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España España · Madrid
Críticas de OsitoF
Críticas 2.084
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
6 de mayo de 2024
Sé el primero en valorar esta crítica
Cuando se dijo que Tarantino había comentado que sólo iba a rodar nueve películas, lo tomé como la típica baladronada de tío endiosado que sólo busca llamar la atención y, quién sabe, subir su cotización a base de controlar y generar expectación sobre la oferta. A medida que va tomando forma la posibilidad de vaya en serio y que cada película nos acerca a su final como director hay veces que creo que acierta evitando ensuciar su trayectoria con títulos sin la calidad suficiente (inevitable, si consideramos que, incluso en una carrera tan limitada, ya ha metido la pata alguna vez) y veces que creo que debería arriesgarse porque una genialidad o una muy buena película (que están perfectamente a su alcance) limpian cualquier truño (o truños).

Si “Pulp fiction” es su opera magna y una obra maestra indiscutible, yo creo que es “Reservoir dogs” la película revolucionaria por la que debería pasar a la historia, la película que más me fascina y la que siempre me quedo a ver por cómo construye los personajes y cómo vivimos la historia a través de sus diálogos, testimonios y recuerdos. Una película discursiva que sabe reservar la acción como tal para momentos de violencia icónica con una estructura que nunca se había visto porque nadie se había atrevido. El único reproche que le hago es que por su culpa las carteleras y los catálgoos se han llenado de inútiles que tratan de hacer cosas en la línea de “Reservoir dogs” pensando que basta con poner una cámara a rodar a peña dando la chapa en charlas inacabables. No he llegado a ver “Jackie Brown” y me gustaron las “Kill Bill”, cada una en su estilo. Asumiendo como realidad objetiva que “Death Proof” es un pufo sin más, no he terminado de simpatizar con el resto de su filmografía: si bien impecable en su escritura y ejecución técnica, esa visión de que el cine está para llevarnos a realidades alternativas en las que el héroe cambia la historia me parece, a día de hoy, fuera de lugar y excesivamente disruptiva para mi gusto. T

“Los odiosos ocho” va en la línea de sus primeras películas, un western serio con planteamiento clásico (buenos, malos y revólveres) y conceptos técnicos modernos (pueblos cochambrosos, ropa mugrosa, gente miserable ganándose la vida como puede y peleas a muerte desprovistas de caballerosidad alguna). Parte de la película discurre de manera cronológicamente desordenada, como en “Pulp fiction”, aunque sin ser ese armonioso caos y mucho contexto en forma de largos diálogos, como en “Reservoir dogs” pero sin ser tan extremadamente discursiva. El conjunto es una película que se podría calificar como ‘normal’ pero con todo el sabor y la personalidad de su creador que crea una atmósfera cargadísima en el reducido espacio de una posada dejada de la mano de Dios en el salvaje oeste, con casi una decena de misteriosos personajes a punto de matarse entre sí cuyas motivaciones y vínculos se van desenmarañando con maestría línea de guion a línea de guion. Cada palabra, cada gesto, cada revelación son un paso dentro de un campo de minas con los que el espectador respira aliviado o pega respingos según se le antoje al bueno de Quentin.

