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Argentina Argentina · Mendoza
Críticas de LOLITA
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Críticas 18
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
5
28 de mayo de 2014
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Richard Fleischer ha dirigido varios éxitos de taquilla. Sus películas son un clásico norteamericano. Pertenece a una sector del cine Hollywoodense de esa época que poseía guiones muy herméticos y no se experimentaba con las tomas. Sin embargo, Fleischer se anima un poco más y se aventura con los planos. Juega con las sombras y las luces geométricamente. Un ejemplo es cuando Horn deja los lentes encontrados sobre la mesita de luz del hotel donde interrogan a los muchachos, y van pasando las horas por la luz del sol en los mismos. Otro plano interesante es cuando refleja las caras de los chicos en un vidrio de los lentes y la de Horn en otro.
Consta con la brillante actuación de Orson Welles, quien adopta un papel de justiciero agotado por la violencia que ve en el mundo.
Como suele pasar con las adaptaciones, casi siempre las películas se quedan cortas en comparación con los libros, y Compulsión no es la excepción. Hay algunas grietas en el aspecto psicológico de los asesinos, retratados minuciosamente hasta el hastío en la obra. En cambio, en el film los personajes pecan de trillados. Las personalidades de Artie y Judd son llevadas equívocamente al extremo. Lo cual, en parte, contradice la postura del escritor en donde se muestran a los adolescentes en “apariencia” normales de clase alta. Digo en “apariencia”, porque justamente el libro de a poco va a ir desmenuzando sus trastornos mas íntimos. Lentamente Leyer nos magnetiza con cada descubrimiento de sus compañeros más cercanos, y de los peritos psicológicos. En la película desde principio a fin se da todo por sentado. Los personajes son representaciones obvias y las actuaciones, propias del cine de esa época, son exageradas y poco realistas.
Todo el tiempo vemos a Judd como un simple cómplice de Artie, un títere que se deja dominar por los caprichos de su compañero. Cuando en verdad era un continuo juego desafiante e íntimo entre ambos.
También en la película Wilk decide arrebatadamente en el inicio del juicio declarar a sus clientes culpables, cuando en verdad esa determinación se acordó en una concienzuda discusión entre las familias de los criminales, los analistas y los abogados, como la única posibilidad para comenzar a humanizar a los (considerados socialmente) pequeños monstruos.
La película también decae al final, en el discurso de Jonathan Wilk. Si bien, es innegable que Orson Welles hace una actuación digna de admiración, el guion se ve debilitado al presentar sólo algunos aspectos del verdadero discurso. En el argumento original de defensa, se hace hincapié en las siguientes afirmaciones: Los asesinos son demasiado jóvenes para la pena de muerte, dicha sentencia solo traería mayor violencia a la sociedad, el crimen es resultado de los múltiples trastornos de ambos pero entendido sólo en conjunto, presentaban una disfunción emocional.
En contrapartida, en la película la tesis apela a la compasión, despliega parte de la culpa del crimen sobre los padres, pasa por alto el tema de no nombrar la noción legal de insania (de lo que tanto se cuidaron en el libro, así no les tocaba el jurado) hablando explícitamente de paranoia en Judd y esquizofrenia en Artie.
Queda un final abierto, en el que Wilk (que en la obra es ateo) piensa en la existencia de Dios. En un enfrentamiento con Judd, el abogado de Orson le responde desafiante si acaso no fue el todopoderoso, quién dejó caer sus lentes. Esto nunca sucede en el libro y contrariamente, mas que sostener la existencia de una divinidad, el texto apela a la filosofía materialista, y la fenomenología, y el psicoanálisis.

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Nadya Palacios
LOLITA
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8
28 de mayo de 2014
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tom Kalin es un director sueco reconocido y galardonado en los más afamados festivales de cine independiente.
En “Swoon”, Kalin nos revela una perspectiva interesante de la adaptación de la obra. Con toques más surrealistas y sutiles el director nos adentra en la mente de los jóvenes asesinos. Sin utilizar los nombres ficticios que eligió Levin, prefirió mantener los originales: Nathan y Richard.
