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Lo nunca visto

Comedia Teresa (Carmen Machi) ve apagarse Fuentejuela de Arriba, la pequeña aldea de la montaña donde ha vivido toda su vida. Pero el pueblo recibe una visita inesperada: en medio de la nieve aparece un desubicado grupo de africanos… cuya llegada conmociona la aldea. Teresa lo tiene claro: huidos de una situación de explotación a la que habían llegado engañados, los africanos quieren quedarse en España como sea… y esa puede ser la solución al ... [+]
Blanco y Negro Mix ‘19
Hubo una época en la que cada interrupción comercial televisiva estaba marcada, en algún momento u otro, por esos anuncios de lavavajillas líquidos en los que dos pueblos vecinos (prácticamente idénticos en lo que se refería al nombre, a la gastronomía, a los habitantes... a la identidad, vaya) dirimían sus irrenconciliables (e inexistentes) diferencias comprobando cuál de ambos limpiaba con más rapidez y eficacia los platos ensuciados durante la celebración de una gran comilona.

Eran las absurdas trifulcas entre Villarriba y Villabajo, dos prototipos publicitarios que servían, a parte de para lo obvio, para entender una región fundamental (y muy comarcal) de la idiosincrasia española... y ya puestos, de la condición humana. Esto es, las rencillas pueblerinas como simpática metáfora de aquellos piques que nos pide el cuerpo, y que desgraciadamente (ahí está el toque cómico del asunto) nos alejan de la única verdad que realmente importa: todos somos hijos de los mismos padres.



Con esto en mente, Marina Seresesky nos muestra una danza tribal ejecutada por cuatro fornidos y majestuosos africanos. Un baile portentoso en el que los músculos, tendones y cuerdas vocales de cada participante son puestos al límite, en un conjunto de imágenes y sonidos que nos remiten a los albores de nuestra especie, es decir, a las pulsiones salvajes (si se me permite) que laten en nuestro interior. Un zarandeo inicial que por suerte es inmediatamente apaciguado: en la siguiente escena, unos parajes nevados nos devuelven a esa civilización que tanto añorábamos.

Villarriba y Villabajo siguen a lo suyo, solo que ahora una de las dos aldeas va perdiendo claramente la batalla. El invierno más crudo se ha instalado en un monte donde apenas sobreviven cuatro familias. Para que tan maltrecha comunidad pueda seguir existiendo como tal, tiene que resolver antes una crucial cuestión geo-política: mantenerse firme en la precariedad de la independencia, o ceder ante los cantos de sirena que supone dejarse anexionar por el rico y próspero pueblo colindante.



Y antes de que dicho debate territorial despierte fantasmas demasiado ingratos para una sala de cine, la directora y guionista de esta película decide dar un giro contundente de timón, para acercarse así a otros affairs cuyo abordaje, al menos, no implique tantas víctimas que lamentar. Solo que no, ocurre justo lo contrario. De modo que en un alarde de inconsciencia y de falta de amor hacia su propia integridad, la película decide lanzarse a la yugular de temáticas tan peliagudas como la identidad nacional o las tensiones raciales. Con la que está cayendo...

Afortunadamente (o no), explora estos terrenos pantanosos con la actitud frívola y despreocupada de aquellos inolvidables anuncios. Se encienden las alarmas de peligro, y con razón. ‘Lo nunca visto’ es, en teoría, una visión satírica sobre algunos de los peores vicios (morales) del género humano, que además parece tener muy en cuenta el ambiente de desesperación al que invitan los grandes dramas colectivos de nuestros tiempos. El telón de fondo (es decir, la crisis humanitaria de los refugiados), en vez de ignorarse, se abraza sin pensar demasiado en las consecuencias.



En las cuentas que trae Seresesky, la ecuación cuadra con la revelación de que, a efectos prácticos, todos somos pobres diablos en permanente migración; en busca de ese hogar que solo puede ser considerado como tal cuando aprendemos el valor de la hospitalidad, o sea, cuando dejamos de distinguir entre Villarriba y Villabajo. Una moraleja incontestable... siempre que decidamos quedarnos en la superficie, y que no nos importen los modales groseros (de la más grosera comedia popular) con los que se enarbola el discurso.

A base de gritos de Carmen Machi y de balbuceos de Pepón Nieto, la película se acerca más y más a la profecía de su propio título, convirtiendo una supuesta parábola sobre el amor fraternal interracial, en lo que bien podría ser la revolucionaria invención del turismo sexual sin la necesidad de salir de nuestra decrépita y decadente aldea. Lo hace, para mayor engorro, con recursos cómicos congelados en aquel pasado en el que las intrascendentes guerras entre Villarriba y Villabajo marcaban las pausas publicitarias. Un repertorio humorístico caduco, que contagia la visión del mundo ofrecida por la historia, y cuya alarmante inefectividad hace que el conjunto se asiente, por siempre jamás, en la vergüenza ajena más insoportable.
Escrita por Víctor Esquirol (FilmAffinity)
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