Haz click aquí para copiar la URL
Críticas de FATHER CAPRIO
<< 1 9 10 11 20 129 >>
Críticas 641
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
25 de agosto de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La consideración de Golik como uno de los mayores directores croatas, probablemente no esté fundamentada en esta película. A Golik se le reconoce su magnífica mano para la comedia, incluso comparándolo (palabras mayores) con Lubitsch en tanto que La chica y el roble es un drama en toda regla. Pero les confieso que, abierto el gusanillo por su filmografía más reconocida, este film es un excelente escaparate de su buen hacer.

Su fotografía es más que notable y contribuye a crear un paisaje donde la dureza de lo real parece encontrar su hábitat natural entre los esqueléticos árboles y en los impíos roquedales. En un entorno así, solo caben el dolor y las desgracias, el odio y la muerte. El amor con su brevísimo instante de felicidad es el equivalente sentimental a ese roble que sobrevive y crece gracias al cuidado de una niña huérfana que lo riega con el agua que sustrae en secreto de la casa donde la acogieron.

Un mundo rural donde la vida es una continua lucha por sobrevivir. Donde, en los períodos de sequía, las mujeres cargan sobre sus espaldas el agua que nace en lo más abrupto de las rocas. Donde rezan las viejas esperando la muerte mientras la maldad parece señorearse de las cosas. Y en ese mundo, Josip, el hermanastro de la niña adoptada que haciéndose mujer atrae las miradas en ese hermoso juego de la juventud y la belleza. Sin embargo Josip, uno de esos personajes odiosos con que nos perturba el mundo del cine, no se resigna a no ser el elegido por las sonrisas de la muchacha lo que acabará desatando una espiral de violencia y venganza.

Un buen film, duro como la vida misma sino más que merece ser visto con los ojos y reflexionado con la mente.
FATHER CAPRIO
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
7 de agosto de 2015
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
De los bajos fondos a caballero galante, esa es, a grandes rasgos, la trayectoria profesional de Charles Boyer. Un actor que, a pesar de no encontrarse entre los que se apiñan en mis cabeceras cinéfilas, siempre lo valoré positivamente especialmente en esa fase inicial suya en que haciéndose un sitio en el negocio adoptaba papeles que aparejaban liderazgos y caracteres nobles aunque del amor propio herido se derramaba a borbotones la violencia. Luego, los tiempos cambiarían y el truhan se nos fue volviendo señor y las damas acabaron reconociéndolo como galán, aun cuando la luz de gas titilase más de lo conveniente es esa obra maestra donde rescata del olvido su vena más maléfica para, junto a la gran Ingrid Bergman conformar una de las películas más inquietantes del siglo XX (Gaslight, George Cukor).

Tumultes de Siodmak encaja perfectamente en esa primera fase de su cine de que les hablaba: Ralph Schwarz (Boyer) un presidiario liberado anticipadamente por buen conducta para regresar junto a su Ania (Florelle) quien “parece” haber aguardado ese momento, pero de quien pronto descubrimos que tiene algunos pecadillos veniales que confesar. Como no está por la labor y le gustan demasiado las fotos, el fotógrafo Gustave Krouchovski y sobre todo la “bonne vie” mantiene el juego con “les deux amants” y así mientras con Ralph se entretiene en partiditas pasionales tipo tute, con Gustave parece arriesgar como si de una timba de póker se tratase.

Y jugando, jugando y con el mazo dando, siendo el mazo, no el montón de la baraja, sino una ventana con vistas al mar donde un poco porque se cae y otro poco porque le empujan se despeña el amante bandido de las fotos picantes. Desconsolada nuestra cantante amiga le busca rápidamente sustituto y a Ralph además de los demonios acaba llevándoselo la policía.

Y es que esas negociaciones entre la mujer primigenia y la serpiente tentadora, debieron crear necesariamente escuela, y esta Ania figura con trazos destacados y cenefas cum-laude en las orlas del colegio de irreprimibles pelanduscas y nuestro Ralph Boyer acaba retornado a su personaje matriz, espécimen de buena persona encarcelada y aislada de un mundo de lobos más falsos que feroces.

