El amonio se vuelve amarillo y corre por las tuberías, a no ser que un guionista, un director y un productor, junto con un par de actores, se unan para orinarnos con una aburrida, lenta, increíble y falta de tensión (incluso la chechual) película. Al final de la pelúquila los protagonistas tendrían que haber muerto por peñazos o tal vez hubiera estado bien un ataque masivo de abejas mutantes.

¿Es en serio? Quiero decir, ¿Ha habido alguien que ha pagado para ver este chiste? El futuro emperador que habla como si fuerza Tarzán tras treinta años de beber whisky a gogó, Anakin, futuro Darh Vader, que con su actuación parece Darth Water más bien... Pero, ¡¿Se puede ser menos carismático?! Si hasta la esponja que limpia mis callos actúa mejor.

Me quedo con ese mensaje. Profundo para quien no haya leído un libro que no sea de Ildefonso Falcones, simplón para quien espere ver Centauros del desierto. Es entretenidilla y también larguilla. Dos horas y algo viendo simios y humanos de un lado a otro como si fueran monos, pues hombre, está bien porque son unos sentimentales y a ratos parecen mi familia cuando ven las noticias o Tele 5, pero faltaría un poquito de Florencia, Roma, Atenas, Magaluf y ver cómo se desenvuelven allí: si les gustan las Bellas Artes, si les da un patatús como a Stendhal.

La música, una pena, a la altura del trap. Las historias que quieren ser de víctimas de la crisis, estrafalarias y queriendo imitar no sé qué "estilo" navajero intelectual que se queda en berborrea valtonyca-rufianesca. ¿Hay mensaje en esta obra? Sí: la crisis tenía que haber sido peor, porque cuando más en el fango hundamos nuestro cerebro, mayores posibilidades habrá de que surjan héroes del pueblo, o tarados -para la gente normal-. Isaki, te has lucido, figura. Que por castigo tengas como próxima pelúquila un anuncio de Coca-Cola.

El ladrón héroe, el príncipe romántico (del Romanticismo), la fiel y hermosa princesa, y el malo sin fisuras ni Sociedad Líquida ni "todo es relativo" y payasadas de esas postmodernistas.
Pónsela a los niños antes de que los videojuegos, el trap, Internet, Netflix y las pelúquilas de efectos especiales y contenido cero, les coman la olla y hagan que se comporten como señores de derechas en cuerpos infantiles.