El señor Dante Lazarescu es un hombre de 63 años que vive solo y que padece dolencias físicas que le obligan a solicitar atención médica al caer la noche sobre Bucarest. Dada la evidente tendencia que el señor Lazarescu tiene por el alcohol, el espectador sospecha en un principio que sus síntomas son el resultado de esta costumbre. Hay también otros signos que parecerían reforzar esta idea: el desorden y la suciedad de su casa, su rostro ajado, sus gatos pulguientos y el ambiente de abandono que rodea su vida.
spoiler:
Pero al poco tiempo de transcurrir la historia descubrimos que no es así, que si bien el señor Lazarescu bebe, no es esta la causa de sus males y también sabemos que ha tenido una vida muy diferente a la que ahora le ha tocado en suerte. Lo que sigue es la travesía que comienza con el pedido de ayuda a un vecino, la eterna espera hasta la llegada de la ambulancia y luego el peregrinaje por los distintos centros de atención médica, atestados por los heridos de un descomunal accidente de tránsito. Y esa es la noche del señor Lazarescu, noche llena de inhumanidad, de hipocresía, de indiferencia. El tono poderosamente realista de la película nos captura haciéndonos perder la noción de estar viendo ficción. Christi Puiu ha dirigido con tal excelencia a sus actores que nos es difícil sospechar que las enfermeras no son enfermeras reales, al igual que el chofer o los médicos. Podría decirse que la película denuncia la crueldad de un sistema burocrático que castiga a los seres solos y enfermos, a los más indefensos, sin compasión alguna. La mirada de Puiu sobre la labor médica es demoledora: hombres y mujeres que siendo más prejuiciosos que una dama victoriana adjudican invariablemente en un primer momento el malestar de Lazarescu a su aliento etílico, sin advertir que son ellos quienes viven inmersos en una borrachera de soberbia que los hace sentir dueños de la vida y de la muerte de los pobres desgraciados.
No sabemos cómo fue la vida anterior de Lazarescu, quizá mejor, quizá similar a la que tiene cada uno de nosotros. Lo único seguro es que más allá de su historia, el personaje (tratado con tanto respeto y afecto por el director) nos despierta la más profunda compasión. Y quizás por eso, el espectador llegue a preguntarse sobre su propio futuro en este mundo donde la indefensión acelera en días, meses o años la llegada de la muerte.