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Pokémon: Detective Pikachu

Fantástico. Aventuras. Comedia. Intriga Cuando el gran detective privado Harry Goodman desaparece misteriosamente; Tim, su hijo de 21 años, debe averiguar qué sucedió. En la investigación lo ayuda el antiguo compañero Pokémon de Harry, el Detective Pikachu: un super detective adorable y ocurrente que se asombra incluso a sí mismo. Tim y Pikachu se dan cuenta que increíblemente pueden comunicarse, y unen fuerzas en una aventura para develar el misterio enmarañado. Mientras ... [+]
No es muy efectivo...
Pokémon es, para los no iniciados, esa mina de oro que, más de veinte años después de su descubrimiento, sigue generando nuevos filones. Son tantos y aparentemente tan variados, que ya hace tiempo que la franquicia salió de su soporte original. La propuesta empezó, recordemos, como un videojuego. Como un RPG en el que se invitaba al jugador a ser entrenador... y coleccionista. La gracia del asunto, en síntesis, estaba en combinar el furor del combate victorioso con el placer inquieto de ese catalogador que necesita detectar y aprender sobre todas las criaturas que le rodean.

Empezamos, por cierto, con 151 “pocket monsters”, y con el paso del tiempo, éstos se han ido multiplicando, cual gremlins bajo una lluvia torrencial. Ya lo sabemos: el consumidor medio (ya sea de videojuegos, de series o de películas) es un ser insaciable, que prefiere la seguridad de la zona de confort, antes que el misterio de una región aún por cartografiar. La mina de oro, fiel a su naturaleza, ha sabido adaptarse, y al mismo tiempo alimentar las necesidades de este gran público sin el cual no existiría. Y así ha ido creciendo la “pokédex”, y así se han ido alternando los formatos... ampliando el catálogo, pero manteniendo la esencia original.



Es la abundancia basada en la idea de una repetición ad eternum que, si logra perpetrarse, es por las deslumbrantes operaciones de cosmética a las que se somete cíclicamente la fórmula. ‘Pokémon: Detective Pikachu’ es, por todo esto, la consecuencia lógica de la deriva de este universo, sometido a un proceso constante de expansión que, en realidad, y como ya se ha dicho, es puro eco. ¿Qué novedad propone pues lo nuevo de Rob Letterman? Sobre el papel, una ciudad donde ha florecido una sociedad utópica: ahí se han prohibido los combates entre Pokémons, y en consecuencia, los humanos conviven pacíficamente con tan entrañables criaturas.

Nuevas reglas del juego que, como cabía esperar, son rápidamente contrarrestadas por una serie de actividades ilegales. En efecto, la magnífica urbe sigue albergando batallas clandestinas y, por supuesto, la película pone ahí su foco de atención. Cambiar para que nada cambie, y así, todo sigue igual. El resto corre a cuenta de la ya conocida (y asombrosa, por qué no admitirlo) capacidad de adaptación de la bestia. Si hará un par de años ésta recuperó sus constantes vitales gracias al fenómeno “Pokémon GO” (que era lo mismo de siempre, pero aprovechando sabiamente las características de todo teléfono mínimamente inteligente), ahora toca repetir la jugada, pero fijándose antes en cómo soplan los vientos del cine comercial.



Con la Disney hemos topado, de nuevo. La ficha de ‘Pokémon: Detective Pikachu’ afirma que estamos fuera de su influencia, pero es mentira. Al fin y al cabo, y para entendernos, la apuesta se reduce a contagiarse alegremente de la fiebre del live action. O sea, que en la era en la que clásicos animados como ‘El libro de la selva’, ‘Dumbo’, ‘La bella o la bestia’ o ‘El rey león’ celebran el milagro digital, Pokémon no iba a ser menos. En este nivel, en el técnico, la película impresiona tanto como el poderoso aparato económico que lo respalda.

Tan frío como las leyes más simples de la aritmética. Aun así, ahí queda el estupendo diseño de estos monstruos a los que, por si todo esto fuera poco, Letterman disfruta desenfocando y sometiendo a la imagen granulada. El cine de imagen real (es un decir) cae rendido a la evidencia, y ante cualquier duda apriorística que pudiera haberse levantado, se decide por aquello que el cuerpo (y no tanto el cerebro) le pide. Esto es, aplaudir ante la incontestable fotogenia de Charizard, Bulbasaur, Squirtle y compañía.



En el desordenado despacho de un detective privado, corretea amenazantemente un bicho... que no tarda en descubrirse como el ser más adorable del mundo. Se trata de un Pikachu ataviado con un gorro a lo Sherlock Holmes, y armado con una simpática lupa. La imagen está diseñada para ser correspondida con un suspiro de devoción en el patio de butacas, y lo consigue (doy fe) activando los mismos enlaces neuronales que se cortocircuitan cada vez que nuestros ojos detectan a un gatito. Ahí está el arma definitiva de esta nueva (?) Pokémon: en reverenciar, con las debidas gracietas, los mandatos de Illumination Entertainment; a estos genios (del mal) cuyos “Minions” tan bien han oficializado la dictadura de las monadas.

La voz de tan achuchable peluche, por cierto, la pone Ryan Reynolds, cuyo reciente carisma gamberro de ‘Deadpool’ queda aquí reducido a encanto ligeramente irreverente. Rob Letterman, lejos de la estimulante ‘Pesadillas’ (resurrección de la prolífica obra literaria de R.L. Stine), se preocupa ahora de amoldarse a las auto-complacientes sensibles sensibilidades del consumo familiar, y se contenta con guardar las apariencias. Tanto, que éstas quedan por delante de cualquier otro factor, y lo otro, más que ser divertido, es simpático; más que ser entretenido, es no-aburrido. Una táctica no muy efectiva, pero cumplidora.
Escrita por Víctor Esquirol (FilmAffinity)
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