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Críticas de FATHER CAPRIO
Críticas 641
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
28 de diciembre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este proyecto de la MGM, uno de los más costosos de su tiempo, no estuvo exento de problemas. El guión de Frances Marion, basado en una novela de Leon Tolstoi, tuvo que ser rehecho en varias ocasiones, hasta el punto de que, en sus propias palabras, acabó bastante “deshilachado”. Su inicial director, George W. Hill, abandonó la película cansado de las exigencias de Gilbert y su partenaire, quienes pedían mayor peso para sus propios personajes, y el realizador fue sustituido por Clarence Brown, quien, como recordamos, ya había dirigido a Gilbert en “El demonio y la carne" junto a Greta Garbo. La relación sentimental de Gilbert con la Garbo aunque explotada taquilleramente en Love (Anna Karenina) no parecía ser del agrado de un celoso Mayer por lo que la elección de la campesina Maryana recayó sobre Renée Adorée quien había compartido cartel con Gilbert en The Big Parade. Puede decirse que fue un acierto y la química entre los dos constituye uno de los mayores activos de la obra.

La historia narra, a mi modo de ver de forma demasiado esquemática, la vida de un pueblo de cosacos, donde “los hombres guerrean con los vecinos turcos, las mujeres trabajan y donde, por encima de todo, está Dios”. La frase entrecomillada no es de mi autoría, sino que se repite en varias ocasiones en los intertítulos de esta “silent movie”. Es precisamente el hijo del líder de los cosacos quien rompe este simple esquema, dedicándose no a la lucha sino a la vida bucólica y contemplativa, especialmente de una de las jóvenes agricultoras amiga suya desde los años de la infancia. Su rechazo de las ocupaciones varoniles le hace ser blanco de las bromas y pullas de sus convecinos, hombres y mujeres, incluso de su amiga Maryana, quien le reprocha no haber matado a diez turcos.

Las cosas cambiarán y Lukashka (Gilbert) demostrará a su padre, a Maryana y al pueblo entero que es un hombre aguerrido y no un “primavera”. Sin embargo, la cosa se complica y entre batallas y batallas Maryana es pretendida en matrimonio por el hijo del Zar quien se ha fijado en esa pequeña comunidad para unir la sangre real con la de otras etnias. El orgullo y los malos entendidos hacen que Maryana acaba aceptando la proposición de su Majestad Imperial partiendo con él hacia Moscú. Una emboscada turca precipitará un final que no les voy a narrar pero que resulta impactante en algunos momentos por su violencia y efectos, como el derrumbe de una montaña dinamitada por los otomanos. Asimismo resultan muy espectaculares las escenas ecuestres de verdaderos cosacos contratados para la ocasión.

Los acontecimientos del 11-N y la exigencia de un tacto exquisito en estas cuestiones han dificultado la exhibición actual de un film “imperfecto”, ciertamente “deshilachado”, que pretende tocar a la vez demasiados palos: el amor, la guerra, la homosexualidad, la religión, la Rusia zarista, etc. pero que, en su conjunto resulta más que correcto, donde me quedaría especialmente con los ojos de Renée Adorée, la profesionalidad del trabajo de Ernest Torrence (padre de Lukashka y líder cosaco) y donde, John Gilbert, un santo del que no soy devoto, está bastante aceptable.
FATHER CAPRIO
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8
8 de noviembre de 2015
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Verdaderamente los cuatro jinetes fueron Rex Ingram (director), Rodolfo Valentino (actor), June Mathis (guionista) y Vicente Blasco Ibáñez (autor de la novela). En lugar de la conquista, la guerra, la peste y la muerte que los jinetes voladores dejaban tras de sí, nuestros elegidos cabalgantes dejaron el éxito asegurado de una película cuyos ingresos superaron con creces la disparatada inversión que, para su tiempo, se realizó y que les hace ocupar el sexto puesto entre los films silentes más taquilleros, al lado de “peliculitas” como El nacimiento de una nación, Intolerancia o “Way down east”, todas ellas de un señor que se llamaba D.W.Griffith.

Año 1921. Aunque a algunos les parezca mentira ya existía el cine, y además dejaba sus beneficios. Claro que había que ser osado y jugársela como así hizo June Mathis, guionista y “alma mater” de un proyecto en el que pocos confiaban por las dificultades que entrañaba llevar a la pantalla grande una obra como la del escritor levantino. June Mathis convenció a la Metro para que negociase la compra de los derechos de la novela, adaptó el guión, fue la promotora del fichaje de Ingram para la dirección y de Valentino como actor principal. Y la cosa salió bien. Tan bien que Miss Mathis, de quien se rumoreó una relaciones tanto con Ingram como con Valentino, acabó convirtiéndose en una de las mujeres con más influencia en el Hollywood de su tiempo a la par que primera mujer ejecutiva de la productora. Recordar también que fue guionista de la maravillosa “Greed” (Avaricia) de Erich von Stroheim.

El público era el Cesar y al Cesar había que darle lo que demandaba. Y ahí aparece la figura naciente de Rodolfo Valentino, una especie de gigoló de los salones de baile de la época, al servicio de las damas. Y el tal Rodolfo se nos marca un tango que si bien no figuraba en la historia original de nuestro Vicente Blasco Ibáñez, le queda a la película como anillo al dedo y se convierte, por méritos propios, en uno de los instantes memorables de la historia de un cine, que recién salido del horno ya dejaba momentos para el recuerdo y el disfrute de unas y otras generaciones.

El éxito de audiencia y la recaudación hay que buscarlo más en el excelente, y absorbente, argumento dramático de la historia contada en una novela cuya fuerza y difusión internacional no aseguraba su éxito cinematográfico. Y debo decir que, visto lo visto, el gran activo del film está en la forma como el guión capta a la perfección una historia de realidades duras como la vida misma, con sus amores y desamores, sus encuentros y desengaños, sus luces y sus sombras, sus miedos y sus cobardías… Una serie de circunstancias que se concatenan y que estallan a la par que una Gran Guerra que acaba por poner a cada uno en el sitio que le es propio.

Madariaga, apodado el centauro, es un español emigrado a Argentina que negociando con ovejas acaba convertido en el hombre más rico del país. A su muerte, sus yernos, uno francés y otro alemán, optan por retornar junto a sus familias a sus países de procedencia. Sus iniciales desavenencias acabarán magnificadas por una guerra que asolará Europa. Una buena historia a la que se supo adicionar momentos cinematográficos más que notables y alguno que otro efecto artificioso por mor del guión, pero que encaja a la perfección, seguramente gracias a las notables habilidades de June Mathis.
FATHER CAPRIO
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7
5 de noviembre de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gribiche es un film de Jacques Feyder calificado de menor. Ha envejecido bien lo cual no es fácil tratándose de una historia muy sentimental y con niño incluido. Gribiche es el niño, hijo de una joven viuda de guerra. Un niño como los demás, destinado a llevar una vida rutinaria y anónima como las demás vidas. Pero no. El destino, caprichoso, pone en su camino el olvidado bolso de una filantrópica millonaria americana. Y el acto noble del muchacho de devolverlo sin aceptar recompensa alguna es premiado en la tómbola del mundo con la adopción por parte de Madame Maranet y la financiación de una educación acorde con la categoría humana del mozalbete, la madre del cual consiente la adopción entre otras razones porque ello le permitirá su matrimonio con el patrón de la fábrica donde trabaja.

Esta es la línea directriz, el esquema interno de una película, cuyo argumento podemos calificar de correcto y su resolución de coherente, pero que consigue captar el interés de los espectadores, especialmente los actuales, por el retrato en movimiento que hace Feyder de la vida en la Francia de los 20, por sus rodajes en exteriores y también por la actuación de Françoise Rosay, esposa y musa de Feyder, en su primera actuación estelar. Luego tendremos ocasión de verla y disfrutarla en otros trabajos de su marido (Pensión Mimosas, La Kermesse heróica) o de otros realizadores franceses (Julien Duvivier, Marcel Carné). Respecto a Jean Forest quien interpreta el papel de Gribiche fue uno de los actores niños más celebrados, trabajando con Feyder en otras dos ocasiones anteriores. En esta ocasión su labor es muy correcta.

El interés por el cine silente, visto cien años después, no está tanto en sus argumentos que se han repetido decenas de veces hasta hoy, sino en la forma como los realizadores trataban de innovar y encontrar cauces de expresión nuevos que permitiesen transmitir las ideas encontrando la complicidad del espectador. Probablemente Gribiche no destaque por innovaciones imaginativas, de ahí la calificación de obra menor, pero tiene aspectos que merecen nuestra atención: Los decorados “art-deco” de la mansión de la millonaria, la filmación de la muchedumbre en los grandes almacenes, la noche, la música, la fiesta, el 14 de Julio…

Se ve con agrado y uno no se arrepiente del tiempo destinado a ella, sino que, bien al contrario, te interesas por la filmografía de uno de los directores más reconocidos universalmente del cine francés.
FATHER CAPRIO
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6
1 de noviembre de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entre los padres de este arte maravilloso que es el cine encontramos a Jean Epstein, realizador polaco afincado en Francia y que estuvo trabajando junto al mismísimo Auguste Lumière y con quien colaboró nuestro Luis Buñuel muy en sus inicios. Todo esto lo pueden encontrar en la web sin demasiadas dificultades. Ahora bien, lo que quizás no encuentren con tanta facilidad es una crítica de la película Mauprat. Un film menor en su trayectoria, pero con destellos de la poética que identificará sus películas. Las transiciones y los sobreimpresionados contribuyen no solo a crear efectos visuales sino también a narrar la historia de una forma diferente, incluso irreal, haciendo del cine no solo una prolongación del lenguaje fotográfico sinó una arte con voz propia donde cabe la realidad pero también el onirismo y la ficción.

