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Críticas de Argoderse
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Críticas 254
Críticas ordenadas por utilidad
7
23 de febrero de 2017
19 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Veinte años después era necesario -sí, lo era- saber qué había pasado con sus personajes, que habían hecho con sus perdedoras vidas y cómo las habían y estaban viviendo. Había muchas cuentas pendientes, más allá de las 16.000 libras. Y Danny Boyle, junto al guionista John Hodge y parte del reparto original, se han atrevido a darnos una respuesta a tanta preguntas con T2: Trainspotting, tomando parte de la idea de la secuela de Irvine Welsh: Porno.

Hodge y Boyle han sido muy inteligentes a la hora de rodar T2: Trainspotting. Primero por ese constante recuerdo a la cinta de 1996 y sin caer en el exceso. Segundo porque durante la trama de esta segunda parte se responden a todas las preguntas que quedaron en el aire, con nuevas traiciones y delirios. Y tercero porque todo se mezcla con ese halo de amor a unos personajes tan nuestros como de Irvine Welsh. Nos pertenecen tanto como a sus protagonistas porque allá por los noventa nos marcaron con su violencia, adicciones, macarrería y ese speech eterno de Renton que tiene continuación.

Y así, sin contar nada nuevo, sino siguiendo una continuidad separada por veinte años, Boyle y Hodge se sacan de la manga una película muy acertada, entretenida y con muchas secuencias -el robo de las tarjetas y el reencuentro de Renton y Begbie son brutales- desternillantes. Sin olvidar, obviamente, el drama de fondo de una vida perdida en los excesos.

Que el tiempo pasa por todos es un hecho. También por Trainspotting y su secuela. La segunda parte de Boyle, eso sí, tiene menos crudeza que la primera. Quizá sea por este siglo XXI más reaccionario, anclado en lo políticamente correcto y el puritanismo de los grupos de presión. Pero T2: Trainspotting es mucho menos cruda que su predecesora.

Cualquiera que viera la primera parte recuerda escenas realmente duras por las que, veinte años después, se pasa de puntillas. Esa idiosincrasia de Trainspotting formaba parte de su encanto. Y en esta ocasión, salvo excepciones, se prescinde de ellas de forma desacertada. Tal vez este sea el debe de una segunda Trainspotting más light, fruto sin duda de una cambio de percepción social.

Dicho lo cual, mejor ir limpio de influencias y encarar como algo nuevo el trabajo de Boyle y compañía. Solo así se disfruta de una película necesaria para los fanáticos de la obra maestra de 1996. Necesitábamos un nuevo cuelgue veinte años después. Y una vez vista, merece la pena recaer en una película decente.

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4
15 de abril de 2016
18 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Lady in the van, dirigida por Nicholas Hytner -director de La locura del rey Jorge y El crisol- es una película intrascendente, sin chispa. Los minutos van cayendo con aplomo sin que apenas sintamos nada. Aunque Maggie Smith lo intenta -es lo único salvable de la cinta y ya interpretó en los teatros este papel-, no consigue sacarnos del hastío y el aburrimiento de una historia que no cuenta nada salvo un par de variopintas anécdotas.

La relación creada entre la señorita Shepard y el señor Bennett no tiene ninguna credibilidad y eso a pesar de estar basada en hechos reales. No hay química entre ambos actores y en todo momento la historia no deja de ser algo puntual más de la vida cotidiana. No hay nada extraordinario en este relato. Ni siquiera convence la refinada ironía que caracteriza la obra de Bennett, que encarna a la perfección el british way of life del que se mofa y que queda retratado en unos insustanciales vecinos -como el papel de Jim Broadbent, otra vez desaprovechado-

Así pues se va consumiendo el trabajo de Hytner, entre la apatía y el aburrimiento. Una película, si acaso, para hacer más digerible la sobremesa y, por qué no, pegar una cabezadita en el sofá mientras dudamos de si era realmente necesario adaptar el texto de Bennett a la gran pantalla. Yo creo que no.

