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El lobo de Wall Street

Comedia. Drama Película basada en hechos reales del corredor de bolsa neoyorquino Jordan Belfort (Leonardo DiCaprio). A mediados de los años 80, Belfort era un joven honrado que perseguía el sueño americano, pero pronto en la agencia de valores aprendió que lo más importante no era hacer ganar a sus clientes, sino ser ambicioso y ganar una buena comisión. Su enorme éxito y fortuna le valió el mote de “El lobo de Wall Street”. Dinero. Poder. Mujeres. ... [+]
Críticas 565
Críticas ordenadas por utilidad
26 de enero de 2014
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Tras esa magistral declaración de amor al cine que fue HUGO, Martin Scorsese regresa al lado salvaje de esa parte de su filmografía. Para el autor de MALAS CALLES la obcecación en el desenfreno, en la falta de escrúpulos, en la negrura adictiva, siempre ha sido objeto oscuro de personal deseo cinematográfico. Su filmografía está trufada de memorables antihéroes convertidos en procelosos pergeñadores de un peligroso lodazal en el que emponzoñarse de un barro sanguíneamente fangoso y nocivo.

Sin embargo, EL LOBO DE WALL STREET no nos convoca frente a una tipología criminal propia de mafiosos y malhechores desmedidos como los que, por ejemplo, despedazó en UNO DE LOS NUESTROS o en CASINO. Scorsese, en esta ocasión, ha decidido prestarle sus caninos depredadores a una presa que no aúlla con pistola en mano y mortaja de contraataque. El protagonista de este retorno es un bróker de bolsa, de esos que en los años noventa vivieron una inusitada “belle epoque” al amparo de un constante incumplimiento de las reglas establecidas por un orden económico que se encargaron de resquebrajar dramáticamente.

La primera lectura que nos propone el film, por lo tanto, viene brindada por la misma elección del personaje central, si lo comparamos con los característicos y memorables facinerosos de las obras antes mentadas: los mafiosos de ayer han puesto su relevo manchado de ilegalidad vigente en manos de unos tipos que, en lugar de armas, utilizan ruinas bancarias para teñir de rojo las cuentas de sus víctimas, logrando, de paso, que las suyas engrosen con muchos ceros a la izquierda. Jordan Belfort, el avispado profesional del delito monetario que capitaliza carismática, afilada y delirantemente toda la atención del film, viene a significarse como la significativa evolución de aquellos chacales gansteriles: los mismos lobos, pues, pero con la piel de cordero distinto.

Basada en la autobiografía de Belfort, EL LOBO DE WALL STREET viene a someter su andadura narrativa sobre el clásico soporte del seguimiento biográfico de un elemento central al que el espectador va a contemplar su gestación como “héroe”, su camino hacia la cumbre y su declive definitivo. En este caso, el film, muy significativamente, emplaza este seguimiento proponiendo la propia voz en primera persona del protagonista como guía socarrón, complaciente y todopoderoso.

Scorsese, acertando de pleno, tolera que el tono de la narración y, sobre todo, el modo con el que acopla toda su musculada puesta en escena se sometan por completo a la desvergonzada, consciente impronta subjetiva que descerraja ese yo privilegiado, omnipresente, abrumador, escaso de arrepentimientos y ansioso de deslenguar sus correrías a polvo seco y a cifra bancaria desorbitada.

Scorsese impone una mirada aviesamente implacable a esta semblanza biográfica, que, por un lado, sabe escudriñar en la compleja inercia barbarizante, ávara, inhumana, delictuosa, engreída y autosatisfecha que va a dibujar la contemplación de ese itinerario vital, y, por otro, sabe salir muy airoso de este objetivo sin que en ningún momento se juzgue el comportamiento radiografiado.

Sin vacilar, el autor de TORO SALVAJE no presta una piedad que, por otra parte, el protagonista no tiene ninguna intención de pedir. De ahí que, como en los mejores tiempos del cineasta, el festín brioso, frontal, fibrado, enérgico, disfrutador y desalmado esté asegurado. EL LOBO DE WALL STREET evidencia a un realizador en plena forma que, muy sugestivamente, está procurando su oficio de cineasta con una pasmosa facilidad y con una atractiva capacidad de repaso histórico contemporaneizador del arte cinematográfico.

El film es un potente festival de recursos narrativos y escénicos, en el que también resulta muy hábil la evitación del más mínimo análisis sociológico de manual: el objetivo del espléndido guión dispuesto para la causa no es sino el acoso fidedigno de la andadura personal de Belfort. El espectador extrae sus propias consecuencias contemplando de bruces el comportamiento sin escrúpulos, enfermizo, desnortado, drogadicto, ilegal y megalómano del personaje central. Scorsese se alía con la orgiástica parafernalia desfalcadora y vital encuadrada. Su cámara se presta, gozosísima, a ser “una de ellos”. EL LOBO DE WALL STREET es un film, en consecuencia, tan espumoso como mugriento, tan estilizado como grosero, tan machorro como crudo, tan detallista como negado a trascendencia.

