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España España · Barcelona
Críticas de Harry Lime
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Críticas 53
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
22 de junio de 2008
29 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace muchos años alguien describió acertadamente el mundo de la competición automovilística con esta frase, que refleja de forma concisa y fidedigna un tiempo donde el romanticismo y la aventura primaban sobre el dinero. Tiempos en los que a lo largo de cada temporada varios pilotos se encontraban a la salida de cualquier curva, de cualquier circuito, de cualquier Grand Prix cara a cara con su amiga la muerte.

Siempre se ha considerado “Grand Prix” más como un documental que como un film de ficción, porque por encima de cualquier valoración cinematográfica ha perdurado su condición de impagable documento fílmico de como eran las competiciones de Fórmula 1 en la trágica década de los 60. Rodada a lo largo de la temporada 1966 visto hoy queda en evidencia lo injusta que era esa valoración. Porque si “Grand Prix” es un tan excepcional documento vivo de tan intenso periodo es porque, a pesar de sus defectos, es un film dignamente realizado, por un John Frankenheimer en plena forma, que supo captar el genuino espíritu de la competición, y que nos transporta al pasado en un viaje inolvidable al corazón mismo de un momento único y fascinante que ya es historia viva.

Film interesante, “Grand Prix” nos introduce en las apasionantes vidas de cuatro pilotos con distintas motivaciones y un solo objetivo: Ganar el Campeonato del Mundo de Fórmula 1. Sin dejar de caer en ciertos tópicos que rodean el mundo de las carreras lo cierto es que, por una vez, la mención de estos tópicos está más que justificada y están insertados de forma notablemente fluida en el desarrollo dramático de la historia.

Con un más que aceptable guión, combinando ficción con episodios basados en hechos reales, quizá el mayor mérito del guión de “Grand Prix” sea el haber sabido dibujar con trazo preciso cuatro personajes arquetípicos que responden de forma inusualmente real y convincente a cuatro distintas tipologías de pilotos de competición, fácilmente identificables con personajes reales con nombre y apellidos. Bien interpretados por un grupo de actores bien escogidos, es justo destacar a un sobrio Yves Montand, que borda su maravilloso papel, y la estupenda réplica que le dan actores de la talla de Eva Marie Saint, James Garner y sobre todo a un espléndido Brian Bedford que defiende con brillantez el personaje más agradecido y mejor dibujado junto con el de Yves Montand.

A destacar la inolvidable y extraordinariamente bien filmada secuencia-reportaje del Grand Prix de Mónaco, el soberbio montaje, el espectacular sonido y la imaginativa fotografía, de audaces y rompedoras propuestas estéticas, -impactantes aún vistas hoy-, sin olvidar la inspirada partitura de Maurice Jarre, con un brillante tema marcial que marcó época y otro de hondo lirismo teñido de un profundo dramatismo.

Film a revisar para conocer otros tiempos, ni mejores ni peores, simplemente distintos.


Francesc Chico Jaimejuan
Barcelona, 22 de junio de 2008
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Harry Lime
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7
5 de junio de 2008
31 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rodada a continuación de “Misión de audaces”, Ford hace una nueva incursión en el tema de la caballería. Parece, después de ver el film, como si hubiera querido dar una nueva, última y definitiva vuelta de tuerca en su discurso desmitificador de creencias firmemente arraigadas en la crítica y el público respecto de sus posturas personales.

Si en la soberbia “Mision de audaces” caía con estrépito el mito del Ford militarista, en “El sargento negro”, aún sin ser uno de sus mejores films es, sin embargo, un film considerable que deja sin argumentos a todos aquellos miopes que siempre etiquetaron al maestro, antes de militarista y ahora de reaccionario racista, con un discurso diáfano y contundente contra el racismo más abyecto presente en la hipócrita sociedad americana.

El consejo de guerra al que se enfrenta el sargento de color Rutledge (Woody Strode), de intachable y brillante hoja de servicios, acusado de la violación y asesinato de una joven blanca y de su padre, el comandante del regimiento, y la defensa que de el hará el teniente Cantrell (Jeffrey Hunter), basándose en el testimonio decisivo de Mary Beecher (Constance Towers), son el sustrato argumental de este notable film de Ford.

Mezclando con habilidad el western con el film sobre juicios. Partiendo de un guión con elementos de thriller, no por efectista menos efectivo, Ford plantea el film como un puzzle de vigorosas imágenes. Con una estructura narrativa sustentada en brillantes flash-backs que hacen avanzar la acción, Ford va reconstruyendo, de forma maliciosamente alambicada, a través de las declaraciones de los distintos personajes implicados, los sucesos tal como estos supuestamente sucedieron; fotograma a fotograma; plano a plano, secuencia a secuencia, hasta llegar a esa impactante y sorpresiva resolución final, que consigue sorprender al espectador.