Siempre es buena señal que una peli de dos horas y media se pase rápido y “Los odiosos ocho” no dan la sensación de durar más que un episodio medio de cualquier serie de Netflix, porque por densos que sean los diálogos, no son espesos y tienen algo que aportar al argumento. Y porque, entre diálogo y diálogo, pasan cosas en forma de tiroteos, violencia o avances en la historia. Además, la peli empieza como un western y termina como un western sin cosas raras ni sin homenajes a nada ni a nadie más que al espectador y al cine. Según mis cuentas, a Tarantino le queda una película antes de caducar como realizador (¿un guiño a “La fuga de Logan, quizás?). Con que esté a la altura de esta “Los odiosos ocho”, será una despedida por todo lo alto.
OsitoF
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6
6 de mayo de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Alerta roja” pertenece a esa nueva tipología (a falta de una calificación mejor o de considerarla un género en sí misma) de películas de relleno en las plataformas de streaming con una calidad técnica y ambición argumental muy superiores a la de sus equivalentes de hace veinte años, los telefilmes, a los que los más nostálgicos pueden todavía echar mano en las sobremesas de Antena Tres los fines de semana. Aunque el nuevo modelo de entretenimiento audiovisual que representan estas plataformas tiene riesgos y efectos negativos, al menos en esto hemos salido ganando. De películas que giraban casi exclusivamente en torno a los cuernos (unas acabando bien y casi todas acabando mal), ahora Netflix y compañía nos sugieren cientos de películas de aventuras con grandes dosis de acción, mucho humor, abundancia de efectos especiales y muchas caras conocidas.

El reparto de “Alerta roja” es de los que llaman la atención (para bien) y, en el caso de Dwayne Johnson y Gal Gadot, el formato es perfecto para ellos: ni grandes expectativas, ni desafíos interpretativos y con el caché suficiente para no representar un paso atrás en sus carreras. La película les permite lucirse y ellos dan lustre a la cinta: win-win total, especialmente en el caso de Gadot, muy cómoda y suelta. En el caso de Ryan Reynolds, no estaría tan seguro. Si bien en principio podría dar la sensación de que el chaval está un par de escalones por encima de este género o que lo estaba no hace mucho, te paras a pensar en sus últimos papeles y son de un parecido alarmante: héroe de acción amañada que no es capaz de estar un segundo callado y ametralla la película con continuos chistes y gracietas de nivel bajo-muy bajo. Mientras que casi todos en el mundillo tratan de reinventarse y evitan repetirse si pueden, el suyo parece un extraño caso de autoencasillamiento buscado, inducido y deseado. En “Alerta roja” no está del todo mal, resulta un poco cargante, pero sin llegar a la cansinez de otras producciones y le han limado (muy acertadamente) muchas groserías.

En líneas generales “Alerta roja” hace pasar un buen rato. Es una película amable e interesante dirigida a un público familiar que busque escenas de acción en localizaciones imponentes, pero evitando masacres y sangre innecesarias. Va más en la línea de las pelis de la saga Ocean’s, de atracos imposibles y traiciones entre ladrones, que de la saga de el guardaespaldas. El humor, los enredos y la aventura prevalecen sobre la intriga y los tiroteos, así que se puede ver por la mañana, por la tarde o por la noche, con toda clase de compañía. Bien facturada y con buenas vibraciones, lo que se le pide a estas producciones, los nuevos caballos de batalla de Netflix, los nuevos telefilmes.
OsitoF
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6
5 de mayo de 2024
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No soy fan de la saga Equalizer. Aceptando que son todas películas de una factura sobria y correcta, en la línea de su realizador Antoine Fuqua, en la primera entrega no me terminé de creer al personaje (un ex-asesino del Gobierno USA entrado en años y reconvertido a justiciero de barrio) y en la segunda no me terminó de convencer una historia interesante pero desangelada (más convincente, más sólida, pero empeñada en no destacar en nada). Si una tercera entrega me dejaba muchísimas dudas sobre su necesidad, que se deslocalizar el rodaje y se trajese a Europa me pareció la típica maniobra de contar lo mismo con otros aires para buscar en la forma no lo que no puedes aportar como fondo.

Pero oye, no. Fuqua y su equipo técnico, desde luego, no desaprovechan la ocasión para rellenar metraje con planos y recontraplanos de la paradisíaca Altomonte y hacerle un merecido publirreportaje, ni evitan caer la tentación de ubicar escenas de dudosa aportación argumental en los lugares más turísticos de una villa que dan ganas de visitar. Pero tampoco es cosa de denunciarles por hacer una película bonita y, aparte de como adorno, el viaje a Italia permite traer a escena a un enemigo a la altura de Denzel Washington: la mafia.