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7
14 de mayo de 2014
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por tercera vez, el actor, director y guionista francés, Cédric Klapisch, rescata a su personaje más emblemático para ¿cerrar? su particular trilogía que arrancó con la fascinante Una casa de locos y Las muñecas rusas. En tres actos, el galo ha logrado narrar la evolución personal de los personajes y, en especial, el tránsito de la juventud a la madurez de un escritor como otro cualquiera, sencillo y que, eso sí, no para de correr y correr por la vida, saltando todos los obstáculos que se le presentan y que, por otro lado, consiguen sacar más de una sonrisa.

Como si de un puzzle se tratara, Klapisch lanza desde los títulos de crédito las piezas que componen la obra, llevando a cabo una laboriosa mezcla que poco a poco se va montando hasta lograr dar con la respuesta que Xavier -fantástico Romain Duris- ansía desde que apareció por primera vez en pantalla: es la vida un drama, una comedia o una mezcla de ambas. Lo bueno es que, al final, cada uno sacará sus propias conclusiones y eso es un auténtico acierto del realizador francés.

Al igual que en sus predecesoras, la presencia femenina juega un papel vital en la cinta y, por añadidura, en la vida de Xavier. Repiten Audrey Tautou (Amelie, La espuma de los días), como Martine, cuya transformación resulta de lo más hilarante, protagonizando parte de los momentos más cómicos del filme; Cécile de France (El niño de la bicicleta, Más allá de la vida), que da vida a Isabelle, inseperable amiga de Xavier, lesbiana y la que tal vez más de los cuatro protagonistas se niegue a madurar; y Kelly Reilly (Sherlock Holmes, El vuelo), metiéndose en la piel de Wendy, exmujer de Xavier, quizá la menos evolucionada de todos, lineal desde que la vimos por vez primera en Una casa de locos, histérica y que se marcha a la gran manzana con sus hijos, lo que provoca el éxodo de Xavier y destapa el tarro que se consume a lo largo de la cinta. Tres mujeres radicalmente opuestas unidas por su relación con nuestro querido escritor.

La peculiaridad de esta trilogía radica, esencialmente, en el choque entre culturas. Lo vimos en la primera y segunda entrega y aquí, como no podía ser de otra forma, vuelve a repetirse. En esta ocasión, el rocambolesco rompecabezas de historias y personajes tiene un toque asiático al situarse gran parte de la trama en el barrio chino neoyorkino, la popular Chinatown.

Con recursos como la voz en off de Duris, planos desenfrenados y giros de cámara oportunos, Klapisch despierta al espectador cuando el sopor empieza a relucir. Una película que seguirá enamorando a los que quedamos prendados de Una casa de locos y que entretendrá y despertará más de una sonrisa a aquellos que, por primera vez, se aproximan a una historia que habla del intercambio cultural, la amistad, la paternidad y el eterno paso de la juventud a la madurez. En definitiva, un delicioso rompecabezas chino a la francesa.

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6
24 de abril de 2015
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con una fuerza crítica, cómica y a la vez trágica arranca La sombra del actor, de Barry Levinson (Rainman, Cortina de Humo), inspirada en la novela de Philip Roth y con un Al Pacino desatado. Como un espejo en su trayectoria, 'El Padrino' se confiesa delante de las cámaras de forma decadente, recordando lo que fue, ha sido y es. Y en este punto, con esa magnífica interpretación, la cinta gana enteros. Más aún con la aparición de Pegeen -Greta Gerwig (Frances Ha). Atención al potencial interpretativo de esta chica- la hija de Dan Hedaya y Dianne West que también tienen lo suyo..

En definitiva, un puzzle caótico de personajes que regala secuencias divertidas pero que, poco a poco va esfumando el entretenimiento entre tanto enredo. A eso se suma la mezcla de realidad y ficción que vive Pacino y que no termina de quedar claramente concebida, en una especie de emulación a El invisible Harvey, de la que se hace mención en el filme.

