Haz click aquí para copiar la URL

Keepers, el misterio del faro

Thriller. Intriga En 1900 tres fareros llegan a una isla despoblada. Thomas, James y Donald comienzan sus tareas en el faro hasta que un día topan con algo extraño, algo que no es exactamente lo que un farero debería vigilar. Las cosas se complican cuando avistan un barco que podría tener todas las respuestas, desatando una serie de sucesos progresivamente trágicos. Basada en la leyenda de la isla de Flannan.
La bestia interior
Uno de los mejores elogios que se puede lanzar a “Keepers, el misterio del faro” es el de que propone un consistente varapalo a las formas visuales del actual cine comercial: asombra su intención de envolverse en ropas de otro tiempo. Ciertas críticas la han comparado con el estilo de las películas de los setenta, pero va más allá, viaja al menos a un par de décadas atrás en una aventura lanzada hacia los modos del cine clásico, en el que los aspavientos y los fuegos artificiales estaban lejos de ser señas de identidad. “El misterio del faro” podría haber sido filmada en los años cincuenta, en blanco y negro, y mantendría intacta su esencia.

La trama se traslada a las islas Flannan, un conjunto de siete pequeños islotes en la costa occidental de Escocia, un lugar en el que se acumulan las leyendas populares para los escoceses, entre las que destaca el enigma ocurrido en diciembre de 1900 en la mayor de las islas, Elian Mòr, cuando se descubrió que los tres trabajadores que se encargaban de cuidar su faro habían desparecido. Incluso la Armada Real Británica llegó a iniciar una investigación para averiguar lo sucedido, pero no llegó a ninguna conclusión oficial. “El misterio del faro” no intenta buscar una aclaración al enigma, únicamente lo utiliza como punto de partida narrativo para trazar una historia que huirá de la intriga y de cualquier componente fantástico. Sus intenciones son otras.



El relato se mueve en los terrenos de la violencia, la codicia y la introspección psicológica. Los tres fareros que recalan en la isla de Elian Mòr para vivir seis semanas completamente aislados y dedicados a su trabajo arrastran cada uno sus propios fantasmas: uno de ellos una tragedia familiar, otro la amenaza de la estrechez económica y el más joven el miedo a no ser aceptado por su inexperiencia. Las primeras secuencias de “El misterio del faro”, que adoptan un aire casi de crónica documental, sumergen al espectador en el trabajo cotidiano de estos tres hombres, rudos, toscos, entregados a su oficio. Son tres concreciones de “lo masculino” (las mujeres están ausentes del relato), una virilidad que aferrará buena parte del posterior conflicto narrativo de la película.

“El misterio del faro” enseñará pronto sus cartas: su interés estriba en bucear en el lado primitivo del ser humano, en sus pulsiones básicas (en este caso, especialmente, la codicia) que viven domesticadas, “civilizadas” en su interior, pero a las que cualquier incidente puede invitar a manifestarse. ¿Cuál es el conocimiento que tenemos de nosotros mismos? ¿Y si la avaricia aparece ante nosotros para pedirnos que nos mostremos tal como somos? ¿Veríamos muy lejos precios a pagar como la enajenación y el embrutecimiento? Son algunas de conflictivas preguntas que lanza la película, a las que deberán responder sus personajes y, si se acepta el espejo, los espectadores.



El veterano Kristoffer Nyholm, director danés que ha participado en series legendarias de la televisión de su país como la memorable “Forbrydelsen” debuta en el cine con el afán de apartarse de cualquier atisbo de puesta en escena televisiva. Nyholm vuelca en sus imágenes una extraordinaria habilidad para jugar con los espacios, para contraponer el claustrofóbico universo del interior del faro con los paisajes abiertos del exterior, una naturaleza tan bella como amenazante con el mar omnipresente rodeando toda la acción, y llena de vida una historia narrada en una única localización con solo tres personajes. Desde el primer momento, Nyholm llena de detalles ominosos todos los encuadres: la violencia los acecha, vive en sus límites, y seguramente muy pronto los invadirá de lleno. Y es de alabar su renuncia a los ritmos fílmicos que dominan el cine contemporáneo, su alejamiento de la pirotecnia, su profundización en el uso de la imagen sobria, concreta, precisa. Aferrada a un ‘tempo’ lento (en ocasiones, muy lento) “El misterio del faro” engrandece gracias a ello su densidad narrativa y se consolida en la vitalidad interior de su historia, en el fuego que arde dentro de sus personajes gracias a unos estupendos planos sostenidos que escrutan los rostros de los actores (todos ellos excelentes, en especial un Gerard Butler que llena la pantalla de energía y al que cabría pedirle que participase en menos películas vacías e insustanciales).

Una película de otro tiempo, ante la que no resulta gratuito invocar nombres como los de Wyler, Lumet o Preminger. Una primera obra filmada por un director de 69 años, europeo. Quizá muchos directores estadounidenses jovenzuelos, presuntamente transgresores, deberían echarle un vistazo.
Escrita por Miguel Ángel Palomo (FilmAffinity)
arrow