El gran Hayao Miyazaki nos cuenta una especie de Alicia en el país de las maravillas que desborda imaginación y buen hacer por los 4 costados. Llama poderosamente la atención durante las dos horas de película el nivel de detalle que tiene en todo momento, con los fondos, cada movimiento de los personajes o cualquier otra cosa. Además, el diseño de espíritus es extraordinariamente variado y original. Todo esto, junto con la banda sonora del siempre genial Joe Hisaishi, forma una de las mejores películas de animación de toda la historia.

Miyazaki es un genio capaz de hacer dibujos animados que gusten tanto a niños como a adultos por igual. En este caso es a la vez suficientemente sencilla como para que los niños se entretengan con una historia de una niñita y extraordinariamente compleja, con lo que los adultos la disfrutarán en otro plano mucho más interesante.

Por si esto fuera poco, considero a Miyazaki uno de los directores más importantes del cine actual. Es único y con (casi) cada una de sus películas nos da una lección de maestría. Hay muchos grandes directores que a pesar de serlo no dejan de contar las mismas historias que otros mejor contadas. Sin embargo, nunca antes ha habido otro ni remotamente parecido a Miyazaki y no creo que lo haya nunca. De muy pocos directores se puede decir lo mismo.

Lo primero que me sorprendió durante el visionado de la película es que no sabía qué estaba viendo. Así de claro. ¿Es una comedia? Ciertamente, me reí en muchas ocasiones. ¿Es un drama? Ciertamente, tiene momentos dramáticos. ¿Es cine negro? ¿Es un thriller? ¿Qué es? Ni idea, pero el resultado de esta mezcla de géneros es genial.

Sobre el reparto, qué decir salvo que Ralph Fiennes está muy bien, Brendan Gleeson aún mejor y lo de Colin Farrell ya roza la perfección.

Me ha recordado ligeramente a Pulp Fiction (aunque está a mucha distancia de esa obra maestra) por lo absurdo de algunas situaciones (la cuenta hasta tres en el hotel no tiene precio), por lo inesperado de la acción, que nunca sabes por dónde van a ir los tiros y casi siempre sorprende, y por lo desternillante de algunos diálogos que, además, suenan de lo más natural (la conversación sobre el conserje cincuentón karateka es impagable).

El guión, en general muy bueno, es en momentos puntuales prácticamente perfecto.

Por último, me encanta la manera en que venden la ciudad de Brujas. Lejos de mostrarnos sus maravillas y ensalzarla como un paraíso turístico que todo el mundo debería visitar, el personaje protagonista no para de referirse a esa ciudad despectivamente.

No es perfecta y tiene algunos momentos puntuales ligeramente aburridos o desconcertantes, pero es, ante todo, una gran película.

Con casi 80 años, Clint Eastwood demuestra estar en su mejor momento.

Como director, continúa con la racha de peliculones que comenzó en 2003 con Mystic River.

Como actor, hace uno de los mejores trabajos de su carrera. Quizá el mejor.

El guión es muy bueno, haciendo que resulte muy creíble la relación entre el protagonista y sus vecinos, así como que se cuestione los prejuicios que ha tenido toda su vida. Su único defecto es el mensaje religioso, que sobra, pero como tampoco es algo exagerado se digiere bien y no molesta.

Clint Eastwood, como el vino, mejora con los años. Nunca ha sido mal director pero, mientras que sus primeras películas como tal no solían ser verdaderamente buenas, fue madurando hasta que empezó hacer peliculones ocasionalmente, como Los puentes de Madison. Pues bien, desde 2003 con Mystic River en adelante ha sido un no parar. 6 películas en 6 años, de las cuales sólo Banderas de nuestros padres es prescindible. 5 peliculones de 6 es algo que muy pocos consiguen. Esperemos que la racha le dure hasta el final de su carrera.

Extraordinaria y angustiosa, con una Angelina Jolie magnífica, siendo ésta su mejor interpretación hasta la fecha que un servidor ha visto. Los demás hacen su trabajo con solvencia, pero quedan eclipsados por la actriz.

La ambientación, fotografía, banda sonora y demás están también a muy buen nivel, algo que no sorprende estando Eastwood tras las cámaras.

El argumento no es nada del otro jueves, pero es lo de menos, ya que sirve para provocar una sucesión de gags que, aunque no provocan carcajada sí mantienen una sonrisa constante durante casi toda la película. El guión es muy bueno en su manera de unir los gags y provocar situaciones de lo más hilarantes, y la interpretación de Harold Lloyd está a la altura de las circunstancias.
Destaca el número final, bastante largo y espectacular.

Lo dicho, muy buena.