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Voto de Angie Banshee:
10
8,2
23.680
Drama. Terror
En un circo lleno de seres deformes, tullidos y personas con diversas amputaciones, Hans, uno de los enanos, hereda una fortuna. A partir de ese momento, Cleopatra, una bella trapecista, intentará seducirlo para hacerse con su dinero. Para lograr su objetivo, traza un plan contando con la complicidad de Hércules, el forzudo del circo. (FILMAFFINITY)
10 de octubre de 2011
58 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
“La Parada de los Monstruos” es una película asombrosa y meritoria. Sin contar con interpretaciones magistrales, ni con una técnica rayana en la excelencia, consigue epatar y escupirnos en la cara más de una ignominia propiamente humana.
Hacia 1932, el cine de terror, heredero del legado expresionista alemán, estaba de moda en Estados Unidos. “Freaks” fue rodada bajo los auspicios de la MGM, interesada en convertir esa moda cinematográfica en una gallina de huevos de oro. El resultado, empero, fue muy polémico a la par que un fracaso comercial ya que lo que había parido Browning era demasiado grotesco como para no zaherir conciencias. Los “monstruos” de “Freaks” eran personas afectadas en la vida real por enfermedades degenerativas y/o deformidades, seres infravalorados socialmente y relegados a la exhibición circense. Con un claro alegato a favor del respeto que la sociedad no sentía por estas personas, y una historia donde los “normales” desplegaban su crueldad hacia los “distintos”, se convertía a dicha sociedad en el verdadero monstruo, inversión de papeles que no debió de ser fácil de digerir.
Hacia 1932, el cine de terror, heredero del legado expresionista alemán, estaba de moda en Estados Unidos. “Freaks” fue rodada bajo los auspicios de la MGM, interesada en convertir esa moda cinematográfica en una gallina de huevos de oro. El resultado, empero, fue muy polémico a la par que un fracaso comercial ya que lo que había parido Browning era demasiado grotesco como para no zaherir conciencias. Los “monstruos” de “Freaks” eran personas afectadas en la vida real por enfermedades degenerativas y/o deformidades, seres infravalorados socialmente y relegados a la exhibición circense. Con un claro alegato a favor del respeto que la sociedad no sentía por estas personas, y una historia donde los “normales” desplegaban su crueldad hacia los “distintos”, se convertía a dicha sociedad en el verdadero monstruo, inversión de papeles que no debió de ser fácil de digerir.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
1) De cómo nos dejamos subyugar por la belleza física: Hans (un “freak”), se enamora perdidamente de Cleopatra, mujer hermosísima sin taras físicas. Obsesionado por conseguir el amor de ésta, menospreciará el sentimiento sincero que hacia él tiene Frieda, otra “freak” como él.
2) De cómo rechazamos y repelemos aquello que es distinto: la escena en la que los “freaks” se encuentran jugando en el bosque y el propietario de la parcela les increpa con total menosprecio es muy ilustrativa. Sólo la ternura de Madame Tetrallini consigue ablandar el corazón de éste, sirviendo de contrapunto a la ignominia. Ella les dice a los “freaks” algo así como “Qué vergüenza, os tengo dicho que no os asustéis, Dios nos quiere a todos”.
3) De cómo disfrutamos infligiendo dolor a los que, por algún motivo, se hallan en desfavor: el comportamiento gratuitamente cruel y humillante de Hércules y Cleopatra hacia los “freaks” es el paradigma.
4) De cómo la ambición por el dinero hace de nosotros verdaderos monstruos (esta vez, sin comillas): todo el plan urdido por Cleopatra y Hércules sólo persigue ese fin, quedarse con el dinero de Hans.
5) De cómo el corporativismo y la venganza nos son tan propios: el espectador se identifica con los “freaks” y, en ese sentido, apoya la resolución del conflicto a partir de la más cruel de las venganzas. Todos deseamos que, unidos, destrocen a los villanos, porque hemos sufrido como nuestras las vejaciones a Hans y a sus compañeros de circo. Sin embargo, el castigo draconiano no es ético ni moral, por más que nuestros sentimientos heridos nos lo pidan.
6) De cómo hay gente buena en el mundo. Y ahí es donde aparecen los personajes de Phroso y de Venus que, sin ser “freaks”, no menosprecian a aquéllos que son distintos.
Por lo demás, la cinta está plagada de escenas bien impactantes, de ésas que se quedan en nuestra memoria de forma sempiterna, como la boda de Hans y Cleopatra (se le encoge a uno el corazón), el “Torso Viviente” (hombre sin extremidades) encendiéndose un cigarrillo sin ayuda de nadie (¡alucinante!), o el preludio de la venganza de los “freaks” (esos rostros amenazadores bajo la lluvia, a punto de perpetrar su represalia). Y hay incluso lugar para el humor: la relación amorosa de una de las siamesas; y para el amor: Phroso y Venus, Hans y Frieda; y para muchas otras cosas merecedoras de reseña que, sin duda, se me quedan en el tintero.
En definitiva, debería ser pecado no haber visto “La Parada de los Monstruos”. Se merece una gran ovación y el mayor de los aplausos.
2) De cómo rechazamos y repelemos aquello que es distinto: la escena en la que los “freaks” se encuentran jugando en el bosque y el propietario de la parcela les increpa con total menosprecio es muy ilustrativa. Sólo la ternura de Madame Tetrallini consigue ablandar el corazón de éste, sirviendo de contrapunto a la ignominia. Ella les dice a los “freaks” algo así como “Qué vergüenza, os tengo dicho que no os asustéis, Dios nos quiere a todos”.
3) De cómo disfrutamos infligiendo dolor a los que, por algún motivo, se hallan en desfavor: el comportamiento gratuitamente cruel y humillante de Hércules y Cleopatra hacia los “freaks” es el paradigma.
4) De cómo la ambición por el dinero hace de nosotros verdaderos monstruos (esta vez, sin comillas): todo el plan urdido por Cleopatra y Hércules sólo persigue ese fin, quedarse con el dinero de Hans.
5) De cómo el corporativismo y la venganza nos son tan propios: el espectador se identifica con los “freaks” y, en ese sentido, apoya la resolución del conflicto a partir de la más cruel de las venganzas. Todos deseamos que, unidos, destrocen a los villanos, porque hemos sufrido como nuestras las vejaciones a Hans y a sus compañeros de circo. Sin embargo, el castigo draconiano no es ético ni moral, por más que nuestros sentimientos heridos nos lo pidan.
6) De cómo hay gente buena en el mundo. Y ahí es donde aparecen los personajes de Phroso y de Venus que, sin ser “freaks”, no menosprecian a aquéllos que son distintos.
Por lo demás, la cinta está plagada de escenas bien impactantes, de ésas que se quedan en nuestra memoria de forma sempiterna, como la boda de Hans y Cleopatra (se le encoge a uno el corazón), el “Torso Viviente” (hombre sin extremidades) encendiéndose un cigarrillo sin ayuda de nadie (¡alucinante!), o el preludio de la venganza de los “freaks” (esos rostros amenazadores bajo la lluvia, a punto de perpetrar su represalia). Y hay incluso lugar para el humor: la relación amorosa de una de las siamesas; y para el amor: Phroso y Venus, Hans y Frieda; y para muchas otras cosas merecedoras de reseña que, sin duda, se me quedan en el tintero.
En definitiva, debería ser pecado no haber visto “La Parada de los Monstruos”. Se merece una gran ovación y el mayor de los aplausos.