Euphoria (Serie de TV)

2019 parecía el año destinado a ser recordado por el final de "Juego de Tronos", la gran serie de HBO. Y qué equivocados estábamos pensando que la cadena no iba a ser capaz de encontrarle un reemplazo. Si hace unos meses llegó "Chernobyl" para recordarnos por qué siguen siendo los mejores en esto de la ficción para televisión, con "Euphoria" de Sam Levinson han vuelto a confirmar una sensibilidad única para dar voz a autores con miradas únicas y sobre todo con la capacidad para transformar la realidad y convertirla en imágenes portentosas e imborrables.



Tanto Craig Mazin, creador de "Chernobyl" como Sam Levinson, responsable de "Euphoria" y director y guionista de la magnífica "Assassination Nation" tienen algo en común: en su intento por capturar la realidad, la deforman lo suficiente para acercar al terror, casi cósmico, los avatares de unos personajes con múltiples capas y los entornos en los que se mueven. Había algo de Lovecraft en la serie sobre el reactor que estalló en Ucrania, en esas imágenes que se filtraban tras las cortinas de cuerpos mutilados; y "Euphoria" trabaja sobre el mundo adolescente, pone el foco en una Rue interpretada de forma magistral por Zendaya y poco a poco abre su abanico para explorar otros personajes en un fresco que por su capacidad de inmersión y potencia visual pareciera una pesadilla lúcida con destellos de la belleza plástica de trabajos de Wong Kar-Wai como la excelente "Happy Together". El resultado, como podéis imaginar, es el de una de las mejores series del año.

La premisa es sencilla: Rue es una joven drogadicta que encuentra en las drogas la única forma de salvarse de sus problemas de bipolaridad; es su remanso de paz. Pero tras sufrir una sobredosis, deberá buscar una forma de cambiar su forma de vida. Y aquí llega el giro: no está interesada en ello. Le gusta consumir, y seguirá haciéndolo mientras pueda. A su alrededor, tenemos a múltiples personajes excelentemente dibujados a lo largo de ocho episodios: una chica con obesidad y problemas para aceptarse a sí misma, el típico guaperas de instituto que juega en el equipo de rugby, etc. Todos tienen su capa de grises, por lo que esta descripción responde únicamente a unos arquetipos que rápidamente van a ser desgranados para tomar vías de desarrollo alternativas.



Su episodio piloto es modélico en la captación de ese mundo adolescente, de la psique de su protagonista, recordando por cierto a clásicos como "Toto, el héroe" de Jaco Van Dormael, pero sobre todo en ir dejando pistas que poco a poco se irán ampliando, capítulo a capítulo, hasta llegar a una conclusión tan brillante, abierta a interpretaciones y de riqueza emocional como rara vez se ha visto en una serie de este tipo. Lo más sorprendente es cómo Levinson es capaz de extraer tanto de un grupo de actores en su mayoría poco conocidos, para crear unos personajes realmente modélicos. Caprichosos por momentos, como todo adolescente; eso va en el pack. Pero convierte lo que sería una debilidad en una fortaleza que deja secuencias de impacto en un sentido emocional y no necesariamente exhibicionista. En ese sentido, "Euphoria" no podría estar más lejos de la aclamada "Por 13 razones".

Y luego está Zendaya, joven actriz -y cantante- surgida de la factoría Disney y a la que recientemente hemos visto en papeles secundarios en las películas de Spider-Man con Tom Holland o en el magnífico musical "El gran Showman". Pero eso se acabó, porque lo que hace en esta serie es digno no sólo de elogios sino de premios, de figurar en la historia de las mejores interpretaciones que ha dado la pequeña pantalla. Un rol tan entregado, tan alejado de lo que podríamos esperar de una imagen pulcra como la que proyectaba la casa del ratón, tan rupturista o incluso más que aquella en la que la Gabriella de High School Musical se drogaba y realizaba atracos, bajo el rostro de Vanessa Hudgens, en "Spring Breakers" de Harmony Korine.

"Euphoria" es arriesgada, valiente, desafía las expectativas del espectador, establece un diálogo directo con su target y ofrece un retrato brillante y rico de su mundo adolescente. Si tan sólo fuera eso hablaríamos de una muy buena serie, pero además lo combina con una realización y una puesta en escena formidable, sin miedo a retorcer la imagen para transmitir desasosiego e intensidad. Una producción escrita, dirigida e interpretada con tanto acierto que sólo cabe rendirse a ella y rezar para que su ya anunciada segunda temporada continúe manteniendo la fuerza de sus primeros ocho episodios. Pura euforia.