Si bien el punto más débil de esta tercera entrega (y de toda la saga) es creerse a un sesentón fuera de forma como asesino implacable que mata manadas de sicarios armados hasta los dientes con un palillo de dientes y un kiwi sin pelar, Fuqua demuestra mucha astucia a la hora de resolverlo o, cuando menos, mitigarlo: ni lo intenta. Las coreografías no son para nada elaboradas y las peleas se basan casi siempre en la nocturnidad y el ataque sorpresa, degollando, acuchillando o pegando tiros por la espalda a sicarios ‘indefensos’ y raras veces, Denzel encaja un puñetazo o va de frente. Aunque cabría preguntarse de qué están hechos los zapatos de Washington para no hacer el más mínimo ruido en habitaciones vacías de noche o qué técnica marcial utiliza para detener y desviar golpes de tiarrones de dos metros y ciento cincuenta niños, lo que hace creíble todas esas masacres es que Fuqua se toma su tiempo mostrando las palizas, vejaciones y asesinatos de esos criminales y deseando que les llegue su hora. Cuando aparece Denzel el exterminador, sólo queremos que sufran mucho, sin pensar si no es muy raro que el hombre se pasee por las mansiones de los villanos como yo por el Palacio de Cristal de El Retiro.

“Equalizer 3” está exactamente igual de bien (o de mal) que sus predecesoras. Habrá más, sin duda, y me sorprendería tanto que bajasen del seis como que llegaran al siete. Quizá un poco más vistosa y un poco menos fresca, pero tiene sus mismas debilidades y fortalezas. Personalmente, sigo echando de menos algo de punch final, el pertinente clímax. En toda la saga me gusta la introducción, me cae bien el personaje, me gusta cómo se integra en su barrio o su pueblo o su ciudad, me gustan las peleas, me gustan sus charlas con NPCs, me suelen gustar los villanos (particularmente este es un poco artificioso y sobreactuado, pero sin mayores problemas) pero llega el final de la cinta, salen los créditos finales y tengo las mismas pulsaciones que he venido teniendo durante toda la película. No hay nada en el desenlace que lo diferencie de situaciones previas. Si esa falta de clímax es alguna clase de firma del autor o alguna forma de decir que está harto de las películas de acción con traca final, pues diría que, efectivamente, consigue una seña de identidad… pero con un resultado cuestionable.
OsitoF
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1
3 de mayo de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para el que hubiese estado atento, “Stoker” ya mandaba warnings desde la ficha técnica: que estuviera financiada por dinero norteamericano y dirigida por un director tan personalísimo y lleno de peculiaridades como Park Chang-Wook ya dejaba intuir una mezcolanza de estilos y planteamientos de difícil integración que no iba a acabar bien. Pero que encima estuviese escrita por el protagonista de la “Prison Break” (contra el que no tengo nada y hablo por puro prejuicio, pero no se le conoce nada significativo más allá de la primera temporada de esa serie) no invitaba a nada optimista. Por el respeto que le tengo al Park Chang-Wook de “Old Boy” no me extenderé demasiado y trataré de hablar de una película fallida cuando el cuerpo, aún después de ocho años, me pide hablar de truño.

“Stoker” empieza como una mala película y termina como una película de mal gusto. La explicación que yo encuentro más lógica es que, en algún momento del proyecto, alguien con autoridad en el proyecto hizo lo que siempre dicen en Masterchef: probar las cosas según las vas haciendo y no esperar al final, cuando la cosa ya no tiene remedio. El caso es que lo hizo demasiado tarde, como más allá de la mitad de metraje y se dio cuenta de que aquello conducía a un thriller de psicópatas asesinos de baja calidad argumental extremadamente previsible y sin chispa. En lugar de parar todo, replantearse las cosas y volver a empezar, debió de pensar que, ya que contaban en nómina con un Park Chang-Wook experto en experimentos y provocación, lo más económico podría ser pedirle que tratase de arreglarlo a base de cosas raras en lo técnico y lo narrativo.

