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Venganza bajo cero

Thriller. Acción. Comedia Un conductor de quitanieves lleva una vida tranquila hasta que la muerte repentina de su hijo hace que se vea envuelto en una guerra entre narcotraficantes, armado solo con maquinaria pesada y la suerte del principiante. Remake de la película noruega "Uno tras otro". (FILMAFFINITY)
Justicia en la nieve
Hace tiempo que algunos aficionados afean a Liam Neeson su especialización, desde varios años atrás, en el cine de acción. Neeson es un actor monumental (baste el recuerdo de "La lista de Schindler") que funciona a la perfección en todo tipo de filmes y que ahora se ha convertido en una presencia recurrente en las pantallas, como si fuera un Woody Allen estajanovista, con hasta cuatro y cinco películas al año. El juicio cinéfilo es extraño, en ocasiones. Pocos de esos aficionados le reprochan lo mismo, por ejemplo, a Keanu Reeves (otro buen actor refugiado en el cine de género) y, además, Neeson acumula entre sus filmes de acción películas notables como "Sin identidad", "Non Stop (Sin escalas)" y "Caminando entre las tumbas"

En esta ocasión, Neeson es Nels Coxmann, un tipo rudo y de pocas palabras, un marido y padre que hace gala de su estoicismo mientras dirige un negocio de quitanieves en una estación de esquí. Las cosas se tuercen cuando, después de ser nombrado nada menos que Ciudadano del Año en Kehoe, Colorado, su hijo (Micheál Richardson, vástago en la vida real de Neeson y la desaparecida Natasha Richardson) muere a causa de una sobredosis. Nels, claro, no lo cree y descubre que, en realidad, ha sido asesinado por una banda dedicada al tráfico de drogas, de modo que aparca su trabajo y se enfunda de inmediato el traje de justiciero. Nada nuevo argumentalmente, como puede verse. Y aún menos original les resultará la trama a quienes recuerden el 'thriller' noruego "Uno tras otro", filmado en 2014 por el cineasta Hans Petter Moland, que se encarga aquí de su propio "remake" estadounidense, en el que Neeson sustituye a Stellan Skarsgård.



Lo bueno de "Venganza bajo cero" es que no engaña a nadie. Aunque en su ánimo está presente la apuesta por lo trepidante, pero con cierta contención, no se olvida de proteger a sus personajes para que no resulten de una pieza y, además, incluye estimulantes rastros de humor (como los crucifijos que aparecen en pantalla, sobre un fondo negro, con los nombres de los personajes que pasan a mejor vida y que van aumentando según Neeson se empeña en su faena) y presenta a algunos secundarios que casi acaban por apoderarse de la función, como la clásica pareja de policías locales, la novata y el veterano, que interpretan Emmy Rossum y John Doman.

Entre todos ellos, reina el poderío actoral de Liam Neeson, que no solo hace suyo al personaje con insultante facilidad, sino que sabe hacer creíble el hecho de que a sus 67 años pueda repartir estopa y darles lo suyo a varios de los jovenzuelos a los que apalea en la pantalla (cuando decide no pegar, puede emplear su instrumento de trabajo, su máquina quitanieves, como arma mortífera).



Hans Petter Moland se preocupa más por el tono y el ritmo de la película (que se intuye muy "fabricado" en la sala de montaje) que de los encuadres y el contenido del plano. Su estética, un tanto apresurada, perjudica muchos momentos del filme, pero su pulso en las secuencias de acción recuerda un tanto a las añejas películas de los setenta. Moland no es John Frankenheimer, desde luego, ni siquiera William Friedkin, pero entre tanta bazofia como acumula el cine de acción en los últimos treinta años, alivia un poco darse cuenta de que aún hay cineastas solventes, que saben lo que se traen entre manos (Jaume Collet-Serra, con quien Neeson ha trabajado ya en cuatro ocasiones, sería otro buen ejemplo). Por otro lado, Moland exprime con buen tino el entorno helado que rodea la acción: la presencia de las ventiscas, el poder visual de la nieve, las carreteras heladas…

No será "Venganza bajo cero" la película que vaya a entronizar el cine de acción, tan arrastrado por el fango, pero al menos lo dignifica un tanto. Y como ya es hora de proclamar que empezamos a estar un poco hartos de que el género solo sea arrebato y algarabía, celebremos que en este filme haya un director que se preocupa no ya de la verosimilitud de las secuencias trepidantes (ante la que siempre se ha de ser un poco generoso), sino de que el espectador vea lo que ocurre, sepa donde están situados los personajes y conciba hacia dónde se desenvuelve la acción. Conceptos básicos, vaya, modos de proceder que dominaban, para entendernos, artesanos como Stuart Baird en "Decisión crítica" (no en vano, antes que director, fue montador, faceta en la que sigue luciéndose en obras como "Skyfall") y que aún no han controlado megalómanos del estilo de Michael Bay.
Escrita por Miguel Ángel Palomo (FilmAffinity)
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