Haz click aquí para copiar la URL
Críticas de Rosa Panadero
<< 1 2 3 4 5 6 >>
Críticas 26
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
9
2 de septiembre de 2020
10 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
A ver, que me llamo Rosa y me he casado cuatro veces con la misma persona. Por cuestiones burocráticas y validación de expedientes en el extranjero, todo hay que decirlo. Para firmar cuatro veces, con testigos y demás, hay que estar muy segur@ de lo que se hace. “¿Otra vez, maja?”, “Sí, sin problemas, sólo firmas, ya sabes”. Quien me conoce sabe que soy un delfín nadando en el mar de la burocracia, y también que no alcancé la felicidad.

La Rosa que interpreta Candela Peña ­-cómo me gusta su papel-, va por su primera boda y sólo tiene 45 tacos. Así que le saco cuatro bodas de ventaja y un año más en las alforjas.

Si has sido parte de una boda, como contrayente o espectador, sabes que no hay nada mejor como un bodorrio para que nadie escuche a nadie, un prodigio que no se ve en los vídeos de la familia bailando pasodobles cubata en mano. Por fortuna, en la peli de Iciar Bollaín la música la pone Rozalén y bailan Nathalie Poza, Sergi López, Ramón Barea y Paula Usero.

Quizá porque no nos escuchamos, no nos damos cuenta de que sólo somos una de dos: donors o takers, personas desinteresadas y otras, más que interesadas

Los desinteresados, los que actúan por el bien universal, son los que acaban peor. Seguramente irán al cielo por no haber sabido defender su trozo de libertad en nombre del sacrificio, pero su vida será como una gasolinera: abierta las 24 horas, con surtidor disponible, comida en el frigo de la tienda, y hasta tarjetas prepago para hacerse cargo hasta de las plantas del vecino. Los donors hacen todo por los demás. No saben decir que no.

Al personaje de Candela Peña le pasa eso: que cuando todos sus sacrificios se dan por hechos y nadie la escucha, decide que su vida no le pertenece.

En lugar de suicidarse, que sería lo típico, emprende una nueva vida. Liarse la manta a la cabeza. Ponerse el mundo por montera. A liarla parda. El único inconveniente es, como siempre, el novio, porque no hay. Bueno, sí hay novio, pero en la boda no cuenta. En una boda normal sería el que va al lado de la novia que luce su vestido de princesa. En La Boda de Rosa, el novio es un secundario.
¿Crees que un matrimonio es algo desinteresado, por amor? Pues sí, lo es si decides que te das y recibes todo tu amor

La única condición que se pone Rosa es simple: “Prometo amarme y respetarme todos los días de mi vida”. Ojo, que el juramento se las trae. Tracy McMillan, hija de una prostituta y de un traficante de drogas, se casó tres veces y las tres se divorció. Expuso su caso en TED Talk, donde dejó claro lo mismo que Iciar Bollaín en La Boda de Rosa: o te casas contigo mism@, o no te cases con nadie.

Alain de Botton da charlas sobre algo parecido: nuestros matrimonios fracasan porque proyectamos nuestros sueños en ellos sin ver la realidad, sin vernos a nosotros mismos.

Y cuando la química se pone al servicio de la crianza, la pareja la forman tres y uno de ellos con pañales, olvídate del seductor morning attack. El principio del fin de aquel “…todos los días de mi vida”.

Lo mejor de La Boda de Rosa es que salimos todos retratados: la hermana de la novia, egoísta siempre; el hermano de la novia, de vida egocéntrica; el padre de la novia, que no sabe qué hacer con su vida desde que se quedó viudo; la hija adulta de la novia, a la que le sienta fatal que su madre no esté disponible 24/7 para ayudarla con los gemelos; el novio de la novia, que no pinta nada (lo típico, vaya),… La única que verdaderamente brilla es…la novia.

https://www.yellowbreak.com/la-boda-de-rosa-candela-pena/
Rosa Panadero
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
10
2 de septiembre de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una mujer joven, soltera y con tatuajes ejerce de Sigmund Freud con fez en una comedia digna de Woody Allen
por Rosa Panadero

¿Volverías a Túnez, donde prendió la mecha de la primavera árabe cuando el precio de la harina subió como el champán? Sería como participar en Los Juegos del Hambre.

Cuando una puerta se cierra, hay otra que se abre, y eso es lo que ve la psicoanalista Selma (Golshifteh Farahani), que regresa a su Túnez natal porque en París hay demasiada competición.

Cuando te has ido, ya no eres la misma persona que retorna. Regresar es reinventarse. Sin lastres que arrastrar y con una maleta de educación a la francesa, Selma va a echar una mano en una sociedad donde todo el mundo tiene problemas, pero nadie los reconoce.

Una mujer joven, soltera y con tatuajes, dispuesta a ejercer de Sigmund Freud con fez. Demasiada sofisticación para los tunecinos. Ya está Alá para todo, cortado a la medida de cada uno.
La inmunidad de rebaño implica no resolver los problemas

“Insha´Allah”, “Si Dios quiere”, es la respuesta para no ser responsable de nada. Las sociedades grupales ahogan la individualidad. Selma viene a dejarles fluir desde el interior.

Y tantas ganas hay de confesarse con alguien que las colas son enormes, proporcionales a la desidia burocrática que la ningunea. Los problemas sociales, políticos y económicos de Túnez no han mejorado desde el retrato de Un Verano en La Goulette: en ambas películas se respira la presión religiosa en este país, laico desde que se independizó.

No hay escena que no tenga miga: pacientes, familiares, funcionarios públicos y agentes de policía son arquetipos cómicos. Cuando la torpeza les bloquea, se escudan en el miedo al secuestro por los salafistas. De alguna forma viene a la mente María Barranco, agobiada por su terrorista chíita en Mujeres al borde de un ataque de nervios.

Sólo el imam es coherente con su vida y, por tanto, vilipendiado y sustituido en su mezquita. Y abandonado por su mujer por culpa de una teleserie turca. Lo de las teleseries turcas tiene su peso. Las escenas de Kivanc Tatlitug, el Brad Pitt otomano, han generado un turismo romántico del mundo árabe hacia el país del Bósforo. El enamoramiento en la pantalla permite seguir viviendo con las presiones que haga falta.
Llevar a Freud al Magreb es una mezcla extraña

Es muy difícil sobrevivir cuando todos se empeñan en que te estrelles y, al mismo tiempo, te necesitan. Los misfits, los desadaptados, son siempre los más recordados porque hacen evolucionar el mundo. El psicoanálisis transforma esta comedia costumbrista en el oasis de los sueños que todos quieren cumplir. Todo está en la mente. La representación de lo que somos, también.

https://www.yellowbreak.com/un-divan-en-tunez-el-psicoanalisis-a-la-turca/
Rosa Panadero
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8
21 de junio de 2019
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine musical volvió a llenar salas de cine con La La Land en 2016 y, cuando todavía no se han extinguido los ecos del biopic Bohemian Rhapsody de este último invierno, ya tenemos el homenaje a otra leyenda, Elton John, interpretado por Taron Egerton en Rocketman (Paramount Pictures).

La historia de Reggie niño se transforma en la de Elton a los 23 años, pero los dramas infantiles sin resolver le acompañarán durante décadas. A pesar de ser poco menos que un Mozart desde tierna edad, el desprecio paterno y la falta de interés materno por la criatura ayudan a que el talento se concentre en las teclas del piano del salón de una casa obrera. Y como suele pasar, la falta de cariño o de atenciones ayudan a agudizar otras capacidades, que ya de por sí eran buenas.

Si Malcolm Gladwell hubiera llevado a las páginas de Outliers el éxito de Elton John y su letrista Bernie Taupic, seguramente habría compartido el capítulo de las míticas diez mil horas de maestría con la biografía de The Beatles en Amsterdam para cocinar a fuego lento su vuelta a tierras inglesas.

Sorprende un poco la increíble facilidad para llegar a lo más alto del Olimpo musical y angustia saber que acabará cayendo varias veces -infarto, intento de suicidio- abandonado por todos. En ocasiones parece que el exceso de trabajo es lo que le salva de pensar, y esa relación con la audiencia en los conciertos abarrotados en cualquier estadio del mundo es muy especial. Posiblemente fueran los únicos momentos en los que el músico se sentía querido, pese a la profecía materna de que nadie le querría como es debido.

El vestuario del film merece capítulo aparte, porque el trabajo milimétrico con los diseños más estrambóticos, como el vestido de Reina en Australia, están calcados de la realidad.

Varios desamores, un matrimonio falso, muchos gramos de cocaína esnifada, más litros de alcohol todavía servidos del desayuno a la cena y millones de libras ganadas aparte, podrían ser los elementos para describir a cualquier artista caído en desgracia, Elvis Presley, Robert Downey Jr,… Pero es Elton el que nos da la clave de cómo salir del hoyo: sólo cuando abraza a su yo infantil y se acepta comienza a ser plenamente feliz.

