricos con pies de barro, de fortunas de dudoso origen, de amores filiales, de celos, de infidelidades, de vidas no vividas, de… la realidad pura y dura.

Porque “En la ciudad sin límites” es una cinta que amé desde que la vi estrenada en el Granada 10 durante aquel tiempo en que la sala era cine de día y discoteca de noche, que amo y que amaré de por vida porque Rancel te cala los huesos hasta el tuétano y ya nada nunca volverá a ser igual.
Sergio Berbel
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