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Críticas de pablo garcia del pino
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Críticas 47
Críticas ordenadas por utilidad
10
22 de febrero de 2008
8 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llegó el día grande de "La fuente de la vida". Su evangelio de talento y penetración, para muchos, resultó oscuro. Pero todos sabemos que cualquier evangelio se nutre de prohibiciones, viejos pecados, rasgamientos de vestiduras, y, finalmente, de total incomprensión. Yo, como Aronofsky, prefiero la caridad contenida en el libro ardiente de la imaginación, de la inteligencia y de la fantasía. Que vacilen los tibios. A mí me encanta la obra evangélica, más arrojada y fascinante, con todo su sabor de buena nueva, que nos lanza Izzi Creo (Rachel Weisz) la protagonista:
"El Libro Maya de la verdad"
Hugh Jackman, magnífico, y Rachel Weisz, fascinante, abordan esta odisea fantástica de un reencuentro cautivador más allá de la muerte, a través del tiempo. El doctor Creo, atravesando el espejo de la realidad, beberá de la savia del árbol legendario capaz de otorgarle la vida eterna en esa Xibalba glorificada por su esposa enferma. Su libro de aventuras Isabelinas en la España de los conquistadores del siglo XVI será así finalizado, tras ese sueño de amor eterno. Dadle la explicación que mejor os complazca, bajo ese cielo como una esponja ardiente de dorados resplandores de estrellas; sentid caridad por ese amor multiplicado más allá del ensueño, en la Xibalba de los Mayas. Ofreceos al sacrificio de la ficción como hace el protagonista, sometiéndose a la voluntad que le impone la muerte y recorriendo todas las sendas que lo lleven hasta ese mitológico árbol de la vida. Mr. Creo acabará depositando una reseca semilla en la tumba de Izzi, tras protagonizar su fantasía y su esperanza de un nuevo reencuentro en Xibalba, una embelesadora búsqueda del sentido de la vida y de la muerte que nos pertenece a todos: ¿no será esta nuestra auténtica igualdad evangélica?... Aronofsky la acata con la mágica obstinación de un dogma.
La música, impresionante y memorable, de Clint Mansell culmina este cuajado de áureas centellas, esa torrencial y espejeante hondonada, aún resplandeciente, de la nebulosa mortecina, con sutil misterio, con un sabor de magnificencia, que, como el guerrero Maya de la historia Isabelina, todos acabamos por creer y aceptar que nos hallamos en presencia del Enviado del Cielo: el Primer Padre; y nos dejamos arrastrar por el oreo de esos jardines crepusculares del Árbol de la vida, y beber de su savia, y elevarnos, en esa culminación explosiva y rutilante de la figura deformada de Hugh Jackman, hasta las galas áuricas de Xibalba, en una nueva muerte como acto de creación y renacimiento. Probablemente no exista aclaración que resumir pueda esta flamante y exuberante propuesta con que Darren Aronofsky trata de hechizarnos. ¡No importa! Yo me reinvento con él, evoluciono con su fantasía, y me coloco en el bando de los que le aplauden. La elección también es vuestra: disfrutad con "La fuente de la vida", u odiadla. Realmente, este film es algo aparte. V.O. obligada.
pablo garcia del pino
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10
19 de noviembre de 2007
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fernando Fernán Gómez es capaz de convertir en relatos de lujo cualquier retrato de una clase media de época (en este caso, la de nuestra posguerra española, que, bien diseccionada a fondo, olía a estercolero). Claro que, como cada posguerra tiene, por así decirlo, sus temporadas, y toma sus sustancias de tantas calenturas bélicas como las que han expresado el sentir hondo, repugnante y brutal de la plebe masculina que tanto ha gustado "fabulear" con estas incumbencias guerreras a lo largo de los siglos que nos han precedido, ninguna etapa postbélica (allá por donde encalabrinara las acciones de tanto energúmeno militarista como los que siempre han corrido por ahí), ha dejado de gulusmear en las basuras. Nuestro Fernando prefiere, no obstante, extraer la profunda ternura que aún alienta (obviando la opresión que el poder franquista ejerce todavía a través de un tiempo que es mejor olvidar) sobre el ciudadano de a pie, y como él (siempre genial) no va de alma en pena por esos mundillos de Dios, nos ofrece uno de los mejores retratos de aquella época hostil, y a su humor satírico (que la censura, por fortuna, no parece advertir) une una profunda reflexión sobre la difícil situación del ciudadano vulgar y normalillo, o de las familias corrientes que vivaquean como pueden a la sombra, siempre nefasta, de toda dictadura, pero sin alarmas excesivas o el inquietante desarrollo que alcanzaría cualquier relato velados por los alcanforados visillos de una España que parecía eternamente marginada por su nauseabunda posguerra. Las tragedias cotidianas de la subsistencia se entremezclan con la sana inteligencia que Fernán Gómez derrocha. Alrededor de su figura y de la inolvidable y exquisita, aparte de divertidísima, Analía Gadé, (sin olvidar a todo un plantel de espléndidos secundarios), los usos y costumbres cotidianos del pueblo convierten este film en una comedia deliciosa. Y a propósito de la secuencia cumbre de la película, en la que la personalísima idiosincrasia un tanto alocada de Fernán Gómez, eje central de su ordenada subordinación burlesca, es diseccionada por sus allegados (padres y suegros), no puedo por menos que resaltarla como insuperable, maravillosa y tan, pero tan cómica, que no se le habría ocurrido ni al mismísimo Billy Wilder. ¡No es un drama social, es un "dramita" de clases y con clase! Es un gozo imprescindible. De visión obligada.
pablo garcia del pino
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