Hace tiempo que no disfruto tanto con una película de humor. Muchas de las comedias que circulan por nuestros cines y festivales, carecen de chispa, no hay sobreabundancia de situaciones originales y si encuentran un gag resultón, lo explotan hasta la saciedad.
No es el caso de este largometraje. La historia está contada desde la perspectiva de la tramoya de una boda: un equipo multidisciplinar de empleados de catering, músicos, animadores y otras hierbas, con todos sus enredos, aciertos, situaciones hilarantes, que, ¿por qué no? podrían producirse en la vida, tal como su título indica. Pensé tras los primeros cuarenta minutos, que el cúmulo de situaciones chispeantes, decaería -como suele ocurrir a menudo- y la trama comenzaría a resentirse. Nada de ésto ocurrió. La película logró llevarme hasta el final sin esfuerzo, manteniendo el marcador de carcajadas fuera de la zona de riesgo.
Lo mejor de todo fue recordar, al salir del cine, que se había producido lo que en Cabaret, Joel Grey, Maestro de Ceremonias buscaba para sus espectadores: Olvidar los problemas.
Les aseguro que C'st la vie es un excelente medicamento para conseguirlo y no necesita receta.