Una película de la que Siodmak hizo dos versiones casi a la vez, una alemana con Emil Jannings (Stürme der Leidenschaft ) y esta con Charles Boyer. Sin haber visto la primera, esta puede recomendarse. Descubrirán los blancos y negros origen de su reconocido noir y sus herencias expresionistas. Y conocerán un cineasta que evolucionando desde tres culturas distintas mantuvo muy recta la línea estructural de su cine.
FATHER CAPRIO
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8
4 de agosto de 2015
Sé el primero en valorar esta crítica
Somos muchos los que gracias al gran acerbo cinematográfico que existe en la Red nos hemos apuntado al gremio de los aprendices de brujo, rama críticas cinéfilas, y, tal es mi caso, después de dejar negro sobre blanco más de un millar de comentarios de películas de todas las edades, nacionalidades y géneros me atrevo a decir que las murallas de Jericó de mis ignorancias se han resquebrajado algo (para derribarlas hay que soplar aún más fuerte y en ello estamos).

Y este que les habla, dice, que uno de esos “descubrimientos” hechos en la odisea cinematográfica por los mares del cine francés, ha sido Gabrielle Dorziat. Auténtica dama, curtida en candilejas teatrales que me sedujo en Les parents terribles de Cocteau y me convenció en De Mayerling a Sarajevo de Ophüls, y a quien he vuelto a encontrar en un film previo del alemán Siodmak: Mollenard. Si la actuación de Harry Baur es soberbia la de Dorziat da la réplica perfecta.

Si la película completa hubiese sido el retrato del conflicto matrimonial entre el comandante Mollenard y su esposa, la película podría haber resultado un tanto monótona pero el enfrentamiento en escenarios de dos grandes actores con grandes personalidades, resulta ser un escándalo en el mejor concepto interpretativo del término.

Queda pues recomendado un ciclo dedicado a Gabrielle Dorziat, en donde deberá incluirse esta Mollenard, en la que brilla con luz propia, a pesar del soberbio trabajo de Baur quien da vida a un marino dedicado al transporte de armamento y de paso, y en sus ratos libres, al tráfico en beneficio personal y de su tribulación. Una tripulación que le reverencia y donde destacamos a Albert Préjean como Kerrotret su segundo a bordo, en puerto y en cualquier circunstancia.

La acción tiene lugar en Shangai donde una partida de armas es el motivo de disputa entre el mafioso Bonnerot (Pierre Renoir) y Mollenard, quien rehúsa entregar la mercancía al no recibir el precio acordado. Sus intentos de vender las armas al bando contrario fracasan inicialmente por la intervención de Bonnerot quien no duda en asesinar para conseguir sus propósitos. Sin embargo el comandante es mucho comandante y acabará saliéndose con la suya aunque le costará un incendio en su buque. Rescatados y recibidos como héroes en Dunkerke, su ciudad, Mollenard da muestras de su idiosincrasia y rechaza los festejos ofrecidos por las autoridades y prefiere celebrar su propia fiesta. La obligatoria estancia en Dunkerke aviva el conflicto con su esposa y sus hijos, aleccionados en su contra durante su ausencia. Únicamente la hija parece comprender el verdadero valor de su progenitor. Un valor y unos sentimientos que nos dejarán un final de los que no se olvidan y donde Madame Mollenard juega un papel casi, por darles pistas, a lo Bette Davis en sus “mejores” momentos.

Un film donde se nota la mano de Siodmak, en la más pura tradición de esos claroscuros expresionistas alemanes, anticipo de su buena mano para el cine negro, y que contó con la colaboración de los mejores técnicos del cine francés del momento. Uno de ellos, Eugen Schufttan, nos regala una fotografía de primerísimo nivel. Los decorados, la música y en general, toda la película nos deja una excelente impresión.

Nos sobran los motivos para verla.
FATHER CAPRIO
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
5
27 de julio de 2015
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Un lugar tranquilo en el campo” hace presagiar desde bucólicos atradeceres hasta “dejeneurs sur l´herbe” en el más puro estilo Edouard Manet. La obra de Elio Petri parece prometer pero no promete nada de esto. Lo que sonaba a una partida de campo de Jean Renoir o, rizando el rizo, a la levedad de la rodilla de Claire, se nos transformó por arte de bizarras artes esotéricas en aterdeceres rojo sangre, en pesadillas sin Elm Street y en minúsculas habitaciones 237 donde se agazapa la locura, y aunque no es descabellada la comparación con El resplandor, la alfombra roja sigue siendo para Kubrick.

Todo aderezado por un mejunje psicodélico o psicotrópico muy propio de los 60 y un toque Blow Up pero con desmesura en la dosis. Lo que en el film de Antonioni resulta “explicable” desde ciertos ángulos mentales, aquí resulta confuso y supone una agresión incluso a nuestras células grises más liberales y progresistas. Vencidos, acabamos concluyendo que la coctelera de Petri ha acabado desbordada, entre las locuras de su principal protagonista, un afamado pintor de la escuela pictórica del cubazo al óleo (Franco Nero), las ambiciones y dobles juegos de su manager y amante (Vanessa Redgrave) y los motivos inconfesables de una colectividad de respetables miembros de la comunidad que tal parece que todos se beneficiaron a una ninfómana de 17 años que, muerta en trágico accidente de guerra, parece reencarnarse a sus anchas y tirar los tejos al pintor y las tejas a la amante.

En la primera parte de la película, el espectador cree que está viviendo una realidad pero ¡ah! No, el mundo de las pesadillas aparece y desaparece de forma que nunca encontramos un asidero firme en el que sustentarnos o al menos esperar que pase la marea… Cuando se concreta la presencia de un ser ectoplasmático el film gana coherencia, y los motivos del pintor se hacen meridianos: El único cubazo que importa es el de tinta roja porque ese es el color de Wanda, no un pez, sino una fantasma de buen ver. Leonardo Ferri pinta hasta los árboles de rojo por ella, que es una forma de sorber los vientos. Así las cosas, nuestra Vanessa anda mosqueada porque el trabajo de verdad, el que da billetes y comisiones, no avanza, así que, tal parece (y no lo digo muy convencido) urde un plan junto a los accionistas del negocio de exposiciones de cuadros, para que la acechante locura alcance su climax final y deje a nuestro cazafantasmas revoloteando sobre el nido del cuco de un sanatorio mental y cambiando cuadros por chocolatinas y revistas pornos.

Reconozco que en esta última fase me perdí más que Hansel y Gretel en el bosque de la bruja y no es que quiera evitar contar spoilers. Es que no me aclaro… Seguro que sesudos críticos tendrán la piedra filosofal de todo esto. Y quedaré en la evidencia acostumbrada. Esperando todo ello, ahora mismo no se la recomiendo…
FATHER CAPRIO
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
5
22 de julio de 2015
Sé el primero en valorar esta crítica
Los inicios de Patrice Leconte en el mundo del cine no se puede decir que fuesen muy afortunados. Tras graduarse en una escuela de artes cinematográficas y rodar un gran número de cortos que, como el mismo decía, nadie vio, acabó, gracias al conocimiento de Gotlib y de Goscinky, dibujando para la publicación Pilote. Sin embargo, sus ansias de hacer cine concluyeron, en colaboración con el propio Gotlib, con esta “Les vécés étaient fermés de l'intérieur” (traducible como El retrete estaba cerrado por dentro”) donde un comisario y su ayudante desentrañan el asesinato de un expendedor de billetes de tranvía.

En purismo, un policial con ribetes de comedia del absurdo, que resultó un fracaso en las taquillas, a pesar de contar con la colaboración de un actor de prestigio como Jean Rochefort, quien no solo lamentaría toda su vida haber participado en esta película sino que mantuvo una relación más que distante, desde el mismo rodaje, con Patrice Leconte. Distancia que se acortaría, pasados algunos años, desde la madurez de ambos, colaborando juntos en Tandem (1987), Le mari de la coiffeuse (1990) o incluso L´homme du train (2002)

Como reconoció el propio Leconte, en el diseño del film se tuvo claro desde el inicio cuales iban a ser su principio y su final. En medio estaban los problemas. Y del mismo modo como si estuviesen dibujando viñetas de comic, Gotlib y Leconte, compusieron, para que se vayan situando, una especie de historieta ilustrada de Pepe Gotera y Otilio metidos a policías, con menos gracia pero con las libertades de una Francia que, a diferencia de España, había vivido un Mayo del 68 y había mostrado al mundo lo que era una femme :Brigitte Bardot.

El absurdo se apodera así de la película, los muertos se triplican, las vecinitas reciben a los policías en paños muy menores, las prostitutas parecen ser de altura pues ofrecen sus servicios en el Col du Tourmalet u otros collados pasto de bicicletas veraniegas, las camareras bailan el vals en porretas, y nuestros detectives persiguen a todo bicho viviente con tal de hacer tiempo y que llegue un final a lo Poirot donde el flacucho del bigote maravilla por enésima vez a su compañero de tontunas y resuelve el acertijo.

Leconte mejoraría su carrera y tendría posteriormente el reconocimiento popular con películas dignas y de prestigio. Pero los vécés quedaron, como dijeron los críticos, “para tirar de la cadena”.
FATHER CAPRIO
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 9 10 11 20 129 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow