Señoras y señores: "Habemus nueva serie a la que rendir culto". Y lo digo así alegremente tras el visionado tan sólo del episodio piloto, normalmente no me he solido equivocar cuando los episodios pilotos me han fascinado de esa manera, excelente y depuradísima carta de presentación a una serie que promete bastante, a pesar de que la figura del narco colombiano, Pablo Escobar, ya ha sido llevada al cine en varias ocasiones, en esta ocasión, este producto de Netflix, supera con creces a lo anteriormente visto en cuanto al célebre personaje, y es que gran parte de culpa la tiene el actor brasileño Wagner Moura, interpretando magistralmente el rol del narco y al que ya pudimos ver en las dos partes de Tropa de élite de Jose Padilha, que toma las riendas en esta ocasión también como director.

El episodio piloto de la serie Narcos arranca poderosamente con esa voz en off del narrador de turno, poniéndonos en situación al espectador de turno, que luego resulta ser el agente de la DEA (Boyd Holbrook) que anda tras la pista del narcotraficante.

Todo en este episodio piloto es soberbio, esa fotografía tan pura y preciosista que tanto recuerda a los filmes de Michael Mann, ese elenco de actores hispanohablantes tan bien elegidos como el mexicano Damian Bichir y el eterno gran secundario Luis Guzmán, esa manera de narrar con un estilo tan realista que en ocasiones te da las ensación de estar viendo un documental, esos recursos de utilizar archivos audiovisuales reales y esa manera tan directa y amena de narrarnos la trama.

En definitiva, una serie que promete darnos grandes noches de gloria y de buen cine, a pesar de que ya sepamos como va a acabar la historia.

http://www.lamiradadifusa.com/2015/09/narcos-habemus-nueva-serie-de-culto.html

Sólo se me ocurre comenzar esta crítica con una palabra, y esa palabra o más bien adjetivo es el de "pretencioso", una palabra que siempre ha acompañado en mayor o menor medida al director mexicano Alejandro González Iñarritu. Ha pasado tiempo desde que me deslumbró en su maravillosa y honesta Amores perros (2000), sobretodo gracias al guión de Guillermo Arriaga, un compañero que se desligó de su trayectoria y notó claramente el director mexicano en su posterior filmografía. Perdiendo así intensidad y credibilidad en sus guiones.

En la película que nos toca, es inevitable comparar Birdman con otras películas como: Eva al desnudo, ¿Que fué de Baby Jane? o la más reciente Cisne negro.

Nos encontramos ante una nueva película que nos cuenta el ocaso y decadencia de una estrella, de la metaficción o para ser más exacto: del teatro dentro del cine, de mostrarnos que se cuece entre las bambalinas de Broadway, las cloacas del presunto glamour de las estrellas.

Iñárritu abusa en la película demasiado del plano secuencia, innecesario y mareante, con un montaje irritante que me deja exhausto, mención aparte merece la BSO que acompaña al metraje, el insoportable solo de batería es sin duda lo peor de la película, me produce dolor de cabeza y molesta más que acompaña.

Sin duda alguna el mejor apartado del film lo encontramos en el trabajo actoral, sobretodo por parte del deleznable papel de Edward Norton, quizá algo sobreactuado, pero forma parte del guión. El papel protagonista corre a cargo de un atormentado Michael Keaton en un papel complejo y lleno de aristas, luchando con su pasado y con su "Birdman interior".

Más allá del nivel de su gran elenco (excelentemente secundado por Naomi Watts, Emma Stone y Zach Galifianakis) el director Iñarritu ha querido llegar demasiado lejos en sus pretensiones de hacer el film definitivo sobre el mundo del teatro, del cine y sus entresijos.
En el último tercio de la película es justo cuando al director mexicano, la historia se le va de las manos.

No obstante, Birdman nos deja unas cuantas escenas memorables, Iñárritu con gran acidez sabe reirse de sí mismo, haciendo autocrítica de este mundillo, especialmente se muestra un atisbo de su genialidad reflejada en el personaje de una implacable crítica teatral que pretende (al más puro estilo Hermann Tertsch) destrozar la obra de teatro del protagonista, sin ni siquiera haber visto la obra previamente.

Esta escena es lo mejor de la película, es aquí donde Iñárritu atiza sin piedad a la figura de los críticos de profesión, es una metacrítica en toda regla, una bofetada a toda esa gente que utilizando manidas etiquetas puede alzar al estrellato o hundir al autor de turno.

Bien es cierto, que con sólo una escena memorable no se puede sostener una película entera, por lo tanto y ejerciendo de crítico de turno, recurro a manidas etiquetas, que por muy manidas que sean, no dejan de ser ciertas...

Si Birdman es muy pretenciosa, se dice y no pasa nada.