Taron Egerton, que se dio a conocer como el adolescente problemático que se convierte en caballero en Kingsman, cambia de registro y, falto de unos cuantos kilos extras para realmente aparentar más ser Elton John, hace un trabajo bastante decente, a pesar de que la cinta intenta reflejar demasiado cronológicamente los eventos del cantante y músico. Y dado que se refleja lo más importante, se echa en falta un guiño a su actuación en la Abadía de Westminster en el funeral por Lady Di en 1997. Dicen que acabó harto de Candle in the Wind. Quizá sea cierto. Aquí seguimos poniendo Carros de Fuego cada vez que hay una entrega de premios deportivos.

http://www.yellowbreak.com/rocketman-elton-john-arranca-aplausos/
Rosa Panadero
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
5
20 de junio de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me da coraje que con el tirón que tiene JLo sólo fomente los mitos de siempre, y Jefa por Accidente es, para la mente colectiva, una continuación de la polémica originada con El Anillo pa´cuándo.

Lo que más merece la pena en esta película es la sororidad de las amigas, ese grupo es de los que si te ven llorar te preguntan “¿A quién hay que matar?”. Contrarresta la imagen del barrio feliz el sempiterno novio, que es como el de Anne Hathaway en El Diablo Viste de Prada: si consigues tu sueño laboral, es que ya no quieres estar conmigo. ¿Se puede ser más ogro manipulador? ¿Y encima recordarle en las fotos de Instagram cuando erais felices?

Se agradecen los personajes reales, desde el becario de Google que le pinta una vida virtual y la madre mal hablada que sobrevive como puede porque la pensión alimenticia no llega nunca, hasta los misfits del curro en plan Monster University (los menos glamurosos siempre ganan la partida, típica moraleja hollywoodiense para que sigamos intentándolo). También es como para que te dé repelús sólo de pensar que el “yo virtual” tiene más fuerza que el “yo personal”, y que tenemos que adaptar nuestra vida a lo que vendemos en las redes, a pesar de que internet se hizo carne y habita entre nosotros desde hace varias décadas, así que de qué extrañarse.

El cielo como límite es lo típico en estas pelis con ínfulas romanticonas, de las que te inyectan que eres capaz de triunfar en lo que te propongas porque la única persona que puede impedirte tener éxito eres tú misma; y a continuación, tras entrar en el Olimpo de los elegidos, abandonarlo todo públicamente porque te has inventado el currículum de tu vida. A cambio, como premio a una sinceridad que nadie te ha exigido, recuperarás a tu hija y a ese novio de barrio sin más futuro que hacerte un par de hijos cuando ya estás en la cuarenta para que todavía te sientas joven.
Digamos que la peli se salva por la moraleja de que no hay que mentir para ser ejecutiva de alta dirección, con lo cual no habría trama ni entrada de cine que pagar si nadie mintiera en internet.

http://www.yellowbreak.com/jefa-por-accidente-y-estereotipos-a-proposito/
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Rosa Panadero
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
Apolo 11
Documental
Estados Unidos2019
7,4
1.991
Documental
6
20 de junio de 2019
0 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al tiempo que se estrena Apolo XI en los cines, el fabricante de juguetes Lego festeja el medio siglo de la llegada del hombre a la Luna con una reproducción de la nave en 1.087 piezas asesorada por técnicos de la NASA.

A aquella expedición lunar y a todo lo que la NASA ha desarrollado le debemos gran parte de los objetos que usamos hoy, como el velcro, el microondas, ciertas comidas, y sobre todo cine, mucho cine, como las pelis recientes Marte de Matt Damon, Gravity de Sandra Bullock, Los Pasajeros de Jennifer Lawrence y por qué no, Jimmy Neutrón, el niño inventor, además de los Lego asesorados por la NASA. No sabemos para qué sirvió ir a la Luna, pero fuimos. Celebrémoslo y hagamos America Great Again.

Un aniversario muy especial

Posiblemente la estación de la NASA de Robledo de Chavela (Madrid) y el Museo Lunar se conviertan en sendos centros de peregrinación con niños este verano con el estreno en cines de Apolo XI, una ocasión única para rememorar lo que nuestros abuelos hacían cuando se informaban de cómo iba el mundo viendo el NODO en las pantallas de cine.

Así ayudaremos a perpetuar el complejo de inferioridad que aquejó a los estadounidenses en la carrera espacial que ganó la Unión Soviética. En 1957 Laika ya había ladrado dando vueltas alrededor del planeta azul a bordo del Sputnik 2 y el soviético Yuri Gagarin (qué sonrisa hollywoodiense, por favor) orbitó alrededor de la Tierra en 1961, así que llegar a la Luna por llegar, lo que se dice llegar, es un hito en 1969, pero tampoco le valió de mucho a Estados Unidos, que desde el principio iba por detrás de la URSS y su programa espacial, iniciado por Wernher von Braun y perfeccionado por Sergei Pavlovich Korolev.

Pero ahí estaban los yankies dale que dale tratando de cumplir la profecía que el malhadado JF Kennedy no pudo ver cumplida. En los libros de liderazgo queda para siempre esa anécdota del 35º presidente de los EE.UU. que se paró a hablar con un limpiador (peor, en inglés janitor esel que limpia retretes) y le preguntó qué hacía allí. “Yo no limpio, sir, ayudo a poner un hombre en la Luna”. Aunque ni él ni Katherine Johnson, ni ‎Dorothy Vaughan ni ‎Mary Jackson aparezcan en el documental, es indudable que el espíritu de equipo, con independencia de la calidad humana de algunos decisores, es lo que impulsa a lograr los objetivos. Lástima que para recordar que el aniversario del 16 de julio de 1969, cuando cuatro días más tarde llegaron los primeros dos hombres en la Luna —Michael Collins no bajó cuando el pasaje era gratis, ahora lo que pretende cobrarnos Sir Richard Branson con sus Virgin cohetes es prohibitivo—sólo se muestre una parte de la historia.
Apolo XI, donde no se ve a una sola “figura oculta”

No hay una imagen en esta película con imágenes reales en la que se vea a las auténticas Johnson, Vaughan, y Jackson de fondo, sólo primeros planos de los WASPs, excepto un afroamericano que se coló entre los rednecks que oteaban en la distancia el lanzamiento del Apolo XI desde el Centro Espacial Kennedy de Florida. Al parecer, todos los que triunfaron en la odisea de alcanzar nuestro satélite eran blancos, a pesar de que, para entonces, Johnson y las otras calculadoras negras ya gozaban de la confianza tácita del equipo de hombrecitos anglosajones que dirigían la NASA.



Por lo demás, en la película se ve a los astronautas, las infinitas salas de control de la NASA cual praderas eternas del Oeste, y se oye mucha comunicación por radio en plan “teléfono roto” que da dolor de cabeza. A Buzz Aldrin sólo le falta venir a comer a casa: le he visto tantas veces en la tele, en conferencias, en visitas alrededor del mundo, que parece que no sólo fue a la Luna en 1969, sino que es más marciano que Matt Damon con escafandra.
Los personajes reales

Sin quitar méritos a Neil Armstrong, al propio Aldrin y a Michael Collins, huelga decir que la misión “pisar la Luna” es, con permiso de Trump, un poco infantil, así como jugar al escondite, por mí y por todos mis compañeros y por mí el primero. Lo describió Tom Wolfe en Elegidos para la gloria, donde narra a modo de reportaje cómo los mejores pilotos de la US Air Force, con el atractivo John Glenn entre otros, los más mimados y a los que más travesuras se les permitía cometer en el ámbito público y privado (carreras de coches que ni en el parking del Wanda, alcohol y sexo), sufrieron de pataletas infantiles cuando descubrieron que no pilotarían sino que serían pilotados o, mejor dicho, que serían expulsados a una órbita calculada que les devolvería al punto de partida (unos grados aquí o allí en el amerizaje daba igual), y que todo su glamour como pilotos de caza se reducía a pasajeros sin poder de decisión.

Afortunadamente aquello fue mejorando desde las primeras misiones alrededor de la Tierra —capítulo aparte el pipí de Alan Shepard durante las tres horas de retraso que sufrió el lanzamiento de su cápsula— hasta llegar al Apolo XI, una odisea en el espacio.

A aquella expedición lunar y a todo lo que la NASA ha desarrollado le debemos gran parte de los objetos que usamos hoy, como el velcro, el microondas, ciertas comidas, y sobre todo cine, mucho cine, como las pelis recientes Marte de Matt Damon, Gravity de Sandra Bullock, Los Pasajeros de Jennifer Lawrence y por qué no, Jimmy Neutrón, el niño inventor, además de los Lego asesorados por la NASA. No sabemos para qué sirvió ir a la Luna, pero fuimos. Celebrémoslo y hagamos America Great Again.
http://www.yellowbreak.com/apolo-xi-hasta-los-lego-van-a-la-luna/
Rosa Panadero
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 2 3 4 5 6 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow