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Críticas de Polimnia
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Críticas 49
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
9
1 de agosto de 2014
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de las risas y el divertimento más o menos inocente que puedan proporcionar "Los 400 golpes" (Truffaut, 1959) y "Amarcord" (Fellini, 1973), uno de los principales subtemas que tratan ambas películas, dentro de la temática de la infancia, es la escolarización oficial del infante. Y ambos directores abordan esta etapa para realizar una profunda crítica al sistema, alienante y violento, inútil y anacrónico, que no deja al niño ser él mismo, ni desarrolla sus capacidades creativas; muy al contrario, lo coarta y perpetúa las actitudes y los modelos, que la sociedad, hipócritamente, rechaza.

Mientras Truffaut otorga todo el protagonismo de "Los 400 golpes" ⎯y de las posteriores prescindibles secuelas⎯ a un niño, desconocido por entonces, Jean-Pierre Léaud, que encarnará el alter ego del director, Antoine Doinel; el protagonismo de "Amarcord" es colectivo, recae sobre la población de Borgo, pueblo ficticio que, obviamente, encubre Rimini.

Paradójicamente, en la escena en que más patente queda el paralelo entre estas dos películas, no intervienen ni Doinel, ni Titta (Bruno Zanin), personaje que podría destacar sobre el resto por sus numerosas apariciones y las grotescas anécdotas que le acaecen.

Nos encontramos en el colegio, lugar demonizado en las dos películas especialmente a causa de los profesores. Clase de inglés en "Los 400 golpes" y clase de griego clásico en "Amarcord", los dos niños actúan del mismo modo, bajo una supuesta aura de inocencia y torpeza, esconden la mofa más simple y baja. Sin embargo, Fellini es más bondadoso que Truffaut. Mientras el francés nos presenta una escuela que ya físicamente está derruida, desnuda, de apariencia carcelaria, con profesores violentos, extremada severos y crueles; la escuela del italiano, aunque también es pobre y ostensiblemente opresora ideológicamente, se sume en Federico Fellini, en su característico histrionismo, su risa, su humor grotesco y esperpéntico, que hace que el caricaturesco profesor de griego (Ferdinando Villella) tenga ante la burla de sus inferiores alumnos, enormes huevos por ojos, y que el niño —cercano por su caracterización más a un muñeco, a una criatura circense, que a un infante— se cierna sobre el éxtasis del profesor con la bella lengua de Arquíloco de Paros, desde la atalaya de su ingenua perversidad

Quien sufre al tartamudo profesor de inglés (Pierre Repp) es René (Patrick Auffay), precisamente, la cara más oscura de Doinel, porque si este puede tener motivos comprensibles para mentir, para querer alejarse a cualquier precio de su entorno; René no, René tiene un fondo malicioso y pícaro que Doinel, por suerte o por desgracia, no posee.

¡Pero el viaje es mucho más interesante! Vayamos más atrás, a 1930, a "El ángel azul" de Josef von Sternberg. El profesor Immanuel Rath (Emil Jannings) también será incapaz de conseguir que sus alumnos pronuncien bien el artículo inglés; ni siquiera conseguirá que estudien y reciten con propiedad y solemnidad la célebre escena del tercer acto de "Hamlet"… ¡Unrat! Como en "La piel dura" (Truffaut, 1976) —sin duda, el traductor al español del título original de esta película, "L’argent de poche", conocía la filmografía de Truffaut—, los alumnos tampoco han estudiado una escena de "El avaro", de Molière; o más bien, prefieren no recitarla ante la represora e insensible maestra, sino hacerlo libremente, disfrutando en encarnarse en esos personajes, como harán los protagonistas de todas estas películas:

“To be or not to be: that is the question”
“Where is the father?”
“Siete muertos, a los que habíamos alcanzado / a la carrera, han caído. / Y somos mil sus matadores”
“Au voleur! Au voleur! À l’assassin! Au meurtrier!”

Paralelo completo en: http://www.relatoenmarcado.com/portfolio-view/el-angel-azul-los-400-golpes-amarcord-la-piel-dura/
Polimnia
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9
1 de agosto de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Empecemos de manera tópica: podríamos decir que "Mr. Smith goes to Washington" (Frank Capra, 1939) es una película idealista, inocente, ingenua, patriotera, y hasta maniquea. Y ya sí entramos a valorar la exaltación de la infancia que hace ⎯tan solo de niños, no de niñas⎯, no puede ser más demagógica. Y sí, en parte tendríamos razón. Pero continuando el tópico, no lo es, y no lo es gracias a James Stewart, que supo ajustarse perfectamente a la concepción de la actuación que demandaba Capra, la desnudez del hombre ante la cámara, la naturalidad aparentemente sencilla y libre de cualquier preparación previa.

Un joven Stewart, de 31 años, en sus inicios en el cine, era perfecto para interpretar a Jefferson Smith, uno de sus predilectos papeles románticos —no amorosos, románticos—. Este era un guardabosques de un pequeño pueblo del sur de Estados Unidos, escogido por el partido de la zona para ser senador en Washington. El mayor problema es no saber ver más allá de la pátina.

Smith y la expresión “hombre de paja” era una unión tan evidente que caía en pleonasmo para el partido. Luchar por las causas perdidas solo merece una risotada. Y era tan fácil de engañar, tan bueno, que resultaba obsceno atreverse a ello, pero el senador Paine (Claude Rains) se lo puede permitir, ¿qué importa ya dar otro paso más en el camino de la indignidad, y además, predisponer a tu hija (Astrid Allwyn) a la misma concepción del éxito? Qué doloroso.

Desde luego el argumento se complica en el aspecto político, mostrando la corrupción que existe desde sus mismos cimientos, hasta en el uso de los medios, ya brutal para los años 30. Pero no nos entretengamos con las brumas, Jefferson se merece mucho más; por ello, y aunque parezca banal, no utilizo para referirme a esta película la cacareada traducción española, "Caballero sin espada", ya que, por lo menos, evidencia una concepción errónea o maliciosa de lo que significa ser un “caballero”.

"Mr. Smith goes to Washington" nos plantea un conflicto propio de la condición humana, por eso mismo consigue trascender más allá de la anécdota, más allá del continuo ridículo de Smith y de la vertiente publicitaria del ideario estadounidense. Muy hábilmente, Capra sitúa al espectador en la perspectiva de los antagonistas del film, todos somos Saunders (Jean Arthur), unos desengañados y desilusionados de la vida; a todos nos ha costado mucho trabajo, demasiadas lágrimas y el desarrollo de unas tragaderas de la hondura del pozo de las Danaides, llegar a dónde estamos, ser quién somos; o mejor, amoldarnos a las circunstancias y tratar de encajar con las personas con que nos hemos topado… No somos infelices, pero ¿somos felices? ¿Nos conformaríamos con Diz (Thomas Mitchell), para vivir siempre mareados?

Jefferson era una “ventana llena de sol” que consiguió que la realista Saunders volviera a soñar, volviera a ser la cándida Clarissa, y es justamente gracias a ella que consigue estar al mismo nivel que sus cínicos enemigos, es tan simple como agarrarse a los recovecos de las trampas de la ley, pero Mr. Smith no cae en la ilegalidad, solo se aprovecha de los estrechos márgenes que la política deja al ser humano, para que este lo sea.

De acuerdo, el final es un “happy ending” en toda regla, y ya no hablemos del abuso del quijotismo, ¿pero no debería el mundo ser así? ¿Por qué nos extraña que ganen los justos y los buenos? Tal vez la respuesta que demos a esa pregunta, si no la consideramos retórica, debería horrorizarnos, más que hacernos sentir superiores, gracias a nuestros ideales y valores aplastados por el sarcasmo y la sangre fría de los crueles.
Crítica completa en: http://www.ojocritico.com/criticas/la-unica-victoria-posible/
Polimnia
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Let's Get Lost
Documental
Estados Unidos1988
7,8
1.666
Documental, Intervenciones de: Chet Baker
7
18 de julio de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Let’s get lost" (Bruce Weber, 1988) nos ofrece la oportunidad de adentrarnos en las rendijas del último año de vida de Chet Baker, hecho que no conocía el equipo en el momento de grabación del documental. Considerémonos afortunados.

