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España España · Granada
Críticas de Yanpol64
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Críticas 25
Críticas ordenadas por utilidad
8
15 de abril de 2016
168 de 177 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basada en una novela que ya tiene más de un siglo, La guerre du feu (“La conquista del fuego”), de J. H. Rosny (pseudónimo de los dos hermanos belgas Joseph Boex y Séraphin Boex, auténticos pioneros de la “novela prehistórica”), la historia nos lleva al Pleistoceno Superior de hace unos 70.000 años, cuando en el Viejo Mundo convivían diversas y amenazantes especies humanas y animales (como los tigres dientes de sable): un clan de neandertales –dependientes del fuego que saben mantener, pero que no saben producir- sufre el ataque de una horda homínida más simiesca, con la nefasta consecuencia de la extinción de la única brasa encendida que han rescatado en su huida. De modo que, angustiados y vulnerables, helados y desvalidos, refugiados en la frágil protección de una laguna, deciden enviar a tres machos jóvenes a la búsqueda del fuego…

La película engancha, entretiene, divierte, emociona y es ideal para regalar o compartir con los jóvenes (despertando su curiosidad sobre muchas cuestiones científicas). Un film estupendo –todo un placer estético y visual- al que siempre le tendremos cariño. Entre la aspereza, la incomunicación o la comicidad, el director consigue también momentos poéticos y trascendentes…

Como ficción y fantasía nada que objetar, y tampoco habría que objetarle demasiado a todas las licencias peliculeras que se permite. Pero a pesar de sus aciertos, los que somos aficionados a la evolución humana, a la Paleoantropología y Prehistoria,… encontramos errores contundentes, por ejemplo, en la recreación del modo de vida de los neandertales del Musteriense durante el Pleistoceno Superior (134.000-10.000 a.C.); en la recreación de las características de otras especies de homininos aún más primitivos -contemporáneos a los neandertales- con los que coexistieron en paralelo; en una serie de prejuicios sobre la innata superioridad del Homo sapiens, así como en los infundios sobre la torpeza simiesca del Homo neanderthalensis. Si tenemos que analizar esos errores, por orden de mayor a menor gravedad, lo podríamos hacer como sigue:

1º) La mayor falsedad arqueológica de la película (la hipótesis equivocada de que los neandertales "no sabían producir fuego") se convierte en su punto de partida necesario y medular. Sin esa conjetura falsa no podría plantearse la aventura del filme. Suposición muy equivocada para los neandertales que poblaron la fría Europa del Pleistoceno Superior, aún más cuando hay pruebas del control del fuego desde al menos cien mil años antes (por humanos más primitivos del tipo erectus e heidelbergensis). Las poblaciones de neandertales prosperaron durante glaciaciones que incluyeron periodos glaciares como el Würm I (iniciado hace más de 100.000 años) que le imprimieron a Europa –la que quedó libre de un enorme grosor de hielos perpetuos- un clima siberiano. Fue muy crudo el periodo frío del episodio geológico OIS 4 (datado entre 74.000 y 60.000 años) durante los milenios en que prosperaron los neandertales “clásicos” y cuando el mamut lanudo ártico llegó hasta El Padul, al sur de Granada –la menor latitud registrada para esa especie fósil de clima frío- como atestiguan los fósiles encontrados en la turbera de su laguna. Esa pudo ser también la época durante la cual por primera vez los Homo sapiens de origen africano llegaron a Europa encontrándose con unos neandertales que seguramente dominaban el fuego mejor que los recién llegados. De modo que todo el paradigma que da sentido a la película, ese de que los neandertales eran unos pobres ineptos que se ven empujados a lanzarse a la aventura de “buscar el fuego”… queda desmontado por la realidad.