Con un tempo de implacable progresión dramática y un ritmo que no decae en ningún momento, “El sargento negro” mantiene vivo el interés del espectador a lo largo de todo el metraje. Ford alterna las secuencias que se desarrollan en el interior de la sala donde se celebra el consejo de guerra, -con una fotografía que enfatiza, sobre todo, las declaraciones de Mary Beecher, iluminándola al tiempo que oscurece la sala-, con logradas secuencias en exteriores, tanto diurnas como nocturnas, en las que visualizamos los acontecimientos que nos van contando cada uno de los protagonistas.

Rodado en un periodo de plena madurez creativa de su autor, la magnifica dirección de Ford, la elaborada y por momentos artificiosa puesta en escena, y su brillante trabajo de dirección de actores, al frente de un reparto sin grandes estrellas que, sin embargo, cumple con creces, aderezado todo ello con esos toques de humor tan fordianos, hacen de “El sargento negro” un film muy interesante, de visionado altamente recomendable.


Francesc Chico Jaimejuan
Barcelona, 5 de junio de 2008
Harry Lime
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5
5 de junio de 2008
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con el trasfondo de la cruenta guerra civil que devasta Sierra Leona, entre las tropas rebeldes y las fuerzas del gobierno, un mercenario sin escrúpulos (DiCaprio) trafica con diamantes ilegales. El hallazgo fortuito de un diamante de grandes dimensiones por parte de un pescador (Djimon Hounsou), separado a la fuerza de su familia, será el nexo común que unirá sus destinos con el de una joven periodista comprometida (Jennifer Connelly) y el detonante que hará cambiar sus vidas y su escala de valores para siempre.

Sospechosamente oportunista, con un discurso conceptual de dudosa honestidad moral, “Diamante de sangre” es un film que apuesta aparentemente por un cine comprometido, de denuncia del tráfico ilegal de diamantes, de la dramática existencia de miles de niños soldados sin infancia y del vergonzante olvido que sufre África por parte de occidente.

Sincero o tramposo; con defectos; medias verdades; un guión irregular, que flojea por momentos, y que conjuga con dificultad la vertiente de denuncia con la endeble historia de amor; de personajes tópicos y previsibles, que evolucionan éticamente, en algún caso, de forma más que improbable, y una dirección de Edward Zwick que cae con frecuencia en el exceso, “Diamante de sangre” es, a pesar del lamentable y panfletario final, -que recuerda demasiado a otro-, un film entretenido que no carece de interés…

…porque mantiene la tensión y capta la atención de los espectadores,-consiguiendo remover sus conciencias dormidas-, a lo largo de sus más de dos horas de metraje. Por su impecable factura técnica y formal. Por ser un film vibrante y emotivo, de ritmo frenético y acción sin tregua. Por sus virtudes estrictamente cinematográficas, que también, pero sobre todo por el respeto que nos deberían merecer esos seres humanos, victimas anónimas e inocentes de la barbarie y el horror que denuncia el film.

Técnica y formalmente brillante, en “Diamante de sangre” destaca el excelente montaje de Steven Rosenblum, la soberbia fotografía de Eduardo Serra, que capta con sensibilidad el intenso y poético colorido del continente africano, y la inspirada partitura de James Newton Howard que puntea y subraya con acierto las imágenes del film.

¿Y que podemos decir de la labor interpretativa de los protagonistas?...

…destacar la impresionante “performance” de un sublime Djimon Hounsou, -que se merecía el oscar-, en un rol que le va como anillo al dedo. Los demás protagonistas cumplen con brillante discreción, desde un Leonardo DiCaprio, en una de sus mejores interpretaciones, que sin embargo, no acaba de convencer, hasta una bellísima Jennifer Connelly, más que correcta, que carga con un poco creíble rol de intrépida reportera.

Denuncia, aventura y romance en un film correcto del que se podía esperar mucho más.


Francesc Chico Jaimejuan
Barcelona, 5 de junio de 2008
Harry Lime
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6
5 de junio de 2008
50 de 61 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que más da. Damas y caballeros, pasen y vean el enésimo intento de dinamitar el lenguaje cinematográfico en aras de la modernidad y del cine rompedor. Se han perdido en la noche de los tiempos los directores que han perseguido tan discutible fin, y Baz Luhrmann, uno más, no pudo evitar caer en tan atractiva como peligrosa tentación.

Situando la acción en una Verona actual y modernista, Baz Luhrmann intenta hacernos creer que reinventa el cine y reinterpreta a Shakespeare ofreciéndonos su, más aparente que real, transgresora versión del “Romeo y Julieta” shakesperiano. Con una puesta en escena deslumbrante, esclava de sus excesos; una estética rompedora de planificación audaz; un montaje trepidante, a ritmo de enfebrecido vídeo clip de música atronadora y una cámara sin reposo, de movimientos sincopadamente enloquecidos, sin embargo…

…no todo es lo que parece.

Primero porque respeta en esencia el sublime texto del genio inglés y, sobre todo, porque milagro de los milagros, en los momentos culminantes, en las escenas cumbres, Luhrmann atempera su revolucionaria concepción, la cámara suaviza sus movimientos, el montaje hace una tregua en medio de la batalla y la melodía emerge triunfante sobre la, por momentos, estridente partitura. El clasicismo cinematográfico renace de sus cenizas, cual Ave Fénix, y el verbo se conjuga y se funde de forma mágica con la imagen para regalarnos algunas de las más bellas, intensas y emotivas secuencias del cine moderno.

• Como olvidar la emoción que sienten los dos jóvenes al conocerse. Como olvidar el nacimiento de su mutua atracción y enamoramiento, y la dramática toma de consciencia de las trágicas circunstancias que condicionarán su amor.

• Como olvidar la imaginativa y audaz, -sin perder por ello ni un gramo de romanticismo y emotividad-, secuencia donde los jóvenes amantes se juran amor eterno. Como olvidar esos jóvenes cuerpos sumergidos en la acariciante y traslúcida agua de esa piscina que rebosa sentimiento verdadero y amor eterno.

• Como olvidar ese dramático final, que nos sobrecoge el alma hasta los limites de nuestra resistencia emocional. Como olvidar esas bellísimas imágenes que nos traspasan el corazón como cuchillos hechos del material del que están hechos los sentimientos más puros, con ecos musicales del “Tristan e Isolda” wagneriano.

A destacar la interpretación de la pareja protagonista. Un convincente Leonardo Di Caprio, y una angelical y maravillosa Claire Danes en su primer papel importante.

…cerca esta otra historia de amor inmortal que asombrará al mundo: “Moulin Rouge”.


Francesc Chico Jaimejuan
Barcelona, 5 de junio de 2008
Harry Lime
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6
5 de junio de 2008
30 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Año 1184; en tiempo de las Cruzadas: Balian (Bloom), hijo ilegítimo de Godofredo (Neeson), partirá hacia Tierra Santa para servir a la causa de la paz. Allí conocerá y se sentirá atraído por la princesa Sibylla (Green). Tras la muerte del rey Balduino, su hermano, se romperá el frágil equilibrio de paz con los musulmanes y estallará la guerra por la conquista de Jerusalén. Balian liderará la defensa de la ciudad y de sus habitantes.

Retorno de Ridley Scott, tras el éxito de “Gladiator”, al cine épico de gran espectáculo. Pero ni Scott es Mankiewick, ni “El reino de los cielos” es “Cleopatra”. Lejos quedan los buenos tiempos del director que nos sorprendió con “Los duelistas”, nos deslumbró con la inquietante “Alien” y nos marcó a fuego con la sublime “Blade Runner”.

Los bellísimos ojos de Eva Green…

…y poco más, es lo que nos ofrece esta superproducción que naufraga, víctima de sus propios excesos, en su intento de conjugar espectáculo con el retrato intimista de unos personajes difuminados y perdidos entre las paginas de un guión irregular, descompensado y discurso errático, que casi nunca encuentra el tono adecuado.

El cine es imagen, pero antes que imagen es palabra escrita: es GUIÓN, y el guión de “El reino de los cielos” se resiente de la abusiva utilización de la espectacularidad como fin en si misma y de un mensaje confuso, políticamente correcto, que bebe más al sol de los tiempos actuales que de los que se supone transcurre la acción del film.

El film adolece de una dirección un tanto impersonal; un esteticismo cargante; una puesta en escena demasiado condicionada al espectáculo visual; una fotografía barroca y en exceso preciosista; unos movimientos de cámara forzados y de una banda sonora efectista, de reconocibles ecos de auto plagio.

Sin embargo, no todo es negativo en “El reino de los cielos”. Destaca el trabajo de un elenco de secundarios de lujo, con Liam Nelson, Jeremy Irons y un soberbio Edward Norton; el prodigio de sensibilidad de la magistral secuencia de la muerte del rey Balduino, -con mucho la mejor del film-, y la larga, tensa e imaginativa secuencia final, de montaje trepidante y buen pulso narrativo.

Mención especial merece la labor interpretativa de la pareja protagonista: La de un inexpresivo Orlando Bloom que, sin dar la talla, paradójicamente firma su mejor interpretación hasta el momento, y la de “esa locura que atiende al nombre de Eva Green”, -en palabras de Antonio Gasset-, la autentica revelación del film, que compone una fascinante y conmovedora Sibylla. Que inunda y desborda los límites de la pantalla con la luz cegadora de sus increíblemente bellos ojos azules, en algunos de los más impactantes e inolvidables primeros planos que uno recuerda haber visto en años.

Ambicioso y parcialmente fallido ejercicio cinéfilo donde la forma se impone al fondo.


Francesc Chico Jaimejuan
Barcelona, 5 de junio de 2008
Harry Lime
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