Weber utiliza una fotografía oscura, de pocos matices, el negro encharca la pantalla continuamente, y las caras se abordan sin tapujos, de hecho, en muchos momentos recuerda a un Bob Fosse en estado de gracia, los cantantes, los músicos, los bailarines, el ritmo… Pero ¿de qué otro modo podría abordarse la figura de Chet Baker?

Montones de hijos quejándose de su padre, exmujeres difamando a Baker y colgando al resto de las esposas la culpa de la desgracia del músico, una madre que es incapaz de admitir en qué se convirtió su pequeño niño, admiradores fatuos que idolatran a la leyenda sin ver la persona… Y solamente un hombre, Chesney Henry Baker. El “James Dean del jazz”, el hombre que lo tuvo todo: talento, belleza y éxito, pero que se malbarató por culpa de la droga, por su propia culpa, aspecto que queda bastante suavizado y disimulado en el documental. Sin embargo, la tristeza que planea sobre él y la demacración de Chet son extremadamente reveladoras, el mito no cae, pero se puede ver tras la bruma, qué importa ya cómo perdió los dientes…

En esa fascinación de Weber, acompañaremos al músico en el estudio de grabación y a un concierto en el Festival de Cannes de ese año. De los prometedores inicios a la condena del anonimato, al público feliz en el lodazal de su ignorancia que ni se molesta en escucharle. Ya nadie recuerda sus películas o ¿quién sino estaba detrás del protagonista de "All the fine young cannibals"(Michael Anderson, 1960)? Ya ni se molestan en diferenciarlo de Miles Davis.

El desencanto desborda Let’s get lost, pero puede que esa sea la principal característica de la música de Chet. Melodías de una elegancia exquisita que se ajustaban a representar un estilo de vida más propio de la Rat Pack que del estadounidense medio. Riqueza, lujo, extravagancias, pero viviendo en la desilusión, en la suspicacia, en la media sonrisa maliciosa y la mirada perspicaz.

Fue precioso conocerte, Chet.

Crítica completa en: http://www.relatoenmarcado.com/portfolio-view/theres-part-thats-always-true-always/
Polimnia
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8
18 de julio de 2014
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Clac, clac, clac, que tristes las bolas de billar, así entran y entran y vuelven a entrar. Pero solo caen. Clac, clac, clac el sonido más bello para el desgraciado "El buscavidas" (Robert Rossen, 1961).

¿Lo habéis oído? “El rápido” Eddie Felson (Paul Newman) se atreve con el Gordo de Minnesota (Jackie Gleason). Pero ¿qué podrá hacer un desmandado y un perdido como Felson, contra la siempre perfecta compostura del Gordo? ¿Basta la ambición, cierto talento y la pura adrenalina del juego, combinada con litros de alcohol y decenas de cigarrillos? Sin duda, no. La inestabilidad nunca es buena consejera, y menos si el encargado de repararla es un proxeneta del juego, primero el simplón Charlie (Myron McCormick), y después Bert (George C. Scott), una tortura.

Sarah (Piper Laurie) se siente vieja, y no se equivoca, lo es. Está herida y quebrada, su ser es irreparable y solo queda el whisky. Una mirada en la cafetería vacía de la estación, a altas horas de la noche es suficiente. Siempre lo es. ¿Qué son Sarah y Eddie? Lo mismo. No obstante, qué alegría íntima es amar y sentirse amado, qué sonrisa más pura provoca el amor.

Sorprendentemente, Sarah sería la fuerte de la relación. Eddie es un polvorín, para qué hablar de su físico, si tuviera templanza, si supiera ahogar sus demonios -y no en alcohol- podría conseguirlo absolutamente todo. Pero nada le interesa excepto el billar y buscar consuelo para su orgullo en los bajos fondos… ¿No sabías Eddie que bajar al infierno era peligroso para tu ebúrnea apostura y tus torpes estrategias? Suerte que te rescató Bert ¿verdad?

Bert te lo da todo, es decir, dinero y además deja que te lleves a la enteca de tu novia, bah, todo será fácil y si tú confías en Bert…¿Qué más se puede pedir? Magnífica Sarah, tú sabías que Eddie Felson no era ningún perdedor, tú lo conociste, tú lo llegaste a atisbar detrás de sus ademanes de “angry young man”. Los demás tan solo lo manipulaban a su antojo para después tirar el juguete roto. Aunque el dinero es el dinero y no debemos ser sentimentales y mezclar las cosas, Bert ciertamente sabe llevar las cuentas.