Las actuaciones son mas objetivas y naturales, la relación entre ellos se observa fluida y no como en la de Fleischer que peca de sobre dramatismo.
La música es magnífica, sutil y elegante; en contraposición la clásica banda sonora de misterio que posee la otra.
Los planos secuencias son protagonistas en la disposición estética. Un claro aunque disimulado homenaje a “La soga” (1948) del genio Alfred Hitchcock, la cual esta realizada en un sola toma secuencia. Hitchcock fue el pionero en este estilo, que luego seguirían directores como Andy Warhol, Alexander Sokurov, Gaspar Noé, Gus Van Sant, entre otros.
Desde que inicia se observa una escena dentro de otra, ya que los jóvenes están practicando un guion, gran giño del director, que a su vez nos muestra la cotidianidad de los adolescentes. De esta manera se conciben las personalidades de forma homogénea y coherente. Uno comprende que estaban realmente interesados en el arte, la filosofía, y la literatura.
Posee un estilo discursivo rápido e inteligente, que alterna con pequeños sintagmas de imágenes tanto subjetivas, como algunas reales (tomas sacadas de videos de la época)
Muestra rodajes caseros de los años 20, que se acomodan a la imaginación aventurera de Artie.
Las pericias psicológicas son tomadas en cuenta durante el filme. Expone a los analistas hablando científicamente de los trastornos disociativos y las ambigüedades sexuales.
La película no termina con la sentencia, continúa mostrando la vida de los presidiarios, algo sumamente inteligente, ya que ni el mismo Meyer Levin dicta mucho de que fue de ellos.
Artie es asesinado, pero Judd correrá mejor suerte, ya que se convierte en enfermero de los presos y al cabo de cuarenta y cinco años después es liberado bajo fianza y obligado al trabajo comunitario de por vida. Así Judd sufre una suerte de redención que hace que toda la obra de Levin adquiera un extraordinario sentido.

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Nadya Palacios
LOLITA
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9
28 de mayo de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director Julian Schnabel, nos presenta este film de una forma muy íntima. Mediante la técnica de cámara subjetiva, nos sumergimos en la incesante tragedia que vive el personaje principal.
Jean-Dominique Bauby, era un periodista y prestigioso redactor de una revista de moda francesa. Pero su vida se ve interrumpida cuando sufre una embolia, que lo deja en coma y luego, a su despertar, totalmente paralizado. Solo su ojo, aquél con el que vio pasar su vida, será también el que se la devuelva en parte.
Schnabel no erra en presentarnos esta historia digna, que sin exceder en sentimentalismos, consigue emocionarnos.
Con la magnífica actuación de Mathieu Amalric (perdón Bardem), quien transmite la angustia y resignación de un ser confinado al encierro físico, pero no mental. Eso le permitirá al personaje recordar su momentáneo paso por el mundo. Las mujeres, los hijos, su padre (el genio Max Von Sydow, caballero que bate un partido de ajedrez con la parca en “El séptimo sello” de Igmar Bergman), los médicos y las bellas enfermeras, serán quienes nos contarán esta historia, que sólo por momentos nos revelará el rostro de Jean.
El protagonista se ve atrapado en este oxímoron de ser un “muerto vivo”, pero su gran humanidad y su voluntad, lo llevarán a continuar viviendo hasta que logre finalizar su testimonio, el cual nos hará replantear nuestras propias existencias.
“Fue digno del sabor de cada día; tal es tu historia, que es también la mía”, es como finaliza la poesía “Los dones” de Jorge Luis Borges, otro ser atrapado en la arbitrariedad del fatídico destino, que al igual que Jean se sentía un “muerto vivo” al momento de quedar ciego.
Otro en plantear esta disyuntiva fue Sigmud Freud, quien mediante su psicoanálisis buscaba desmarañar las pulsiones más profundas del ser humano. Jean, lo consigue. Gracias a ese cuerpo-escafandra, se ve obligado a que su mente vuele más alto que antes, sacando a la luz arrepentimientos suprimidos, de los que ahora no puede escapar.
