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Miles Ahead

Drama Biopic del legendario músico de jazz Miles Davis. En la cima de una brillante y prolífica carrera a la cabeza de la vanguardia y modernidad de la innovación del jazz más actual, Miles Davis (Cheadle) desaparece repentinamente del ojo público durante cinco años a finales de la década de los 70. Solo, atrincherado en su casa, dolorido y con la voz mermada y entumecida por las drogas y los analgésicos, vive atormentado por los fantasmas de ... [+]
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Críticas 16
Críticas ordenadas por utilidad
31 de julio de 2016
2 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando inicié mis textos sobr cine, me propuse dotarle de una dimensión de la que se le está privando por razones obvias de inmediatez. Lo normal es que la crítica cinematográfica se oriente hacia cuestiones meramente cinematográficas, lo que obviamente está muy bien, pero me parece insuficiente. Se habla de la actuación, del guion, de la dirección, etc. Todo un glosarios de conceptos relacionados con el cine en sentido estricto, pero creo que se está privando a este arte, nada menos que el Séptimo Arte, de su vinculación con la historia del pensamiento humano o la relación con otras posibilidades artísticas. Es hacia ahí donde quiero dirigir mis palabras, con mayor o menor fortuna.
Así, una película como Miles Ahead (2015), protagonizada y dirigida por Don Cheadle, inspirada en la figura de Miles Davis, me lo pone muy fácil, puesto que se inicia con una cita del músico, que no pude anotar en la oscuridad de la sala, más que nada porque no llevaba encina nada para escribir, por lo que no tengo más remedio que ofrecerla de memoria, al menos la idea que quiere transmitir: Cuando interpreto, creo que llego al infinito, afirmó Miles Davis; y eso constituye exactamente la verdadera naturaleza del amor a la sabiduría, del espíritu creador. Un afán de trascender la contingencia para llegar a regiones donde ya la razón es apenas una referencia remota. Contemplación pura de la Belleza, que abarca a todos los grandes nombres de todos los tiempos.
Es la tentación de la suprema sabiduría, la mordedura de la manzana del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal lo que desencadena el primer drama de que tiene noticia nuestra cultura.
Podemos recordar, por ejemplo, un breve pasaje en que Próspero en La tempestad, de Shakespeare, es víctima de una colérica ofuscación, según observan Ferdinand y Miranda: “FERDINAND.- ¡Extraño! vuestro padre es presa de un sentimiento/ que en gran manera le agita; MIRANDA.- Nunca hasta hoy / lo vi destemplado por la cólera”; siendo así que la filiación melancólica de Próspero se infiere de su inagotable necesidad de libros: “tal era el éxtasis/ que sentía por las ciencias de lo oculto”; hasta el punto de dejar el gobierno del Ducado de Milán en manos de su hermano Antonio, que sería quien luego le obligaría a huir para salvar la vida. Angustia fáustica, que no cesa ni una vez recluido en los confines de la isla: “Vuelvo a mis libros,/ que aún he de ocuparme, antes de la cena,/ en muchos asuntos de interés”.
Ni que decir tiene, que lo mismo sucedió a Goethe, en cuyo máxima creación, el doctor Fausto no le pide a Mefistófeles la inmortalidad, sino treinta años más de vida y plenos poderes para llegar a la total sabiduría. Mi alma por la ciencia, es el pacto firmado, según comprobamos al inicio de Fausto, pero el mismo espíritu se percibe en el Fausto II, en palabras que ahora pertenecen a Mefistófeles: “A su resplandor verás las Madres; unas están sentadas, otras en pie y andan vagando al azar. Formación, transformación, eterno juego del Pensamiento eterno”; “Ha de aplicarse a ello con un esmero muy especial, pues quien pretenda desenterrar tal tesoro, lo Bello, ha menester del supremo arte, la Magia de los sabios”. Las Madres de la primera cita son los principios o ideas platónicas; la segunda cita, por su lado, destaca la sublimidad de la sabiduría, por lo que no resulta difícil colegir que nos estamos moviendo en el contexto de la Eternidad del saber.
En esta enumeración de urgencia llegamos a Nuestra Señora de París, de Víctor Hugo, donde el famoso archidiácono, Claude Frollo, trágicamente cautivado por Esmeralda comparte con el doctor Fausto la búsqueda desesperada de la esencia final, y no duda en separarse de la investigación ortodoxa para internarse en el seno de las ciencias ocultas: “Hay que decir sin embargo que las ciencias de Egipto, la nigromancia, la magia, incluso la más blanca y la más inocente, tenían en él al enemigo más encarnizado y al acusador más implacable ante los tribunales oficiales de Nuestra Señora; ahora bien, que todo ello fuera una aversión sincera o una astucia de ladrón, como esos que gritan: ¡socorro!, ¡ladrones! no era óbice para que las más doctas cabezas del capítulo consideraran al archidiácono como un alma aventurada hasta los vestíbulos del infierno y perdida en los antros de la cábala; que andaba a tientas por entre las tinieblas de las ciencias ocultas.”; “Por eso el archidiácono no fue inhumado en tierra sagrada”.
Y, por supuesto, hemos de mencionar a Borges, quien concibe una biblioteca donde “los libros nada significan en sí”. Ese otro valor de las bibliotecas radica en que encierran en ellas el significado del espacio interior, un espacio para la búsqueda, para la inquisición en el sentido literal del verbo "inquirir": "Hace ya cuatro siglos que los hombres fatigan los hexágonos... Hay buscadores oficiales, inquisidores. [...]. Visiblemente, nadie espera encontrar nada". Si los libros en sí no significan nada, nos esforzamos en la búsqueda de lo oculto y fracasamos en nuestra neurosis, acabamos entonces dándonos de bruces con nuestras limitaciones. Por ello, la Biblioteca es mucho más de lo que significa esa palabra buscada en el diccionario: es el universo, según declara Borges al inicio del relato: "El universo (que otros llaman Biblioteca)"; es el espacio que asegura la perpetuación de la memoria, y es, por lo tanto, el espacio que permite la eternidad: “La Biblioteca es ilimitada y periódica”.
Es la Verdad más allá de la verdad. Es la Razón más allá de la razón. Es la Ciencia más allá de la ciencia. Es la Belleza más allá de la belleza. Es el infinito que Miles Davis alcanzaba cuando tocaba su trompeta: lo que está más allá, lo que trasciende.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Fco Javier Rodríguez Barranco
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