El actor Zach Braff escribe y dirige esta comedia indie que se mueve en la liga de los filmes clasificados como "feel-good movies" que deja pocos momentos brillantes y falla por su exceso de autoindulgencia y redundancia.

El punto de partida es atractivo y podría habernos dejado una comedia indie fresca y carismática pero Braff no se dirige hacia derroteros originales y sigue una mirada indulgente y bonachona ante el clásico juego de personajes maduros que evitan crecer y siguen persiguiendo sus sueños de infancia.

Un filme de mensaje positivista pero poco brillante ante el buen punto de partida a partir del cual otros genios de la comedia actual habrían sido más irónicos y punzantes. Una mirada demasiado complaciente que deja un tono muy conservador en temas como la família o la espiritualidad.

Llega a España este filme romántico sobre una mujer que al llegar a los 29 años tiene un accidente y ya no envejecerá nunca más, huyendo y mudándose continuamente y teniendo que cambiar su nombre e identidad para no levantar sospechas.

Blake Lively encarna con elegancia natural y sensibilidad a esta especie de Dorian Gray femenina (aunque con menos vicios) y Krieger dirige con elegancia y cierto clasicismo el día a día de esta mujer, afrontando dignamente los flash-backs y los agujeros poco creíbles que la fantasía de la trama inevitablemente necesita.

Más allá de este digno trabajo, la primera trama romántica se queda en ñoña y poco interesante ante el plano personaje masculino (Michiel Huisman) y unas situaciones bastante redundantes en el cine romántico. El romanticismo llegará en la segunda parte, cuando Harrison Ford aparezca y ya nos movamos en terrenos clásicos del romanticismo literario marcando mucho más el dilema del tiempo y de las oportunidades perdidas.

Un filme correcto que evita acertadamente endulzar su forma y que deja un aroma a elegante romanticismo literario, aún así hay poca personalidad y la historia de amor inicial es muy poco interesante siendo un filme recomendable para románticos clásicos y fans de la elegante y bella Blake Lively.

Una de las joyas que más destacó en el Festival de Sundance del pasado año fue esta íntima cinta realizada por Eskil Vogt, que debuta en la dirección tras el guión de la también laureada Oslo, 31 de agosto (2011).

Vogt crea en este debut un filme tremendamente juguetón con el espectador; un juego que espectadores rechazarán y otros estimularán y agradecerán ante la poca fuerza reflexiva que está teniendo hasta el momento la cartelera veraniega.

El filme es muy disfrutable para la razón y también originalmente sensorial que va más allá de la inmersion en la ceguera. Un filme que experimenta sobre la narración y habla directamente de la imaginación y la creación de relatos; de la necesidad imprescindible para llevar mejor la dura sensación de soledad y extrañeza que la ceguera aporta a un individuo.

Un experimento juguetón y lleno de talento en el que también hay que mencionar la excelente interpretación de la actriz Ellen Dorrit Petersen. Blind es, hasta el momento, el filme más complejo y personal de la temporada veraniega y uno de los más inclasificables del año. Todo un reto.

La francesa Lisa Azuelos vuelve a contar en su nuevo filme con la bella Sophie Marceau en este romántico filme que habla del nacimiento del deseo y la pasión en plena madurez.

El personaje de Marceau despertará la pasión (y viceversa) de un hombre casado, interpretado por François Cluzet, un tipo de hombre para ella tabú. Ella es una afamada escritora de mentalidad independiente y él es un abogado felizmente casado. El filme trata el deseo entre ambos con los clásicos clichés de las películas románticas contemporáneas.

Aunque busca insuflarse carácter con un vistoso montaje y los dos actores forman una atractiva pareja y buena química entre ambos, el filme es de regusto banal en gran parte del metraje no aportando nada nuevo en las situaciones que se producen, sólo llega a sorprender en su último acto al romper ahí sí con el cliché. Un filme poco destacable que amontona la colección de superficiales películas románticas, demasiado numerosas en los últimos años.

El genial e irregular director Peter Bogdanovich, creador de recordados filmes como La última película (1971) busca homenajear la comedia de enredos y a cineastas como Hawks y Lubitsch en esta agradable cinta a la que por otro lado le falta la pura esencia que los tiempos actuales no pueden dar.

El filme se mueve con gracia y deja grandes personajes y momentos y aunque en ciertos instantes nos devuelve el espíritu y calidad que genios como Lubitsch dotaron a la comedia. Todo deja algo frío, como si el cine y nuestra cultura actual ya no necesite este tipo de cine.

Un ejercicio-homenaje que se levanta gracias a un coral y estupendo reparto en el que destaca la joven y talentosa Imogen Poots, desprendiendo una gran seguridad en la comedia, además de destacar a una cada vez más cómoda en el género Jennifer Aniston. Un filme de otro tiempo que también recuerda a alguna comedia menor de Woody Allen y que convencerá medianamente a los fans de la comedia clásica.