Deliciosa película de la otra cara de la colonización del oeste estadounidense. En vez de las áridas planicies una región más al norte, con nevadas, vendavales de aguas gélidas, hombres vestidos con pieles. Pero, sobre todo, la legalidad termina siendo triturada por la codicia. De nada valen las flamantes declaraciones del abogado de que logrará evitar que los monopolios hagan lo que les venga en gana. Realmente esa fue la historia cierta del viejo oeste. Hasta opio se fuma sin que a nadie le importe.

En películas como esta se respira libertad. Libertad del director para contar una historia sin pensar en las limitaciones hollywoodescas. Libertad de las historias para crear su propia dinámica. Libertad de los actores para actuar como si no estuvieran actuando. Libertad de la hierba para crecer como necesita. Acá hay muy buenas pautas para que se medite en por qué al cine se le llama el séptimo arte, porque es un arte así muchas veces solo sea un hecho feo por culpa de los directores que pasan por alto que no es la taquilla sino el arte.

Película que muestra otra enseñanza de los directores sabios: el manejo del tiempo pausado, no solo para mostrarnos que el protagonista ya camina lerdo, como dice Piero en Mi Viejo, sino porque así se saborea el buen cine. También deja abierta una incógnita: Qué requiere más valentía vivir esa vida o acabar con ella. Finalmente, con todo el empeño puesto en mostrar odiosos a los odiosos, no parecen serlo tanto como los de este siglo XXI, así aparenten ser buenos.

Aunque suele catalogarse de clásica del género, pareciera que no lo es tanto. Los actores, empezando por la Joan, no le imprimen la fuerza necesaria a sus personajes, por lo cual terminan siendo una caricatura más que una representación. Además el guión y la puesta en escena de algunos apartados parecen muy forzados por no decir que ilógicos. Se salva de lejos la fotografía y el recordado diálogo que sostienen los dos viejos amantes en esa noche de insomnio, café y cigarrillos.

Coincide el día de este comentario con el Día de la Mujer. Bien vale la pena ver la película para encontrar no solo la calidad insuperable de los actores franceses sino la lucha de la mujer por lograr su reconocimiento. Rodan o Camille, el dilema entre dos escultores de primera línea por la forma innovadora de su técnica y de las formas plasmadas, pero la historia, o debe decirse mejor la sociedad patriarcal relegaron a la Camille.