Dicho y hecho, la película pega un abrupto cambio de rumbo y se vuelve oscura, absurda y grotesca. Como si Chang-Wook, sobrepasado, le hubiese pegado un telefonazo a Lars Von Triers en busca de inspiración. Erotismo de baja estofa y vísceras gratuitas debió de ser la respuesta, porque la “Stoker” pasa de ser un Viernes 13 peñazo a una cosa grimosa y desconcertante que, bueno, sí pretendía que nos olvidásemos de la mediocridad de la primera parte lo consigue… aunque a costa de traumatizar los sentidos, incluído el sentido común.

No sé. Sin duda, lo peor que he visto del gran realizador coreano y, por alguna razón que desconozco, gustó bastante a la crítica profesional. Yo no salvaría nada, ni siquiera unas interpretaciones bastante rígidas, como suelen serlo cada vez que artistas de Hollywood se ponen a las órdenes de cineastas fuera del circulo comercial y no parecen entender los ritmos ni lo que se espera de ellos. Termina dejando tan mal cuerpo que los giros supertrillados de mitad de película (supuestamente obra de Miller) parecen genialidades.
OsitoF
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8
2 de mayo de 2024
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No me considero una persona sensible ni, la verdad, romántica. Realmente es que no lo soy y, por suerte o por desgracia, eso se manifiesta en mis gustos artísticos (cine, TV o literatura). Aún así, reconozco que lloro como un idiota con sólo pensar en el perro de Fry en “Futurama”, me trago las pelis románticas sin excesivos problemas y, de hecho, me gusta que los protagonistas acaben juntos y felices, preferiblemente cuanto antes.

Pero, de vez en cuando (muy de vez en cuando), me encuentro con películas que me dan la sensación, por lo que cuentan o cómo lo cuentan, de que entienden de qué va esto del amor. Obviamente, hablo de cine serio (no de comedias adolescentes) y no me refiero a que hagan vivir intensas historias de enamoramiento, atracción o pasión, sino que plantean ciertas claves que te hacen pensar que quien haya escrito o dirigido la película ha tenido experiencias vitales profundas y ha reflexionado sobre ellas como sacar lecciones y comunicarlas. Vivir, entender y transmitir: parece fácil, pero cuando se trata del amor es casi más complicado que la mecánica cuántica. De hecho, estoy seguro de que se puede huir preventivamente de cualquier obra que aspire a destilar la esencia del amor porque no puede ser otra cosa que un truño pedante que trate de poner palabras e imágenes a lo inabarcable.

Los grandes dramas románticos que perduran, lo hacen porque han encontrado la manera de contar una historia que nadie pueda rebatir, porque reflejan un aspecto del querer con el que el todo universo de espectadores se siente identificado, ya sea por experiencia o por empatía. Y digo ‘un aspecto’ con toda la intención, porque pretender abarcar más es tontería y focalizar la narrativa en el cariño, la pasión, el afecto o la ternura, si se hace bien, es más que suficiente. “Los puentes de Madison” es el ejemplo más claro y esta “Una vida en tres días”, es de las pocas obras que he encontrado del estilo que me hayan llamado la atención. El amor como elemento de redención. Individual, mutua o colectiva. Gente en apariencia normal, pero con almas heridas y condenadas a la miseria interior, que encuentran cuando ya había desaparecido toda esperanza, esa conexión que les cambia la existencia.

“Una vida en tres días” discurre a varios niveles y con formato de drama. No todo en ella gira en torno al amor, pero aquí, allá y en sus desenlaces deja detalles que confirman que entiende y sabe transmitir sentimientos. Me la creo a ella y me creo a sus personajes, por forzadas que puedan estar algunas situaciones.
OsitoF
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