La película Sam was here (Nemesis) del debutante Christophe Deroo, sigue la senda de esa tendencia de los últimos años de querer hacer un cine de terror con ínfulas artísticas que ya hemos podido ver en otras películas como It Follows (David Robert Mitchell), La casa del diablo (Ti West) o Todavía estamos aquí (Ted Geoghegan).

Sam was here, nos retrotrae a ese cine visceral y salvaje de los años 70, con una historia minimalista donde la fotografía y el diseño de producción son los principales protagonistas, esos paisajes desolados del desierto de Mojave, polvo, suciedad y calor bochornoso, esos parques de carvanas, los moteles sórdidos y bares de carretera desolados, refuerzan la sensación de aislamiento de Sam, el sufrido protagonista y casi el único actor de la película que parece estar en una especie de infierno o purgatorio en la Tierra.

A pesar de no tener demasiada originalidad, y con un guión fotopiado a David Lynch, está rodada excelentemente con un buen uso de la cámara y unos planos más dignos de la fotografía artística.

http://www.lamiradadifusa.com/2017/05/sam-was-here.html

Desde hace ya algunos años, estamos viviendo una nueva edad de oro de historias de futuros post-apocalípticos y distopías en el cine y televisión, os voy a enumerar algunos ejemplos para que os hagais a la idea: Los juegos del hambre, The walking dead, Revolution, Divergente, Los 100, After earth o Los últimos días, por poner algunos ejemplos...

El subgénero distópico y post-apocalíptico, ha sido un tema muy recurrente en la historia del cine, personalmente, es un género que a mí siempre me ha fascinado. La cinta que nos ocupa en esta ocasión, reúne todos los ingredientes para ser una gran película de este género por diversas razones.

Para mí, la primera razón es que está dirigida por mi adorado director Bon Joon-ho, solvente director coreano, gran creador de historias como ya pudimos ver en The Host, Memories of murder y Mother.

En esta ocasión, el guión está basado en el cómic francés, Le Transperceneige.

Prtotagonizada en su mayoría por un elenco internacional: (Chris Evans, Tilda Swinton, Jamie Bell, John Hurt) La película transcurre íntegramente en el susodicho tren, el Snowpiercer, un convoy que representa y funciona como una evidente metáfora de las clases sociales y la desigualdad: en el vagón de cola, malviven apiñados los pobres, y en la cabecera del tren, viven los ricos, rodeados de toda clase de lujos.

Bajo esta original premisa, el detonante no puede ser otro que la revolución social, avanzar hasta el cerebro de la bestia...

Lejos de que, a priori, la película pueda parecer algo monótona al tener sólo un escenario, precisamente, esta baza es el punto fuerte de la película, la opresora atmósfera del film, y su oscura fotografía, tintado con las habituales gotas de violencia y acción, dota al film de un ritmo vertiginoso.

Excelente labor actoral por parte de Chris Evans, la siempre efectiva Tilda Swinton y especialmente del actor fetiche del director: Song Kang-ho, un excelente actor que bien se merece un post dedicado en un futuro próximo.
Si obviamos a las películas de los Oscars, nos encontramos ante una de las películas del año.

¡Que vivan las distopías!

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El cine coreano es incombustible. El mejor cine que se está haciendo en la actualidad procede de este país.
Supongo que nos lo parece porque las películas parten desde otra filosofía. Fusionan perfectamente las buenas interpretaciones, moralejas contundentes, acción trepidante, mimo en los detalles técnicos, un humor característico y una historia que evoluciona constantemente. En este film se cumple todo al 100%.


La historia de este film ya se ha contado tropecientas veces en la historia del cine (León el profesional, El fuego de la venganza, Safe, etc). No es nueva. Pero son los pequeños detalles que la hacen enorme. Las pequeñas diferencias que hace que se distancie de las demas películas que cuentan la misma historia.
En el cine coreano tienen la facilidad de definir los personajes. Por pequeño que sea el papel.

La única conexión del ex-agente especial Cha Tae-sik con el mundo es una niña que vive cerca de su casa. La madre de la pequeña trabaja para una organización mafiosa que se dedica al tráfico de drogas y le confía a él la mercancía. Cuando los traficantes se dan cuenta, secuestran a la madre y a la niña. Además, confunden a Tae-sik con un camello.

La auténtica fuerza de este film se encuentra en: la puesta en escena, el potente estilo visual, la calidad de las actuaciones, la elaborada atmósfera, la gran forma de rodar las secuencias de acción, la ambientación, y por supuesto, la tensión y atención que genera en el espectador. Pese a no mostrar nada nuevo en su argumento, tiene una profundidad que pocas cintas logran. Se me hace muy interesante ver que, a diferencia de otras películas de este género, los personajes están muy bien definidos, y muestran una evolución durante el metraje.

El cine coreano, como ya viene siendo habitual, sigue dándonos lecciones magistrales de lenguaje cinematográfico.

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