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Estados Unidos Estados Unidos · Nueva York
Críticas de Salvapantallas
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Críticas 82
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
13 de enero de 2012
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
(Una comparación paralela)

Caminar por las calles de esta ciudad nunca había sido tan peligroso, por más gris que siempre haya sido. Pero como a mi me sobran las agallas y además siempre las pregono como lo que debe tener toda película pasa ser recomendable, las instalo en mis dos piernas y me lanzo al andar. De soledades no conozco en estos días. Así pues, a la mano tengo la compañía de la admiración y la escucha, del amor y la paciencia. Entonces hay que aumentar la seguridad, las agallas deben ser más poderosas. El camino lo vale. Cruzar cada esquina revitaliza el tema y convierte esa travesía una experiencia de la calma y la unión. Suelo equivocarme, por lo tanto se enciende la pelea, pero siempre encontraré el camino de regreso a mi compañera.

Esa experiencia previa a la sala de cine, pues ese era el destino de la larga caminata, es un sinónimo de lo observado en la pantalla. The Help también entra en unas calles que merecen las agallas, pues el camino vestido de amarillo va a ser largo y peligroso, pero esta vez los realizadores no se las montan al caminar. Lanzar una historia como esta sin el empuje de las arremetidas violentas, sin la remarcación de los giros narrativos, sin el vertiginoso debate del bien y el mal yendo y viniendo como vicioso, nos da un resultado tan suave e inestable como andar por Lima con las joyas en las muñecas, dispuestas a ser robadas. Porque el conflicto y la pelea van a existir, inminente, los agravios contra Viola y compañía van a llegar más temprano que tarde, y darles un camino de regreso no será fácil sin los ingredientes naturales y convencionales: el maltrato y la carne cruda.

Se equivoca el obvio señor Taylor con el azucarero abierto para adornar las hojas de un guión chato y estereotipado, tan ligero como una pluma y tan simpático como la taquilla del box office, y las tácticas de una dirección sin cartografía del ambiente y personajes, y con una capa de la mejor silicona en la equivocada visión mañosa del material explosivo que tiene entre manos. Porque no nos lleva a Jackson, nos mantiene en el mundo de hoy, intentando manipular al espectador a sus anchas.

Donde todo se sabe y no hay agallas, para su suerte, no se equivocan las mujeres que, alejadas de las artes de repostería, agarran esas hojas de manjar blanco y las hunden en profundidad de significado más allá de un bando y otro, más allá del separate but equal, más allá del feel good. Todas le dan ingredientes distintos a la violencia para retornar al lado estable, lejos de la pelea. Expresividad y emotividad. Personalidad. Carácter. Decisión. Power. Porque la búsqueda de la verdad no siempre comienza por el dolor. Le dan a la historia un interés, al mensaje un rostro digno y valiente, un tempo cronometrado al milímetro y una sutileza que corta como un bisturí todo en su momento. Le dan a sus personajes lo mismo que yo encuentro en la compañera: un motivo para existir.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Salvapantallas
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5
23 de septiembre de 2011
5 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
(Una noche de Septiembre. Una cita con Ella).

Llevarte a ver los gatos del parque fue la intención de mostrarte, al mismo tiempo, el profundo sentido de las cosas simples y la sutileza de las cosas rudas, de los grises y la gente, el humo y los carros. Por más que todos eran diferentes y el ambiente empobrecía sus estados, para ti eran todos iguales de hermosos, a todos los acaricias con la misma ternura. Eso es la similitud de la aceptación, el gusto por el patrón que convierte todo en equivalente. Así son también, de dos, las columnas redondas expuesta a mitad de sala, sosteniendo el edificio alto del Óvalo de Miraflores, donde debajo las pantallas proyectan la última de las artes. Aquí el mensaje de la cinta: la aceptación, esa locura; la estupidez, esa creatividad por entregarse; y el amor, esas dos columnas, que si una quedara se derrumba de piso a piso lo construido.

Son esas tres ideas de bienvenida en el mismo título las desarrolladas a manera de enredo en el largometraje. Uno tras otro los personajes entran en la escena de unas calles de rutina, de unas frases habituales, pero enriquecidos con la diversidad y carisma de sus existencias: el esposo empujado, la mujer desencantada, la adolescente encaprichada, el púber soñador, el mujeriego encantado, la buena novia, la amante de la locura. Que todos entren en el metraje y que a todos se les añada el trío de las ideas del título por individual es el riesgo logrado gratificador de una cinta de los lugares comunes, de la actualidad material y la cultura americana. A un lado las necesidades técnicas de los elementos propios del arte cine –aunque siempre presentes en la valoración–, pues la narrativa e inventiva de los personajes domina el concepto de las columnas, de la entrega y la aceptación.