No busca abordar el polémico tema de la eutanasia, como sí lo hace de forma para nada disimulada Alejandro Amenábar, en “Mar adentro”. Schnabel no, este director por el contrario no busca que nos preguntemos constante, repetitiva, y agotadamente ¿ si nosotros en esa situación también desearíamos la muerte? Está claro que sí, por mal que nos pese, nadie aguanta una muerte en vida. Si embargo, el francés no se enfoca en la muerte, sino en el sentido de la vida.
Con imágenes borrosas, desequilibradas por momentos, planos coloridos y brillantes en otros, Schnabel nos invita a reflexionar que el cuerpo, preciado bien por ser la única forma de presencia en el mundo; también puede ser nuestra propia cárcel y condenarnos a las más cruel existencia, como la de aprisionar a una persona en una escafandra inmóvil, o la de volver ciego a un escritor brillante.

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Nadya Palacios
LOLITA
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10
28 de mayo de 2014
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Conocido como el “enfant terrible” del cine, Xavier Dolan refresca las salas con su mirada moderna y desfachatada. Es que al igual que el poeta francés Arthur Rimbaud, Dolan (de Montreal, Canadá) logra retratar a temprana edad el infierno y tormento propio, con matices vanguardistas. Sin embargo lejos está de la espiritualidad, pero sí próximo a la batalla interna del hombre: la angustia existencial consecuencia de la disputa entre el ser y el querer ser.
En su debut “I killed my mother” (2009) Xavier retrata los exorcismos personales de un adolescente incomprendido por su madre y desestimado por su padre. Encontrando así, el protagonista, asilo en el arte y en su propia revolución sexual.
Es con 19 años que escribe, dirige y actúa este film autobiográfico ovacionado por los críticos y premiado por Cannes. De esta manera Dolan arremete contra todo rigor hollywoodense establecido, y demuestra que pese a su inexperiencia puede regalarnos los más exquisitos relatos. Y es justamente esa mirada inocente, novata, un tanto naif; la que le concede originalidad a su obra.
Su segunda película “Heartbeats” (2010) es sólo la transición necesaria a lo que viene. Una “ménage à trois” godardiana, decorada con un estilo kitsch vintage. El film posee un sentido narrativo audaz el cual es interrumpido con cómicas escenas de jóvenes que cuentan su experiencia amorosa cotidiana. Mientras nos vemos envueltos en tomas secuencias con colores saturados, acompañadas de canciones románticas francesas.
Pero es en su último film “Laurence Anyways” (2013) donde se comienza a presentar moderadamente la madurez añorada.
Ambientada en los 80, un profesor de literatura con una crisis existencial, resuelve que no nació para ser un hombre, sino mujer. Gran giño a la película actualmente de culto “Glen o Glenda” (1953) de Ed Wood. El Glen moderno, Laurence, se siente encarcelado en un cuerpo que no es el que lo identifica. Esta perdidamente enamorado de su novia Fred, y desea quererla con total plenitud y honestidad: “Te amo tanto que tengo que amarte tal y como soy”. (Sic). Las actuaciones de Melvil Poupaud como Laurence y Suzanne Clément (con quien Dolan ya trabajó en “I killed my mother”) como Fred se destacan con genialidad, otorgando el dramatismo necesario para digerir una historia sustentable.
Excelente reflejo del cambio de sexualidad, ambientada justamente en los 80 cuando la discriminación social era aún mayor.
¿Niño o adulto?, ¿hombre o mujer?, ¿innovador o vintage?, ¿profundo o superficial? Dolan no se define. En lo que sí acierta de manera brillante es en el placer audiovisual que ofrece.
Cada fotograma es una pintura, con composiciones que evidencian que nada esta dejado al azar. Cada objeto y su posición en la escena esta pensado en función de totalidad.
Hay varios homenajes a directores como Gus Van Sant, Won Kar Wait, Pedro Almodóvar, entre otros. Sin embargo Xavier supo encontrar su propio sello estilístico: elegante y delicado.
Igual queda tela por cortar en cuanto a la profundidad de sus historias, las cuales parecen ser conceptualmente nihilistas, pero sin definirse del todo.
Ciertamente confío en que a diferencia de Rimbaud, quien de joven termino con su etapa creativa, Dolan seguirá haciendo películas que seduzcan nuestros sentidos por algunos años más.

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Nadya Palacios
LOLITA
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10
18 de noviembre de 2012
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sigmud Freud dedicó muchos de sus escritos a entender la psiquis femenina. De la misma forma, “Gritos y susurros” va a hacernos reflexionar sobre las dudas y contradicciones indescifrables del mundo, a través de los ojos de cuatro mujeres pasionales reunidas por la banalidad de la vida, que es justamente, su inevitable finitud.
El existencialismo engloba muchas concepciones de la vida, que casi nunca - en el mejor de los casos-, se concretan por quienes las postulan. La ausencia del sentido de la vida, los límites de nuestra existencia en un mundo frívolo y absurdo, el desencanto por cualquier credo o religión, la desesperanza de una población encaminada a su autodestrucción, son algunos de los axiomas que sostiene esta filosofía. Sin embargo, esas concepciones generalmente utópicas, logran materializarse mediante el arte, su mayor antítesis, que dota de belleza al arruinado y perturbado mundo.
Esto Ingmar Bergman lo sabía muy bien, todas sus películas son una invitación a encontrarnos con nuestro ser interior. Sus films son su propio espejo, donde cada uno de nosotros evaluará una cercanía o lejanía con el retrato de las pasiones, obsesiones, pensamientos y críticas de este director nórdico, que tiene la capacidad de tocar las fibras más intimas. Él posee el don de ubicarnos frente a aquellas pulsiones que no somos capases de aceptar, pero que ahí están y no se irán, a menos que logremos reflexionar sobre ellas.
Agnes, Karin y María, son hermanas provenientes de la clase alta de Suecia, que vuelven a reunirse en la antigua mansión familiar a causa de la enfermedad de una de ellas, acompañadas por Anna, la sirvienta, fiel espectadora de las frenéticas situaciones que se desarrollarán en la casa.
Muchos de los films de Bergman no serían lo mismo si el ojo minucioso del director de fotografía Sven Kykvist (Persona, Los comulgantes, El silencio, Noche de circo, etc). Este genio sueco hace de la película una serie de cuadros con toques renacentistas. Cada fotograma capta la naturalidad, y los contrastes de luces y sombras. En su trabajo predominan los planos enteros, que muestran la atmosfera agobiante por momentos, y brillantes por otros; y los primerísimos primeros planos con los que busca mostrar lo más íntimos de los personajes, dejando sus más profundas intenciones y pulsiones desnudas a los ojos del espectador.
¿Cine lento? claro que sí, Bergman al igual que Antonioni -otro genio en retratar conflictos psicológicos-, se jactan por esta virtud de la lentitud. Sus films traspasan la dimensión de las apariencias, y mientras nos dan el gusto de poder reflexionar los hechos durante la misma proyección, demuestran que debajo de ese disfraz paciente y adormecedor, muchas cosas cambian.
Bergman es un fanático del film monocromático, que sin embargo, agregará un color más en “Gritos y susurros” para que predomine junto al blanco y al negro: el rojo. Esto se debe a que en esta película -más que en cualquier otra- se presenta la pasión y la sangre. Todos los personajes del film están movidos por una fuerte fogosidad irracional. Una pulsión que los obliga a un conflicto interior permanente, que en algunos casos se exterioriza, o queda oculto para siempre.
El símbolo del tiempo en “Gritos y susurros” son los relojes, los cuales serán puentes entre los distintos sintagmas del film, y a su vez reflejarán otra de las dudas insoslayables del ser humano: la dualidad de la vida y la muerte. Corto, es el tiempo que le queda a Agnes -la hermana con enfermedad terminal-, la cual alerta al resto de los personajes y a nosotros, los espectadores, indicándonos que corto y fugaz es también nuestro paso por el mundo.

Nadya Palacios
LOLITA
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