Pero Eddie, tú no tienes porqué naufragar… Aún te queda algo para morir tranquilo, ganar al Gordo de Minnesota; o ¿es a ti mismo a quién debes ganar? Igualmente ya no perderás nada.

Qué sabrán esos perdedores, nadie juega como tú, sin embargo… ¿comenzar de nuevo en las garras del billar? Ah, y ahora te quieren ¿no? Ahora se arrastran por ti, querido Eddie, el día llegó, pero a qué precio… La desorbitada cantidad que costaron tu inmadurez, tu inconsciencia y tu miedo.

Crítica completa en: http://www.ojocritico.com/criticas/querido-eddie-nos-jugamos-tu-caracter/
Polimnia
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10
14 de julio de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una cruz, una corona de espinas y unos clavos. Ese es el pasado de la hermosa Viridiana (Silvia Pinal) arrojado al fuego, fuego que la aboca a los brazos de su ladino y “canelo” primo Jorge (Francisco Rabal)… Bajo la atenta y voluble confianza de la siempre cómplice Ramona (Margarita Lozano). “La vida es así, a unos los junta y a otros los separa” y los finales felices no existen.

¡Ay de la cándida joven! En efecto, reunirse con su tío, don Jaime (Fernando Rey) antes de ingresar en el convento era ciertamente una definitiva manera de morir para el mundo terrenal, de abandonar cualquier tentación o atisbo de pecado… O ¿tal vez fue mejor cometerlos todos antes? Bien los conocía don Jaime, que aunque aparece brevemente, se muestra muy cercano al Duque (Georges Marchal) de "Belle de jour" (1967), aunque con un refinamiento en su amor por la fallecida aún más grotesco y enfermizo. Voluptuosidad decadentista que le llevará a corromper a su sonámbula sobrina ¿por amor o por pura atracción? Puede que una mezcla de ambos, incluso del cariño más paternal, o eso debió pensar zarandeándose, arañando por los aires. “Ya sabía yo que mi prima acabaría jugando al tute conmigo”. Tristana será más despiadada.

Pero ¿qué más dan Viridiana, don Jaime y Jorge, teniendo toda una cohorte de secundarios? Hordas de pobres (Lola Gaos, José Calvo, José Manuel Martín, María Isbert, Luis Heredia, etc.) en las que riendo, riendo, no creamos que solo se plasma una crítica a la caridad, al cristianismo, a la burguesía, no, los mendigos no son seres angélicos, estos encerrarán una implacable crítica a la esencia humana.

El ensayo de albergue está dinamitado desde el interior, “porque uno no tiene dinero…”. Y es así, porque ¿qué diferencia a los señores de la casa de los miserables? "El discreto encanto de la burguesía".

La primera cena valleinclanesca es de obligatorio enmarque y fotografiado, así como el posterior contubernio nupcial, nunca se sacó tanto partido de las galas de una novia. ¡Aleluya! Solo falta la resurrección de la eterna doncella.
¿Dónde queda el cristiano perdón si “aquí todos somos gente de bien”? Puede que perdido entre el egoísmo humano, el instinto de conservación, la reviviscencia de un trauma, y el primer amor o la primera atracción.

Pero volviendo a descender a los secundarios, uno de los personajes más interesantes de Viridiana es Rita (Teresa Rabal), la hija de la criada, Ramona. La niña conocerá desde su mirada inocente todo lo que ocurre en la casa de los señores, y aún desde sus supuestas mentiras, parece que lo adivine. La niña será el personaje que tienda el puente entre los dos niveles de la película: el de la simple peripecia argumental, y el del riquísimo poso simbólico e inconsciente, que se atisba en maravillosas imágenes aparentemente residuales.

Los toros acosarán en sus sueños a Rita… poco a poco intuirá la sensualidad a la que se verá abocada su dulce señora… Y la cuerda para saltar que le regaló don Jaime, depravada será por los tremendos usos que le darán. ¿Llegarán a ser sus zapatos como los de Viridiana? Mejor que se quemen.

Reseña completa en: http://www.relatoenmarcado.com/portfolio-view/el-escupitajo-humano-viridiana/
Polimnia
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