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España España · Barcelona
Críticas de Harry Lime
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Críticas 53
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
9
18 de marzo de 2008
152 de 171 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algunas veces, muy pocas, uno sale del cine con el corazón encogido, sobrepasada nuestra capacidad de asimilación, desbordados por sentimientos contradictorios, pero con la certeza de haber asistido a ese milagro de la creación artística que solo muy de tarde en tarde nos depara el cine actual, y que nos reconcilia con ese viejo arte de contar historias que llamamos CINE.

La emoción empapa cada fotograma; cada plano, cada secuencia de este melodrama romántico de infinita belleza protagonizado por Francesca, esa ama de casa que ve alterados todos sus esquemas y valores por la irrupción en su vida de Robert Kincaid, ese maduro fotógrafo del National Geographic, que durante cuatro inolvidables días hará temblar los cimientos de su resignada existencia, haciendo estallar en ella un volcán de sentimientos y pasiones que creía sepultados para siempre y que la llevará a tener que tomar la decisión más importante de su vida, y de la que un lúcido Clint Eastwood nos hace testigos de excepción.

Gracias Clint...

-Por dejarnos esta soberana lección de cine, obra maestra absoluta para el recuerdo.

-Por tratarnos como adultos que vamos al cine para algo más que comer palomitas de maíz.

-Por llevar a la pantalla esta profunda y hermosa historia de amor llena de trampas sin caer en ellas.

-Por tu sensibilidad a la hora de plasmar filmicamente esta catarata de sentimientos contenidos que desbordan la pantalla.

-Por demostrarnos que se puede hacer la película más romántica en muchos años sin caer en la cursilería.

-Por regalarnos dos de las más sublimes interpretaciones jamás vistas en una pantalla de cine.

-Por saber filmar como nadie la renuncia y el dolor del de verdad en fotogramas de oro puro.

-Por mostrarnos en imágenes imposibles de olvidar que los “duros” también pueden llorar.

-Por esa furgoneta; por ese semáforo en rojo; por ese intermitente a la izquierda...

-Por ese semáforo en verde; por ese ventanilla que sube, en fin...

-Por la mejor secuencia de los últimos treinta años, inmortal sinfonía bajo la lluvia.

-Por ese libro de fotografías; por esa cámara fotográfica, por esa cruz.

-Por esas lagrimas en un rostro de mujer.

-Por ese inolvidable final.

Cuatro días son a menudo muy poco tiempo, pero a veces llenan toda una vida de significado. Estos cuatro días de intensa pasión compartida marcarán para siempre las vidas de Francesca y de Robert, y también las nuestras, marcadas hasta el infinito por esas bellísimas imágenes, por esas miradas que nos perforan el alma, por esos silencios que estallan en nuestros oídos...

...por todo esto y por mil cosas más, gracias Clint.

Que importa que los miembros de la Academia suspendan una vez más y tengan que repetir curso, pobres ignorantes, perdónalos, no saben más.

