Lección de cine de Mike Nichols -aunque haya quién diga que es teatro filmado-, que nos deja clavados a la butaca mientras dinamita sin piedad los prejuicios judeocristianos que lastran, diluyen y estropean las relaciones eróticas de todos los colores.
Un guión demoledor -que ataca giros sobre el tema que obligan a pensar-, una dirección preciosista, grandes interpretaciones (muy bien Julia Roberts, que demuestra tener registros) y diálogos de altura a la par que divertidos; construyen un apasionante cuadro en el que no sobra ningún detalle. Una delicia que no se vé cada día (ni cada año).

Último y genial film de Gutiérrez Alea; de los que cuantas más veces lo revisas, más detalles, giros y brillantes conexiones y derivaciones encuetras. Con el hilo conductor de un viaje funerario experimental, disfrutamos de un fresco que cuenta, con humor y ironía, las tribulaciones de unos personajes obligados a tomarse con filosofía las contradicciones internas de la revolución cubana y el machismo latente y omnipresente. Todo ello contado con una maestría impecable y un "crescendo" propios de un artista.
Para tenerla en más de un DVD por si te la piden prestada.

Vaya por delante que la película consigue transmitir el mensaje de hasta donde llegan los mecanismos de control y opresión del Sistema, por eso le pongo un 2 y no un 1. El "objetivo cumplido" no la salva: La combinación de primeros planos agresivos con diálogos banales, cutres y aburridos (tras la coartada de "así es como habla la gente"), resulta deletérea.
Al cine vamos a ver arte, aquí sólo hay un vacile de unos listillos que se parapetan tras una buena causa para colarnos un producto infumable y sin gracia.

Sexo y violencia sin concesiones. Vuelven los diálogos sin desperdicio que añorábamos desde Pulp Fiction. La tensión no cae en ningún momento. El giro argumental sorprende y da juego.
En conclusión: una maravilla; choca la escasez de buenas críticas entre la afición. ¿Está cambiando el gusto por el cine?

Qué bodrios nos teníamos que tragar -como éste en que además la Geneviève está especialmente repulsiva- y después soportar los panegíricos de los enterados del momento.
Lo peor es que el rollo postmoderno aún no se ha extinguido: Alan Rudolph sigue cabalgando y la Crítica sigue siendo igual de endogámica y aplaudiendo las variantes sigloventiuneras de tan ínclita forma de ver la vida y el cine.