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Sorry We Missed You

Drama Ricky y su familia han estado luchando contra las deudas desde la crisis financiera del año 2008. Afortunadamente para ellos se presenta una gran oportunidad para conseguir tomarse un respiro y optar, incluso, a algo de independencia gracias a una nueva furgoneta. La familia decide crear una franquicia de entregas a domicilio. Es un trabajo duro y que la mujer de Ricky sea asistente no es algo que facilita la situación. Sin embargo, la ... [+]
La vida en precario
-"He trabajado en todo lo que se te ocurra. Incluso he cavado tumbas". -"¿Has probado a robar?". -"No. Tengo dignidad".

Este es el primer dialogo que se escucha, con la pantalla aún en negro, en la nueva película de Ken Loach. Se trata del que mantiene Rick, un sujeto que busca trabajo, con su empleador. La conversación la finaliza el segundo: "No trabajas para nosotros, sino con nosotros". ¿No suena casi idílico? (aunque, para adelantar futuros acontecimientos, fijémonos en la mirada de Rick: desolada, servil… No es la primera vez que agacha la cabeza, no es la primera vez que rastrea un empleo con la esperanza de atrapar cualquier cosa, por denigrante que sea). Y, así, Rick comienza a trabajar en una gran empresa de paquetería, en una clara condición de falso autónomo. Y el desolador panorama que se dispone a relatar "Sorry we missed you" cae a plomo en la segunda secuencia: para que todo resulte rentable, Rick deberá trabajar 14 horas diarias, seis días a la semana. E irá descubriendo más condiciones draconianas, que aceptará porque, claro está, no tiene más remedio.

"Sorry we missed you" muestra el descenso (más bien, el derrumbe) hacia los abismos de Rick y de su familia. Su mujer trabaja como cuidadora de ancianas, también en una deplorable situación; su hijo adolescente se preocupa más por su faceta de grafitero que por el instituto; y su hija pequeña, que casi ejerce de pegamento para unir a la familia desencadenará, sin proponérselo, el drama final.



Hace tantos años que Ken Loach nos acompaña en las salas oscuras que ya no recordamos cuando empezó (se habla de “la cita anual con Woody Allen”, pero nadie dice lo mismo si se trata del maestro británico). Y de su mano hemos padecido, nos hemos indignado, ocasionalmente hemos sonreído y, sobre todo, hemos aprendido. A mirar. A no olvidar.

Si hay un director que se mantiene fiel a sus principios cinematográficos e ideológicos, imperturbable, inasequible, inmutable como nadie, ese es Ken Loach. Por eso, en la mayoría de sus películas no es necesario atender específicamente al desarrollo de las tramas (en este caso, los sucesos que viven los protagonistas son los de tantos cientos de trabajadores que nos rodean. Si queremos saber más, asomémonos a alguna empresa de paquetería en bicicleta que llena las calles), sino a las ramificaciones vitales que acarrean los personajes de, por ejemplo, "Sorry we missed you": trabajadores que casi alcanzaron el estatus de clase media baja y que ahora se asoman a la penuria; trabajadores precarios que ven cómo sus empleos convierten sus vidas también en precarias; la miseria cotidiana que lleva a la desesperación cotidiana, a la vida sin alicientes, a la vida sin vida.

Mirar el presente para comprenderlo; y, ocasionalmente, reflexionar sobre el ayer para interpretar el hoy. Esa es la constante propuesta de Loach, nacida de la precisión devastadora de los guiones (con Paul Laverty como colaborador inseparable desde hace años), de la inmediatez de su visión, de la celeridad de una cámara que atrapa la vida, que aferra la realidad, una cámara presurosa, como la realidad misma. En su desnudez formal, en su ascetismo expresivo, en su casi apología del plano-contraplano, está presente el cine vivo, el cine urgente, el cine necesario.



Sin embargo, hay muchas voces que piden a Loach que sea más sutil. Bien, podríamos pedir a Woody Allen que haga películas combativas. O a Haneke que haga películas con la factoría Disney. ¿Por qué negar a los autores sus señas de identidad? Loach no es sutil, por descontado: es febril, agresivo, brutal incluso. Pero, más allá, se le reprocha en ocasiones (y esta es una de ellas) la acumulación de desgracias que deja caer sobre sus personajes. Entendido. Entonces, salgamos a la calle y gritemos a la realidad: "¡Sé más comprensiva! ¡No traigas tantos sufrimientos!" Loach no es un fabulador, sino un cineasta que mira la existencia, la filma y la entrega desde la pantalla. Si las adversidades que acechan a sus personajes parecen excesivas, solo queda echar un vistazo a la prensa. Y si lo que se le reprocha es su veracidad fílmica, es aún más injusto. Nada en el cine de Loach sucede porque lo haya decidido un demiurgo creador. Las penalidades de Rick y los suyos en "Sorry we missed you" llegan desde una progresión dramática estructurada que, por descontado, no ahorra penurias, pero que mantiene el equilibrio dramático en todo momento, ya que vienen desde dentro del relato, como consecuencia de la necesidad narrativa. Las situaciones se suceden no por la imposición de un texto previo, sino lógicas, dialécticas, inapelables…

Nunca ha sido Loach un cineasta que pronunciase respuestas. Más bien, plantea preguntas. Las que provoca un estado social que permite que existan las vidas miserables de las protagonistas de "Ladybird, Ladybird" y "En un mundo libre" o los protagonistas de "La cuadrilla", "Felices dieciséis", "Yo, William Blake"... Ante ello, solo cabe el alzamiento de voz. Y, con 83 años, parece que a Ken Loach aún le sobra potencia. Ojalá ruede cien películas más.
Escrita por Miguel Ángel Palomo (FilmAffinity)
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