Francesc Chico Jaimejuan

Barcelona 18 de marzo de 2008
Harry Lime
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9
14 de febrero de 2008
72 de 75 usuarios han encontrado esta crítica útil
Douglas Sirk ha sido el gran maestro del melodrama. Conjugaba la suprema elegancia y estilización formal de sus films con la pasión, a la hora de plasmar las emociones y sentimientos del ser humano. Nadie como el cineasta de origen alemán supo dar categoría de ARTE a un genero del que se ha perdido la formula mágica, ¿o tal vez el talento? de cómo realizarlo.
La relación del hijo de un rico magnate del petróleo (Stack), con su mejor amigo (Hudson), de origen humilde, se torna tempestuosa cuando ambos se enamoran de la misma mujer (Bacall). Historia de amores, celos y pasiones desatadas; de amistad y renuncia; de deseo, frustraciones y fracaso, “Escrito sobre el viento”, es, el MELODRAMA con mayúsculas. Sirk nos subyuga desde las impactantes imágenes de ese deportivo amarillo que circula a gran velocidad, conducido por un borracho Kyle Hadley (Stack), con las que comienza el film, y que enlazan con la elegante presentación de todos los personajes. Un largo flashback, que nos lleva de nuevo al presente, y que encuentra su dramático desenlace en el poderoso clímax final, son las líneas maestras de la atrevida estructura narrativa del film. El soberbio guión, -no exento de un cierto mensaje con moralina-, una puesta en escena abarrocada y la magistral dirección de Sirk, potenciados por la fotografía, de colores saturados, de Russell Metty y la partitura de Frank Skinner, que adapta con acierto la canción “Written on the wind”, que abre y cierra el film, compuesta por Victor Young, transforman una historia desbocadamente melodramática en fotogramas de oro puro que ya son historia viva del cine. Capitulo aparte merece la soberbia “performance” de todos los actores, maravillosamente dirigidos por Sirk, desde un Rock Hudson, que sortea con brillantez los peligros del personaje quizás menos creíble del film, y alrededor del cual pivotan todos los demás, la majestuosa interpretación de Lauren Bacall, -muy alejada del cliché interpretativo de sus films con Bogart-, y con especial mención para la sublime interpretación que del atormentado Kyle Hadley hace un Robert Stack sensacional, y para la superba interpretación -merecido oscar a la mejor actriz secundaria- que de la pasional y desequilibrada Marylee Hadley hace una Dorothy Malone impagable, que al igual que Rock Hudson y Robert Stack siempre estuvo mejor que nunca bajo la dirección del maestro alemán, y que al año siguiente volverían a reunirse en otra obra maestra de Sirk, la magistral “Ángeles sin brillo”.
Inolvidable obra maestra de una manera de hacer cine irremediablemente perdida.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Harry Lime
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10
7 de febrero de 2008
61 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los grandes melodramas de la Fox de los años 40, “El filo de la navaja” es uno de los más claros ejemplos de lo que era capaz de conseguir la poderosa maquinaria creativa del Hollywood dorado.
Adaptación de la novela homónima de Somerset Maugham, que aparece en el film como personaje, interpretado por Herbert Marshall, como el referente moral y ético de la conducta de los demás personajes de la historia, “El filo de la navaja” nos sumerge en un terreno altamente resbaladizo, sin caer, sin embargo, en el ridículo, a pesar del misticismo de la propuesta argumental y las dicotomías generosidad, espiritualidad versus egoísmo, materialismo, representados por los personajes que interpretan Tyrone Power y una bellísima Gene Tierney, en un papel no muy alejado del interpretado el año anterior en la sublime “Que el cielo la juzgue”de John M. Stahl.
Cuatro son los pilares fundamentales en los que se sustenta esta maravillosa película: La inspirada dirección del “artesano” Edmund Goulding, el brillante guión, de un equilibrio prodigioso, la maravillosa puesta en escena y la extraordinaria labor interpretativa de un reparto en estado de gracia, encabezado por un Tyrone Power, estelar en el papel de ese alguien que busca ese “algo más”, y una Gene Tierney sencillamente maravillosa como actriz, perfectamente secundados por el aristocrático y cínico Clifton Webb -en un papel hecho a su medida-, la torturada Anne Baxter -que se llevo un merecido oscar a la mejor actriz secundaria- y el sobrio, pero brillante y eficaz Herbert Marshall.
No podemos olvidarnos, sin embargo, de la extraordinaria partitura del gran Alfred Newman, que compuso sus mejores paginas para films de temática espiritual y religiosa, con un tema bellísimo, uno de los más inspirados de su prolífica carrera, de la brillante fotografia en B/N y de la suntuosa dirección artística.
Film trufado de secuencias inolvidables, maravillosamente rodadas, es justo destacar los elegantes movimientos de cámara que utiliza Edmund Goulding para rodar esos largos planos-secuencias, de una cadencia cercana al ballet, y sobre todo los veinte minutos finales del film, con mención muy especial a ese maravilloso plano-secuencia de casi dos minutos de duración que cierra este extraordinario film, a reivindicar con urgencia, y de obligada visión para cinéfilos nostálgicos del buen cine.


