El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante

Esta obra casi teatral, con un peculiar uso del color en escenarios y vestuario para delimitar los tres ambientes en los que transcurre lla historia: azul verdoso (cocina), rojo (salón comedor) y blanco (servicios), se convierte en una orgía de comida sexo y violencia. Muy alejada de la innumerable series de películas sobre cocina, aquí el mal gusto campa por sus respetos.

Fiel heredera de La Gran Comilona de Marco Ferreri y referente de Delicatessen de Jeunot, consigue en algunos momentos fascinar y en otros no poder evitar las nauseas.

Es curioso tambien ver desnuda a su majestad the Queen Helen Mirren cuando aún no era tan conocida.

Con una escenografía y decorados impostados que quitan el hipo, junto a una música excelente de Michael Nyman, Greenaway realiza una propuesta cinematográfica única y muy personal.
Por lo demás, la propuesta de Greenaway es más formal y visceral que narrativa. Mención aparte merecen los "travellings" que recorren los sets de decorados consecutivos por los que transcurre la acción.
Lo de menos es el argumento y la surrealista trama en la que se mezcla lo culinario, lo sexual y la crueldad machista más detestable.
Único en su especie Greenaway no te dejará indiferente.

Aún recuerdo el día que se me ocurrió ir a ver esta película, al principio eramos como 40 personas en la sala, a los 15 minutos quedabamos 3, intenté por todos los medios aguantar para no ser el último en salir pero fué imposible. Otra persona abandonó su asiento ya solo quedabamos 2, escena tras escena me iba poniendo de muy mala uva pensando en porqué la otra persona no se levantaba ¿estaría durmiendo?, total que más o menos a la media hora no pude más y me largue como alma que lleva el diablo, al salir sentí remordimientos y me dieron ganas de entrar de nuevo a ver si la persona que quedaba en la sala se encontraba bien, ¿tal vez le ha pasado algo? pense, pero luego al día siguiente me pase por la sala y pregunte al taquillero si el día anterior a alguien le había pasado algo, afortunadamente el cinéfilo estaba en perfecto estado de salud (aunque mentalmente lo dudo).

P.D.-No he vuelto a ver una película de Peter Greenaway.

Hacerte vomitar...(me explico)


La película rezuma excesos tan innecesarios como inútiles, huele a sudor, pescado y carne podridos, sexo, heces y orina, sabe a bilis y sangre y duele... duele perder el tiempo con una película que sólo te levanta el estómago y esa es la única voluntad del padre de la criatura, ya que los personajes no tienen profundidad alguna (ni se pretende).

Poco creible desde el principio: ¿En que restaurante que se precie el dueño insulta y agrede a los clientes? ¿o se permite a un cocinero realizar su trabajo con el torso desnudo? ¿o se permite a una pareja realizar el acto sexual encima de los productos alimenticios que luego han de servir a los comensales? etc.

Con el transcurso de las escenas se van activando todos los mecanismos corporales hasta que de repente te encuentras con un nudo en la garganta (no se engañe, no es por la intriga) es la bilis que trata de salir de tu boca asqueado por personajes absurdos, castrados preadolescentes que cantan mientras friegan platos, etc.

El final no iba a ser menos y en un in crescendo vomitivo (que pensé que no iba a tener límites)
acaba mal (muy mal) menos creible si cabe que el resto de la película.

Para los que dicen que es una puesta en escena teatral y tiene un gran vestuario y una maravillosa fotografía, tienen razón pero si todas esas cualidades no se ponen al servicio de la historia lo que tenemos es una fotografía de una gran mierda vestida de etiqueta en un escenario inigualable y ya saben "Aunque la mierda se vista de seda..."

Recomendable para los amantes de Leo Bassi (Ese italiano que en sus especta-culos explotaba heces y manchaba al público)

No recomendable para el resto de los mortales.

Si no existiera nadie la echaría de menos.

El tono críptico que hace casi inaccesibles las películas de Greenaway está aquí bastante contenido, construyendo una narración inteligible, en la que casi todo el magma visual que la rodea esta justificado, o al menos no distorsiona.

El obtuso y deleznable protagonista termina por resultar hasta interesante gracias a la eficaz interpretación de Michael Gambon, que logra mantener el tipo durante toda la película, y junto a Helen Mirren, es uno de los dos puntos fuertes interpretativos.

El humor negro, la orgía visual y las brillantes interpretaciones animarán a los indecisos a presenciar la ingesta de estas siete comidas (identificadas, por cierto, con los siete colores del arco iris, repartidos a lo largo de la película).