Haz click aquí para copiar la URL

Emboscada final

Thriller Año 1934. Frank Hamer (Kevin Costner) y su sufrido compañero Manny Gault (Harrelson) son dos Ranger de Texas que sufrieron el reinado de robos de Bonnie & Clyde. Ambos fueron asignados como investigadores especiales de un caso que trajo de cabeza a banqueros y policías por igual, y que se llevó por delante la vida hasta de trece agentes de la ley ante la incredulidad del pueblo. (FILMAFFINITY)
Elegía cinéfila
Cabe pensar si un producto como “Emboscada final” hubiera encontrado hoy acomodo en las salas de cine. Es probable que sí, aunque con un estreno reducido. En estos tiempos de alharacas, una película de tono añejo, de ritmo pausado y de asumida pertenencia visual a un cine de otro tiempo tal vez tenga solo su lugar en el mundo del “streaming”. Si además de entregarnos series de primer nivel, Netflix sirve para poder disfrutar de películas como esta, eso que habremos ganado.

John Lee Hancock es un extraordinario guionista, autor para Clint Eastwood de los libretos de “Un mundo perfecto” y “Medianoche en el jardín del bien y del mal”, y un aplicado director, como mostró, entre otras, en “Un sueño posible” y “Al encuentro de Mr. Banks”. Aunque aquí ejerce únicamente tras la cámara (el responsable del guion es John Fusco, un escritor siempre tendente a la épica), sus intenciones en “Emboscada final” (horrendo título español para el original “Los hombres de la carretera”) quedan claras desde las primeras secuencias: un relato lineal y conciso, más pendiente del retrato de personajes que del espectáculo y una puesta en escena precisa y de aires clásicos sostenida por una impecable fotografía de John Schwartzman, que propone una mirada contemplativa al relato, abundante en planos a vista de pájaro de los paisajes y las carreteras tejanas.



Estamos en la década de los treinta y los bandoleros Bonnie y Clyde llevan dos años haciendo de las suyas. La gobernadora de Texas decide recurrir a los Rangers para hacerles frente. Y aquí entran en acción los retirados Woody Harrelson y Kevin Costner, que han de volver al trabajo y en cuyos rostros también estarán presentes muchas de las pretensiones crepusculares del relato Son hombres que han vivido traiciones y decepciones y a quienes los colegas más jóvenes tratarán como a unos jubilados que representan casi la prehistoria del oficio. La interpretación de ambos es excelente, pero como la memoria cinéfila, en ocasiones, tiene un corto recorrido, y desde hace unos años está de moda desacreditar a Costner, conviene recordar que es el autor de un western del calibre de “Bailando con lobos”, a la altura de muy pocos, y que es dueño de interpretaciones majestuosas como las ofrecidas en “JFK” y “Un mundo perfecto”. Además, en el nuevo milenio, mientras se le ninguneaba, dirigía en 2003 una película memorable como “Open Range” y ganaba un Emmy y un Globo de Oro por su trabajo en “Hatfields & McCoys”.

“Emboscada final” tiene mucho de buen cine. Aunque es cierto que quizá se note como demasiado calculada su pretensión clasicista, lo que demuestra que aciertos y errores pueden convivir en un mismo planteamiento. Por eso, y siempre desde la sobriedad, desde la contención, logra sus mejores momentos cuando se detiene y deja respirar a sus personajes, que dialogan casi como si el director los convirtiese en iconos, una manera de volcar una mirada moderna en un mundo hacia un mundo pretérito y hacia una forma de narrar que era muy proclive a plasmar leyendas en la pantalla. Son diálogos concisos, secos, medidos, quizá un tanto moralistas en más de una ocasión, pero que definen tanto a unos hombres como a una época. “Yo ya no duermo demasiado, y cuando lo hago sueño con mejicanos muertos”, lanza Woody Harrelson.




Más de 50 años después de que Arthur Penn elevase a la categoría de emblemas fílmicos a Bonnie y Clyde en su recodada película, en la que eran interpretados por Warren Beatty y Faye Dunaway, “Emboscada final” también acierta al presentar a los dos bandoleros como dos figuras que permanecen fuera de campo, bandidos que son reflejados, bajo las declaraciones de diferentes testigos, entre la admiración y el terror. Sin embargo, se deja pasar con demasiada ligereza la oportunidad de ahondar en las causas de la admiración popular hacia la pareja: en general, y en el contexto de la crisis socioeconómica provocada por la Gran Depresión, el pueblo los consideraba unos héroes, casi unos Robin Hood que robaban a los bancos lo que los bancos habían robado a la ciudadanía (cuando lo cierto es que ambos no compartían en absoluto con los necesitados el botín de sus robos y que asesinaron a varias personas sin contemplaciones).

Tras el memorable plano final, propio de un western clásico, conviene no levantarse antes de tiempo y atender a los títulos de crédito, que incluyen fotografías y documentos de la época que permiten certificar el cuidado y la atención volcados en la reconstrucción histórica.
Escrita por Miguel Ángel Palomo (FilmAffinity)
arrow