Francesc Chico Jaimejuan

Barcelona, 7 de febrero de 2008
Harry Lime
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10
2 de abril de 2007
86 de 97 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde los mismos títulos de crédito, subrayados por las poderosas notas del brillante tema musical del gran Alfred Newman, somos conscientes de que estamos a punto de ver algo grande y ciertamente “Que el cielo la juzgue” es CINE con mayúsculas.
Una bellísima mujer -una Gene Tierney inconmensurable- conoce a un escritor de éxito, se enamoran y se casan, pero no tardaran en aparecer los problemas cuando la pasión amorosa de ella, posesiva y patológica vaya destruyendo todo aquello que cree que intenta separarla del objeto de su pasión enfermiza, llegando a las últimas consecuencias, incluso más allá de la misma muerte.
Soberbio melodrama y la obra maestra de John M. Stahl, -un director a reivindicar con urgencia-, que rodaba con “Que el cielo la juzgue” su primer film en color, con una extraordinaria fotografía en Technicolor de Leon Shamroy, nos ofrece el fascinante retrato de una mujer tan bella como patológicamente perversa, jugando hábilmente con la ambigüedad moral de la belleza de una Gene Tierney, sencillamente perfecta, que nos ofrece una interpretación sublime, profunda y de gran complejidad psicológica, en uno de los papeles más emblemáticos de su carrera, en las antípodas del personaje que interpretara en otro de sus grandes films, la mítica “Laura”.
Uno de los mejores melodramas de la Fox y de la historia del cine “Que el cielo la juzgue” demuestra, quizás como ningún otro film, la fascinación que ejercen sobre el espectador los personajes que encarnan el mal. La sobria; imaginativa y eficaz puesta en escena, junto a la formidable dirección; sensible y al mismo tiempo de un gran vigor narrativo de un John M. Stahl en la cumbre de su arte, nos sumergen en esa fascinante historia de perdición, desde las paginas de un brillante guión, a través de un larguísimo flashback, que nos atrapa desde el primer hasta el ultimo fotograma de este film sobrecogedor. Seria injusto resaltar solo algunos de los innumerables momentos antológicos de un film repleto de momentos antológicos, pero no puedo dejar de pensar en esas oníricas e inquietantes imágenes de Ellen, a caballo, esparciendo las cenizas de su padre en medio de un paisaje de salvaje belleza; en la escalofriante secuencia en la que Ellen contempla impasible desde la barca, tras unas gafas negras que ocultan sus ojos, el agónico final de su indefensa victima; en ese momento de mágica maldad en la que es capaz de matar a una vida inocente en pleno delirio de posesión, sin olvidar ese noqueante final de un film antológico que ya forma parte de la mítica del cine de todos los tiempos. Obra maestra absoluta de un director injustamente infravalorado.

Francesc Chico Jaimejuan

Barcelona 2 de abril de 2007
Harry Lime
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9
30 de marzo de 2007
43 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
El enorme talento de Douglas Sirk para sublimar materiales, a priori, cercanos al folletín nos dejó algunos de los mejores melodramas jamás filmados. Con “Ángeles sin brillo”,-la mejor adaptación cinematográfica de una obra de William Faulkner-, basada en su novela “Pylon”, Douglas Sirk contó, esta vez si, con un material de primera y nos dejó un soberbio melodrama, poco conocido y que reclama un lugar bajo el sol de las grandes obras maestras de la historia del cine.
Un piloto de aviación, héroe de la Primera Guerra Mundial malvive, junto con su familia, realizando arriesgadas acrobacias aéreas y participando en peligrosas carreras de aviones, de feria en feria, de ciudad en ciudad. La irrupción en sus vidas de un periodista cambiará el sentido de las mismas para siempre. Film desesperanzado como pocos, de un profundo pesimismo, Sirk nos sumerge de la mano del periodista Burke Devlin (Hudson) en el mundo de infinito dolor de unos seres atormentados, apenas sin presente y sin futuro, donde el grado de degradación moral al que es capaz de llegar Robert Shumann (Stack) será el detonante que hará estallar por los aires toda la amargura acumulada muy adentro del alma de esos seres humanos de carne y hueso, en permanente búsqueda de la redención y a los que Douglas Sirk comprende como nadie.
Vista hoy, 50 años después de su realización, “Ángeles sin brillo” emerge como uno de los más contundentes estudios sobre la condición humana, la imposibilidad de expresar nuestros sentimientos más íntimos y la infinita capacidad que podemos llegar a tener de hacer daño a las personas que más amamos. Solo al final recuperarán la autoestima y la dignidad perdidas, no sin antes pagar un alto precio en ese carnaval de la muerte en que se ha convertido el infierno de sus vidas, abriéndose la puerta a un futuro que Sirk nos muestra con un cierto atisbo para la esperanza.
Con un guión que es una autentica pieza de orfebrería y la sublime dirección de Sirk, “Angeles sin brillo” destaca por una extraordinaria utilización del formato scope, por la brillante partitura de Frank Skinner -el gran compositor de la Universal y colaborador habitual de Sirk-, pero sobre todo por la magistral dirección de actores de un Sirk que confía ciegamente en los protagonistas de otra de sus obras maestras, “Escrito sobre el viento”; con un Rock Hudson que nunca estuvo mejor en la pantalla, -¿quien dijo que era un mal actor?-, con ese monologo final donde nos ofrece lo mejor de si mismo, en una interpretación de gran calado dramático que nos corta la respiración; un Robert Stack torturado, perfecto, en un papel escrito para el y una Dorothy Malone de rostro doliente que solo con Douglas Sirk pudo demostrar su gran talento como actriz.
Una obra maestra absoluta a redescubrir y reivindicar para ver en imprescindible VOS.

Francesc Chico Jaimejuan

Barcelona 30 de marzo de 2007
Harry Lime
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