Mauprat recoge una historia contundente sin margen a fantasías. La escisión de una familia francesa en dos ramas, una acomodada y otra delincuente. En su bisectriz, la figura de Bernard de Mauprat, secuestrado de niño por sus tíos y destinado a una vida delictiva en un clan de proscritos y facinerosos, que, azares del destino, libera a su prima Edmée de la fortaleza de los criminales, enamorándose de ella y modificando de manera radical sus costumbres y modus vivendi para ganarse su amor.

Basada en una obra de George Sand, seudónimo de la Baronesa Dudevant y reconocible, para muchos de nosotros por su relación con Chopin en la isla de Mallorca, la película es un reflejo incompleto de la Francia anterior a la revolución francesa con una aristocracia ociosa y muy cuidadosa de las formas y de un pueblo al que apenas se da cancha en el film. El submundo de la Francia pre-revolucionaria parece ser suficiente para enmarcar un argumento de redención por amor y de la infalibilidad de la justicia, castigando al culpable y liberando al inocente injustamente inculpado, argumentos que se han repetido en la historia del cine y de la literatura hasta la saciedad.

Por ello, el verdadero valor de este trabajo de Epstein lo encontramos más en su contribución al desarrollo de nuevas técnicas cinematográficas, a las innovaciones en cuanto a montaje y a las aportaciones fotogénicas y poéticas que caracterizaron a este singular y poco conocido realizador.

En esta ocasión resulta más importante el cómo se cuenta antes que lo que se cuenta.
FATHER CAPRIO
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8
4 de septiembre de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocos serán los que desconozcan a Howard Hawks, director de films como La fiera de mi niña, Hatari, El Dorado o El sueño eterno, entre muchísimos más. Lo que quizás muchos desconozcan son sus películas de la era silente como esta “Hojas de parra”, su segundo largometraje, tras una inicial “El espejo del alma” cuyo relativo fracaso motivó que los productores le aconsejaran otro tipo de cine más acorde con los gustos del público y en definitiva más comercial. Hawks tomó buena nota y no solo cambió dramas por comedias sino que procuró llevar siempre las riendas de los proyectos en los que trabajaba.

Les diré que Hojas de Parra ha conseguido lo que otras comedias más modernas y afamadas no han podido: Hacerme reír, con una risa abierta fruto de un humor original e inteligente. Reconozco que no ha sido a carcajadas, modalidad que se suele dar más en el contexto contagioso de las salas de proyección y que suele responder a gags tan exagerados y previsibles, que los espectadores que tienen a la inteligencia en nómina, acaban dándole la tarde libre. Y no sólo me siento satisfecho por el buen rato pasado con la visión de esta película sino por haber sabido extraer su sutil comicidad a los inter-títulos ¡en inglés!, que uno con el idioma de la Thatcher lleva más enganchadas que ingleses y argentinos por las Malvinas. El fruto del esfuerzo resultó gratificante. La mies fue mucha…

Bien, me queda decirles someramente de qué va esto. Como habrán intuido por el título, la cosa tiene que ver con la prehistoria, pero no una prehistoria normalita sino la prehistoria de la propia prehistoria. Tanto es así, que las noticias del periódico matinal impreso al estilo Flinstone, es decir sobre autóctonas rocas del paleolítico o similar, se refieren a la “Bad Blood between Kain and Abel” y su publicidad viene a ser algo así como “An apple a day keeps the doctor away”. Pongamos que hablamos de Adan y Eva recién expulsados del Paraíso y ganándose las habichuelas como los demás hijos de vecino. Respecto a esto último sería necesaria la prueba de paternidad o releer las teorías darwinianas sobre la especie.

Nuestros primogénitos progenitores, con la serpiente metiendo cizaña, ya discutían sobre gastos domésticos y ropas femeninas, inaugurando Eva, con aquella frase de “No tengo nada que ponerme”, un conflicto universal atemporal que llega hasta la época actual y en especial aquella en que se rueda el film (años 20) con una variante, la serpiente se ha transmutado en la amiga y vecina del piso de enfrente. Por su parte, Adam, de apellido Smith, no es economista sino fontanero y Ana, por peliculero azar, acaba luciendo los vestidos del modisto más reconocido de New York, con el desconocimiento de su marido quien únicamente se dedica a desatascar cañerías. Hasta ahí quiero leer que sinó les quito toda la gracia.

Bien interpretada por George O´Brien (Adam), Olive Borden (Eve) , en los principales papeles, y con Heinie Conklin en un excelente trabajo secundario, “Hojas de Parra” es una buena opción para pasar un rato distendido y comprobar que nuestro músculo risorio sigue funcionando.
FATHER CAPRIO
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