Las casi tres horas de proyección se antojan imprescindibles, pues la atención al camino hacia la cumbre es la misma que se le depara al ocaso de la polvórea bacanal. En el primer tramo, el espectador es partícipe de una extraordinaria primera hora y media de metraje en la que brillan secuencias tan bien dialogadas como la conversación en el restaurante entre el Belfort recién llegado a las finanzas y su primer jefe (descacharrante Mathew McCounaghey) o la exhibición de poderío convencedor del primero en el garitucho al que va a pedir trabajo. Scorsese aquilata hábilmente el desparrame dramático que va desarrollando la trama del film.

Scorsese en su intentona de corporeizar con justeza y encanto al financiero sinvergüenza que tiene en el punto de mira es la mayúscula implicación interpretativa de un descomunal Leonardo DiCaprio.

EL LOBO DE WALL STREET aúlla sagacidad, depredación y exceso. DiCaprio regala el desenfreno preciso para que la ceremonia esté comandada por un gurú a la altura de esa tolerada villanía.
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Musiczine
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27 de enero de 2014
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...que refiero en el spoiler.
Una gran película de un director de los de antes. DiCaprio, un actor para mi contradictorio, hace el papel de su vida¡¡Denle el Oscar ya!!Y Jonah Hill está de sobresaliente.

La película es un despipote de sádicos que morirían por ganas más y más dinero , y tiene 3-4 momentos memorables. Es capaz de mantener la locura desde el principio hasta sólo unos minutos antes del final. Y ese es el pero. Entiendo el mensaje de Scorsese, pero no acabó de encajarlo en el concepto narrativo de la película.

No apta para feministas obtuso-activas e ideólogos de la censura supuestamente tolerantes menos para lo que no pueden tolerar.Salvo pase de maletines a los académicos, no creo que se lleve el óscar a mejor película, demasiado incorrecta.Pero sin duda se lo merece.
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ceturso
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27 de enero de 2014
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Uno de los episodios más estrambóticos de la historia financiera de Estados Unidos fue el periplo por Wall Street de Jordan Belfort. El oriundo del Bronx alcanzó una celebérrima fama por ser el broker acusado y culpado, entre otros delitos, de manipular el mercado de valores y blanquear amplias sumas de dinero. Su historia le convirtió en el delincuente más popular de la historia de las altas finanzas estadounidenses, y lejos de ser odiado, llegó a ser foco de envidias y admiraciones por su peculiar forma de dinamitar el sueño americano. Su periplo reventando el mercado financiero estuvo repleto de efervescente riqueza y todo tipo de lujos y excesos, al mismo tiempo de llegar a desembolsarse hasta 50 millones de dólares al año.

Martin Scorsese dirige la adaptación de una de las novelas que el propio Belfort escribe narrando sus aventuras bursátiles y todo lo que a ellas rodeó. Viendo las connotaciones previas que uno pueda tener sobre el personaje de Belfort y conociendo la naturaleza del cine de Scorsese, ¿qué se puede uno esperar de este film? Sólo una palabra: exceso. Lo excesivo como elemento y ese mensaje intrínseco que la película nos tiene guardados quedan reflejados en el discurso, pero no de la manera esperada de un autor de estas dimensiones. En efecto, el primer acto de película se antoja como una excelente presentación de forma y modelo, exquisita definición a la hora de poner al espectador en situación: el explosivo juego de planos ofrece la visión de un Wall Street en imparable movimiento, con un personaje principal que entronca con algunos de los viejos conocidos del cine de Martin: caracteres en un creciente apogeo al que seguirá una irrefrenable caída, como ya ocurría en las dos cintas del realizador que en forma (aunque no en fondo) tienen mucho en común con esta: “Goodfellas” y “Casino”. De ambas hereda su apariencia y envoltorio, construyendo formalmente la película con una narración dinámica y con una voz en off que sirve de esqueleto para la historia. Aunque lamentablemente lo que muchos ven una fidelidad de estilo se convierte en la comodidad de un director que prefiere la retroacción a amoldar una narración a la naturalidad de la historia, deja una gran idea desnuda en empaque y estirada en argumentos.

El recurso de la voz en off quizá enmascare la nueva sobreactuación de Di Caprio, añadiendo a su favor la posibilidad de que la índole estrafalaria de Belfort solo resulte creíble en una sobre-dimensión de su naturaleza. Aún así, por mucho que un amplio sector del público se empeñe en distinguir a Scorsese por el estilo raudo y veloz a la hora de contar esta historia (los dos episodios de su filmografía citados previamente tienen buena parte de culpa, aunque cinematográficamente su valía sobrepasa en toneladas a este film) sus mayores logros artísticos provienen cuando el realizador apuesta por el clasicismo, algo que abandona aquí por una puesta escena cuya valía se agota a la media hora proponiendo una idea de manera reiterativa. Esto hace que sus tres horas de duración se antojen demasiado prolongadas, restando importancia a todo aquello que el viejo Martin nos quiere mostrar en algunas secuencias clave (oscurecidas por la falta de identidad del enérgico golpeo de imágenes) y que un guión sin gracia le impide mostrar. Porque aunque los propósitos de Scorsese ya se vislumbran desde ese primer acto de película que no nos cansaremos de vanagloriar, la magia se apaga en cuanto la narración pretende ampliar su discurso, dando vueltas sobre un mensaje que se ve incapaz de avanzar y cayendo sin gracia allá donde pretende mostrar hilaridad.

A su favor cabe decir que la película prescinde de un convencionalismo forzado por dotar cierta agresividad a su contenido, quizá lo más interesante de la propuesta, junto al regalo de varios secundarios muy jugosos como los interpretados por Jean Dujardin o sobretodo un sensacional Jonah Hill (sin olvidar la espectacular aparición de Mathew McConaughey en el sector más salvable de la película), que eclipsa al protagonista y roba la cinta en sus apariciones. Quizá lo que más duela de este “El Lobo de Wall Street” es que esa crítica que vende, o ese mensaje reiterativo, desprendan una obviedad muy impropia de un realizador de la entidad de Martin Scorsese.

http://ultimapelicula.blogspot.com.es/
Reverendo Wilson
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28 de enero de 2014
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El overbooking en el cine actual de críticas a Wall Street, todas ellas repletas de clichés y medias verdades, me hizo acercarme a esta película con mucha cautela. No quería encontrarme con otra de las nuevas "biblias" de marxistas, socialistas y antisistemas varios, como lo es Inside Job o el panfleto de Stéphane Hessel "Indignaos". El principal problema que tiene, sobre el papel, es que dura 3 horas y siempre es arriesgado emplear tanto tiempo en una actividad sin saber bien cuál será el resultado. Animado por las buenas críticas en Filmaffinity y las referencias de algunas amistades, me decidí a verla.

La película es recomendable en todos los sentidos. Pese a la carencia de profundidad y la vorágine de lugares comunes en los que está fundamentada de principio a fin (rasgos ambos que, probablemente, provocarán el rechazo de los cinéfilos más puristas y experimentados), se trata de un largometraje completamente absorbente, con un gran DiCaprio y una producción en general muy bien entrelazada. Es un film redondo que recoge la superficialidad actual del cine hollywoodiense pero que hace de ella una obra fantástica.

La razón por la que le doy un 8 es justamente esa carencia de profundidad y de conclusiones, que hacen que se grabe en la mente como puro esteticismo pero sin llegar a transformar la percepción que uno tiene de Wall Street o del desparrame que viven los protagonistas. Lo dionisíaco está presente de principio a fin, pero echo de menos la parte apolínea que lo complemente. Además, la vorágine de eventos se desvanece en los minutos finales, lo cual resulta algo anticlimático. El otro punto que le falta para llegar al 10 está en que, pese a ser una excelente producción de Scorsese, no creo que vaya a ser recordada en el futuro como un clásico, característica fundamental para pasar del sobresaliente a la matrícula de honor. Pese a todo, el 8 es una nota excepcional que creo que hace justicia a una de las mejores películas de los últimos tiempos.

En definitiva, una agradable sorpresa y sin duda una firme candidata para los Oscar.
Asimov the Don
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28 de enero de 2014
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Pechás de rei gorda, parece que el mismisimo Quentin Tarantino ha colaborao en el guión. Drogas, sexo y bacanales en plan calígula. Ritmo tremendo, las 3 horas pasan volando, como siempre con Martin Scorsese. La banda sonora brutal, creo que no oí a The Rolling Stones pero me encantó oir el 'Gloria' y el 'Insane in the Brain' de Cypress Hill que le viene del carajo a la locura y excesos del señor Jordan Belfort. Con Django Unchained y The Wolf of Wall Street ma ganao Di Caprio. Quizás un poco excesiva por momentos y con una estructura de guión demasiado similiar a Casino y Goodfellas pero ni mucho menos llega a su nivel.
Dʌŋɩ Cʌŋtɘɭƴ
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