Grande es el que solamente era un sueño. Como los gatos, aunque negros, pardos, multicolores; de cola larga o corta; de origen cercano o lejano; todos van a gustarte. Lo único nuestro es lo que pensamos. Entonces, crear personajes pensantes y validos, y una narrativa que combina con avidez la multiplicidad de las tomas con los colores claros, los contrastes duros y la poca creatividad visual es el sentido del valor, igual nos van a gustar, igual entraron en nuestra mente y sus mensajes retumban en ti como mis palabras de amor y mis necesidades de tu pasión, de tus frases, de tu sonrisa. Igual están ahí estos realizadores, a mitad de camino, con las puertas abiertas para más, como yo con tus besos, pero lejos, todavía, de tu "sí" definitivo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Salvapantallas
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8
16 de diciembre de 2010
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sí, la soledad es el camino natural del hombre, pero es tambien uno arriesgado de transcurrir, quizás únicamente por esa necesidad violenta de tener una persona fuera de nuestros cerebros, capaz de escuchar -y tan solo escuchar- nuestros problemas, complicaciones e inseguridades. No basta acompañarnos de los impuestos, no encontraremos en ellos la virtud del oído tan desarrollo como en los que encontramos dentro del camino solitario. Buscar esto, buscar aquello, ¿por qué se hace tan dificil reunir el tiempo dispar, juntar las partes para saber a ciencia cierta compañeros leales y los aquellos presentes, corazón tan blanco, intenciones tan seguras, motivos para el logro de su necesidad? Es apoteósica la espera, es del llenado de tu corazón el momento romántico de estar ahí sentado, ahí corriendo, looking for alguien que te entienda, alguien que maneje tus hilos conductores. Ese colectivismo activará el arte del humano.

Encontrar a Mary y a Max en un universo tan dispar como esta actualidad es necesario, así como también lo es encontrar a un amigo para compartir con él o ella la vida dificultuosa de cada uno. Así como esa compañía, así como ese enseñarnos constante, la virtud de la historia recae en dos protagonistas cuyos problemas -exagerados para hacernos notar la sorpresa en un mundo donde es palabra está desvalorada- son el grueso de la realidad del hombre común y corriente: un simio amaestrado al sistema regulado, que debe romper las cadenas para descubrir la tranquilidad, el autoestima y el amor. Porque se trata de hacer lo que se dicta en nuestras almas, para encontrar el camino del bien necesario, para encontrar el equipo de vida que encamine el talento hacia la bondad.

Porque todavía se desmuestra que el romanticismo es indispensable en un mundo que parece haberse olvidado de la aventura, la fantasía y las emociones del alma. Porque relatar los momentos, los ejemplos, las situaciones será siempre el arte del cine. Cada fotograma, hecho de plastilina o de personas reales, de carne y hueso, será el génesis de cada filmación, como un átomo es al cuerpo humano. Porque la fábula de Adam Elliot es el coraje necesario para introducirnos en la vida real, profundizar en el dilema de las preguntas elementales para el ciclo del hombre, detallar la realización partiendo del yo y saltar al nosotros, al conjunto social, envolviendo el panorama y relucir el talento del logro. Esa debe ser nuestra meta a seguir.

Porque esta cinta resalta en una luz brillante, convierte el gozo en algo natural, nos emerje del constante y tradicional para meternos, con la eternidad de la amistad, en el camino de la esperanza.
Salvapantallas
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7
10 de octubre de 2010
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si uno camina por las noches azules, azotadas por el viento de ida o de vuelta, con sus olores y sabores más, con las estrellas que no se ven pero se perciben, con la intención de mejorar aquel panorama grisáceo y malintencionado, se dará cuenta la enormidad de momentos de escala entrañable a paupérrimo, ubicación y espacio levemente designados. Son esos los dueños del lugar, esos momentos ensoñadores, afiebrados, amantes de lo estético por revista de ojo, arte si uno está dispuesto a ir en su búsqueda, pero muy poco duraderos, pues se mide por intensidad de mirada, aliento, olor, tacto; la violencia, el desamor, la desesperanza; el gusto, el gozo, la alegría; todos somos, en consecuencia, amos creadores de cuántos momentos sepamos mantener en filo, esenciales. Dícese en la primera clase de cinematografía cuyo país y lugar por confirmar: el film está embelesado por las imágenes, por el control de esas imágenes, por la armonía de los momentos, por cuánto sinónimos podamos añadirle.

Tiene el cine pues, un aire estético necesario e invariable. Aun en las escenas que requieren la mayor crudeza, el cine debe tener los elementos artísticos necesarios, impecables a pesar de sangre, impecables como si estuviéramos hablando de un mantel en blanco del restaurant parisino de la octava calle, aquel con los farolitos. Encima, puedes encontrar cangrejo, caviar, unas pastas o carne sangrienta. ¿Qué más da lo que haya encima? La esencia es el mantel impecable, los cubiertos relucientes, la carta de presentación. Como añadidura, la correcta colocación de los miembros en el tapete, la armonía de vuelo.

A Single Man reúne con limpieza un corolario de gozo, parecido a una melodía suave y accidentada al mismo tiempo, atrevida para retratar, pero sabía para dejar llevar, para ir hilvanando la historia con cada paso de los perfectamente lustrados zapatos del sobresaliente Colin Firth. Son esos momentos, spots como los llamaría el director, construidos al mínimo detalle lo que hace la película un deleite, la belleza de la puesta en escena, lo impecable de su fotografía, encuadrar el maquillaje con el ángulo correcto. Para sintonizar, pegamento, la música de un clasicismo feroz, abriendo puertas en el camino del desgastamiento del ser humano, la lucha por encontrar el sentido de todo este sendero fugaz que es la vida.

Si no se coloca la violencia, rudeza, crueldad, es porque todo eso está en la mente del personaje, del hombre soltero, y la percepción de aquella soledad es tan disfrutable como el fino postre de sobremesa, con la sonrisa de aquel que ha sabido triunfar.
Salvapantallas
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4
24 de febrero de 2010
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay algo en The Lovely Bones que no encaja. No son los huesos, no es la suciedad de los suelos, no son las casas de los setenta y ochenta, no es el escéptico romanticismo que emana de sus personajes. Hay algo, repito, hay algo extraño que no me deja sentir nada; me deja simplemente un desatino. Sí. Un desatino y un vacío. Como si me sintiera entrampado en la visión de una película que no debió ser construida de ese modo, pero a medias; como si la mitad de la película estuviese bien y la otra mitad estuviese rara, torcida, mediocre. Como si fuéramos esclavos de alguien que decidió modificar los patrones convencionales, de un rebelde gratuito al que nadie le dijo hazlo, algunos deben haberle rogado que no lo haga, otros se mostraron indiferentes y a la minoría, creo yo, le encantó el resultado.

A Peter Jackson le ponen loco los efectos visuales. Le fascinan. Debe tener una colección de ellos en su sótano como si fueran barquitos en botellas. Yo también disfruto de ellos, pero existen los extremos, míster Jackson. En principio, las películas son historias. Hay historias que no merecen retoques grotescos, hay historias que no merecen esos paisajes inventados por la caridad gráfica de las computadoras. Hay historias cuya esencia esta aquí, en nuestros olores, en nosotros mismos, en cada gramo de piel y carne que nos rodea. Hay mucho todavía en la tierra, Peter Jackson, como para sentirse orgulloso de ello y no inventarlo en un monitor. Es por esa fascinación que el argumento pierde consistencia y ya no lo entiendes, ya no te emociona, pierde todo el sentido estético del poema lírico cinematográfico llamado gozo.

The Lovely Bones se queda a medias. Digamos que no evoluciona al siguiente nivel que completaría una obra digna de ser recordada con una sonrisa en la boca. Aquí ya no estamos hablando de potencia visual, sino de violencia visual. Esa opulencia de efectos hace que la película se torne incomprensible, que no permite desarrollar por completo el potencial incalculable de cada persona. Que no permite desarrollar una historia social sobre su propia opinión de la muerte y sus efectos y, en cambio, la lleva a la estratosfera, lejos, muy lejos de nosotros, hasta donde lamentablemente ya no podemos llegar ni con nuestra irreal creatividad. Y que no permite, por último, dar crédito y honor ni al gran reparto de actores (donde Tucci y Ronan se devoran la pantalla cada segundo que poseen), ni a la fotografía estética en planos reales que tiene un cuidado minuciosos casi perfecto.

La mitad del a película, la de la tierra y sus diálogos sociales y también fantásticos, es un poema cinematográfico de pura belleza exterior e interior. La otra mitad, la de la resolución de la historia, la que debió concluir de gozo, la que no debió llenarse de efectos visuales violentos, ese epílogo de momentos cruciales necesario parar el narrado del cine, simplemente no existió.
Salvapantallas
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