2º) No existió una superioridad tecnológica de los sapiens respecto a los neandertales durante los muchos miles de años que fueron contemporáneos. La mayoría de la gente asume el prejuicio y el tópico de que los clanes de nuestra especie sapiens eran más inteligentes que los neandertales y que, desde que aparecieron en África (hace unos 200.000 años) comenzaron a desarrollar una industria lítica superior. Completamente falso. Mientras sapiens y neandertales convivieron en Europa durante unos 10.000 años (¡100 siglos!), no dejaron restos tecnológicos que nos hayan indicado ninguna diferencia significativa, hasta el 35.000 a.C. cuando los neandertales se extinguen y se inician unos milenios de progresivo desarrollo tecnológico en la industria de piedra de nuestra especie. O sea, que nuestros ancestros sapiens ¡no demostraron ninguna superioridad tecnológica durante más de 150.000 años! La única y quizás importantísima diferencia es que los sapiens siempre poseyeron un pensamiento simbólico (escultura, pintura, música, magia…) del cual los neandertales no han dejado pruebas. Y esta faceta simbólica sí que está reflejada en la película con acierto (la identidad del clan de los sapiens está vinculada a las pinturas que adornan sus cuerpos).

3º) Los neandertales no eran ningún eslabón semi-humano de la evolución. Pero en la película adoptan actitudes muy simiescas (que rayan la caricatura): hablan con gruñidos y no se desplazan erguidos del todo. Y eso está muy mal. Humanos fósiles mucho más primitivos que los neandertales poseían una marcha y una postura plenamente moderna desde hace al menos 1,6 millones de años. Y es prácticamente seguro que humanos anteriores y antepasados de los neandertales, como los Homo heidelbergensis de Atapuerca (de hace 400.000 años) ya tendrían un lenguaje elaborado. Sí está muy bien recreado el aspecto facial de los pálidos neandertales, con su arcada orbitaria, su frente huidiza y sus melenas claras (análisis de su genoma han descubierto que podían ser rubios y pelirrojos).

El usuario de una crítica que podéis leer debajo, JASTARLOA, comete un tremendo error al no comprender que los protagonistas son neandertales (él dice que son "sapiens") así que no ha comprendido lo fundamental.

Y continúo con otros errores y aciertos en SPOILER:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Yanpol64
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5
26 de enero de 2016
396 de 659 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya sé que es de mala educación criticar el sabor de un plato cocinado, con cariño y buenos ingredientes, por un cocinero genial al que uno admira, pero -perdona que te lo diga, Quentin- por primera vez has estado tan perezoso, descuidado, vanidoso, torpe, egoísta, atolondrado… que has estropeado el famoso estofado de Minnie. Tiene un olor desagradable y un sabor rancio. No sé si habrá sido por un exceso de grasa, de casquería, de óxido... o por haber metido gato en vez de liebre, pero me has decepcionado.

Mientras avanzaba con la diligencia por aquella desolación nevada mi boca se hacía agua pensando en la conocida receta y casi me parecía oler ese estofado sabroso con todos sus ingredientes tan bien entremezclados. Pero no, Quentin, esta vez –y es comprensible después de tantos años- te has copiado con desgana, te has pasado lanzando cachos exagerados al caldero, hala, venga, sin pies ni cabeza… removiéndolos con la payasa soberbia y la gilipollez pelotuda de alguien engreído que lleva décadas recibiendo merecidos elogios.

Y como es de bien nacido ser agradecido, estoy en deuda contigo por todos los placeres anteriores que llevas ofreciendo a mi paladar, pero que consten un par de cosas: que no pienso volver a tragarme un estofado tan vulgar como este de los Ocho Indeseables, y que la morcilla de Samuel L. Jackson sobraba en el puchero (te la podías haber metido tú por donde te cupiese).

Y además eres consciente de ello, so caradura ¿o nos tomas por idiotas? Hay unas cuantas ocasiones en que a falta de liebre has echado gato en la cazuela y nos lo has servido con auténtica desfachatez: como no tenías ganas de trabajarte una situación que pudiese explicar por qué no había sido rematado Samuel L. Jackson ¡simplemente prescindes de esas escenas, das un salto, y nos lo presentas a salvo desangrándose en la cama y poniendo condiciones! Y cuando no sabes cómo hilvanar otros acontecimientos ¡simplemente pones una fraudulenta voz en off, inexplicable, para que nos suelte un rollito! Pero, Quentin, qué vergüenza, con esos guiones siempre tan estupendamente cocinados a los que nos has tenido acostumbrados. Comparar esta última tuya con la genial primera (Reservoir Dogs) es algo realmente desacertado.

Pero es que hay más grumos e incoherencias en el estofado, y cualquiera con buen gusto tarantiniano se entristece llevándose a la boca cucharadas sabrosas mezcladas con otras que dan ganas de escupir: trucos baratos, engaños arbitrarios, contradicciones atolondradas o anacronismos absurdos: no, Quentin, no tendrías que habernos estropeado el recuerdo de la aguda disertación de Tim Roth sobre la necesidad de una fría Justicia desapasionada, al revelarnos después que no es verdugo (que inconsistencia suponer esa reflexión en un simple bandido); no, Quentin, no tendrías que haber convertido en un dato esencial del que depende la credibilidad y la vida de un hombre, el supuesto odio de Minnie hacia los mejicanos, al revelarnos después en un flash-back que recibe y atiende al mejicano sin problema alguno; no puedes darle protagonismo a una historia de felación absolutamente impensable en el viril Far West del siglo XIX, simplemente para volver a recrear de un modo exagerado y forzado ese tu típico monólogo tocapelotas –magnífico en otras películas- que consigue llevar a un hombre a un estallido de ira, como ya demostraste en tu guión juvenil de Amor a quemarropa (con aquel monólogo de las abuelas sicilianas folladas por los moros)…

A diferencia de la mayoría, la parte que me ha llegado ha sido la del principio, la del primer cuarto de la película; y la parte que me ha decepcionado ha sido la de todo ese estofado artificioso, anacrónico, sanguinolento, incoherente y sin chispa que se ha ido cocinando hasta reventar en La Mercería de Minnie.

Kurt Russell como John Ruth ‘La Horca’ ha sido el mejor en todos los sentidos.

Faltan los sanguinarios ideales de los Bastardos o de Django, motivaciones para el crimen, emociones para la venganza, o fuerza de convicción en los ingeniosos diálogos. Sobran la casquería sin gracia, los chorros de sangre sobre las caras, esa mariconada delirante de la gélida mamada, muchos planos feos y repugnantes... Pero, en definitiva, se puede perdonar, Quentin, que por una vez tu inteligencia, como los sesos, hayan saltado por los aires, pero no se te puede perdonar igual que nos hayas HARTADO Y ABURRIDO; y no me refiero al principio (estupendo), sino a todo ese tramo final, tan huero, en el que te imaginabas divertido.
Yanpol64
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9
28 de septiembre de 2016
123 de 160 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la sala de cine ya sentí, como todo un mérito mayúsculo, que Tarde para la ira me estuviera emocionado antes de que ocurriera algo especialmente conmovedor, que lo estuviera consiguiendo por la simple belleza de su autenticidad. Un placer epidérmico que me llegó desde el principio de un modo espontáneo y natural. Y salí del cine con la intención de buscar información sobre ella. Supe entonces que una de las razones del aroma especial de su textura era resultado de una opción estética intencionada: la decisión de filmarla en celuloide (en peligro de extinción), tal y como hacen, con el de 35 mm, Martin Scorsese, Quentin Tarantino, Christopher Nolan o J. J. Abrams, principales líderes de la resistencia contra el imperio digital. Arévalo había elegido el Super 16 mm. Cuando este ancho de película, más “barato” y manejable, se pasaba a 35 mm para su exhibición en salas comerciales, dejaba un granulado especial, y este efecto justamente era el que de un modo completamente deliberado estaba buscando el director para su impecable debut. Uno de los pocos laboratorios de revelado de Super 16 mm se encuentra en Rumanía, de modo que las latas con el material filmado estuvieron volando en continuas y peligrosas idas y venidas. Y como el metro de película estaba costando un dineral todo el mundo tenía que estar especialmente afinado y concentrado a la hora de rodar. En fin, un acierto de Raúl Arévalo, pues ese toque vintage y amateur, ese tamiz granulado de luz plomiza, había merecido la pena y caló inconscientemente en muchos de los que éramos espectadores desprevenidos.

No pretendo que los demás compartan mis gustos (“el gusto es mío”), pero sentí sin proponérmelo que, al igual que esas canciones que a la primera empapan de placer nuestro cerebro, conectaba al instante con mis sensores del equilibrio estético: estuve a punto de la lagrimilla sin que aún hubiera sucedido nada dramático y fui consciente de que me emocionaba por la belleza de su factura descuidada, por el temple enérgico de su sencillez, por el pulso intenso de su ritmo, de sus diálogos, de sus silencios, de su verdad.

Considero todo un meritazo que una película de atmósfera sórdida, sucia, violenta… una película que se desenvuelve en los ambientes cutres de nuestras barriadas, en los ambientes de nuestros rancios usos y costumbres de clase media baja, de la ordinariez de nuestros bares, de nuestras charlas vulgares, nuestras pintas chabacanas, nuestras rumbitas castizas… sí, considero todo un meritazo que una película así no caiga ni en la horterada, ni en el costumbrismo cañí, ni que tampoco caiga en el simple entretenimiento de acción violenta ni en las poses del realismo social comprometido.

Tras un impactante comienzo y un buen tramo pausado de calma posterior (en el que anida una extraña tensión), la película evoluciona hasta convertirse en una especie de road movie mesetaria (no es precisamente glamuroso el pueblo segoviano de Martín Muñoz de las Posadas) empapada de mala sangre. Me llaman la atención algunas críticas que sólo la califican de interesante. La película es sobresaliente, mama de la esencia más turbadora de nuestro cine negro, y si la hubiera firmado Peckinpah, Eastwood, Kitano o Cronenberg, esos mismos críticos prejuiciosos elevarían a este western crepuscular castellano a la categoría de obra maestra.

Sin moralinas, sin exhibicionismos, sin sermones, sin bonitos encuadres, sin cuidadas simetrías, sin estudiados claroscuros, sin oxigenantes perspectivas, sin acción trepidante, sin alardes de ningún tipo… la película me estaba llegando por la simple maestría de su punto de vista y el equilibrio contundente de su autenticidad sin imposturas.

Seguramente también me emocionó porque en la oscuridad de la sala fui consciente de que estaba disfrutando de un “clásico” instantáneo del cine español -por adelantado, sobre la marcha, en un jodido vis a vis- sin tener que esperar para desencadenar esa certeza a la libertad provisional de futuras valoraciones.
Yanpol64
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4
14 de marzo de 2015
132 de 187 usuarios han encontrado esta crítica útil
Admiro a Fritz Lang y me gustan muchísimo varias de sus películas, como M, el vampiro de Düsseldorf (magnífica, se mire por donde se mire) de su etapa alemana, y sobre todo las de su etapa estadounidense, algunas tan sobresalientes como Los sobornados, Deseos humanos… y tan notables como Furia, La mujer del cuadro, Perversidad, Más allá de la duda, Mientras Nueva York duerme, o Los contrabandistas de Moonfleet (una de aventuras y espadachines sin mayores pretensiones)… así que no tengo prejuicios con las películas de ese director y, en caso de tenerlos, serían positivos…

Pero Metrópolis, revisada en las mejores condiciones de una sala de cine y en su versión íntegra restaurada, al margen de su innegable valor, a pesar de su indiscutible influencia, al margen de su belleza visual o de la excelente dirección cinematográfica… tiene demasiados aspectos absurdos, ridículos, pueriles, inconsistentes, rancios, histriónicos… y lo que es peor, reaccionarios e incluso medio nazis. Hay momentos en los que el sectarismo ideológico alcanza niveles muy tendenciosos, con un tufo antidemocrático baboso, machista, religioso y facha, realmente reaccionario:

- Hasta la música muestra rasgos de sectarismo tendencioso cuando imita acordes –distorsionados- de La Marsellesa asociados siempre a la malévola locura de la clase obrera sublevada y desenfrenada.

- La ciencia se nos presenta como “torre de babel” de la soberbia humana, que sólo sirve para crear una tecnología esclavizante, o que es el fruto maligno de un científico desquiciado como Rotwang ¡que opera bajo un símbolo en forma de estrella sospechosamente similar a la davídica judía! ¡Toma ya, con su toque de judeofobia como aliño imprescindible!

- Por el contrario, la religión, concretamente la cristiana en su versión más oscurantista –con nuevas promesas mesiánicas y plagada de amenazas apocalípticas de estilo medieval- se nos muestra como la espiritualidad más luminosa y positiva de ese mundo clasista, y como la ideología más adecuada y certera en sus diagnósticos y previsiones, siendo el mensaje de la santa María –el personaje más benéfico de la historia- el que sirve como opiáceo para neutralizar la legítima rebelión de una clase obrera oprimida a niveles bestiales. Tiene mucho sentido que entre maquetas futuristas lo que realmente tiene el protagonismo soterrado son los viejos mitos bíblicos, los clérigos en sus púlpitos, las advertencias apocalípticas, las estatuas de los “pecados capitales” en portadas medievales abocinadas, la Muerte con su guadaña y hasta la entrañable fotografía de las pilas del agua bendita…

- La lucha obrera contra amos y patrones, ya sea en su vertiente mecanoclasta, sindical o socialista revolucionaria, y a pesar de vivir en condiciones infrahumanas y subterráneas, es el error nefasto de una clase proletaria que llevará a todo el mundo –incluidos sus propios hijos- a la destrucción; pues la verdadera solución a los problemas sociales está en la espiritualidad irracional de una virginal profetisa cristiana y de un joven aristócrata caritativo.

- Las mujeres del “futuro” siglo XXI no trabajan fuera de su casa, pero sí se las ve emperifolladas con moda rococó de “mariantonietas” o asistiendo a la misa de clérigos apocalípticos en una catedral gótica; mientras que las féminas liberadas que opten por el hedonismo placentero, por la diversión nocturna, por la provocación erótica… son la peor expresión de la corrupta “Babilonia”, sí, la perdición de los hombres, la decadencia de la civilización. (Sigo enrollándome en la "segunda parte")...
Yanpol64
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9
10 de noviembre de 2012
94 de 111 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película fue de algún modo la cristalización más exitosa del inimitable estilo de Almodóvar y del espíritu alocado, hedonista y divertido de la movida madrileña de los años 80. Tiene esos “puntos” característicos de la ingeniosa y chillona estética del mundillo pop, underground y libertino de aquellos ambientes transgresores e irreverentes -con un toque homosexual, frívolo y “petardo”- entre los que brotó el cine de Almodóvar... gracias, naturalmente, a esa nueva ola de gamberra libertad de la joven democracia española. El camino iniciado por Almodóvar con la cachonda Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, la felliniana ¿Qué he hecho yo para merecer esto? y la homoerótica La ley del deseo... terminaba cuajando en Mujeres... para todos los paladares (nacionales e internacionales).

El protagonismo del gazpacho es muy apropiado, pues del mismo modo que esa sopa tan andaluza consigue hacer sabrosa una mezcla de ingredientes diversos, la película de Almodóvar (guionista y director en una pieza, como algunas de las más originales figuras de la cinematografía) es un gazpacho refrescante y divertido que consigue armonizar ingredientes que en principio parecerían incompatibles: sin caer en el pastiche mezcla el melodrama y la comedia; el cómic urbano y el chiste rural; el esteticismo amanerado y el toque castizo; sí, el mejor diseño (hasta los títulos de crédito de Juan Gatti son magistrales) y el toque más hortera y kitsch. Todo un símbolo del verdadero gazpacho que era el Madrid cosmopolita y provinciano (encarnado en el propio Almodóvar con sus pasiones modernas y sus querencias pueblerinas...), en línea con la comedia española de siempre.

Las actrices están fantásticas. Todas sin excepción. Carmen Maura, Loles León, Kiti Manver, Chus Lampreave y la memorable Rossy de Palma. Y hablando de memorias: para los que tuvieron la suerte de que les pillara por sorpresa en las salas de cine de 1988... seguro que María Barranco fue la que les pareció –junto al guión que lo hacía posible- de lo mejor, de lo más inesperado, divertido e inolvidable. Hay en la película “golpes” o “caídas” que ya forman parte de nuestro imaginario colectivo (al menos de los cuarentones y cincuentones que la disfrutamos cuando éramos unos jovenzuelos).

Cada cual debe ser fiel a sus gustos sin imposturas e hipocresías, y expresarlos con sinceridad, especialmente los que somos "testigos": Y por ello yo voy a expresar sinceramente que las personas que detestan una película como esta... o no tienen sentido del humor, o no tienen sensibilidad para el cine, o no tienen inteligencia emocional, o son unos reaccionarios, o son unos meapilas (o diferentes combinaciones entre estos elementos). Qué bonita y diversa es la libertad de opinión, y que necesaria es la sinceridad...
Yanpol64
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