Pero si coincide con una película, contemporánea además, es sin duda con Birdman, con la que guarda muchos paralelismos. Entre ellos el leitmotiv principal: un actor de éxito que prueba las mieles del fracaso y resurge de sus cenizas gracias al Rey Lear -en este caso- y Broadway. La diferencia principal es que en el trabajo de Iñarritu se destripa al mundo del espectáculo y en el de Levinson la mirada se centra más en las miserias humanas.

Y a pesar de tener un diamante en bruto como motor generador del argumento, La sombra de actor se queda en un reflejo vacuo de sí misma. Un producto medio enredoso, con algún que otro momento reseñable en forma de comedia y, eso sí un Al Pacino sinónimo de garantía en cualquier formato, al que siempre es un gusto verle en pantalla. Ya sea de inolvidable jefe de la 'Cosa Nostra', nervioso ladrón de bancos (Tarde de Perros) o recitando a Shakespeare (El mercader de Venecia), el actor italoamericano es un portento de la profesión. Y eso, por mucho que pasen los años, siempre será digno de alabar.

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4
24 de febrero de 2023
21 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Era la primera aproximación a Ruben Östlund. Palma de Oro en Cannes y tres nominaciones a los Oscar. Menuda carta de presentación la de El triángulo de la tristeza. Una sátira, comedia ácida sobre la 'élite' capitalista. Vamos, los ricos. Tampoco quise saber más, por no ir condicionado. Y el resultado, una decepción absoluta. Otro pastiche al estilo 'No mires arriba', de un director pomposo, petulante, pretencioso y encantado de conocerse. Al menos en esta película.

Más de dos horas y media de excesos, mal gusto -la vomitona solo tiene gracia con el 'culo grasa' de Cuenta Conmigo'- y estridencias repetitivas que me cansan. No veo la chispa ni la gracia por ningún lado, salvo contadas excepciones que evitan un absoluto descalabro. Por ejemplo, las aportaciones de un Woody Harrelson pasado de rosca; ó ese ruso camaleónico.
Por lo demás, los diálogos son insustanciales, convirtiéndose precisamente en aquello que quiere denunciar: la vacuidad de los discursos de nuestro tiempo, de personajes elevados a los altares del dinero, tontos redomados, multimillonarios podridos de dinero hacia afuera y de miseria de puertas para dentro. No sé todavía qué hay de original en eso. ¿Una sociedad a lo Dorian Gray, más preocupada de la fachada que de la esencia del alma? ¿Acaso La Dolce Vita?

Siempre me ha hecho gracia, hasta es fascinante, eso de intentar mostrar las mezquindades del capitalismo, sirviéndote de él. Lo que llamaríamos comunistas de salón. Me gustaría saber si la cámara con la que rueda Ruben Östlund está hecha de cáñamo, o los actores han sido remunerados con aire. ¿No debe el cine, acaso, su existencia al progreso industrial?

El capitalismo salvaje y extremo es asqueroso, obvio; como también alimentarse solo de kiwis y brócoli. Corres el riesgo de palmarla. Es lo que tienen los extremos llevados al absurdo. No compro el discurso de que los seres humanos somos malos por naturaleza y sale a reducir en cuanto tenemos 'algo' de poder ¿Y hacían falta dos horas y media de excentricidades y excesos varios? Francamente, no lo creo. Ya teníamos con mucho mejor gusto a los Fellini o Kusturica para hacer del surrealismo séptimo arte. Y oiga, que el esperpento es de nuestro Valle Inclán.

Pero es el tiempo que nos ha tocado vivir, el de necios 'influencers' o pedantes disfrazados de artistas venidos a más, que se suben al pedestal del foro para dar lecciones de no sé qué. Puros hipócritas, mentecatos y berzotas que pasan por ser la élite del siglo XXI. Y así nos luce el pelo. Tal vez siempre fue así, pero en fin, otra vez será.
Argoderse
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